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En el nombre agua…

En el nombre agua…

Fernando Cillóniz B.
CIVICA.PE
Ica, 18 de diciembre de 2020
Para Lampadia

¡Llegó el agua nueva! La ansiada agua de avenida tardó… pero llegó. La pregunta es ¿acaso la situación no se repite año a año, desde que tenemos uso de razón?

La respuesta es sí; todos los años es la misma historia. Me refiero a la desesperada espera por el agua nueva. Todos los años, los agricultores de Ica – y de todo el Perú – aguardamos con impaciencia el inicio de la temporada de lluvias. Y la impaciencia es tal, que recurrentemente – tal como ocurrió muchas veces en el pasado – el Gobierno declara “oficialmente” la emergencia hídrica en el país… como si un decreto – que no es otra cosa que un papel con tinta – pudiera traer el agua que tanto necesitamos para nuestros cultivos. En fin…

El hecho es que ahora, con los ríos cargados – y superada la angustia de la espera del agua – pasaremos al segundo capítulo de la historia, cual es; la preocupación por los desbordes de ríos, o – lo que es peor – las inundaciones o huaicos. O sea, pasamos de un extremo a otro: de la sequía a las inundaciones.

Por ello, el desafío del agua es el siguiente: ¿qué hacer para tener agua en los estiajes? O mejor dicho ¿qué hacer para tener agua todo el año? ¿Y cómo hacer para tener control de la situación durante las avenidas? Y la respuesta es muy sencilla: reservorios, reservorios y más reservorios… tal como hicimos en Ica, durante el período 2015 – 2018, bajo el liderazgo de la Dirección Regional de Agricultura.

Efectivamente, en aquel entonces construimos muchos reservorios – pequeños y medianos – desde las nacientes de nuestras cuencas hasta las partes bajas de nuestros valles. Asimismo, sembramos muchas plantaciones forestales y cercamos muchos pastizales para retener el agua de lluvias, y evitar la erosión de nuestras quebradas. Esa es la mejor manera de solucionar la escasez de agua en los estiajes, y evitar los desbordes de ríos en las avenidas.

A ese respecto, debemos desterrar de nuestras mentes aquella idea de que sólo los grandes reservorios solucionarán nuestros problemas de escasez hídrica. Conste que no me opongo a los grandes reservorios… pero peor es nada. En todo caso, muchos pequeños y medianos reservorios – sumados – pueden almacenar tanta o más agua que pocos grandes reservorios. Por lo demás, los grandes reservorios son muy costosos, muy riesgosos, y – por lo visto – de larguísimo plazo. Incluso, algunos nunca se construyen.

Además, debemos trasvasar aguas sobrantes de cuencas que vierten al Atlántico, hacia cuencas deficitarias que vierten al Pacífico. Olmos… por ejemplo. Incluso, hay que trasvasar aguas sobrantes entre cuencas que vierten al Pacífico, como es el caso de Chavimochic en La Libertad. Para ello tenemos que establecer lo que hemos denominado “La Hermandad del Agua” entre la Costa y la Sierra.

¿En qué consiste la hermandad del agua?

(1) En dialogar con respeto y cordialidad con nuestros pares andinos.

(2) En crear los Consejos de Cuenca de manera equitativa. Es decir, con el mismo número de representantes de la Costa y de la Sierra.

(3) En compartir las aguas trasvasadas y almacenadas a lo largo de todas las cuencas… de arriba abajo.

(4) En mantener los ecosistemas naturales de nuestras cuencas; desde las nacientes hasta las desembocaduras. Y

(5) en establecer un Canon Hídrico – que provendría de los impuestos que pagan las empresas agrarias de la Costa – para financiar los reservorios y plantaciones forestales antes mencionadas.

Debemos infiltrar la mayor cantidad de agua posible durante las avenidas. Dar tomas libres en épocas de abundancia – levantar todas las compuertas – para que los agricultores rieguen sin ninguna limitación. Así rellenamos los acuíferos y guardamos agua para los estiajes. Incluso, debemos diferenciar las tarifas de agua según sean aguas de avenida o aguas reguladas. Las aguas de avenida deben costar poco… o nada, mientras que las aguas reguladas deben costar más. Cuidar cada gota de agua regulada… esa es la idea.

Además, debemos tecnificar el riego mediante aspersores y/o goteros para mejorar el uso del agua… sobre todo del agua regulada. Ciertamente, debemos explotar racionalmente los acuíferos mediante redes de pozos – ojalá, interconectados entre sí – para complementar las dotaciones de agua superficial, y poder regar todos los días del año.

He ahí la política que propongo respecto al agua para nuestra agricultura. Una política orientada a aumentar la disponibilidad de agua – todo el año – sobre todo para la pequeña agricultura. Una política de mejora de la productividad y competitividad del agro a través de un vasto programa de Siembra y Cosecha de Agua; y la tecnificación del riego en todo el país.

La idea es cambiar la historia de los últimos 50 años – o más – la cual podría sintetizarse así: muchos Ministros de Agricultura, muchos cambios de funcionarios, mucha politiquería, mucho floro, mucho gasto burocrático, muchas consultorías, muchos huaicos e inundaciones, mucha agua dulce perdida en el mar… y muy pocos reservorios. Lampadia