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El futuro de la tecnología en China

El futuro de la tecnología en China

El sector tecnológico jugó un rol importante en la guerra comercial EEUU-China y puso al descubierto la competitividad del gigante asiático en diversas ramas estratégicas de la cadena de valor de esta industria como los semiconductores (ver Lampadia: Las implicancias geopolíticas y económicas del enfrentamiento por los chips), así como en otras más dinámicas como el comercio electrónico, cuyo volumen de transacciones en territorio asiático al día de hoy sobrepasa largamente los observados en occidente.

¿Cómo China ha llegado a ostentar esta posición y que se espera en el futuro, dada la orientación política del régimen autocrático de Xi Jin Ping?

Un reciente artículo de The Economist que compartimos líneas abajo responde esta pregunta, haciendo énfasis sobre cómo, en recientes años, la regulación china ha empezado a direccionar el desarrollo de esta industria hacia los fines políticos del Partido Comunista, asfixiándola de regulaciones, sobretodo a las grandes empresas del rubro.

Interesante la visión de The Economist, pues si bien reconoce que el régimen chino hasta el momento ha podido “domar” exitosamente la innovación de este sector a su favor, considera que a largo plazo esto no es sostenible puesto que la destrucción creativa, como la denominó el famoso economista Schumpeter, fuerza que explica el éxito del capitalismo, implica que en lugar de propender la centralización de ideas como pretende el gobierno chino, se impulse el poder difuso, la competencia y la espontaneidad. Como ya hemos mencionado anteriormente (ver Lampadia: Explicando el éxito del capitalismoCómo la “destrucción creativa” impulsa la innovación y la prosperidad y El liberalismo se enfrentó a la tiranía), el pensamiento del economista Schumpeter, se centró en explicar una teoría del ciclo económico basado en la innovación, sobre la cual los empresarios, motivados por la perspectiva de ganancias monopólicas y sin mayores regulaciones gubernamentales – más allá del respeto del estado de derecho -, inventan y comercializan productos que superan sus antecesores. 

En ese sentido, siguiendo a Schumpeter, si China quiere seguir impulsando su hegemonía en esta industria tendrá que ofrecer mayor libertad y menos restricciones a sus emprendedores de todo tamaño, así como hizo con la apertura comercial de su economía a fines de los 70 con Deng Xiao Ping, y que de hecho explica buena parte de por qué este sector pudo avanzar rápidamente hasta los niveles en donde se encuentra hoy y a pesar de creciente intervencionismo del cual ha sido víctima en los últimos años.

Veamos el artículo de The Economist sobre el tema. Lampadia

Respuesta rebelde
El asalto de Xi Jinping a la tecnología cambiará la trayectoria de China

Es probable que resulte contraproducente

The Economist
14 de agosto de 2021
Traducida y comentada por Lampadia

De todos los logros de China en las últimas dos décadas, uno de los más impresionantes es el auge de su industria tecnológica. Alibaba alberga el doble de actividad de comercio electrónico que Amazon. Tencent ejecuta la súper aplicación más popular del mundo, con 1,200 millones de usuarios. La revolución tecnológica de China también ha ayudado a transformar sus perspectivas económicas a largo plazo en casa, al permitirle ir más allá de la fabricación a nuevos campos como la atención médica digital y la inteligencia artificial (IA). Además de impulsar la prosperidad de China, una industria tecnológica deslumbrante también podría ser la base para un desafío a la supremacía estadounidense.

Es por eso que el ataque del presidente Xi Jinping a la industria tecnológica de US$ 4 trillones de su país es tan sorprendente. Ha habido más de 50 acciones regulatorias contra decenas de empresas por una variedad vertiginosa de presuntos delitos, desde abusos antimonopolio hasta violaciones de datos. La amenaza de prohibiciones y multas gubernamentales ha pesado sobre los precios de las acciones, lo que les ha costado a los inversores alrededor de US$ 1 trillón.

El objetivo inmediato de Xi puede ser humillar a los magnates y dar a los reguladores más control sobre los mercados digitales rebeldes. Pero, como explicamos, la ambición más profunda del Partido Comunista es rediseñar la industria de acuerdo con su plan. Los autócratas de China esperan que esto agudice la ventaja tecnológica de su país al tiempo que impulsa la competencia y beneficia a los consumidores.

Es posible que la geopolítica también los esté estimulando. Las restricciones al acceso a componentes fabricados con tecnología estadounidense han persuadido a China de que necesita ser más autosuficiente en áreas críticas como los semiconductores. Dicha “tecnología dura” puede beneficiarse si la represión de las redes sociales, las empresas de juegos y similares conducen a ingenieros y programadores talentosos a su camino. Sin embargo, el asalto también es una apuesta gigante que puede terminar causando daños a largo plazo al crecimiento empresarial y económico.

Hace veinte años, China apenas parecía estar en el umbral de un milagro tecnológico. Silicon Valley descartó a pioneros como Alibaba como imitadores, hasta que se adelantaron en el comercio electrónico y los pagos digitales. Hoy, 73 empresas digitales chinas valen más de US$ 10,000 millones. La mayoría tiene inversores occidentales y ejecutivos con formación extranjera. Un ecosistema dinámico de capital de riesgo sigue produciendo nuevas estrellas. De los 160 “unicornios” de China (startups con un valor de más de 1,000 millones de dólares), la mitad están en campos como la inteligencia artificial, los macrodatos y la robótica.

En contraste con la guerra de Vladimir Putin contra los oligarcas de Rusia en la década de 2000, la represión de China no se trata de que los internos luchen por el botín. De hecho, se hace eco de las preocupaciones que motivan a los reguladores y políticos en Occidente: que los mercados digitales tienden a los monopolios y que las empresas de tecnología acumulan datos, abusan de los proveedores, explotan a los trabajadores y socavan la moral pública.

Se necesitaba una vigilancia más estricta. Cuando China se abrió, el partido mantuvo un control asfixiante sobre las finanzas, las telecomunicaciones y la energía, pero permitió que la tecnología se rindiera. Sus pioneros digitales utilizaron esta casi ausencia de regulación para crecer asombrosamente rápido. Didi, que proporciona transporte, tiene más usuarios que personas en EEUU.

Sin embargo, las grandes plataformas digitales también explotaron su libertad para pisotear a empresas más pequeñas. Impiden que los comerciantes vendan en más de una plataforma. Niegan los beneficios básicos a los conductores de reparto de comida y otros trabajadores de conciertos. El partido quiere poner fin a esta mala conducta. Es una ambición que apoyan muchos inversores.

La pregunta es ¿cómo? China está a punto de convertirse en un laboratorio de políticas en el que un estado inexplicable lucha con las empresas más grandes del mundo por el control de la infraestructura esencial del siglo XXI. Algunos datos, que el gobierno dice que son un “factor de producción”, como la tierra o el trabajo, pueden pasar a la propiedad pública. El estado puede imponer la interoperabilidad entre plataformas (para que, digamos, WeChat no pueda seguir bloqueando a sus rivales). Los algoritmos adictivos pueden controlarse de manera más rigurosa. Todo esto perjudicaría las ganancias, pero podría hacer que los mercados funcionen mejor.

Pero no se equivoquen, la represión de la tecnología rebelde de China también es una demostración del poder ilimitado del partido. En el pasado, sus prioridades a menudo eran víctimas de intereses creados, incluidos los corruptos, y se veía limitada por su necesidad de cortejar capital extranjero y crear empleo. Ahora el partido se siente envalentonado, emite nuevas reglas a un ritmo frenético y las hace cumplir con nuevo entusiasmo. La inmadurez regulatoria de China está a la vista. Solo unas 50 personas forman parte del personal de su principal agencia antimonopolio, pero pueden destruir modelos comerciales de un plumazo. Denegado el debido proceso, las empresas deben sonreír y soportarlo.

Los líderes de China han pasado décadas desafiando con éxito las conferencias occidentales sobre economía liberal. Pueden ver su represión contra la industria de la tecnología como un refinamiento de su política de capitalismo de estado: un plan para combinar prosperidad y control con el fin de mantener a China estable y al partido en el poder. De hecho, a medida que la población de China comienza a disminuir, el partido quiere aumentar la productividad a través de la dirección estatal, incluso mediante la automatización de fábricas y la formación de mega grupos urbanos.

Sin embargo, el intento de remodelar la tecnología china podría fácilmente salir mal. Es probable que levante sospechas en el extranjero, obstaculizando las ambiciones del país de vender servicios y establecer estándares tecnológicos globales en todo el mundo en el siglo XXI, como hizo Estados Unidos en el siglo XX. Cualquier freno al crecimiento se sentiría mucho más allá de las fronteras de China.

Un riesgo mayor es que la represión entorpezca el espíritu empresarial dentro de China. A medida que la economía pasa de la fabricación a los servicios, la toma de riesgos espontánea, respaldada por mercados de capital sofisticados, cobrará mayor importancia. Varios de los principales magnates tecnológicos de China se han retirado de sus empresas y de la vida pública. Los aspirantes se lo pensarán dos veces antes de intentar emularlos, sobre todo porque la represión ha aumentado el costo del capital.

Ralentización de la puesta en marcha

Las empresas de tecnología más grandes de China ahora cotizan con un descuento promedio del 26% por dólar de ventas en relación con las empresas estadounidenses. Las empresas emergentes, como los pececillos que toman el negocio de transporte compartido de Didi con aplicaciones de mapas, han estado mordisqueando los principales objetivos del gobierno. Lejos de sentirse envalentonados por la represión, es probable que se sientan expuestos. El desarrollo económico tiene que ver principalmente con la destrucción creativa. Los líderes autocráticos de China han demostrado que pueden manejar la destrucción. Sigue siendo muy dudoso que este tumulto tecnológico también fomente la creatividad. Lampadia




La era del PT en Brasil – III

En esta entrega sobre la performance del PT en Brasil, Sebastiao Mendonca nos describe el manejo de gobierno de Lula en sus dos mandatos. Mendonca explica cómo Lula aprovecha de la estabilidad económica que dejó Cardoso y la generación de recursos que le dio el súper ciclo de commodities.

Sin embargo, Lula, que terminó su gobierno en aire de santidad, sembró las raíces de la debilidad estructural de Brasil en lo económico, social e institucional. Como veremos más adelante, organizó una organización criminal para dominar la política brasileña y la de la región, mediante la corrupción del Estado; malogró el espíritu emprendedor de buena parte de su población mediante subsidios monetarios que iban más allá de las demandas de la pobreza; y en lo económico, alentó el proteccionismo, propició el mercantilismo y desperdició buena parte de las oportunidades de una década global de oro.

Ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú, donde criticamos a Lula con motivo de su visita al Perú, en la que se ufanaba de sus logros y consejos al entonces presidente, Alan García. Nosotros demostramos entonces, que el Perú lo estaba haciendo mucho mejor que Brasil. Veamos el cuadro que publicamos el 10 de junio de 2013.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

La extracción de rentas es un componente central de la trampa de los ingresos medios. Sin superar ese elemento los países en desarrollo arrastran por tiempo indefinido los problemas del atraso y la pobreza. Una vez que los mecanismos de extracción de rentas son implantados, los países no pueden avanzar en los cambios institucionales requeridos para facilitar la creación de riqueza.

Este fenómeno ocurre porque, cuando las sociedades comienzan a salir de la pobreza y a generar más riquezas, la disputa rentista por esos excedentes se expande. Si las elites no están preparadas, los hechos pueden evolucionar en forma muy negativa.

El populismo es el método político más efectivo para instalar los mecanismos de disputa de la riqueza creada por la economía moderna, e institucionalizar la manipulación política de la población de menores ingresos. La experiencia populista más exitosa de América Latina en el siglo XX ha sido la del peronismo argentino, trabando el desarrollo del país por casi un siglo. Sin embargo, en el siglo XXI, el caso más exitoso ha sido el de Lula de Silva y el PT.

Entender la lógica del populismo y como opera es importante para que nuestras sociedades puedan evitar esa trampa social y avanzar por la ruta del desarrollo.

El objetivo Político del PT

Las promesas electorales de Lula (Carta al Pueblo Brasileño) fueron estabilidad económica y priorización de la reducción de la desigualdad social. Sin embargo, su objetivo central, desde el primer día, fue la continuidad de su partido en el poder. Es ese objetivo de permanencia lo que explica sus lógicas políticas, económicas y sociales. Las ideas programáticas como “luchar contra la pobreza” o “acabar con la explotación del capital”, terminaron siendo simples medios discursivos hacia el objetivo de la perpetuación política.

En materia de reducción de la desigualdad social, los logros del gobierno de Lula, al compararlos con los logros de otros países, no son excepcionales. Sus variaciones en el coeficiente Gini, el indicador que mide el nivel de desigualdad social, fueron similares a las variaciones típicas en América Latina en el mismo período, sin que Brasil logre estar entre los mejores. El Perú, por ejemplo, tuvo mejores resultados que Brasil, en el mismo período. El Perú bajó 10.3 puntos del coeficiente Gini entre 2002 y 2015, pasando de 53.8 a 43.5, mientras que Brasil solo bajó 6.8 puntos, pasando de 58.1 a 51.3, en ese mismo período.[i]

Un área en que el PT ha sido exitoso fue en la implementación de un programa social masivo orientado a la reducción de la pobreza extrema en Brasil. Copiando una propuesta del Banco Mundial, experimentada en México (Oportunidades), en Colombia, y en Perú (Juntos), Lula combinó los programas sociales del gobierno de FHC (Bolsa Escuela y Bolsa Alimentación) y les dio un nombre distinto: Bolsa Familia. Aún que Lula se presentó siempre como el padre de la criatura, su mérito no ha sido su creación sino su expansión.

En el 2003, primer año del gobierno de Lula, el programa alcanzó a 16.5 millones de personas. En el año electoral, 2006, la pobreza había reducido de 23.3% (46.6 millones) a 17.3% (34.6 millones), y el Bolsa Familia ya tenía una cobertura de 40 millones de personas, es decir, el 120% de los pobres del país y el 20 % de la población. ¿Por qué implementar un programa contra la pobreza con una cobertura mayor que la misma pobreza?

¿Fue útil el programa? Si hablamos de cómo modificar los indicadores de pobreza monetaria en el corto plazo a respuesta es sí, pero realizar un cambio sostenido en la condición de pobreza es más complejo que esto. La transferencia masiva de dinero a millones de personas incrementa su consumo e incrementa sus bienes, haciendo que parte de ellas dejen de mostrar los indicadores de pobreza, pero no genera cambio en el patrimonio de capacidades ni de sus activos productivos. Pero, si se mantienen esos dos tipos de activos, no hay garantía que esa población no regrese a su situación anterior cuando termine el flujo de dinero. El elemento más positivo del Bolsa Familia es incremento de la atención escolar de población pobre (el viejo programa Bolsa Escuela) porque ello contribuye a romper el ciclo inter-generacional de reproducción de la pobreza. El otro elemento de transferencia financiera se justifica más como asistencia social que como estrategia de superación de la pobreza.

Entre 2002 y 2004, la economía del país había crecido 15% y ese crecimiento fue responsable de una parte importante de la reducción de la pobreza, pero esto no era mencionado por el PT. El uso político del programa por el PT requería que la reducción de la pobreza fuera atribuida exclusivamente al Bolsa Familia y no considerara el crecimiento económico como el gran benefactor. La opción de salir de la pobreza vía mercado necesitaba ser desacreditada para fortalecer la idea de que un programa público era la mejor opción. La reducción de la pobreza debería ser vista como fruto de la voluntad generosa del gobernante y de su interés por los más necesitados, dos rasgos distintivos del buen carácter del gobernante. Todos los gobiernos demagógicos han recurrido a ese tipo de artificio.

Para el fin del segundo gobierno de Lula (2010), el país había crecido 37% respecto a 2002, y la pobreza se había reducido a solo 12.2%. Sin embargo, la gran mayoría de las familias que habían dejado la pobreza seguían recibiendo el Bolsa Familia. ¿Por qué se mantenía la cobertura social de un programa contra la pobreza, si el número de pobres se había reducido? Hay dos explicaciones posibles: Si el programa se cerraba, los ex-pobres estarían en riesgo de regresar a la pobreza, o el objetivo era político. Lo más probable es que la explicación sea una combinación de las dos razones.

La transferencia de dinero a poblaciones pobres, independiente de su impacto en la reducción de la pobreza, genera una dependencia en las estrategias económicas de esas familias. Es decir, después de un tiempo, su estrategia de ingreso familiar depende de ese subsidio. Aún después de esas familias haber mejorado su situación económica, ellas no desean que la transferencia de fondos termine, pues significaría alguna clase de retroceso en su economía.

La dependencia económica de los beneficiarios de la Bolsa Familia ha tenido una función política para el PT, generando un electorado cautivo de 60 millones (30% de la población del país). Un número como ese es decisivo para inclinar la balanza en cualquier proceso de elección estatal o nacional. Con la manipulación política de la dependencia económica, el PT montó un mecanismo efectivo para tener un bloque electoral cautivo y alimentar su estrategia de permanencia en el poder.

Su función es la creación de la dependencia económica y su uso en la manipulación política lo que explica la sobre-cobertura del Bolsa Familia. En toda campaña electoral, el discurso del PT era que sólo ellos, los “creadores del Bolsa Familia”, podrían garantizar su continuidad. Ante el temor de perder el subsidio público, una parte importante de los beneficiarios del Bolsa Familia se inclinaban por reelegir al PT. Los estudios estadísticos de la votación del PT en 2014 mostraron una alta correlación con la población beneficiaria de la Bolsa Familia.[ii]

Lula recibió un país estabilizado

El retorno a la democracia, en 1985, no había traído estabilidad económica al país. La inflación en la década 1984-94 parecía incontrolable, números como 100%, 500% o 2,000% de inflación anual no eran raros en la recién inaugurada democracia tropical. El caos monetario se mantuvo hasta que, en 1994, Fernando Henrique Cardoso (FHC), entonces Ministro de Hacienda del presidente Itamar Franco lanzó el “Plan Real” de estabilización monetaria. El Plan Real fue muy efectivo y logró bajar la inflación de 2,076% en 1994 a 16% en dos años, y de ahí a 7%, y a 3%. En los dos gobiernos de FHC (1995-2002), previos a Lula, la inflación estuvo estabilizada en torno a 7%.[iii] Es decir, el 2003 Lula recibió un país estabilizado, fiscalmente saneado y sin bombas de tiempo.

Cardoso estableció una política económica basada en el “Trípode Macroeconómico”: (1) meta de inflación, (2) meta fiscal y (3) tasa de cambio flotante.[iv] Esos principios básicos, típicos de cualquier gestión financiera responsable, estabilizaron la economía, sostuvieron los logros del Plan Real y salvaron el país de una crisis como la de Argentina el 2001.

El manejo económico de Lula

A pesar de la descalificación sistemática de la política macroeconómica de Cardoso como anti-popular, Lula fue un continuador fiel de dicha política, en su primer gobierno. Recién ingresado al palacio del Planalto, Lula nombró a Henrique Meireles, un “neoliberal” del PSDB (partido de FHC), como presidente del Banco Central, le garantizó completa independencia y siguió el Trípode Macroeconómico de FHC el pie de la letra.[v]

En términos monetarios y fiscales, Lula realizó una política tradicional. Los resultados de gestión fiscal, comercial y monetaria, permiten decir que Lula fue más conservador y más “neoliberal” que el mismo FHC.[vi] Sin embargo, él ha ocultado su política conservadora, atacando sistemáticamente la política económica de FHC, calificándolas de anti-popular y hasta de “Totalitaria”. Con su discurso el PT daba la apariencia de haber hecho un gran cambio en la economía, cuando en realidad, él no había sido más que un fiel seguidor de su antecesor.

A la economía brasileña no le fue mal durante los dos gobiernos de Lula. El Brasil fue uno de los países que más se beneficiaron del boom de las commodities provocado por el crecimiento chino. El aumento de las exportaciones dinamizó la economía, aumentó los ingresos públicos y generó las reservas internacionales. La estabilidad económica, lograda con el Plan Real, hizo posible el incremento del crédito ampliando el consumo y la sensación de bienestar de la población.[vii] Si utilizáramos el lenguaje del PT, diríamos que Lula fue un presidente neoliberal con discurso socialista.

Lamentablemente, FHC y su partido (PSBD) han dejado que la propaganda petista quedara sin respuesta por casi dos décadas, permitiendo que la población brasileña creyera en una versión distorsionada de la historia. Hoy, amplios segmentos de la población creen que Lula y el PT fueran los artífices del desarrollo del Brasil en la primera década del siglo XXI.

Lula concluyó su segundo mandato, a fines del 2010, con 78% de popularidad. Representando un logro extraordinario para cualquier presidente en cualquier país del mundo, pero aún más significativo en un país latino americano, en donde los presidentes se desgastan rápidamente. En todas las áreas de sus políticas (pobreza, inflación, salud, etc.) el PT salió aprobado por la opinión pública.

Ese nivel de popularidad significa que ninguna corriente de opinión con peso social o mediático se había manifestado en forma crítica al modelo de desarrollo de la gestión de Lula, ni a la narrativa del PT. Esto ocurrió incluso después del escándalo del Mensalão el 2005 y 2006, en que líderes del PT fueron descubiertos comprando el apoyo de congresistas de la oposición con sobornos mensuales.

Conclusiones

Lula en el gobierno se enfocó en construir hegemonía política y tuvo un éxito extraordinario en ese objetivo, logrando implantar en la opinión pública las principales ideas e imágenes que se propuso. Al final de los dos gobiernos de Lula, el PT contaba con la aprobación de la población, de los medios de comunicación, de los intelectuales, y hasta de la gran mayoría de los demás partidos políticos.

Los actos de corrupción del PT en el Mensalão no eran vistos como parte de una estrategia partidaria sino como conductas delictivas de algunas personas. Algunos petistas podrían ser corruptos, pero no el partido. Lula y el PT eran vistos como honrados.

No eran muchos los que se preocupaban con el hecho que el PT hubiera utilizado la democracia para montar los mecanismos de anulación de la alternancia democrática y de eternización en el poder. No es que nadie criticaba al PT, algunos pocos intelectuales y periodistas sí lo criticaban, pero eran muy pocos, y eran fácilmente demolidos por la mayoría de los líderes de opinión que estaban con el PT.[viii]  

Parecía que, finalmente, los brasileños habían encontrado la forma de superar la economía de mercado combinándola con elementos de populismo. La victoria práctica e intelectual del populismo en el Brasil le dio una gran autoridad para expandirse en América Latina. Ahí estaba Lula, para servir de referencia para quienes quisieran repetir la experiencia en sus países. En pocos años, el mantra populista se propagaría en la región con el apoyo intelectual, económico y de marketing político de Lula y del Partido de los Trabajadores. El Foro de Sao Paulo ayudaba la irradiación de las estrategias del PT hacia los diversos grupos de izquierda de la región.

La derrota intelectual de la élite brasileña, incluidos los pensadores liberales y conservadores, es talvez el hecho más destacado de ese período. El PT había encontrado la forma de corromper la inteligencia nacional y no surgió ningún rival con estatura suficiente para evitar esa tragedia. Hoy, decenas de millones de jóvenes (adoctrinados) pagan el costo cognitivo de ese fracaso de la élite brasileña.

Los elementos del colapso del PT ya estaban insertos en sus políticas desde el comienzo, pero es el 2013, que una marcha ingenua, contra el alza de los pasajes urbanos en Sao Paulo, desencadenó un proceso político que tres años después terminó con la Era PT. En el próximo artículo trataré como el PT, Lula y Dilma se auto-destruyeron, y cómo en solo tres años los pilares estratégicos del poder del PT fueron desmantelados, precipitando el fin de un gobierno que creía haber encontrado la forma de perpetuarse en el poder. Lampadia

[i] Para 2010, no dispusimos de información del coeficiente Gini, por ello hemos trabajado con el promedio del año anterior (2009) y posterior (2011) para dar continuidad al gráfico.

[iv] Para obligar el cumplimiento de la meta fiscal, el congreso aprobó una Ley de Presupuesto Anual (LOA, en portugués) cuyo su incumplimiento sería considerado “Crimen de Responsabilidad” y acarraría juicio político y destitución del presidente. Dilma Rousseff incumplió esa ley y por ello fue destituida.

[v] Henrique Meireles, ex-presidente del banco de Boston, es el actual ministro de finanzas de Michel Temer y está aplicando una política de ajuste fiscal de tipo clásico.

[vi] Sin oposición de izquierda, Lula podía ser más consecuente con los objetivos de estabilidad macroeconómica que su antecesor.

[viii] El PT ha desarrollado una habilidad especial de demolición de sus rivales políticos e intelectuales. La descalificación personal, como representantes de intereses anti-populares, fue aplicado en forma sistemática por el PT desde sus inicios, y se hizo generalizado en los medios mientras el PT controló el Estado.




La Ruta de la Seda: Una nueva avenida de desarrollo global

La Ruta de la Seda: Una nueva avenida de desarrollo global

Por ‘La Ruta de la Seda’ han fluido los bienes, personas e ideas entre Oriente y Occidente durante muchos siglos, pero su relevancia para el mundo moderno ya se había opacado. Después de todo, hasta hace poco, EEUU, Japón y Europa todavía eran considerados como los motores de la economía global. Las rutas marítimas y aéreas eran las vías del futuro. También fue la razón por la que Asia, partes de Europa y África fueron vistos como un mundo periférico. Las percepciones de hoy son muy distintas. El mundo exige una nueva gran comunidad que lleve el desarrollo en dirección al interés mutuo.

 

Es en este contexto que China ha tomado la iniciativa de desarrollar de ‘Un cinturón, Un camino’ (OBOR por sus siglas en inglés: One Belt, One Road), que es considerado como el evento económico más importante del siglo XXI. La Ruta de la Seda marítima moderna es el principal proyecto del actual presidente chino, Xi Jinping. Está dirigido a fomentar la colaboración a lo largo de la histórica Ruta de la Seda y las rutas marítimas.

El ‘cinturón’ atraviesa Asia, Europa y África, conectando a la vibrante y creciente economía asiática con la desarrollada Europa. La estrategia de ‘OBOR’ es una política clave de la administración de Xi, tiene como objetivo impulsar la conectividad y el comercio entre China y 65 países con una población total de 4,400 millones mediante la construcción de infraestructuras, impulsando vínculos financieros y comerciales.

En el Doceavo Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo, el Presidente Wang Jiarui, dijo que los países participantes deben verlo como una oportunidad para forjar un destino común a través de la inclusión. Él dijo: “Esto no tiene la intención de ser un nuevo orden mundial, sino impulsar el desarrollo para todos los países que forman parte de la iniciativa.”

El énfasis en la implementación del proyecto está en el concepto de los tres ‘No’s, que incluyen la NO injerencia en los asuntos internos de otras naciones; segundo, que China NO busca aumentar su esfera de influencia y que el país NO busca una hegemonía o dominación.

“La iniciativa es armónica e incluyente. Aboga por la tolerancia entre las civilizaciones, respeta los caminos y modos de desarrollo elegidos por los países participantes y apoya el diálogo entre diferentes civilizaciones bajo los principios de la búsqueda de acuerdos y arreglo de  diferencias, aprovechando las fortalezas de cada uno “, dijo Jiarui.

De acuerdo con el proyecto original emitido por la Comisión de Desarrollo Nacional y Reformas de China, la iniciativa muestra que defiende los cinco principios de coexistencia pacífica de las Naciones Unidas, que incluyen el respeto mutuo de la soberanía y la integridad territorial de cada uno, no agresión mutua, la no injerencia mutua en sus respectivos asuntos internos, igualdad y beneficio mutuo. “Los proyectos de conectividad de la iniciativa ayudarán a alinear y coordinar las estrategias de desarrollo de los países, el potencial de mercado de la región, promoverán la inversión y el consumo, crearán demanda y oportunidades de empleo, desarrollarán pueblos y mejorarán los intercambios culturales con un mutuo aprendizaje y permitirán mejorar la confianza y el respeto entre mutuo para vivir en armonía, paz y prosperidad “, afirma el proyecto original.

Sin embargo, hay quienes temen que Pekín quiere crear redes de infraestructuras centradas en China para ampliar su propia influencia económica y política en el mundo y especialmente en Europa y Asia. Esto es principalmente debido a la falta de información. China no ha sido muy clara. Según el Financial Times, el documento “proporciona una gran cantidad de detalles en algunos aspectos (como por ejemplo, cuándo se llevarán a cabo ferias de libros) pero es irregular en otros (como qué países están incluidos). Perú, Sri Lanka e incluso el Reino Unido se incluyen en algunas versiones de mapas semi-oficiales, pero quedan fuera de los demás.”

Para empresas de todos los tamaños, la oportunidad de Asia no tiene paralelo. La conclusión es clara: si no estas haciendo negocios con Asia; deberías empezar, porque tus competidores sí lo están haciendo.

Según una encuesta reciente de ANZ, una empresa Australiana, el 48 % de las empresas que ya están en Asia dicen que los ingresos de sus operaciones en Asia fueron superiores a sus ingresos nacionales. Además, 76 % de las empresas que se han expandido en Asia dicen que sus ganancias han aumentado sustancialmente.

Asimismo, el 38 % de las pequeñas empresas lograron un retorno de su inversión en 12 meses, mientras que el 59 % de las medianas y el 39 % de las empresas de mayor tamaño lograron esto en un plazo de tres años. Otro dato importante es que, de las empresas australianas que no se encuentran en Asia, el 88 % dijo que estaba considerando expandirse para allá en los próximos tres años.

Las empresas que planean e investigan su estrategia de expansión en Asia están mucho mejor posicionadas para lograr un crecimiento sostenible a largo plazo y una mayor rentabilidad que sus contrapartes cuyas operaciones quedan enfocadas a nivel nacional.

Desde que China lanzó su política de ‘Un Cinturón, Un Camino’ en 2013, hemos visto nuevas vías de infraestructuras y evolucionar el comercio. Fuera de China, países a través de la región están empujando sus propios vínculos comerciales para aprovechar estas nuevas rutas. Asia es el hogar de 60 % de la población mundial y las ciudades de la región están transformándose más rápido que nunca.

El Perú está en condiciones de aprovechar estas oportunidades, pero no debemos permitir que se nos pase el tren. Como afirma el historiador israelí Yuval Noah Harari en Diálogo sobre la Tecnología y el Futuro, “Países que, como China, perdieron el tren de la Revolución Industrial, 150 años más tarde han conseguido recuperar el terreno perdido, en gran medida, en términos económicos, gracias a la mano de obra barata. Esta vez, quienes pierdan el tren no tendrán una segunda oportunidad. Hoy en día, si un país, un grupo de personas, se queda descolgado, no tendrá una segunda oportunidad, en particular porque la mano de obra barata no tendrá ninguna relevancia”. Lampadia

 

A continuación compartimos un artículo del Financial Times que analiza a detalle la estrategia de comercio de ‘La Ruta de la Seda’:

El Gran juego de China: Camino a un nuevo imperio

Por Charles Clover y Lucy Hornby. Publicado en Financial Times el 12 de octubre de 2015.

Traducido por Lampadia

 

Una Ruta de la Seda moderna es la ‘marca’ de la política exterior de Beijing

“Los graneros en todos los pueblos están llenos de reservas y las arcas están llenas de tesoros y el oro, valorizados en miles de millones”, escribió Sima Qian, un historiador chino que vivió en el siglo primero antes de Cristo. “Hay tanto dinero que una innumerable cantidad de cuerdas utilizadas para amarrar las monedas se pudren y rompen. Los graneros en la capital se desbordan y el grano se malogra y no se puede comer”.

Él estaba describiendo los legendarios excedentes de la dinastía Han, una época caracterizada por la primera expansión de China en el oeste y el sur y el establecimiento de las rutas comerciales que más tarde se conocieron como la Ruta de la Seda, que se extendía desde la antigua capital de Xi’an hasta la antigua Roma.

Avanzando rápidamente dos milenios, se dice lo mismo de la expansión de una China que cuenta con un nuevo creciente superávit. No hay cuerdas para sostener sus US$ 4 millones de millones (US$ 4 trillions) de reservas en moneda extranjera – el más grande del mundo – y, además de graneros desbordantes, China tiene excedentes masivos de cemento y acero y oferta inmobiliaria.

Después de dos décadas de rápido crecimiento, Beijing está de nuevo mirando más allá de sus fronteras para el comercio y oportunidades de inversión y, para ello, está utilizando de nuevo su antigua grandeza imperial más conocida como la metáfora de la “Ruta de la Seda”. La creación de una versión moderna de la antigua ruta comercial se ha convertido en la marca de la política exterior de China bajo la presidencia de Xi Jinping.

“Es uno de los pocos términos que la gente recuerda de las clases de historia que no esté relacionado con el poder duro. . . y es precisamente a esas asociaciones positivas a las que los chinos quieren hacer hincapié “, dice Valerie Hansen, profesora de historia de China en la Universidad de Yale.

La gran idea de Xi

Si se toma la suma total de los compromisos de China a su valor nominal, la nueva Ruta de la Seda se convertirá en el mayor programa de diplomacia económica desde el Plan Marshall liderado por Estados Unidos para la reconstrucción de Europa en la posguerra, que abarca decenas de países con una población total de más de 3 mil millones de personas. La escala demuestra una gran ambición. Pero en el contexto de una economía tambaleante y la creciente fuerza de su ejército, el proyecto ha adquirido gran importancia como una forma de definir el lugar de China en el mundo y sus relaciones – a veces tensas – con sus vecinos.

Económica, diplomática y militarmente, Pekín utilizará el proyecto para afirmar el liderazgo regional en Asia, dicen los expertos. Para algunos, se explica el deseo de establecer una nueva esfera de influencia, una versión moderna de “El Gran Juego” del siglo 19, donde Gran Bretaña y Rusia se enfrentaron por el control de Asia central.

“La Ruta de la Seda ha sido parte de la historia de China, que se remonta a las dinastías Han y Tang, dos de los más grandes imperios chinos”, dice Friedrich Wu, profesor de la Escuela S Rajaratnam de Estudios Internacionales en Singapur. “La iniciativa es un recordatorio oportuno de que China, bajo el Partido Comunista, está construyendo un nuevo imperio.” [Ver en Lampadia: El Orden Mundial de Henry Kissinger]

De acuerdo con ex funcionarios, la gran visión para una nueva Ruta de la Seda comenzó en las entrañas del Ministerio de Comercio de China. Buscando una manera de lidiar con el exceso de capacidad en los sectores del acero y de fabricación, los funcionarios de comercio empezaron a tramar un plan para exportar más. En 2013, el programa recibió su primer reconocimiento de nivel superior cuando el Xi anunció la “Nueva Ruta de la Seda”, durante una visita a Kazajistán.

Desde que el presidente le dedicó un segundo discurso importante al plan presentado en marzo (mientras aumentaban las preocupaciones sobre la desaceleración económica) ha aumentado hasta convertirse en una política significativa y adquirió un nombre más imponente: “Un Cinturón, Un Camino”. El cinturón se refiere a la ruta comercial terrestre que une el centro de Asia, Rusia y Europa. El camino, curiosamente, es una referencia a una ruta marítima por el Océano Pacífico y el Índico occidental.

En algunos países Beijing está presionando a una puerta abierta. El comercio entre China y los cinco estados de Asia Central – Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán – ha crecido de forma espectacular desde 2000, llegando a US$ 50 mil millones en 2013, según el Fondo Monetario Internacional. Ahora China quiere construir las carreteras y tuberías necesarias para suavizar el acceso a los recursos que necesita para continuar su desarrollo.

Xi comenzó a ofrecer más detalles sobre el plan a principios de este año con el anuncio de US$ 46 mil millones en inversiones y líneas de crédito en un corredor económico entre China y Pakistán, terminando en el puerto de Mar Arábigo de Gwadar. En abril, Pekín anunció planes para inyectar US$ 62 mil millones de sus reservas de divisas en los tres bancos de políticas estatales que financiarán la expansión de la nueva Ruta de la Seda. Algunos proyectos, que ya están en la mesa, parecen haber sido cooptado en el nuevo esquema de burócratas y empresarios que están luchando para vincular sus planes a la política de Xi.

Ellos sólo están poniendo un nuevo lema en cosas que he querido hacer desde hace mucho tiempo“, dijo un diplomático occidental.

“Es como un árbol de Navidad”, dice Scott Kennedy, director adjunto del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. “Se pueden plantear muchos objetivos políticos, pero nadie ha hecho un análisis económico adecuado. El dinero del gobierno que están invirtiendo no es suficiente; esperan traer capital privado, pero, ¿querrá invertir el capital privado? ¿Va a ganar dinero? “

Además de ofrecer una visión de la ambición de China, la nueva Ruta de la Seda presenta una ventana para visualizar cómo se realiza la política macroeconómica en Beijing – a menudo en el camino, con los burócratas corriendo para dar cuerpo a declaraciones vagas ya veces contradictorias de lo alto. “Parte de esto es de arriba hacia abajo, parte de esto es de abajo hacia arriba, pero no hay nada en el medio hasta ahora”, dice un ex funcionario chino.

“El resto de la burocracia está tratando de ponerse al día con dónde Xi ha plantado la bandera”, dice Paul Haenle, director del Centro Carnegie-Tsinghua en Beijing. “Esto es algo que Xi anuncia y luego la burocracia tiene que hacer algo con ella. Tienen que poner la carne en los huesos”.

Algunas pistas surgieron en marzo, cuando la poderosa Comisión de Desarrollo Nacional y Reforma, órgano central de planificación de China, publicaron un documento torpe, “Visiones y acciones en forma conjunta para construir el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima el siglo 21”. Proporciona una gran cantidad de detalles en algunos aspectos (como por ejemplo, cuándo se llevarán a cabo ferias de libros) pero es irregular en otros (como qué países están incluidos). Perú, Sri Lanka e incluso el Reino Unido se incluyen en algunas versiones de mapas semi-oficiales, pero quedan fuera de los demás.

Sin embargo, sí parece existir una lista completa. El 28 de abril, el Ministerio de Comercio anunció que los países en la Ruta de la Seda representan el 26 por ciento del comercio exterior de China, una estadística muy precisa. Pero, una solicitud del Financial Times para obtener detalles más específicos sobre la lista de naciones quedó sin respuesta.

Todavía no hay indicios de cómo se llevará a cabo – a través de su propia burocracia, o como departamentos separados en diferentes ministerios y con diferentes políticas. Dado que los gobiernos extranjeros y bancos multinacionales esperan con impaciencia las declaraciones de Delfos desde Beijing para entender lo que significa, la vaguedad y la confusión no ha pasado desapercibida.

“Si queremos hablar de la Ruta de la Seda”, dice un diplomático de un país vecino, “no sabemos a quién llamar.”

Como los intereses económicos del país se expanden en el extranjero, su aparato de seguridad masiva y militar probablemente se llevará a un papel regional mayor. China no tiene bases militares extranjeras e insiste firmemente en que no interferirá en la política interna de ningún país. Pero, por primera vez, un proyecto de ley antiterrorista ha legalizado el desplazamiento de soldados chinos en suelo extranjero, con el consentimiento de la nación anfitriona.

La milicia de China también está ansiosa por recibir su porción de la generosidad política y fiscal que acompaña al nuevo impulso de la Ruta de la Seda. Un ex funcionario de Estados Unidos dice que fue dicho por los generales de alto rango en el Ejército Popular de Liberación que la estrategia de Un Cinturón, Un Camino tendría un “componente de seguridad”.

Los proyectos en zonas inestables inevitablemente probarán la política china de evitar enredos de seguridad en el exterior. Pakistán ha asignado 10,000 soldados para proteger los proyectos de inversión chinos, mientras que, por ahora, en Afganistán las tropas estadounidenses han protegido una mina de cobre en la que China ha invertido.

La construcción de puertos en países como Sri Lanka, Bangladesh y Pakistán ha llevado a algunos analistas a preguntarse si el último objetivo de China es de un doble uso de instalaciones de logística naval que podrían poner en servicio el control de las vías marítimas, una estrategia llamada la “cadena de perlas”.

El logro de la confianza de los vecinos recelosos como Vietnam, Rusia y la India no es un hecho, y constantemente está siendo socavada por la flexión muscular sostenida por China en otros lugares. En el Mar del Sur de China, por ejemplo, los enfrentamientos navales se han incrementado por las agresivas reclamaciones marítimas de Pekín.

Exceso de capacidad Exportación

La teoría de Lenin de que el imperialismo es impulsado por excedentes capitalistas parece ser cierta, curiosamente, en uno de los últimos países (ostensiblemente) leninistas del mundo. No es casualidad que la estrategia de la Ruta de la Seda coincida con las secuelas de un auge de la inversión que ha dejado gran exceso de capacidad y la necesidad de encontrar nuevos mercados en el extranjero.

“El crecimiento de la construcción se está desacelerando y China no tiene que construir muchas nuevas autopistas, ferrocarriles y puertos, por lo que tiene que encontrar otros países en los que sí“, dice Tom Miller, de la consultora Beijing GaveKal Dragonomics. “Uno de los claros objetivos es conseguir más contratos para las empresas de construcción chinas en el extranjero.”

Al igual que el Plan Marshall, la nueva iniciativa de la Ruta de la Seda parece diseñada para utilizar golosinas económicas como una manera de hacer frente a otras vulnerabilidades.

Las fronteras occidentales de China y sus vecinos de Asia Central son el hogar de vastas reservas de petróleo y gas. La región de Xinjiang, la cual se encuentra en algunos de las mayores reservas de energía de China y es crucial para el proyecto de la Ruta de la Seda, es también el hogar de una población musulmana uigur intranquila que es culturalmente turca, mucho más pobres que los habitantes de la costa de China y que buscan una ruptura con Beijing. La región ha sido protagonista de graves brotes de violencia en los últimos años. 

Un empuje en el centro de Asia va a llenar en parte el vacío dejado por la retirada de Moscú después de la guerra fría, seguido de retirada militar de Washington en Afganistán el año próximo. Con Beijing diciendo que se enfrenta a una creciente amenaza terrorista, la estabilización de la región en general es una prioridad.

Pero, al hacerlo, China heredará el mismo problema de la gallina y el huevo que ha plagado a los EEUU en sus intentos de “construcción nacional” – tener que preguntarse si la seguridad y la estabilidad es un requisito previo para el desarrollo económico, o si, como parece creer Beijing, puede pacificar los conflictos locales con un mar de inversión y gasto en infraestructura.

La lucha contra el islamismo radical

Si este método no funciona, China se enfrentará a algunas alternativas sombrías – se dará la vuelta y saldrá, o se arriesgará a ser abrumado en compromisos de seguridad y política local. Ha dejado claro que no quiere reemplazar a los EEUU en Afganistán ni se ve a sí misma como un policía regional. “China no va a caer en los mismos errores”, dice Jia Jinjing, especialista en el sur de Asia en la Universidad Renmin de Pekín.

El desarrollo económico, los estrategas de Pekín argumentan, eliminará el atractivo del islam radical en China y Pakistán, Afganistán y Asia central. Pero los críticos señalan que las políticas culturalmente insensibles, una enorme presencia de seguridad y estrategias económicas que beneficien a las comunidades chinas a expensas de los locales hasta el momento sólo han aumentado las tensiones en Xinjiang, la región del desierto que tiene 22 por ciento de las reservas petroleras nacionales de China y el 40 por ciento de sus depósitos de carbón.

Las carreteras y oleoductos en todo Pakistán y Myanmar en última instancia, permitirá a China evitar otra vulnerabilidad estratégica – el cuello de botella del estrecho de Malaca, a través de los cuales pasan cerca de 75 por ciento de sus importaciones de petróleo. En la actualidad, la mitad del gas natural de China llega por tierra desde el centro de Asia, gracias a una estrategia costosa por los predecesores de Xi para reducir la dependencia de las importaciones por vía marítima.

Mientras que algunos vecinos darán la bienvenida a la inversión, no está tan claro que vayan a querer el exceso de capacidad de China. Muchos están desempleados y fábricas propias de acero de bajo rendimiento, o ambiciones de desarrollar su propia industria en lugar de importar de otra persona.

La inversión a gran escala también podría desencadenar preocupaciones sobre la apertura de las compuertas de dominio económico chino – como lo ha hecho en Myanmar y Sri Lanka – y, por extensión, la influencia política. Pero China espera que la atracción de gasto masivo resultará ser un incentivo demasiado grande para que sus vecinos se puedan resistir.

“Ellos [Pekín] no tienen mucho poder blando, porque pocos países confían en ellos”, dice Miller. “Ellos no pueden o no quieren usar el poder militar. Lo que tienen es una enorme cantidad de dinero”. L