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Salud pública… a empezar de cero

Salud pública… a empezar de cero

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 1 de mayo de 2020
Para Lampadia

Tuvo que ocurrir una pandemia – como la que estamos viviendo – para tomar conciencia del nivel de corrupción enquistada en el sistema nacional de salud pública. La inoperancia del Estado en cuanto a compras de insumos y equipos para el diagnóstico de pacientes sintomáticos, las idas y venidas en las compras de respiradores mecánicos, y las compras de mascarillas sobrevaloradas – y de pésima calidad – fueron la gota que derramó el vaso. La gente – con razón – dice… “el sistema de salud es una porquería”. Y agrega… “hay que reformarlo todo”.

De acuerdo, pero ¿cuál es la propuesta? Existe el Instituto Nacional de Salud. Pero no… el INS es un organismo del Ministerio de Salud. ¡He ahí el problema! El Ministerio de Salud es una institución inoperante, inestable, recontra burocrática… y muy corrupta.

Por ello, no solo el INS, sino la Superintendencia Nacional de Salud (SUSALUD), el Programa Nacional de Inversiones en Salud (PRONIS), y – por supuesto – los hospitales y otros organismos del MINSA, no funcionan. En buena cuenta… la politiquería ha malogrado la salud pública en el país.

Los Gobiernos Regionales no debieran seguir al mando de los hospitales del MINSA. El tiempo lo ha demostrado… ¡no son capaces! Aunque lo mismo sucede en Lima. El MINSA tampoco ha sido capaz de administrar bien los hospitales de la capital.

Hay que crear una institución autónoma – de cero – que se encargue de la salud pública a nivel nacional. ¡No queda otra! Para ello habría que replicar el modelo del Banco Central de Reserva (BCR). Me refiero a su autonomía técnica y administrativa, y a su profesionalismo, meritocracia, independencia… y todo lo demás.

La idea sería blindar a la nueva institución de la politiquería. Hay que evitar que cuando cambien los Ministros de Salud – que dicho sea de paso, cambian a cada rato – los ministros entrantes pongan y saquen a su antojo a directores y funcionarios del ministerio… y de todos los organismos adscritos al MINSA. A eso se debe – en gran medida – el fracaso del sistema de salud en el país.

La institución a la que me refiero también debería de blindarse de la influencia de organismos como el Colegio Médico y la Federación Médica… entre otras.

A los hechos me remito. En Ica, el Colegio Médico y la Federación Médica eran parte de la mafia de la salud. Los médicos que abandonaban los hospitales en horarios de trabajo, y que derivaban a los pacientes a sus clínicas privadas, y que sustraían subrepticiamente medicamentos de las farmacias de los hospitales, eran – aunque usted no lo crea – directivos del Colegio Médico y de la Federación Médica.

Afortunadamente – como en todas las instituciones públicas – hay muy buena gente en el Estado. Hay excelentes profesionales de la salud… médicos, enfermeras, y técnicos. El problema es que están opacados por la corrupción enquistada en los cargos directivos de los hospitales públicos… y del MINSA.

Con ellos – con los excelentes médicos, enfermeras y técnicos – hay que rehacer el sistema nacional de salud. Pero – previamente – hay que salir de la podredumbre moral antes mencionada.

En Ica procedimos así y nos fue muy bien. Un excelente equipo de dirección en cada hospital hizo la diferencia entre el fracaso heredado y el éxito logrado. En nuestro caso, los equipos de dirección provinieron de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (SERVIR)… una excelente fuente de gerentes públicos – íntegros e idóneos – ampliamente capacitados para mejorar los servicios hospitalarios de todo el país.

Está clarísimo. La política peruana – incapaz de diferenciarse de la politiquería clientelista y corrupta – es la causa principal de los males en nuestro sistema de salud pública.

Ergo, una institución nacional de salud autónoma, altamente profesional y meritocrática – tipo BCR – podría ser la solución. Lampadia




Una mirada al gasto burocrático en el Perú

¿Cuál es el estatus actual del gasto burocrático en nuestro país? ¿Su crecimiento ha ido de la mano de la recaudación tributaria y del crecimiento de las remuneraciones de nuestros maestros, policías, FFAA médicos, enfermeras y jueces?

Veamos. Como se observa en los dos siguientes gráficos, si bien la recaudación tributaria creció notablemente en las últimas dos décadas – producto del crecimiento económico – este incremento en términos reales se dio a razón de 5 mientras que el gasto burocrático – excluyendo educación, salud, justicia y seguridad – creció en mayor proporción, casi 8 veces.

Asimismo, el acrecentamiento de esta brecha tiene su origen en el 2013, último año en el que la economía peruana exhibe tasas de crecimiento cercanas al 6% anual para entrar en una fase de desaceleración pronunciada y caracterizada por una notable animadversión hacia la inversión, particularmente, privada, tanto nacional como extranjera (ver Lampadia: Aterrizaje en la mediocridad, El Perú se aleja de los circuitos internacionales de inversión).

No es de sorprender pues que la recaudación tributaria, que está determinada entre otras cosas por la producción nacional, haya crecido en menor cuantía en el período 2013-2018.

Dicho esto, ¿Cómo se explica que el gasto burocrático, sin considerar los rubros anteriormente indicados, haya seguido creciendo en tal período en mayor proporción que la recaudación?

Lo que nos estaría dejando entrever este hecho es que, más allá del endeudamiento público en el que se pudo haber incurrido para financiar dicha brecha, se ha aumentado el peso de las remuneraciones del Estado en personal administrativo – ya sea en términos de número de autoridades o de mayores salarios al personal existente – a expensas de las necesidades del personal de sectores que son fundamentales para las reformas que necesita el país como son la seguridad, la justicia, la salud y la educación. ¿Cómo podemos si quiera idealizar reformas en estos campos si no somos capaces de ser condescendientes con el capital humano que trabaja en las instituciones responsables en cada uno de ellos?

Resulta elemental por ende ajustar las remuneraciones en dichos sectores que son tan necesarios para nuestro desarrollo a la vez que se reduce el gasto de personal administrativo, de manera que se fomente la meritocracia y se atraiga capital humano de calidad a estos sectores, los cuales deben ser la prioridad. En palabras simples, reordenar nuestro gasto burocrático y redirigirlo hacia las verdaderas necesidades de nuestro país. Nuestros compatriotas lo agradecerán. Lampadia