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Vuelco electoral en España

Charo Camprubí
Desde España
Para Lampadia

Las elecciones municipales y autonómicas que se han llevado a cabo en España el 28 de abril han sido un tremendo varapalo tanto para el PSOE como para los partidos situados a su izquierda y un éxito rotundo para la derecha española que ha conquistado la mayor parte de las alcaldías y de las Comunidades Autónomas que estaban en juego.

El mapa político español se ha teñido de azul (color del Partido Popular) en su casi totalidad ya que los socialistas pierden al menos 6 Comunidades Autónomas y mucho poder municipal. Madrid se mantiene en manos del Partido Popular, tanto en la alcaldía como la Comunidad Autónoma, solo que esta vez con mayoría absoluta en ambos casos. Los socialistas mejoran en Cataluña y se mantienen en el País Vasco, pero pierden su antiguo feudo, Andalucía, e incluso ciudades emblemáticas como Sevilla. El PP gobernará, solo o en coalición, en Aragón, Baleares, Cantabria, Valencia, Extremadura, la Rioja, Murcia y Madrid.

La respuesta a esta debacle por parte del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, no se ha hecho esperar. Primero declaró que asumía “en primera persona los resultados” para después lanzar una bomba: la del adelanto de las elecciones generales al 23 de julio. La derecha no tendrá tiempo para regocijarse de su victoria porque tendrá que entrar en campaña electoral mañana mismo.

El órdago que ha lanzado Sánchez es muy arriesgado pero ha preferido coger al toro por los cuernos y lanzarse al ruedo en caliente, justo después de la derrota, que terminar los 6 meses que le quedan de mandato. La reacción del líder del PP, Nuñez Feijóo, ante el adelanto electoral ha sido la de decir: “mejor cuanto antes” y la de Vox de celebrar el adelanto electoral.

Si el PP llega al poder es gracias a que la dinámica de bloques le ha sido favorable. Hoy en día ni el PP ni el PSOE pueden gobernar en solitario porque los resultados se miden a nivel de bloque no de partido. Lo primero que jugó a favor del PP fue que consiguió disminuir la dispersión del voto de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) al absorber a Ciudadanos que desaparece del mapa político. Esto le permitió obtener el 31.50 % de los sufragios (3% más que el PSOE) y convertirse en el primer partido con 800,000 votos más que el PSOE.

Lo segundo fue que Vox tuvo unos excelentes resultados. Obtuvo un 7.2% de los votos lo que lo consagra como la tercera fuerza política española. Además, tiene la llave de la gobernabilidad en la mayoría de las alcaldías y Comunidades Autónomas ya que el PP necesita de su apoyo para gobernar.

Frente a un bloque de la derecha cohesionado y potente, el PSOE se encontró con que su bloque estaba debilitado por pugnas y divisiones   internas en los partidos situados a su izquierda, al punto que no siempre consiguieron entrar en los parlamentos autonómicos (por no superar la barrera del 5%.) Además, una parte del electorado del PSOE no se movilizó. El partido perdió 400,000 votos en relación con las elecciones municipales del 2019. División y desmovilización, fueron letales para el PSOE.

La izquierda ha mostrado tener una gran capacidad de autodestrucción. Para Sánchez gobernar con Podemos fue siempre muy complicado. En su afán por desmarcarse del PSOE, criticaban al propio gobierno de coalición como si ellos no fueran parte del gobierno. Además, la iniciativa de Yolanda Díaz (vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo) de crear una plataforma que uniera a los diversos partidos de izquierda llamada Sumar, no hizo sino ahondar las diferencias. Se creó una rivalidad entre Sumar y Podemos que dio una muy mala imagen de esta izquierda.

Sánchez también pagó un alto precio por seguir teniendo el apoyo parlamentario de los independentistas catalanes. No les dio lo que más ansiaban, el referéndum de autodeterminación, pero indultó a los cabecillas del independentismo y modificó la ley sobre sedición y malversación, lo que le acarreó un gran desgaste político. A todo ello se sumó las desavenencias con Podemos por “la ley del sí es sí” cuyos efectos no deseados Podemos se negaba testarudamente a modificar. Y, por último, en la recta final de la campaña, Bildu (que apoya al gobierno) presentó en sus listas ¡a cuarenta ex terroristas! Esto y un escándalo de compras de votos por correo dio la puntilla al bloque de la izquierda.

Ahora Nuñez Feijóo pide “una mayoría clara, incontestable y contundente para iniciar un nuevo rumbo”. Lampadia




México critica al Perú y alaba a Cuba

Por: Andrés Oppenheimer
El Comercio,28 de Mayo del 2023

“Cualquiera sea la razón, López Obrador no tiene fundamentos legales ni autoridad moral para cuestionar la legitimidad de Boluarte”.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está estableciendo un nuevo récord de incongruencia política: está cuestionando insistentemente las credenciales democráticas de la presidenta del Perú, tras darle una bienvenida de alfombra roja y otorgarle la medalla más prestigiosa de México al dictador de Cuba.

Ya sé, suena a broma, pero no lo es. López Obrador ha llamado falsamente a la presidenta peruana Dina Boluarte “usurpadora” del poder.

Lo que es más, el presidente mexicano citó una supuesta falta de legitimidad democrática del gobierno peruano para justificar la negativa de México a entregarle al Perú la presidencia rotativa de la Alianza del Pacífico, el bloque comercial integrado por México, Chile, Colombia y el Perú.

Por todo esto, el Congreso Peruano declaró el 24 de mayo a López Obrador “persona non grata” en el Perú. Aunque el Congreso del Perú tiene una tasa de desaprobación del 90%, según una encuesta reciente de la empresa IEP, muchos peruanos están aplaudiendo su decisión de declarar a López Obrador indeseable en el país.

Se puede criticar a la presidenta del Perú, Dina Boluarte, por su represión a manifestantes opositores al principio de su gobierno, pero los expertos constitucionales coinciden en que, contrariamente a las afirmaciones del presidente mexicano, su designación fue apegada a la ley peruana. Hasta el presidente de izquierda de Chile, Gabriel Boric, está pidiendo que se le entregue la presidencia rotativa de la Alianza del Pacifico al Perú.

Boluarte fue proclamada presidente en diciembre después de que el expresidente izquierdista Pedro Castillo fuera destituido por el Congreso por dar un golpe de Estado. Castillo fue arrestado después de haber anunciado en televisión nacional que disolvería el Congreso y gobernaría por decreto.

Cuando leí las recientes declaraciones de López Obrador cuestionando las credenciales democráticas de Boluarte, me costó creer que hablaba en serio.

López Obrador está tratando de mostrarse como un defensor inquebrantable de la democracia en el Perú apenas tres meses después de haber condecorado con la orden del Águila Azteca – la más alta distinción del Gobierno Mexicano a un extranjero– al dictador cubano Miguel Díaz-Canel.

Y, más recientemente, el 5 de abril, López Obrador dijo en una cumbre presidencial virtual que Cuba es un país “como para irse a vivir allá”, una declaración sorprendente, tratándose de una isla donde una gran cantidad de gente arriesga su vida huyendo por mar para escapar de su miseria.

La negativa de México a entregar la presidencia rotativa de la Alianza del Pacífico al Perú está perjudicando a las economías del Perú, Chile y Colombia, que junto con México integran el bloque comercial.

“Al hacer esto, López Obrador está torpedeando la Alianza del Pacífico, que es el mecanismo de integración más eficiente de América Latina”, me dijo el excanciller chileno Roberto Ampuero.

“La Alianza ha tenido éxito precisamente porque se enfocaba en resultados concretos, y no en cuestiones ideológicas”, agregó Ampuero. “Ahora está paralizada, por consideraciones políticas de López Obrador”.

Entre las varias teorías de por qué López Obrador se niega a entregar la presidencia rotativa del bloque comercial al Perú, además de su simpatía por el expresidente peruano Castillo, está que al presidente mexicano nunca le gustó la Alianza del Pacífico.

El grupo fue formado en el 2011 por presidentes en su mayoría de centro derecha, que querían aumentar el libre comercio en la región. Además, López Obrador puede estar tratando de desviar la atención pública de las tasas récord de violencia en su país. Nuevas cifras oficiales muestran que México registró un récord de 156.066 homicidios el año pasado, y que el total de muertes violentas durante el mandato de López Obrador ya es un máximo histórico.

Otra explicación adicional puede ser que López Obrador quiera ganar cierto protagonismo en América del Sur. En el último año, la figura de López Obrador como uno de los líderes de la izquierda regional ha sido eclipsada por los presidentes de Brasil, Colombia y Chile.

Cualquiera sea la razón, López Obrador no tiene fundamentos legales ni autoridad moral para cuestionar la legitimidad de Boluarte. ¿Cómo puede López Obrador arremeter contra la democracia del Perú, mientras alaba la dictadura de Cuba?

Eso no tiene ningún sentido, y hay que recordárselo.

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC.




Un gobierno enano que se cree gigante

La distancia entre lo que el Gobierno de Boric ha podido hacer y el discurso de superioridad moral y técnica que tenía su generación cuando era oposición es abismante.

El Líbero – Chile
Patricio Navia
26 mayo, 2023

Si la evaluación se hiciera sólo por los anuncios de reformas que ha presentado el Gobierno, cualquier observador poco atento podría concluir que éste está siendo uno de los más transformadores de las últimas décadas en Chile. Pero como la evaluación final se hace respecto a los resultados y logros en estos 15 meses de administración del presidente Gabriel Boric, la única conclusión posible es que este está siendo un gobierno de enanos, tanto por su incapacidad para cumplir sus ambiciosas promesas como por su ineptitud para realizar las tareas básicas que implica ser Gobierno.

Ser enano en política es no estar a la altura de lo que se prometió ni de las expectativas mínimas que tiene la población respecto a lo que debe hacer un gobierno. La administración Boric llegó al poder con una agenda fundacional ambiciosa y desmedida.

Si bien es cierto que todos los gobiernos pecan de soberbia al iniciarse sus periodos -recordemos la frase de Sebastián Piñera aludiendo a que lo que la Concertación no había podido hacer en 20 años, su gobierno lo había logrado en 20 días- el Frente Amplio pecó de particular soberbia cuando dictó cátedra sobre lo mal que lo estaba haciendo el segundo gobierno de Piñera y lo fallido que había sido el modelo implementado por gobiernos de izquierda y derecha en Chile desde el retorno de la transición.

Aunque siempre es más difícil cuando hay que gobernar que cuando se puede criticar desde la galería -otra cosa es con guitarra- la distancia entre lo que el Gobierno de Boric ha podido hacer y el discurso de superioridad moral y técnica que tenía su generación cuando era oposición es especialmente abismante.

Uno de los mejores ejemplos fue la rapidez con la que se derrumbó el liderazgo de Izkia Siches, la ministra del Interior nombrada por Boric al asumir su administración. Después de haber usado irresponsablemente su tribuna como presidenta del Colegio Médico para criticar la respuesta del Gobierno a la pandemia del Covid-19, Siches tardó menos de una semana para hacer estrellar en el piso su reputación como ministra. La patética escena de su comitiva mostrando una bandera mapuche por la ventana de un auto cuando era repelida a tiros en La Araucanía en su primera visita a la región dejó en claro que este Gobierno no tenía dedos para el piano.

En los 15 meses de Gobierno que han transcurrido, la ineptitud oficialista, la falta de preparación, la superficialidad de sus lecturas sobre el país, la arrogancia de sus declaraciones y el exceso de errores no forzados han confirmado, una y otra vez, que no está a la altura del desafío y que no tiene capacidad para cumplir sus promesas.

Pero la fuerza de la realidad no ha sido suficiente para que el Ejecutivo retroceda en su ambición o para que corrija rumbo. En vez de recular y tratar de evitar seguir cometiendo errores, el Gobierno ha doblado la apuesta.

Aunque es evidente que el Gobierno, y también el Estado, son incapaces de poder asegurarse de que los estudiantes puedan asistir a las escuelas públicas y adquirir los aprendizajes más básicos, La Moneda se embriaga en el ambicioso sueño de convertir al Estado de Chile en un actor relevante a nivel mundial en la producción de litio. Aunque el Gobierno no es capaz de hacer valer el Estado de Derecho e imponer el orden en La Araucanía, Boric intenta dar lecciones sobre cómo otros gobiernos del mundo debieran defender los valores democráticos. Aunque el país está sobrepasado por una crisis de seguridad en las calles, Boric insiste en que su Gobierno quiere fortalecer la red de protección social. Aunque su Gobierno es incapaz de generar las condiciones para que el país crezca, Boric quiere impulsar la reforma más importante a las pensiones en 40 años.

En una semana, el presidente Boric dará su segundo discurso ante la nación y el Congreso. Aunque muchas personas no se molesten en escuchar lo que tenga que decir el egresado de derecho (que nunca fue capaz de terminar sus estudios y titularse), lo más probable es que el discurso termine replicando lo que ha sido la tónica de este Gobierno.

Boric, presidente de un Gobierno que no ha estado a la altura, un Gobierno enano, hablará como si su administración estuviera compitiendo por ser la que llega más alto en transformar al país.

La disociación entre la realidad de ser un Gobierno enano y las aspiraciones de ser un Gobierno de gigantes pudiera parecer hasta tierna si se tratara de un juego de niños. Pero como estamos hablando del Gobierno de la República, la incapacidad de Boric para verse al espejo y entender que el suyo es un Gobierno que no da el ancho debiera preocupar al resto del país. Después de todo, no hay nada más peligroso para una sociedad que sus líderes no sean capaces de entender a cabalidad sus fortalezas y sus debilidades.

Lampadia




Si yo fuera presidente

Jaime Spak
Para Lampadia

En el año 1952 el genial artista mexicano Mario Moreno “Cantinflas“ protagonizó una hilarante película que se titulaba “Si yo Fuera Diputado”.

En esta película hace el papel de un peluquero de barrio que se preocupa por los problemas de su vecindario y es tan hábil para defender varios casos de gente modesta que al final se lanza y sale elegido diputado.

No tenía estudios universitarios, pero si una gran emoción social. Al fin y al cabo, era una ficción.

Haciendo una comparación con el título de este artículo, nos preguntamos:

¿Por qué tantos peruanos quieren ser presidentes?

En el año 1963 hubo solo 4 candidatos, y de allí fueron aumentando, hasta que en el año 2021 se presentaron 18 candidatos.

¿Que tendrán en su mente los que desean ser presidentes?

Lo primero que deben de entender es que son elegidos para administrar el país.

Un primer prerrequisito debería ser experiencia en administrar la cosa privada o pública.

Un buen presidente es el que logra que su equipo trabaje de manera sostenida y el tenga la capacidad de supervisar el trabajo.

Para ser presidente el candidato debe contar en su equipo unas 500 personas honestas para puestos de confianza.

El problema más álgido de los que salen elegidos es que se suben al coche personas inadecuadas, que en su gran mayoría acaban siendo acusados de corrupción.

Entre el año 2006 al 2021 se postularon para presidente 58 personas.

En la última elección salió elegido un candidato totalmente incompetente.

Para colmo, una vez elegido Castillo dijo en una entrevista: “estoy empezando a aprender como gobernar”.

Ya con esa afirmación presagiábamos que su gobierno iba a ser desastroso.

¿Como es posible que una persona que no tiene idea de gobernar un país se lance de candidato?

Vuelvo a preguntar: ¿para qué quieren ser presidentes?

Es una función muy complicada que requiere un trabajo 24/7.

Pero si además de ser un inútil para la cosa pública, se dedica a saquear el erario con ayuda de su esposa, hijos, cuñados, amigotes y hasta delincuentes, entonces el peligro de un gobierno catastrófico es inminente.

Que deberíamos de exigir a los próximos candidatos que se lancen a la presidencia.

  • Por lo menos un CV donde indique su experiencia en administración.
  • Un plan de gobierno claro, en donde haga énfasis en su propuesta de crecimiento económico y lucha contra la pobreza.
  • Que nos demuestre como hará para lograr un crecimiento de al menos 7% del PBI y una reducción de la pobreza de varios puntos anuales.
  • Un examen de IQ.

Obviamente un IQ alto no nos garantiza un gobierno exitoso, basta ver los casos de Alan García en su primer gobierno y PPK en su corto gobierno.

El primero nos llevó a la hiperinflación y el segundo fue el autor pasivo de lo que vino después.

  • Algo utópico sería un examen psicológico para ver sus fortalezas y debilidades, si es una persona equilibrada o si sufre de alguna patología que ponga en peligro la gobernabilidad.
  • Si bien la edad mínima es 35 años, nunca deberíamos de elegir a una persona menor de 50 años, edad en la que ya puede dar un testimonio de vida y saber cómo se ha comportado frente a la sociedad.
  • Una declaración jurada de lo que se propone.

El único candidato que dijo la verdad en su campaña fue Mario Vargas Llosa y fue aniquilado por la propaganda aprista en su contra.

Al salir elegido Fujimori, sin gente que lo respalde lo que hizo fue seguir la política que iba a implementar MVLL y obtuvo muchos logros en sus dos periodos.

¿Pero vuelvo a preguntar para que quieren ser presidentes?

Tendríamos que discernir entre quienes están deseosos del tremendo sacrificio que significa llevarnos por el camino de la prosperidad a los 33 millones de peruanos o seguir el camino de la prosperidad propia y de sus allegados.

Tenemos la urgencia de elegir en el año 2026 a un nuevo presidente y para ello debemos de ser muy exigentes.

No es posible que el Perú tenga el lamentable récord de tres presidentes encarcelados.

Hay otros tres que están en procesos judiciales y por lo menos dos más serán sentenciados.

El poder más importante que tenemos en la actualidad es la prensa y la misión de ella es informar de la manera más objetiva todos los detalles de la vida de las personas que van a postular.

Un país que crece es un país con instituciones independientes y sólidas.

Es urgente que los partidos políticos se consoliden.

No más caudillos que se crean Cantinflas.

Hagamos de la política una palabra que no esté relacionada con la corrupción, sino con el deber de trabajar por los demás.

Seamos muy severos con los próximos candidatos.

Necesitamos menos pobres en un país rico. Lampadia




“Caviar”

Por: Jaime de Althaus
El Comercio, 27 de Mayo del 2023

“Lo que tenemos ahora es una reacción, un reflujo, centrado en la denuncia de abusos y corrupción cometidos por aquellos que enarbolaron la lucha contra la corrupción como arma de persecución política y control del poder”.

“Caviar”, el término más usado en la diatriba política en el Perú, se origina en Francia, donde la “gauche caviar” o “izquierda caviar” designaba a aquellos intelectuales de izquierda de clase social privilegiada que de la revolución rusa solo conocían el exclusivo caviar. El término tiene una connotación descalificadora, porque alude a una inconsecuencia moral. En nuestro país designa a personas acomodadas con ideas de izquierda o con ideas “progresistas” (derechos humanos, ambientalismo, antirracismo, género, aborto, fuerte regulación estatal) y visceralmente antifujimoristas.

Son el producto del reciclaje de la izquierda luego del fracaso del socialismo real, que identificó nuevos escenarios de lucha contra el abuso o la opresión. Puede tratarse del abuso contra la naturaleza, dictando normas que en ocasiones hacen prohibitiva cualquier inversión, o contra los trabajadores, sobreprotegiendo el trabajo con la misma consecuencia, o contra poblaciones o grupos insurgentes −aunque ejerzan violencia−, o contra grupos raciales discriminados, o contra minorías sexuales o mujeres penalizadas por tomar decisiones sobre su cuerpo. Diversos ministerios habrían sido tomados por estos “caviares”, que ejecutan una agenda cuasi global.

Pero aquí hay tres variantes según quién sea el supuesto agente opresor: el capital, el gobierno, la sociedad o la religión. En ese sentido, las posiciones liberales en lo moral, derivadas de un liberalismo que defiende la libertad del individuo, pertenecen a un conjunto ontológico diferente y hasta contradictorio con los otros temas, en los que la libertad económica y la iniciativa individual resultan más bien reprimidas o limitadas por el pensamiento “caviar”.

Esto puede explicar por qué los que son caviares para unos no lo son para otros. Un caviar puede tener una sensibilidad de izquierda o prejuicios antimercado, pero no es un radical, no es un marxista azuzador de la lucha de clases. Verónika Mendoza, por ejemplo, no es caviar. Es marxista. Para Vladimir Cerrón, sin embargo, ella es caviar, quizá porque, siendo él conservador en lo moral, temas como la “ideología de género” o el feminismo o el aborto o la defensa de la comunidad LGTB serían una clara señal de caviarismo (aunque en EE.UU. ello sea etiquetado como marxismo cultural). Incluso las agendas ambientalistas y hasta la de los derechos humanos no serían marxistas, sino caviares. Al fin y al cabo, la revolución no para mientes en los derechos humanos: los sacrifica en aras del objetivo superior de la dictadura del proletariado. Los derechos humanos se originan en la agenda liberal de la ilustración de la revolución francesa o burguesa.

Ese anticaviarismo explica la conjunción con Fuerza Popular para la elección del defensor del Pueblo. También, es cierto, comparten la condición de acusados judiciales. Martín Tanaka señala que los políticos acusados denuncian la bandera de la lucha contra la corrupción como “caviar” y lo que tendríamos ahora es una ofensiva de esos sectores para sacar a los caviares de las instituciones judiciales, en procura de impunidad.

Pero el tema es mucho más complejo. La llamada lucha contra la corrupción fue el instrumento que usó el populismo político de Vizcarra para acumular popularidad y eliminar a la oposición confrontando al Congreso hasta cerrarlo, y fue también el disfraz de ese populismo judicial abusivo de los fiscales Lava Jato que terminó dinamitando parte importante de la clase política y, por ende, de la democracia en el Perú, llevando a la cárcel a líderes de partidos importantes por donaciones de campaña que no eran delito y tipificando a sus partidos como organizaciones criminales. Hasta alguien como Luis Pásara ha condenado severamente los excesos inconmensurables de estos fiscales.

Lo que tenemos ahora es una reacción, un reflujo, centrado en la denuncia de abusos y corrupción cometidos por aquellos que enarbolaron la lucha contra la corrupción como arma de persecución política y control del poder. Una reacción que no debería caer en los mismos excesos.




“La marea azul cubrió España ayer”

Por: Aldo Mariátegui
Perú21, 29 de Mayo del 2023

“La ultraizquierda de Podemos ha sido reducida a su mínima expresión y ese desastre llamado Ada Colau no retendrá la alcaldía de Barcelona’’.

Ayer la derecha barrió en España en municipalidades y autonomías (equivalentes a nuestras regiones). Ojo que no es alcalde o gobernante autonómico quien queda primero en votos, sino lo es aquel que logra obtener o armar una mayoría de concejales o consejeros autonómicos (se replica el parlamentarismo).

No solo el Partido Popular arrasó con su marea azul en Madrid y Andalucía con mayoría absoluta, sino que ganó también en Valencia, Sevilla, Baleares y Aragón y en estos momentos está peleando la simbólica Castilla La Mancha, que es otro bastión socialista.

Al verde Vox no le ha ido nada mal, pues ha duplicado sus votos ediles (ha crecido sorprendentemente en Cataluña) y va a cogobernar con el PP en varias localidades. Otras buenas noticias son que la ultraizquierda de Podemos ha sido reducida a su mínima expresión y que ese desastre llamado Ada Colau no retendrá la alcaldía de Barcelona, que se ha deteriorado mucho con su pésima gestión.

Lo que sí preocupa es la buena votación del partido marxista-independentista Bildu, la cara política de los terroristas de ETA, en el País Vasco. Han ganado Vitoria y son segundos en Bilbao y San Sebastián.

La otra elección clave ayer fue Turquía, donde el “electarado” más alejado de su parte europea, moderna y laica (Estambul) ha vuelto a reelegir al matón de Erdogan en una segunda vuelta.

Lamentablemente, Anatolia (que es la parte asiática turca, islámica, conservadora) ha prevalecido. De todas formas, Erdogan ya había retenido la mayoría parlamentaria, por lo que a la oposición —unida solo para las elecciones, pero variopinta— le habría sido muy difícil gobernar.

Lo bueno es que la economía ya está reventando por culpa de las barbaridades de Erdogan y este va a sufrir el inminente colapso económico que se avecina. Porque la izquierda y el populismo destrozan la economía, a la derecha le toca solucionarla y luego le echan la culpa del ajuste necesario a esta última, quedando como la mala de la película ante el “electarado”.




“Tenemos UNA sola bandera: la rojiblanca”

Por: Aldo Mariátegui
Perú21, 26 de Mayo del 2023

“Ningún país que se precie debe tolerar que aparezcan banderas alternativas a su enseña nacional, en su propio territorio y con pretensiones separatistas”.

El Perú tiene UNA sola bandera y esa es la rojiblanca. Por eso todos los peruanos de bien —algunos habrá— tienen que rechazar esta absurda y reciente iniciativa de una comisión del Congreso de reconocer a la llamada “Wiphala” como un símbolo político étnico en nuestro país. El ignorante del congresista puneño Flores Ancachi (tenía que ser acciopopulista…) basó su iniciativa en una bandera que jamás ha existido y que fue inventada recién en 1979 por el boliviano Germán Choque Condori, un desequilibrado que llegó incluso a proclamarse como “Inca del Collasuyo”. Este ya finado personaje fue un charlatán indigenista y pseudohistoriador. Es que ningún país que se precie debe tolerar que aparezcan banderas alternativas a su enseña nacional, en su propio territorio y con pretensiones separatistas. Menos aún basadas en peligrosas teorías raciales que tan solo dividen y generan odios. Otros que andan por esa senda son los caviares de la ONG Instituto de Estudios Peruanos (IEP), que acaban de evacuar una supuesta encuesta, cuya finalidad clara es tratar de insertar en nuestra política el factor racial al estilo boliviano con la excusa de la “pluriculturalidad”. No creo nada en los sondeos del IEP, tanto por lo endeble de su metodología (entrevistas por celulares) como por su orientación política y la de los que le encargan estas consultas (el diario La República u ONG izquierdistas en este caso, como la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, AIDESEP, etcétera). Otros que hacen una demagogia peligrosa con temas raciales son los cada vez más zurdos de Amnistía Internacional, que tratan de atribuir las bajas ocurridas durante las revueltas en el sur a motivos raciales. Era lógico que la mayor parte de muertos fueran indígenas si las protestas se dieron en regiones (Puno, Ayacucho) donde ellos son la mayoría aplastante. Y los soldados y policías que dispararon no eran soldados arios de la SS, sino personas tan indígenas como ellos.




La pobreza

Jaime Spak
Para Lampadia

El candidato Pedro Castillo, utilizo durante su campaña presidencial el slogan: “no más pobres en un país rico”.

Sin embargo, luego de su nefasto paso por el poder de 15 meses, no cumplió con su slogan, más bien la pobreza creció.

En el año 2019, la pobreza en el Perú había llegado a bajar hasta casi el 20% de la población.

En la actualidad la pobreza ha crecido 8% y hay casi nueve millones de habitantes en la línea de pobreza.

Aceptar esta realidad a estas alturas del siglo XXI, es una vergüenza nacional.

Nos preguntamos: ¿hay forma de disminuir la pobreza en el Perú?

Creemos que sí.

Se puede lograr de dos maneras:

  1. Repitiendo lo hecho desde el 2004, en que la pobreza era de un 48% y en base al crecimiento económica se logra llegar en el 2019 al 22 %.
  2. Haciendo un agresivo programa de gobierno para lograr recuperar el crecimiento, pero acompañado de políticas muy precisas.

El gobierno debe de dar importancia a cuatro aspectos fundamentales:

  • Educación
  • Salud
  • Seguridad
  • Infraestructuras

Todo lo demás tiene que venir aparejado de una política de estado, que permita que la inversión privada se encargue del crecimiento del país.

Un país que crece es un país que vence a la pobreza.

Si damos reglas claras a los inversionistas para que ingresen al mercado, se puede lograr.

Nada de sorpresas, ni cambio de reglas de juego.

Un país que tiene nueve millones de habitantes que están en un nivel de pobreza, ¿creen que tendrán la capacidad de saber elegir a sus autoridades?

Elegirán a aquellos que vienen con cantos de sirena a ofrecerles cosas imposibles de cumplir.

Un país cuya educación está en un estado deplorable, ¿creen que tendrán gente capaz de diferenciar lo bueno de lo malo?

Un país cuyos hospitales se caen a pedazos y para conseguir una cita en la salud publica deben de esperar meses, ¿creen que la gente tendrá la tranquilidad para elegir a los mejores?

Un país que no está interconectado, no permite que los pequeños agricultores, comerciantes, puedan acceder a los mercados con más facilidad.

Pero lo más importante es que un país con un nivel de inseguridad en el que vivimos nunca podrá crecer.

Para vencer la pobreza, los pequeños emprendedores deben de tener seguridad.

Basta que tenga signos exteriores de progreso para que sea extorsionado por gente de mal vivir.

Pero lo más importante y urgente es un cambio radical en la educación.

Un país bien educado logra que la juventud tenga las mejores armas para su progreso.

Un país bien educado lograra que la gente pueda discernir al momento de elegir a sus autoridades.

Un país como el nuestro debe de volver a contar con una entidad que vigile los centros de enseñanza superior, para que no estén en manos de gente inculta e incapaz.

Varios propietarios de universidades solo buscan el lucro personal.

No olvidemos las tesis truchas de Castillo y su esposa.

Un país bien educado, nunca más tendrá en su congreso gente de tan bajo nivel intelectual como el actual.

Al congreso ingresaron una serie de profesores de primaria, que al momento de escucharlos nos damos cuenta que estos padres de la patria no han recibido una educación adecuada.

Ellos son los que educan a nuestros jóvenes.

Un país bien educado nunca más debe de tener entre los que imparten justicia, a hermanitos, ni a bandas organizadas en las cuales no se diferencian quien es el que juzga y quien es juzgado.

En 1968 ingresamos a la UNI un grupo de jóvenes de diferentes estratos sociales.
Teníamos algo en común una buena educación.

Entre mis compañeros había hijos de obreros, bodegueros, comerciantes y también de gente pudiente, pero no había distingo entre nosotros.

Fuimos consecuencia de una época de clase media fuerte y estabilidad económica.

Insisto que este gobierno que se quedara otros tres años tiene una oportunidad de oro de regresarnos al camino del crecimiento.

Es urgente lograr:

  • Mayor inversión para un crecimiento sostenido.
  • Reorganizar la seguridad nacional
  • Mejorar la infraestructura de salud
  • Apoyo a la educación con un cambio radical en la calidad del currículo y apoyo en capacitar profesores.

Para ello debe de convocar a las mentes más lúcidas en la educación y hacer un consejo permanente de apoyo a la mejora de la educación.

Todo esto se puede realizar, pero con una sola condición, y es la honestidad.

La corrupción ha generado perdidas por cerca de 25,000 millones cada año.

Mas del 2.7% del PBI.

Si ese dinero robado a todos los peruanos se hubiera utilizado en el plan que he detallado sería muy fácil vencer la pobreza.

¿Sera Posible vencer a ese monstruo?

Esa es la pregunta del millón.

No más pobres en un país educado, y en crecimiento.

Lampadia




La educación en el Perú es desintegradora

En economía social de mercado y democracia liberal

Jaime de Althaus
Para Lampadia

La presidenta Dina Boluarte advirtió en un discurso dado hace unos días en un evento por el día de las Mype, que “aquel maestro que use sus horas de enseñanza en generarles ideología o política a nuestros niños estará entrando en un proceso administrativo para que se le pueda retirar de las aulas de clase”. Y agregó que los profesores deben tener “la capacidad pedagógica y no política o ideologizada, donde tengan que confundir la mente de nuestros niños. A los profesores se les paga por enseñar pedagógicamente sus materias y no políticamente sus materias”.

Es posible que este anuncio haya sido motivado por el desfile de niños de primaria en Azángaro, Puno, en el que se entonaban cánticos contra la presidenta. Pero el asunto en realidad es más profundo que esa manipulación coyuntural condenable producida en el contexto de una lucha política.

Como es sabido, el magisterio público en el Perú ha estado dominado desde hace décadas por el SUTEP de Patria Roja. Y Patria Roja tiene una ideología claramente marxista-maoísta. Recordemos que el propio Sendero Luminoso empezó su infiltración a través del magisterio en Ayacucho. Ahora mismo el organismo generado más importante del neosenderista Movadef es el Fenate, sindicato de maestros que fue reconocido por el gobierno de Castillo y que le disputa al SUTEP el liderazgo magisterial.

Lo cierto es que en los últimos 40 años una proporción sin duda no desdeñable de maestros ha transmitido en las aulas una interpretación de la realidad nacional basada en esa ideología, y lo sigue haciendo. Para nadie es un secreto la importancia de la educación en la formación del Perú como nación y en la viabilidad misma del país. La educación pública es la gran formadora de la cultura nacional, es decir, del sistema de creencias y valores que integran (o desintegran) a la nación.

Y es particularmente importante en un país que era predominantemente rural y andino hasta la década del sesenta del siglo pasado. Recién en el censo de 1972 la población urbana pasa adelante, gracias a las masivas migraciones. Pero esa misma población migrante en las ciudades mantiene valores comunales y familiares, aunque lamentablemente instrumentalizados para formar argollas o grupos de captura de espacios en una sociedad que, precisamente, nunca logró integrarse. La altísima informalidad es la mejor prueba.

La educación nacional fracasó en crear una cultura integradora. En una sociedad tradicional y premoderna como era y sigue siendo en alguna medida la peruana, creencias locales y valores religiosos y de reciprocidad parental mantenían unida a las comunidades o a grupos sociales relativamente pequeños y autocontenidos. Pero cuando se establece un mercado y una sociedad nacionales, es la educación pública la que cumple la labor de infundir una cultura nacional integradora, que haga que los futiros ciudadanos se sientan parte ya no solo de sus comunidades locales, sino de la comunidad nacional.

El problema es que esa nueva cultura, esa creación cultural nacional, se ha dado dentro de los cánones de la cosmovisión marxista. No necesariamente en los textos, pero sí en las aulas. Lo que se transmite allí es que hay clases y empresas opresoras, que la democracia puede ser la dictadura de la burguesía o de los poderosos, y que el mercado es una forma de expoliación.

El problema es que la visión de la economía como un juego de suma cero, donde lo que ganan unos lo pierden otros, corresponde a lo que era la economía tradicional auto consumista en las comunidades rurales del Perú. En una economía precapitalista que no crece, solo se puede crecer a costa de otros. Calza perfectamente con la ideología de la lucha de clases, donde los ricos se enriquecen a costa de los pobres. Eso es lo que se infunde. Y coincide con la experiencia tradicional.

Pero el mercado es todo lo contrario. En el mercado solo se puede crecer si los demás crecen. Entonces, la creación de una cultura integradora nacional debe partir no solo de los valores patrióticos y de los héroes y símbolos nacionales, sino de entender qué implica una economía social de mercado, que supone una experiencia radicalmente distinta a la tradicional. El mercado es el integrador por excelencia, y sus valores son los del esfuerzo, el conocimiento y la meritocracia. Eso debería calzar con la experiencia del emprendedor heroico que sale adelante sobre la base de su sacrificio personal y familiar.

Se requiere de un programa de capacitación a los maestros en economía social de mercado y en los valores implícitos en una democracia liberal. Empresarios por la Educación y otras organizaciones deberían procurarlo.

Lampadia




Cierre de la Asamblea Nacional de Ecuador va a debilitar a la derecha

Entrevista a Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia
El Tiempo, 18 de Mayo del 2023

El director de Lampadia, Pablo Bustamante, aseguró que con esta medida constitucional la izquierda ecuatoriana va a tener la oportunidad de participar en las nuevas elecciones.

La Asamblea Nacional de Ecuador ayer amaneció rodeada de militares y policías. El mandatario, Guillermo Lasso, tomó la decisión drástica para frenar el proceso en su contra. Por primera vez en la historia de Ecuador, decretó la disolución del Parlamento alegando que el juicio, que podría provocar su destitución por haber tolerado un supuesto caso de corrupción, había provocado una “grave crisis política”.

Sobre el suceso, el director de Lampadia, Pablo Bustamante, explico a El Tiempo que la decisión tomada por Lasso ha sido un acto de urgencia pero es una medida constitucional.

“Es una lástima que se llegue a una crisis de ese nivel. En Ecuador son muy belicosos, el presidente se ha visto forzado a usar esta norma constitucional y ha cerrado el Congreso, convocando a nuevas elecciones”, indicó.

Del mismo modo advirtió que esto va a debilitar a la derecha ecuatoriana. “Ahora entra en un proceso inestable, con riesgo de que la izquierda en el vecino del norte, influenciada por el izquierdista Rafael Correa, tome el control. El cierre del Congreso ecuatoriano debilita a la derecha”, insistió.

“Si la izquierda logra ganar las elecciones se convertirá en una parte activa del socialismo del siglo 21″, añadió.

Bustamante reiteró que de llegar la izquierda al poder, traerá consigo empobrecimiento del país, parálisis de la inversión y la fuga de capitales y de talentos.

De igual manera, el hijo del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, a través de sus redes sociales señaló que la decisión del mandatario ecuatoriano “es constitucional y jurídicamente defendible”.

“La decisión del presidente Guillermo Lasso es constitucional y jurídicamente defendible, y políticamente valiente y arriesgada, ante una situación extrema. Es acertado el pronunciamiento del Gobierno peruano. Cualquier comparación con el intento golpista de Castillo es absurda”, escribió en su cuenta de Twitter.

Mientras que, el expresidente ecuatoriano, Rafael Correa, aseguró que es ilegal la muerte cruzada decretada por el actual presidente, Guillermo Lasso.

“Lo que Lasso hace es ilegal. Obviamente, no hay ninguna ‘conmoción interna. Tan solo no pudo comprar suficientes asambleístas para salvarse. En todo caso, es la gran oportunidad para librarnos de Lasso, de su Gobierno y de sus asambleístas de alquiler, y recuperar la patria”, dijo Correa.

CHILE

Respecto a los últimos acontecimiento en Chile, Bustamante opinó que ha sido favorable el triunfo de la derecha chilena, ya que esto “representa un desarrollo interesante (…) la izquierda ha perdido completamente cara”. Dijo esperar la elaboración de una constitución que apoye al país vecino.

Ver Noticia :
https://www.lampadia.com/wp-content/uploads/2023/05/Crisis-en-Ecuador-Pablo-Bustamante.pdf




Los chilenos, víctimas

Chile vivió la triste experiencia y pagó las consecuencias de ser un país que no pudo escapar a los intereses de las grandes potencias, que llevaron al mundo a la locura de la guerra ideológica y amenaza nuclear.

El Mercurio – Chile
Karin Ebensperger Ahrens
20 de mayo de 2023

Hace 50 años que los chilenos no nos perdonamos, acusándonos mutuamente de la llegada del marxismo al poder en 1970, dicen unos, o por el golpe militar de 1973, dicen otros. Pero los chilenos, más que culpables, fuimos víctimas. Víctimas de un mundo que estaba desquiciado por la Guerra Fría, la división Este-Oeste, la bipolaridad en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban en una lucha ideológica y potencialmente nuclear, de la cual no escapaba ningún país. Las diferencias políticas que los chilenos teníamos en esa época no habrían llegado al extremo de una cuasi guerra civil y posterior golpe militar, de no haber sido Chile arrastrado a la lógica de la Guerra Fría por las grandes potencias.

Por eso, los chilenos deberíamos perdonarnos. Fuimos protagonistas involuntarios de una época en que la Tercera Guerra Mundial, que no podía disputarse directamente entre EE.UU. y la URSS por el peligro nuclear, se desarrollaba entonces en terceros países: recordemos el aplastamiento por parte de Moscú de las protestas populares en Alemania, Polonia, Hungría. La guerra de Corea. La construcción del Muro de Berlín en 1961 por el régimen marxista. La crisis de los misiles soviéticos en Cuba, en 1962. La invasión soviética a Checoslovaquia en 1968, solo dos años antes de la llegada de Salvador Allende al poder en Chile. Las revelaciones de Alexander Solzhenytsin y Boris Pasternak sobre las atrocidades cometidas en la URSS. Los efectos de la guerra de Vietnam y la obsesión norteamericana con el avance del marxismo, que llevaba a Washington a instalar gobiernos títeres en Latinoamérica y otras regiones. En resumen, era la división del mundo en áreas de influencia norteamericana y soviética, amenazadas por la bipolaridad atómica.

Chile estaba en la zona de influencia norteamericana, pero se instalaba un gobierno marxista. El país aportaba el control del paso bioceánico austral, una larga costa en el Pacífico, y posiciones insulares y antárticas de indudable valor estratégico. Por eso, la llegada de la Unidad Popular al poder tenía enormes repercusiones internacionales.

En esas circunstancias extremas que vivía el mundo asumió en 1970 Salvador Allende, con un 36,2% de los votos. Para el marxismo era la primera vez que lograba el poder sin doblegar a un pueblo por las armas sino vía elección, y por eso la ex-URSS convirtió a Allende en un símbolo. No importaba lo que pasara con los chilenos, lo interesante era demostrar que la dictadura del proletariado era irreversible a nivel mundial. La “Doctrina Brezhnev” decía que un país que entraba a la órbita socialista no podía salir voluntariamente de ella.

El presidente Allende hizo explícita esa dependencia al denominar a la URSS “nuestra hermana mayor” (discurso de Allende en el Kremlin, 6-12-1972). La revolución chilena estaba íntimamente ligada al movimiento revolucionario marxista leninista mundial, y Carlos Altamirano decía que “la cuestión básica del poder jamás se resolverá en la tribuna parlamentaria, siempre ha sido y es fruto de la lucha insurreccional” (Genaro Arriagada: “De la vía chilena a la vía insurreccional”). Fidel Castro pasó más de tres semanas en Chile en 1971 con su propia “tropa de choque” para apoyar ese propósito.

EE.UU. también tuvo responsabilidad en la extrema tensión que vivió Chile en los años 70. Su táctica era instalar regímenes antimarxistas que obedecieran las órdenes de Washington y sus intereses políticos y económicos. La gran frustración de EE.UU. fue no poder manipular a las FF.AA. de Chile, pues tenían una larga tradición a la que respondían disciplinadamente.

Y así, tal como Allende —que probablemente creía en el socialismo democrático— fue víctima de las expectativas soviéticas en la región, también la dictadura militar chilena fue víctima del enojo de Washington por su actitud independiente. Los soviéticos desvirtuaron a Allende al utilizarlo para sus propios fines de expansión mundial. Y EE.UU. castigó con sanciones económicas y militares la independencia y actitud propia de la junta militar chilena. La violación de derechos humanos sin duda fue un factor que Washington consideró, además —pero solo además—, pues solía entenderse perfectamente con muchas dictaduras sumisas a EE.UU

Que la chilena fuera la única dictadura militar latinoamericana que entregaba una economía en buena marcha y se retiraba tras perder un plebiscito era algo inédito y se valoraba en el mundo occidental. Pero que Chile se liberara en 1973 de la influencia soviética fue un golpe insoportable para la estrategia marxista, que no se perdona hasta hoy. Incluso, cuando después la URSS invadió Afganistán en 1979, el entonces líder soviético Brezhnev dijo que “no podía repetirse la pérdida del poder ocurrida en Chile” (diario Pravda, 12-1-1980). A su vez, la independencia para actuar del gobierno militar chileno en el plano nacional e internacional fue una molestia también inaceptable para la estrategia de EE.UU. de la contención, que consistía en instalar gobiernos manipulables para combatir la expansión soviética.

Chile vivió la triste experiencia y pagó las consecuencias de ser un país que no pudo escapar a los intereses de las grandes potencias, que llevaron al mundo a la locura de la guerra ideológica y amenaza nuclear. A pesar de nuestras propias divisiones, falencias, ideologismos y disputas políticas, Chile y los chilenos también fuimos víctimas. Por eso, tratemos de mirar el futuro respetándonos más en nuestras legítimas diferencias. Lampadia




¡Qué izquierdas!, ¡por Dios!!!

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

El artículo de la historiadora chilena, Patricia Arancibia Clavel, muestra la penosa incapacidad de nuestras izquierdas latinoamericanas para aprender de la historia y sacar los pies del pantano. Siempre prefieren persistir en el estúpido fracaso de sus empeños, sin que les importe el daño que ocasionan a esos pobres que dicen atender.

En el Perú, esta malformación genética de nuestras izquierdas es aún peor que en Chile. Allá por lo menos, tuvieron un tiempo de sensatez cuando la ‘Concertación’ asumió el programa económico del pinochetismo e impulsó a Chile a tocar las puertas del desarrollo integral y dar a sus gentes un salto cualitativo en su calidad de vida.

Los Boric y las Vallejo, más los efluvios del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, pretendieron regresar, no al sacrificio personal de Allende, sino al sacrificio de la prosperidad de los chilenos, en aras de un proyecto político que afirmara su espacio de poder.

Me temo que en el Perú, aún no ha nacido un izquierdista moderno que entienda que solo desde la base del crecimiento económico se puede favorecer a los pobres, integrándolos a una economía de mercado inclusiva, como la que tuvimos con la Constitución de 1993 y nos alcanzó hasta el 2011, momento en el que bajamos la guardia y regalamos la conducción del país a los Humala, Kuczynski, Vizcarra, Sagasti y Castillo.

Los herederos de Grau y Bolognesi, y los herederos de Basadre, Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, y Chabuca Granda, tenemos una inmensa deuda con nuestras gentes, tenemos que fajarnos por interpretar nuestra realidad, auscultar nuestro gran potencial de desarrollo y comunicar, comunicar y comunicar la buena nueva de la prosperidad compartida que encierra el muy posible crecimiento de nuestra economía. Tenemos que triplicar nuestro PBI per cápita.

Ver en Lampadia: Es hora de poner – Toda la carne en el asador.

Veamos el artículo de Arancibia. Lampadia

¿Cuál Allende quiere ser Boric?

La historiadora Patricia Arancibia Clavel fue una de las presentadoras del libro “Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular”, del cientista político Daniel Mansuy. “Me temo que si bien estamos en otro contexto, el Allende que hoy la izquierda en el poder quiere redimir, no es ese del martes 11, el del gesto moral, sino el Allende políticamente fracasado de los mil días”, plantea la historiadora. Acá publicamos su intervención
completa.

Patricia Arancibia
El Líbero – Chile
21 mayo, 2023
Glosado por Lampadia

Estoy gratamente sorprendida y agradecida por la invitación de Daniel. Tengo que confesar con mucho pudor que no había leído ninguno de tus otros libros. Como historiadora interesada desde hace mucho tiempo en la búsqueda y comprensión de aquellos procesos y hechos que han marcado nuestro pasado reciente, es casi como confesar un pecado.

Pero ahora, que me he reivindicado, quiero agradecerte sinceramente la oportunidad que me has dado, ya que leer “Salvador Allende, la izquierda chilena y la Unidad Popular” nos permite no sólo ampliar nuestras perspectivas y puntos de vista, ensanchar nuestros conocimientos y percepciones sobre este período, sino que sobre todo -como estoy segura de que le pasará a quienes lo lean- nos ayudará a ser mucho más conscientes y estar mejor preparados para entender y enfrentar el Chile de hoy.

(…)

Soy poco dada a los halagos y menos aún dentro del mundo académico, donde, en general, se valora mucho más la crítica, las carencias y los vacíos en que incurre un autor a la hora de presentar su ideas y reflexiones. Sin embargo, quiero decir sin ambages ni rodeos que este libro me encantó: ¡qué libro más bueno, más inspirador y fascinante! Creo que instruye y debiera ser lectura obligatoria para nuestra dirigencia política, poco dada a sacar lecciones de la historia y a meditar sobre sus errores.

Felicito a Daniel, en primer lugar, por su gran esfuerzo intelectual porque no sólo ha sintetizado en alrededor de 350 páginas el que a mi juicio fue uno de los períodos más duros y aciagos de nuestra historia contemporánea, sino porque ha penetrado con maestría y profundidad en la contradictoria y enigmática personalidad de Salvador Allende; en la ambigüedad ideológica y desastre operativo de su gobierno y en el nudo gordiano que ha significado para la izquierda, mantener y promover su legado después de su trágica muerte.

(…)

El resultado es muy atrayente: una obra que analiza desmenuza e interpreta el contexto en que se desarrollaron los acontecimientos, a los actores más importantes que participaron en la trama y, a su protagonista principal, cuyo pensamiento, acción y muerte siguen siendo motivo de polémica y un verdadero enigma. A su juicio, la falta de comprensión de su figura ha sido la piedra de tope que -todavía, después de 50 años, nos impide vislumbrar adecuadamente lo ocurrido en 1973.

Destaco también que su rigor intelectual lo lleva a realizar un relato exento de todo maniqueísmo. Si bien es crítico a la hora de acercarse a la figura política de Allende, sus planteamientos son empáticos con el hombre y sus circunstancias. No hay odiosidad ni juicios valóricos ni morales a su conducta, sino deseos de comprender su rol histórico desde una vereda ideológica y política que claramente no es la suya. Quizás aquí, y más allá de las propias y originales concepciones y reflexiones del propio Daniel, le haya influido en algo, la lectura y análisis del excelente libro de Gonzalo Vial, “El fracaso de una ilusión”, quien valora, analiza y explica a Allende en varias dimensiones, sin denostaciones ni cargas que nublen la reflexión. ¡Ojalá la izquierda comience a escribir de sus adversarios políticos sin tantos resquemores y con esta libertad!

En este libro nada es desechable. Cada uno de sus capítulos merece ser leído y reseñado con mucha atención, aunque aquí me detendré en destacar sólo los dos aspectos que me parecieron más novedosos y que permean toda su reflexión.

Primero, la idea que hay dos Allende. No me refiero a la clásica dicotomía entre el Allende demócrata y el Allende revolucionario, el Allende parlamentario vs el impulsor de OLAS, el táctico o el estratega y así sucesivamente… No. Eso es más o menos conocido, las contradicciones son evidentes y la ambigüedad de moverse entre esos dos mundos, una característica de su personalidad política. Lo novedoso, al menos para mí, son los otros dos Allende que Daniel aborda: el Allende del martes 11, vs el Allende de los mil días.

La diferenciación es importante y un gran acierto del autor porque esos dos Allendes que presenta, el que se suicida en La Moneda y el que gobierna por mil días no sólo son distintos, sino que dejan un legado contrapuesto difícil de compatibilizar.

El primero es el Allende hombre que se encuentra con su destino a través de un gesto moral y que es, en definitiva, el que se convirtió en mito;

El segundo es el Allende político quien, al no darle conducción ni continuidad a su gobierno, dejó un proyecto inconcluso. Este último Allende, es el que ha sido más difícil de procesar por parte de la izquierda porque, en definitiva, está marcado por el signo del fracaso.

Para Daniel, “el mejor Allende, por decirlo de alguna manera, fue el de las últimas horas”. Su suicidio -nos dice- no fue improvisado. Sus discursos y conversaciones a partir de octubre de 1972 dan prueba de ello. Inmerso en un laberinto sin salida, se ve en la inevitable necesidad de darle un sentido a su muerte. A juicio del autor, lo que pretendió Allende al inmolarse fue “intentar zanjar un dilema político con un gesto moral”, elevándose por encima de sus adversarios y del “colosal equívoco que él mismo había construido”. Dicho de otro modo, su radical decisión no fue sino su singular manera de asumir su fracaso.

Este planteamiento nos lleva a una segunda idea fuerza del libro, que, a mi entender, es clave para comprender nuestra historia política después del 11 y la persistente resistencia de un sector de la izquierda actual para asumir las lecciones de la historia.

El autor realiza un interesante contrapunto en el modo en que las izquierdas han leído lo que pasó el 11. El bombardeo a La Moneda y la muerte de Allende -los principales símbolos del quiebre de la democracia- ¿fueron consecuencia de un fracaso o de una derrota?

Su punto de arranque para plantearse esta pregunta fue la bestial, dura y dolorosa autocrítica que -poco después del golpe- hicieron de los mil días, dos reconocidos intelectuales de izquierda -Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón. Es admirable, -nos señala el autor- porque fueron ellos, dos Mapus comprometidos con el proceso, los primeros que se atrevieron a poner el dedo en la llaga.

El tema no es baladí porque de esta percepción -si fue derrota o fracaso- se derivan una serie de efectos para el futuro político del país.

A modo de síntesis e intentando con ello interpretar el análisis que hace Daniel en el libro, a un sector de la izquierda le resulta más fácil -y aquí yo agrego políticamente más conveniente- calificar lo sucedido el 11 como una derrota.

Argumentos no faltan: aplastante superioridad militar del adversario, fuerzas desestabilizantes externas al propio proceso, conspiraciones, intervención norteamericana, una oposición fascista, etc., etc. Sin duda, hay un poco de todo ello, pero creo entender que el planteamiento central de Daniel es que enfocar las causas del desastre en situaciones y agentes externos, conlleva un serio problema: las derrotas así entendidas, minimizan los errores propios, convierten a los derrotados en víctimas y, peor aún, exime a sus actores y protagonistas de responsabilidades.

Para Daniel está claro que el gobierno de Allende fracasó. En el capítulo “Los errores de la UP” da cuenta de los factores que incidieron en dicho fracaso, señalando que los principales fueron su relación con las capas medias y el desprecio por la trayectoria del Estado chileno en el siglo XX.

Al final de cuentas, la izquierda en el poder ignoró dos puntos esenciales: la imposibilidad de llevar a cabo un cambio de estructuras política, social y económica en democracia, sin contar con una mayoría, la que la UP nunca tuvo y, segundo, -dicho ahora con mis palabras- la ceguera ideológica que les hizo desconocer la fuerza de los sectores medios y del centro político, tensionando al máximo su relación con la Democracia Cristiana que la representaba. Si a ello agregamos la disputa interna entre las dos vías y la incapacidad de Allende para ejercer su autoridad y liderazgo, estamos frente a la tormenta perfecta.

Sin duda para la izquierda ha sido difícil procesar esta realidad. Detrás del análisis de Daniel está presente la persistente contradicción entre dos realidades que podríamos expresar a través de la pregunta que traspasa todas las páginas de su libro: ¿Cómo conciliar que quien gracias a su trágica muerte se convirtió en la figura sagrada, el símbolo de identidad de la izquierda sea a su vez el protagonista y principal responsable de un proceso fracasado?

La izquierda se ha movido en la ambigüedad y no ha logrado ni sabido encajar las piezas de este puzzle. Con todo, fue su capacidad de autocrítica la que permitió, a juicio del autor, que una parte de ella pudiera repensar un nuevo ciclo político para Chile: la Concertación. Fue un gran esfuerzo ya que permitió -y con éxito- el entendimiento entre una izquierda renovada, consciente del fracaso, y la Democracia Cristiana, firme opositora del proyecto marxista que éstos habían querido imponer.

Sin embargo, Daniel nos hace ver que hay una nueva generación, la del Frente Amplio, que ha tomado como fuente de inspiración a Allende. El discurso de Boric al asumir la presidencia y otros posteriores -nos dice- no deja dudas sobre el manifiesto deseo de ser su continuador, su heredero. El problema está en saber cuál es el Allende que se reivindica.

Como se puede advertir, el libro de Daniel es de una actualidad plena. Su mejor virtud es que más allá que nos entrega elementos de análisis y una inteligente y sagaz interpretación de este período, impele al lector a reflexionar y a sacar sus propias conclusiones.

Me temo que si bien estamos en otro contexto, el Allende que hoy la izquierda en el poder quiere redimir, no es ese del martes 11, el del gesto moral, sino el Allende políticamente fracasado de los mil días.

¿Qué los puede llevar por este camino? ¿la ignorancia y desconocimiento histórico de nuestro pasado o el rasgo utópico que permea sus creencias que los lleva a pensar que es posible terminar con el proyecto inconcluso de hace cincuenta años? Lampadia