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Una mirada económica a la educación

Una mirada económica a la educación

A lo largo de la historia, los economistas solían considerar la educación como una búsqueda puramente intelectual. El hecho de que los países más ricos tuvieran poblaciones más educadas se atribuía a que la educación era un lujo que solo los ricos podían permitirse, no a que la educación era un factor que contribuía a la prosperidad económica.

Después de la Segunda Guerra Mundial, un grupo de economistas, entre ellos Gary Becker, Arthur Lewis y Theodore Schultz (ganadores del Premio Nobel) propusieron una interpretación diferente para la educación, popularizando el término “capital humano”. En lugar de analizar la educación como una actividad intelectual no relacionada con la productividad del trabajo, la trataron como un esfuerzo que un individuo hace para mejorar sus habilidades, incluidas las de interés para los empleadores.

Fuente: unoauno987.com

El capital humano es un término relativamente familiar hoy en día, sin embargo, la idea de que los seres humanos son un tipo de capital fue controversial cuando apareció por primera vez. Como afirmó Becker en su conferencia de aceptación del Premio Nobel de 1992, “hasta la década de 1950, los economistas generalmente asumían que la fuerza de trabajo era dada y no aumentable”. Su concepto del capital humano cambió todo eso.

Lo que Becker destaca es que la gente hace varias elecciones de vida, que tienen un impacto significativo en sus destinos económicos. “En la teoría del capital humano, la gente evalúa racionalmente los beneficios y costos de las actividades, como la educación, la capacitación, los gastos en salud, la migración y la formación de hábitos que alteran radicalmente su forma de ser”.

La teoría de Becker proporcionó una descripción de la forma en que los individuos analizan sus vidas. La educación se convierte en una inversión estratégica para uno mismo. Las relaciones son contratos económicos, con costos y beneficios para cada parte. Y estamos cada vez más conscientes de que nuestras dietas, regímenes de ejercicio, sueño y ocio influyen en nosotros y cómo trabajamos eficazmente. La implicancia subyacente de la obra de Becker es tanto existencial como económica: cada uno de nosotros decide qué tan exitoso desea ser.

Fuente: chicagobooth.edu

La razón del término “capital” en el capital humano es que se considera una inversión: el inversor tiene un costo inicial, que incluye las matrículas y las ganancias del mercado de trabajo perdidas debido a estar matriculado en educación a tiempo completo, a cambio de un retraso en el retorno, lo que representa un aumento de los ingresos del mercado de trabajo después de la graduación.

Diferentes tipos de capital humano varían en su valor de mercado de trabajo, dependiendo de la disponibilidad de otras personas con el mismo capital humano y la eficacia generadora de ingresos de ese capital humano. Así, algunas inversiones, como un doctorado en historia del arte, ofrecen una tasa de retorno muy pobre, y probablemente negativa, en comparación con una licenciatura en ingeniería mecánica.

Fuente: slideshare.net

Los avances en la disponibilidad de datos han permitido a los economistas estudiar la relación entre ingresos y educación, en parte como una forma de probar el modelo de capital humano en la educación. El modelado estadístico ha proporcionado una fuerte confirmación de que los individuos y los países con niveles más altos de educación también muestran mayores niveles de ingresos.

La convicción de que la educación mejora las habilidades y por lo tanto los ingresos han llevado a muchos economistas a apoyar los subsidios públicos para la acumulación de capital humano. La abundancia de educación de bajo costo en todo el mundo, a veces incluso hasta el nivel de doctorado, confirma que los políticos han sido convencidos por tales argumentos. En este entendido, resulta incomprensible que un país pobre como el Perú, en vez de asociarse con la inversión privada en educación, la ha estado combatiendo. Lampadia

Lea el informe completo sobre el concepto de capital humano de Becker:

Seis grandes ideas

El concepto de capital humano de Gary Becker

Becker convirtió a la gente en el centro de la economía. El segundo de nuestra serie sobre grandes ideas económicas

The Economist
3 de agosto de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

¿Por qué las familias de los países ricos tienen menos hijos? ¿Por qué las empresas de los países pobres a menudo ofrecen comidas para sus trabajadores? ¿Por qué cada nueva generación ha pasado más tiempo en la escuela que la anterior? ¿Por qué han aumentado las ganancias de los trabajadores altamente calificados, aun cuando su número también ha aumentado? ¿Por qué las universidades deben pagar los gastos de matrícula?

Este es un conjunto increíblemente diverso de preguntas. Las respuestas a algunas pueden parecer intuitivas; otras son más desconcertantes. Para Gary Becker, un economista estadounidense que murió en 2014, un hilo común pasó por todos ellos: el capital humano.

En pocas palabras, el capital humano se refiere a las habilidades y cualidades de las personas que las hacen productivas. El conocimiento es el más importante de estos, pero otros factores, desde un sentido de puntualidad hasta el estado de la salud de alguien, también importan. La inversión en capital humano se refiere principalmente a la educación, pero también incluye otras cosas: la inculcación de valores por parte de los padres, por ejemplo, o una dieta saludable. Así como la inversión en capital físico -ya sea la construcción de una nueva fábrica o la modernización de las computadoras- puede ser rentable para una empresa, por lo que las inversiones en capital humano también pagan a las personas. Las ganancias de individuos bien educados son generalmente más altas que las de la población más amplia.

Todo esto puede parecer obvio. Desde Adam Smith en el siglo XVIII, los economistas habían observado que la producción dependía no sólo de los equipos o de la tierra, sino también de las capacidades de las personas. Pero antes de los años cincuenta, cuando Becker examinó por primera vez los vínculos entre la educación y los ingresos, poco se pensó en cómo esas habilidades se ajustaban a la teoría económica oa la política pública.

En cambio, la práctica general de los economistas era tratar el trabajo como una masa indiferenciada de trabajadores, reuniendo a los trabajadores calificados y no calificados. En la medida en que se pensaban temas como el entrenamiento, la visión era pesimista. Arthur Pigou, un economista británico al que se le atribuye el término “capital humano”, creía que habría un suministro insuficiente de trabajadores capacitados porque las empresas no querrían enseñar habilidades a los empleados sólo para verlos irsedonde sus rivales.

Después de la segunda guerra mundial, cuando el proyecto de ley de Estados Unidos ayudó a millones de estudiantes a completar la escuela secundaria y la universidad, la educación comenzó a recibir más atención por parte de los economistas, Becker entre ellos. El hijo de padres que nunca habían superado el octavo grado, pero que llenaba su hogar de infancia con discusiones sobre política, quería investigar la estructura de la sociedad. Gracias a las lecciones de Milton Friedman en la Universidad de Chicago, donde Becker completó sus estudios de posgrado en 1955, aprendió el poder analítico de la teoría económica. Doctorado en la mano, Becker, entonces a mediados de los 20s, fue contratado por la Oficina Nacional de Investigación Económica para trabajar en un proyecto de cálculo de los retornos de la escolarización. Lo que parecía una pregunta sencilla le llevó a darse cuenta de que nadie había desarrollado todavía el concepto de capital humano. En años subsecuentes lo desarrolló en una teoría verdadera que podría ser aplicada a cualquier número de preguntas y, después, a las ediciones consideradas previamente como fuera del ‘reino de la economía’, del matrimonio a la fertilidad.

Una de las primeras contribuciones de Becker fue distinguir entre capital humano específico y general. El capital específico surge cuando los trabajadores adquieren conocimientos directamente vinculados a sus empresas, tales como la forma de utilizar software propietario. Las empresas están felices de pagar por este tipo de formación porque no es transferible. Por el contrario, como Pigou sugirió, las empresas son a menudo reacios al capital humano general: enseñarle a los empleados a ser buenos programadores de software y se pueden ir a cualquier compañía que pague más.

Pero esto fue sólo el comienzo de su análisis. Becker observó que las personas adquieren capital humano general, pero a menudo lo hacen a sus expensas, más que a la de los empleadores. Esto es cierto en la universidad, cuando los estudiantes asumen deudas para pagar la educación antes de ingresar a la fuerza de trabajo. También es cierto para los trabajadores en casi todas las industrias: los pasantes, los aprendices y los empleados jóvenes comparten el costo de hacerlos actualizar al ser pagados menos.

Becker supuso que la gente sería dura en el cálculo de cuánto invertir en su propio capital humano. Compararían las ganancias futuras esperadas de diferentes opciones de carrera y consideran el costo de adquirir la educación para seguir estas carreras, incluyendo el tiempo pasado en el salón de clases. Sabía que la realidad era mucho más desordenada, con decisiones plagadas de incertidumbre y complicadas motivaciones, pero describió su modelo como una “manera económica de ver la vida”. Sus suposiciones simplificadas acerca de que las personas eran decididas y racionales en sus decisiones sentaron las bases para una elegante teoría del capital humano, que expuso en varios artículos fundamentales y un libro a principios de los años sesenta.

Su teoría ayudó a explicar por qué las generaciones jóvenes pasaban más tiempo en la escuela que las mayores: una esperanza de vida más larga aumentaba la rentabilidad de adquirir conocimientos. También ayudó a explicar la difusión de la educación: los avances en la tecnología hicieron más rentable tener habilidades, lo que a su vez aumentó la demanda de educación. Se demostró que la subinversión en capital humano era un riesgo constante: los jóvenes pueden ser miopes debido al largo período de recuperación de la educación; y los prestamistas se cuidan de apoyarlos debido a su falta de garantía (atributos como el conocimiento siempre se quedan con el prestatario, mientras que los activos físicos del prestatario puede ser incautado). Sugirió que no había un número fijo de buenos empleos, pero que el trabajo altamente remunerado aumentaría a medida que las economías produjeran graduados más capacitados que generaran más innovación.

“La teoría de Becker arrojó una amplia gama de ideas poderosas. Dio luz sobre el empequeñesimiento de las familias en los países ricos: si se asigna un valor cada vez mayor al capital humano, los padres deben invertir más en cada niño, haciendo que las familias numerosas sean costosas. Se demostró que los jóvenes, a menudo miopes, corrían el riesgo de invertir en el capital humano equivocado, adquiriendo habilidades que no ayudarían en el mundo del trabajo. Sugirió que no había un número fijo de buenos puestos de trabajo, pero que el trabajo altamente remunerado aumentaría a medida que los países produjeran a graduados más calificados generando más innovación. Becker señaló a países asiáticos de Corea del Sur a China como ejemplos de economías que habían utilizado la educación para alimentar su crecimiento. A pesar de tener pocos recursos naturales, habían desarrollado su capital humano y cosechado las recompensas. Para otros que buscan seguir su ejemplo, el mensaje es simple pero vital: invertir en la gente.”, afirmó TheEconomist en ‘El concepto de capital humano de Gary Becker’.

El “becklash” (la crítica a Becker)

El capital humano también podría aplicarse a temas que van más allá de las retribuciones a los individuos de la educación. La idea era una variable poderosa para explicar por qué algunos países se comportaban mucho mejor que otros: para promover el crecimiento de los ingresos durante muchos años, era necesaria una fuerte inversión en educación. Ello arroja luz sobre por qué las empresas de los países pobres tienden a ser más paternalistas, proporcionando dormitorios y comedores: cosechando ganancias de productividad inmediatas de los trabajadores descansados y bien alimentados. Informó grandes aumentos en el número de mujeres que estudian derecho, finanzas y ciencias desde la década de 1950: la automatización de muchos trabajos domésticos significaba que las mujeres podían invertir más en la construcción de sus carreras. Y ayudó a explicar el encogimiento de las familias en los países ricos: si se asigna un valor cada vez mayor al capital humano, los padres deben invertir más en cada niño, haciendo costosas las familias numerosas.

Pero cualquier teoría que intente explicar tanto es obligada a encontrar un pushback (una crítica). Muchos críticos se erizaron ante la lógica impulsada por el mercado de Becker, que parecía reducir a la gente a máquinas frías y calculadoras. Aunque el “capital humano” es un término antiestético -en 2004 un grupo de lingüistas alemanes consideró Human kapital la palabra más ofensiva del año.

Dentro de la disciplina, algunos objetaron que Becker había exagerado la importancia del aprendizaje. La educación no importa porque transmita conocimiento, dicen los críticos, sino por lo que señala sobre las personas que completan la universidad, a saber, que son disciplinados y más propensos a ser trabajadores productivos. En cualquier caso, las personas de mayores habilidades son las que tienen más probabilidades de obtener grados más altos en el primer lugar.

Sin embargo, los análisis empíricos cada vez más sofisticados han revelado que la adquisición de conocimientos es en realidad una gran parte de lo que significa ser un estudiante. El propio Becker destacó los hallazgos de la investigación de que una cuarta parte del aumento en los ingresos per cápita de 1929 a 1982 en los Estados Unidos se debió a aumentos en la escolaridad. Gran parte del resto, insistió, fue el resultado de ganancias más difíciles de medir en el capital humano, como capacitación en el trabajo y mejor salud.

También le gustaba señalar el éxito de las economías asiáticas como Corea del Sur y Taiwán, dotadas de pocos recursos naturales, más allá de sus propias poblaciones, como prueba del valor de invertir en capital humano y, en particular, en la construcción de sistemas educativos. El análisis original de Becker se centró en los beneficios privados para los estudiantes, pero los economistas que siguieron sus pasos ampliaron su campo de estudio para incluir las ganancias sociales más amplias de tener poblaciones bien educadas.

Ahora se da por sentada la importancia del capital humano. Lo que es más controvertido es la cuestión de cómo cultivarlo. Para aquellos que apoyan Estados más grandes, el gobierno debería invertir en la educación y hacerla ampliamente disponible a un bajo costo. Para un liberal, la conclusión podría ser que los beneficios privados de la educación son tan grandes que los estudiantes deberían asumir los costos anuales.

Aunque los escritos académicos de Becker rara vez se desvanecieron en las recetas de política, en sus escritos populares -una columna mensual de Businessweek que comenzó en los años ochenta y posts en años posteriores- ofreció un buen número de sus puntos de vista. Para empezar, habló de “mala desigualdad”, pero también de “buena desigualdad”, una idea pasada de moda hoy en día. Las ganancias más altas para los científicos, los médicos y los programadores informáticos ayudan a motivar a los estudiantes a abordar estos temas difíciles, en el proceso de impulsar el conocimiento hacia adelante, desde esta perspectiva, la desigualdad contribuye al capital humano. Pero cuando la desigualdad es demasiado extrema, la escolarización e incluso la salud de los niños de familias pobres sufren, con sus padres incapaces de proveerlos adecuadamente. Este tipo de desigualdad deprime el capital humano, dejando peor a la sociedad.

En cuanto al debate sobre si las universidades financiadas por el gobierno deberían aumentar las tasas de matrícula, Becker pensó que sólo era justo, dado que sus graduados podían esperar mayores ganancias de por vida. En lugar de subsidiar a los estudiantes que se convierten en banqueros o abogados, argumentó que sería más productivo para el gobierno financiar la investigación y el desarrollo. Sin embargo, preocupado por el aumento de la desigualdad en EEUU, pensó que debía hacerse más para invertir en la educación de la primera infancia y mejorar el estado de las escuelas.

La economía del conocimiento

Becker aplicó sus propias reservas prodigiosas de capital humano mucho más allá de la educación. Utilizó su “enfoque económico” para examinar todo, desde los motivos de los delincuentes y los drogadictos hasta la evolución de las estructuras familiares y la discriminación contra las minorías. En 1992 fue galardonado con el Premio Nobel por ampliar el análisis económico a nuevas esferas de la conducta humana. Sigue siendo uno de los economistas más citados del último medio siglo.

La manera de hacer economía de Becker, inicialmente un desafío radical a la convención, fue atacada a medida que pasaba a la corriente principal. El surgimiento de la economía conductual, con su énfasis en los límites de la racionalidad, socava su representación de las personas como agentes racionales que buscan maximizar el bienestar. Las mejoras en la recolección y análisis de datos también dieron lugar a una investigación empírica más detallada, en lugar de los amplios conceptos que él favoreció.

Sin embargo, precisamente porque el análisis de Becker tocaba tanto, todavía tiene mucho que ofrecer. Considere el debate sobre cómo los gobiernos deben responder a los cambios tecnológicos que causan disrupción en distintos sectores. Desde el punto de vista del capital humano, una respuesta es obvia. Los avances tecnológicos significan que el conocimiento que las personas adquieren en la escuela se está volviendo obsoleto más rápidamente que antes. Al mismo tiempo, las esperanzas de vida más largas significan que los retornos de la formación a mitad de carrera son más altos que en el pasado. Por lo tanto, es necesario y posible reponer el capital humano mediante el diseño de mejores sistemas para el aprendizaje permanente.

Este es sólo un elemento de la respuesta a la disrupción tecnológica, pero es vital. Becker nunca quiso que su teoría del capital humano explicara todo en economía, sólo que explicara un poco. A este respecto, su trabajo sigue siendo indispensable. Lampadia

 

 




Las IDEAS y sus consecuencias

Las IDEAS y sus consecuencias

Arnold C. Harberger, University of Chicago

Presentación en la Reunión de the Mont Pelerin Society en Lima, Perú, marzo 2015

 

Traducido, glosado y comentado por Lampadia

El Profesor Arnold Harberger, de 90 años de edad, uno de los pocos sobrevivientes de esa generación de economistas de la Universidad de Chicago que formaron a muchos jóvenes economistas de la región desde los años 60, compartió en el Perú una lección magistral de economía llena de sentido común en la que también aprovechó para desmitificar el prejuicio sobre los llamados “Chicago Boys”.

Efectivamente, los Chicago Boys no fueron los soldados de Pinochet, que impusieron reformas neoliberales a sangre y fuego. Más bien fueron profesionales comprometidos con sus países y que, sin lugar a dudas, fueron los responsables de la recuperación de América Latina de las nefastas políticas Cepalinas y de la Getulio Vargas, que solo trajeron estancamiento económico, empobrecimiento y una cultura de resentimiento. Esta última actuó como una suerte de lluvia ácida que desde los años 60 quemó las neuronas de gente muy valiosa. No solo perdimos treinta años de desarrollo, también perdimos casi una generación completa de los mejor de nuestra clase profesional y académica.

Nadie puede negar que la región es hoy día otro planeta. Por eso el Profesor Harberger afirma sentirse orgulloso de los economistas que transformaron eventualmente Chile, Panamá, Uruguay, Argentina y México. Reconociendo también los aportes de otras escuelas en Brasil y Perú.

La presentación de Harberger tiene dos partes importantes. Una primera donde explica la naturaleza de las enseñanzas de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, y una segunda donde abunda, con ejemplos sencillos, sobre las relaciones entre las buenas ideas y sus consecuencias.

Uno de los mayores problemas de aprendizaje de los pueblos, sobre las políticas públicas, es que casi nunca se hacen y comunican las relaciones causa-efecto entre las políticas y los resultados. Esta es una falla de los políticos, que de repente no las entienden, pero sobre todo de los economistas, que suelen ser pésimos comunicadores.

Por ejemplo, en el caso del Perú, pasamos de treinta años de estancamiento, empobrecimiento, falta de inversión y crecimiento; a veinte años inversión, crecimiento, disminución acelerada de la pobreza y la desigualdad y recuperación de la confianza de los ciudadanos en el futuro. Pero, ninguno de los gobiernos que navegaron sobre este proceso espectacular, supo, trató y/o logró comunicar a los ciudadanos el antes y después, el origen y el destino, la causa y el efecto de uno de los procesos de cambio más espectaculares de la historia económica mundial: “La Gran Recuperación de la Economía Peruana desde 1993”.

Por esta razón es que creemos de vital importancia aprovechar la extraordinaria presentación del Profesor Harberger para divulgar algunas lecciones que nuestros líderes locales no supieron aportar. A continuación presentamos una traducción libre de la presentación del gran Profesor de Economía de la Universidad de Chicago en Lima:

Me han asociado a la gran ola liberalizadora y de reformas que ocurrió en América Latina mayormente en los años 70. Esa asociación ha sido exagerada, pero existe en cierta medida.

Para referirse a esta época siempre se cita a los llamados Chicago Boys. Esa etiqueta vino de Chile, donde había más Chicago Boys que en otras partes. Peroellos también fueron importantes en Uruguay (80s), Argentina (90s), México (70s), y Panamá (60s).

Pero quiero enfatizar, que las buenas ideas sobre economía, no pertenecían solo a los Chicago Boys de la región. Entre muchos otros teníamos a Hernán Büchi, Jorge Cauas, y José Piñera en Chile, Alejandro Vegh Villegas en Uruguay, Domingo Cavallo en Argentina, Pedro Aspe en México, Roberto Campos en Brasil y Hernando de Soto y Carlos Boloña en Perú.

También quiero reconocer reformistas fuera de Chicago. Tanto ellos como sus alumnos, también fueron determinantes en la económicamente complicada Latinoamérica. Algunos nombres importantes:

Los Premios Nobel: Gary Becker, Bob Fogel, Milton Friedman, James Heckman, Bob Lucas, Bob Mundell, Theodore Schultz, Larry Sjaastad y George Stigler.

No es posible que un grupo de estudiantes, expuestos a las enseñanzas de estos Profesores durante un tiempo importante, se pierdan una gran educación económica.

Déjenme elaborar un poco sobre las ideas económicas de la Escuela de Chicago de ese entonces y hasta ahora:

Seguro se sorprenderán cuando les aseguro que durante mi tiempo en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, nunca he presenciado prédicas o enseñanzas de naturaleza ideológica. Milton Friedman me enseñó sobre la oferta y la demanda y sobre cómo funcionaban los mercados de bienes, de capital y de trabajo.Capitalism and Freedom” y“Free to Choose”, no estaban en su lista de lecturas. Si figuraban: Notas sobre la teoría de precios y su “Monetary History”de EEUU.

No había el más mínimo sesgo político en el Departamento de Chicago. Friedman estaba orgullosos de señalar de que de los tres más importantes departamentos de economía, el de Chicago estaba dividido a medias entre republicanos y demócratas, mientras los demás (Harvard y MIT) eran tremendamente demócratas.

¿Cómo podemos medir los costos y beneficios de nuevas políticas y reformas, cuando se insertan en un mundo lleno de distorsiones?

Felizmente, la economía tiene las herramientas para lidiar con estas situaciones, y estas son exactamente las herramientas que nos dicen que una economía ampliamente competitiva y el libre mercado a nivel global, producen los mejores resultados.

Si hubiera una solo lección que fuera el objetivo de mi enseñanza de economía, sería el tratar de dar a mis estudiantes las guías sobre como pilotear el bote de políticas, no solo en las aguas calmadas de un estado ideal de cosas, sino también, y mayormente, en medio de las aguas turbulentas que nos presenta la realidad.

Así es como los estudiantes que lideraron las reformas en Chile, Panamá, México, Uruguay y Argentina llevaron con ellos el gran mensaje de sus profesores de Chicago, así como algunos consejos sobre el arte de pilotear los botes en aguas movidas. He seguido su trabajo durante medio siglo y debo admitir que me siento inmensamente orgulloso de lo que han logrado. Definitivamente, mi rol ha sido el de un profesor en el aula y el de un cheerleader mientras ellos ponían en práctica sus reformas. Y puedo decir más o menos lo mismo por mis colegas de Chicago.

Las malas ideas tienen malas consecuencias. Miremos los siguientes casos:

  • Allende en Chile
  • Isabelita Perón en Argentina
  • Alan García (en su primer gobierno) en Perú
  • Chávez y Maduro in Venezuela

Pero a veces hay cosas que nos sorprenden, como Argentina conNéstor Kirchner y Cristina Fernández.

No conozco una sola genuinamente buena política o reforma hecha durante su gobierno. Más bien todos sabemos de los malos pasos que dieron. Sin embargo, hasta hace poco, continuaba el crecimiento económico a un ritmo sorprendente. (Aunque los datos de los últimos años sean sospechosos).

La mejor explicación del crecimiento durante los Kirchner-Fernández es que:

  • Heredaron un muy buen paquete de políticas de los años anteriores
  • Se beneficiaron de excelentes precios de sus principales exportaciones

Lección: Las malas políticas se puede escapar de las malas consecuencias con mucha suerte [y por algún tiempo].

La siguiente lección:

Las consecuencias de las buenas políticas se encuentran en niveles, no en tasas de crecimiento.

Si liberalizamos las barreras arancelarias y hacemos la economía X por ciento más eficiente, seguirá siendo más eficiente mientras que esa política se mantenga. Puede volverse más eficiente rápidamente o gradualmente, según se adapte la economía.

Si buscas el efecto en el ritmo de crecimiento, te puedes decepcionar. Si aprecias el efecto en el nivel de producción, podrás estar satisfecho.

Mientras continuo con este tema de ideas y sus consecuencias tengo que mencionar que en mi mente hay un paso intermedio entre las ideas y sus consecuencias. Ese paso se refiere a las políticas económicas y alas otras acciones de gobierno. Veamos:

El crecimiento se produce por muchas causas:

El incremento en la cantidad de trabajo

El incremento en la calidad del trabajo

El incremento de la inversión

Por la tasa de retorno de la inversión

Y lo más importante de todo, por reducciones reales de costos, como:

  • Una mayor eficiencia económica
  • Avances tecnológicos
  • Mayor productividad (Productividad Total de Factores – PTF)

Estas fuerzas trabajan separada e individualmente. No sobre toda la economía, pero si pueden trabajar sobre:

  • Un sector
  • Una industria
  • Una empresa productiva
  • Una rama de una empresa

Los efectos de la mayoría de cambios de política, prácticamente se pierden entre las miles de deferentes fuerzas que afectan una economía en un momento determinado.

(…) Los beneficios de una reducción de aranceles vienen del re-direccionamiento de recursos que salen de actividades ineficientes, protegidas por la sustitución de importaciones, hacia exportaciones económicamente eficientes que reflejan las ventajas comparativas de un país.

Una reforma masiva con un efecto importante en las importaciones y exportaciones del país, incrementa la eficiencia económica, pero su beneficio no es inmediato, se da gradualmente, mientras los recursos se expulsan de las actividades protegidas artificialmente y se canalizan hacia actividades de exportación eficientes.

Si una reforma de este tipo, produce un efecto limitado en el crecimiento, puedes estar seguro que otras típicas reformas más pequeñas, tendrán efectos que serán muy difíciles de detectar y separar de las miles de fuerzas que afectan el crecimiento de un país.

Mi última lección:

Cuando trates de medir el efecto de los cambios de política, deja de mirar la tasa de crecimiento, mira, en cambio, las mediciones directas de los efectos de la reforma. Por ejemplo:

  • Para una reducción de un arancel, mide el incremento de la importación de los ítems liberalizados.
  • Para inversiones en educación, mide la tasa de retorno a través de los ingresos marginales de los graduados de la educación secundaria versus losde primaria, o de los graduados de la universidad versus los de la secundaria.
  • Para inversiones en una autopista, mide el ahorro en los tiempos de viaje.

Las historias de crecimiento que mencionamos al principio son incitantes y la gente  tiende a hacer generalizaciones de ellas. Seguir este camino es muy traicionero:

Los cambios de política tienen efectos grandes y visibles, solo cuando se hace un importante paquete de reformas, empezando de una situación inicial, tremendamente distorsionada.

Para mostrarles lo que implico por una situación tremendamente distorsionada, recordemos la que tenía Chile a principios de 1973:

  • 13 tipos de cambio distintos, desde 25 Escudos a 1,325 Escudos por dólar.
  • Control de precios sobre 3,000 productos.
  • Mercados negros para la mayoría de ellos.
  • Los precios de los mercados negros eran 5, 6, y 7 veces los de los precios oficiales.

Con semejante punto de partida y con muchas buenas reformas aplicadas al mismo tiempo, uno podía esperar una acumulación de beneficios suficientemente grande como para producir resultados medibles y notorios sobre el crecimiento.

En la mayoría de los casos, sin embargo, las reformas que se aplican son mucho más pequeñas que las de Chile. Sus beneficios deben pensarse como cambios en el nivel de la eficiencia económica, y deben ser valorados y apreciados como tales.

Si en estos casos, usted pretende encontrar grandes resultados, se decepcionará en la mayoría de las veces.

Mi invocación es que busquen resultados realistas como producto de las buenas reformas políticas. Cuando lo hagan así, examinando en detalle los efectos de políticas individuales, podrán confirmar las lecciones del buen manejo económico.




Bienestar económico y tasa de suicidios

Bienestar económico y tasa de suicidios

Se dice comúnmente que “el dinero no compra la felicidad… ¡pero como ayuda!” Es cierto, en la medida que los problemas económicos (en especial los de subsistencia básica) estén solucionados, las personas pueden realizarse de mejor manera. Cuando las carencias son muy grandes la infelicidad puede ser mayor. El indicador que resaltamos en este informe tiene una alta significación estadística y merece unas reflexiones. 

Se ha escrito mucho sobre el bienestar económico y la propensión al suicidio. Aquí respasamos algunos algunos de estos argumentos.

Hace unos días, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) instaba a los países a preocuparse más seriamente en la prevención de suicidios. De acuerdo a esta institución cada 40 segundos una persona se quita la vida. Las cifras de suicidios están en ascenso en el mundo. El 2012 superaron las 800 mil personas.

De acuerdo al recientemente fallecido premio nobel de economía, Gary Becker  “en términos técnicos, muy asociados a terminología financiera, el valor presente de la vida futura, si es negativo, puede hacer que una persona opte por suicidarse. En esto influye qué bienestar estime que hay en el futuro y cómo lo valore en la actualidad (aquí entra lo que llaman la tasa de descuento; si tiende a ser muy alta, la gente sólo valora lo inmediato y le cuesta postergar la felicidad). Yendo más allá, aunque el valor presente del futuro sea negativo, si hay un período futuro en que la felicidad es positiva, se postergará el suicidio. Siguiendo con terminología financiera, esto significa que hay una opción – un derecho a suicidarse el cual puede ejercerse o no – y el cual depende en su valoración en elementos como por ejemplo, la volatilidad respecto a la felicidad (en teoría de opciones esta sensibilidad de la opción a la volatilidad se llama vega). Mientras más fluctúe la felicidad a lo largo de la vida, la opción suicida puede tomar valor, estar, como dicen los financieros “in-the-money” y ejercerse”.

Esta lamentable decisión, es optada por gente que ve que no hay futuro. Algo que ocurría en el Perú de los 80, en los que no solo la gente se suicidaba más, sino que optaba por otras soluciones: migrar del país, por ejemplo. En esos tiempos el 87% de los jóvenes confesaba que deseaba irse del Perú. Y de hecho muchos se fueron.

Como señala Becker “a diferencia de la teoría económica convencional que considera la conducta orientada sólo hacia el futuro, el suicidio presenta una particularidad: también mira hacia el pasado. Cuando la gente tiene una caída en su nivel de vida inmediata o bien disminuye súbitamente su status social, considerará más la opción suicida. En mayor medida  cuando la sensación de pérdida es reciente. Una vez pasado un tiempo, la gente se acostumbra a su situación. Un caso límite son los presidiarios: el riesgo de suicidio es mayor en los 3 primeros meses de encarcelamiento -89% de los suicidios carcelarios ocurren en ese plazo-.”

Esta es la razón por la cual, apenas se desató la crisis financiera se dispararon los índices de suicidio en los países occidentales (Estados Unidos y Europa). Mucha gente perdió rápidamente su estatus económico y social. Paul Krugman daba cuenta de esta realidad en abril del 2012. “The New York Times informaba de un fenómeno que parece extenderse cada vez más en Europa: los suicidios ‘por la crisis económica’ de gente que se quita la vida desesperada por el desempleo y las quiebras de empresas (…) Piensen en la situación de España que actualmente es el epicentro de la crisis. Ya no se puede hablar de recesión; España se encuentra en una recesión en toda regla, con una tasa de desempleo total de 23,6%, comparable a la de EEUU en el peor momento de la Gran Depresión y con una tasa de paro juvenil mayor al 50%”.

De hecho los números de suicidios en España se incrementaron luego de la crisis (2008), pero el 2012, tal y como señalaba Becker, la tasa cayó en un 20.3%.

Lo que se puede ver en el Perú es que la tasa de suicidios ha ido disminuyendo del 2000 al 2012. En ese periodo la caída ha sido del orden 27.1%, asimismo en el 2012, como muestra el mapa de líneas arriba, el Perú es hoy día uno de los países con menor tasa de suicidios en el mundo, ambos datos según la OMS. Un resultado interesante que se produce justamente en el periodo en que el país ha reducido significativamente la pobreza (en más de 50%) gracias al crecimiento económico y al desarrollo integral y sostenible que ha tenido el país en este mismo periodo. Al mismo tiempo hemos experimentado el crecimiento de la clase media con lo cual un porcentaje importante de la población ha mejorado su estatus socio-económico.

A lo largo de ese período de incremento del bienestar y disminuyó la pobreza y la desigualdad en el Perú, no han faltado (en verdad han sobrado) políticos, analistas, académicos y líderes mediáticos que han persistido en negar nuestros avances y siguen insistiendo en combatir la inversión privada como si fuera el arma de una fuerza de ocupación extranjera.

En Lampadia hemos destacado todos los indicadores sociales y económicos habidos y por haber, para reflejar lo que han sido los resultados de una Constitución que permitió el regreso de la inversión privada al país. Esta vez se suma al sustento de nuestra realidad, un indicador poco usual, pero que muestra un impacto contundente de prosperidad. Lamentablemente, la falta de convicción del gobierno, en sus distintos estamentos, nos viene llevando de la mano a una parálisis económica que no debemos dejar que termine por desandar el buen camino. Lampadia