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Viviremos peligrosamente

Viviremos peligrosamente

Por Carlos Alberto Montaner. Periodista y escritor cubano

(El Comercio, 04 de Enero de 2015)

El 2015 será un año extremadamente inestable en el Mediterráneo, pero la onda expansiva alcanzará a todo el planeta. La globalización también es eso.

La sacudida comenzará en Grecia con la probable elección del partido Syriza. La palabra es un acrónimo en griego que puede traducirse como Coalición de la Izquierda Radical. 

Y bien que lo es. Se trata de una amalgama antisistema, dominada por los marxistas, presidida por Alexis Tsipras, ingeniero de 40 años, líder estudiantil comunista en su juventud.

En Syriza se juntan estalinistas nostálgicos, trotskistas, anarquistas, anticapitalistas, antiglobalizadores, verdes que odian los transgénicos, antiamericanos, eurófobos, antieuros, y, por supuesto, propalestinos-anti Israel.

Esta montonera comenzó a gestarse hace unos años en las protestas contra las reuniones internacionales del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial.

Los participantes acamparon en diversas plazas emblemáticas, desde Wall Street en NY hasta la madrileña Puerta del Sol, o se pelearon a pedradas contra las fuerzas del orden en media docena de ciudades, y hasta contaron con un manifiesto elemental, ¡Indignaos!

El programa de Syriza es perfecto para cautivar a un porcentaje elevado de los electores y, simultáneamente, hundir aun más al país. Le habla a una sociedad que tiene un 28% de desempleados y una deuda exterior del 200% de su PBI. Le propone a los votantes salir de la crisis con más Estado –aunque ya le entregan al sector público el 44% de toda la riqueza que se produce–,  gastando más y manteniendo el mítico “estado de bienestar”, con servicios buenos y “gratis” para todos.

Tsipras habla de derechos y no de responsabilidades. Rechaza la austeridad de la señora Merkel, tan ridículamente preocupada por el dinero que le entregan los laboriosos alemanes para que lo custodie, y la insolencia de los bancos y tenedores de bonos que pretenden cobrar los intereses pactados o los que se derivan del creciente riesgo-país.

Naturalmente, Tsipras combate la corrupción de los políticos y empresarios, que es mucha, pero no menciona la del “pueblo”, que defrauda a la Hacienda, simula enfermedades para recibir pensiones –es el país desarrollado con más “ciegos legales” del planeta–, cobra empleos en los que no trabaja, cuenta con centenares de profesionales sufridos, que pueden jubilarse a los 50 o 55 años con un 96% del salario, y, pese a tener un desastroso sistema público de enseñanza, posee cuatro veces más profesores per cápita que Finlandia, el país que mejor transmite los conocimientos, de acuerdo con las pruebas PISA.

El predecible triunfo de Syriza posiblemente impulse el de “Podemos” en España, una formación similar, dirigida por el joven profesor comunista-chavista Pablo Iglesias, con el agravante de que este viene de contribuir decisiva y alegremente a la destrucción de Venezuela, mediante diversos tipos de asesorías dados por una fundación afín a su grupo.

Iglesias y Tsipras, además de la ideología comunista, comparten un dato biográfico elocuente. Ambos han vivido siempre dentro del ámbito público, subsidiados o becados por el conjunto de los ciudadanos por medio de impuestos.

Quizás ello explica que ninguno de los dos advierta que los problemas de España y Grecia no derivan del mercado o de la distribución de ingresos, sino de la debilidad del tejido productivo. Ambos países, por cierto, exhiben un bajo coeficiente GINI (32 y 34,3 respectivamente. Mejores que Canadá y Nueva Zelanda).

Lo que España y Grecia necesitan es más capitalismo, pero del bueno, el que se funda en la competencia y la meritocracia y no en el compadreo y la coima. Requieren muchas más empresas exitosas y competitivas en la esfera privada, porque ya sabemos a qué círculo del infierno nos conducen las empresas públicas. Lo que también necesitan, son estados eficientes y honrados que ahorren y administren escrupulosa y transparentemente el dinero de los contribuyentes.

Ninguna persona sensata tiene nada en contra del estado de bienestar, siempre que la sociedad que lo disfruta lo haya elegido democráticamente y trabaje para costearlo. Como hacen, por ejemplo, los daneses o los austriacos.

Lo que resulta un disparate injustificable –la frase es de Ricardo López Murphy con relación a Argentina, tan parecida a Grecia y España–, es “trabajar como en Sicilia y querer vivir como en Suecia, pero culpando a Estados Unidos o a Alemania cuando, lógicamente, no se consigue”.




Sacudiéndonos el 2014

Sacudiéndonos el 2014

Un año más se nos va. Un año 2014 difícil, en el que habríamos podido hacer mucho más como país para alcanzar nuestros objetivos de crear riqueza y oportunidades para todos si es que cada uno en su trinchera –políticos, trabajadores, intelectuales, empresarios– nos hubiéramos mantenido enfocados en dicho objetivo en vez de distraernos en batallas efímeras que solo nos llenaron de dudas y desconfianzas que, al final, terminaron pasándonos la factura.

El tema es que, tal como van las cosas, es posible que, si no hacemos una honda reflexión autocrítica en ese sentido, el próximo año puede ser similar o incluso peor. Y es que todo indica que, el próximo año, la política ocupará nuestras vidas mucho más de lo deseable y necesario. Tal parece que los escándalos políticos se incrementarán, lo cual sin duda afectará aún más a la ya escasa confianza del ciudadano hacia el político, y abrirán con ello una peligrosa puerta a discursos extremistas que siempre están allí agazapados, esperando su hora.

Tal parece que la cercanía de las elecciones del 2016 no hará del 2015 un año en el que se debatirán ideas, visiones, estrategias o metas acerca de cómo caminar hacia el 2021 todos unidos en un objetivo común, sino, más bien, seremos meros espectadores de efímeros combates cargados de golpes bajos que buscarán, por encima del Perú y su destino, destruir la imagen y reputación de adversarios políticos a los que, en un país donde todos deberíamos ser aliados, se les verá absurdamente como enemigos.

Ahora bien, ¿podemos hacer algo al respecto? ¿Podemos evitar, por ejemplo, que sigan los escándalos políticos? Todo indica que no, que están allí y que su destape en algunos casos será inminente. ¿Y podremos evitar un 2015 de batallas políticas por el poder, efímeras y sin sustancia? Pues parecería que tampoco. Pareciera que, por más que pidamos más ideas y menos insultos, menos palabras y más acción, nuestros políticos seguirán enfrascados en su mundo y batallas.

¿Y, entonces, hay algo que podamos hacer para evitar que escándalos y golpes bajos terminen afectando a la economía de todos los peruanos? Pues sí que lo hay. Los ciudadanos tenemos un arma infalible, con la que, en la medida que la usemos, podremos no solo evitar que la mala política dañe nuestras vidas, sino que incluso podremos influir positivamente sobre ella para que siga el paso y ritmo de los ciudadanos a los que debe servir. Un arma que en los últimos 20 años nos ha venido acompañando fielmente, en las buenas y en las malas, y que ha sido la que, sin duda, ha construido todo lo bueno que el Perú hoy puede mostrar al mundo. Un arma poderosa e indestructible, que no sabe de insultos, miedos o incertidumbres. Un arma que nos ha demostrado ser aliada incondicional de nuestro destino: el trabajo. Sí. Sí podemos vencer la incertidumbre política que parece querer amenazar nuestra economía el próximo año. Y podemos hacerlo como siempre lo hemos hecho los ciudadanos del Perú: trabajando. Desde el pequeño empresario que trabaja de sol a sol para sacar adelante su sueño hasta el trabajador que está a su lado, soñando con un día independizarse y ser como él. Desde el pequeño agricultor en el campo que, como nunca antes, ve una luz para sus productos hasta el empresario exportador que ve cómo el Perú y sus productos son cada día más reconocidos. Desde el intelectual o el científico que investiga en silencio fórmulas para poner en valor lo nuestro hasta las compañías peruanas que empiezan a aplicar la teoría del valor compartido para toda la cadena en la que participan. Desde el profesor universitario o de escuela, que poco a poco va recuperando el reconocimiento a su labor por parte de la sociedad, hasta el estudiante que, por encima de ideologías, ocupa su corazón y mente con ideas y proyectos para su futuro y el de su país. Todos unidos, trabajando por objetivos personales que se entrelazan con el gran objetivo común, el Perú como nuestro hogar, como la tierra de la cual nuestros hijos nunca más tendrán que partir. Si, como ciudadanos que nos levantamos muy temprano a trabajar, somos capaces de unirnos y situarnos por encima de insultos y escandaletes políticos, entonces podremos evitar que estos afecten nuestro ánimo y confianza en el mañana; podremos evitar que se despierte ese yo cortoplacista que habita dormido en quienes nos tocó vivir aquellos tiempos de Sendero o hiperinflación; podremos mantener ese espíritu que nos hace levantarnos día tras día con ganas de querer aprender, estudiar, crear, hacer, avanzar. Sí. Sí es posible que la economía del Perú no se vea afectada por las señales inciertas de la política. Depende de nosotros y de lo único que nos haga grandes y libres. Nuestro trabajo.




El poder democratizador de las nuevas tecnologías

El poder democratizador de las nuevas tecnologías

El Perú es un país rico en sueños y creatividad, con una necesidad insaciable de crecer y gente capaz de lograr lo que se proponga. Desde el vendedor ambulante de la esquina hasta la madre soltera con cinco hijos, todos se caracterizan por encontrar soluciones creativas e innovadoras para resolver sus problemas y superar sus limitaciones. Los mayores obstáculos que tienen para crecer son la falta de oportunidades, la incapacitación educativa recibida del Estado, las trabas burocráticas, el escaso financiamiento, las costosas infraestructuras y las pocas herramientas de apoyo a aquellos arriesgados innovadores dispuestos a cambiar su mundo. Pero puede que con los nuevos avances tecnológicos, las oportunidades aumenten y todos tengan un mejor acceso a los mismos recursos, y beneficios.

La generación Y, o Millenials, está creciendo y está transformando el mundo empresarial tradicional por uno muy dinámico, “remodelando industrias enteras e incluso cambiando la noción misma de empresa”, explica The Economist en su especial sobre Startup Techs. Esta generación disruptiva ha roto paradigmas, y ahora nada está lejos de su alcance, los límitesno existen. (Ver en Lampadia: La Generación Y

Los avances tecnológicos han traído consigo unas facilidades extraordinarias. La innovación constante lleva siempre a mejorías, impulsados por la búsqueda de soluciones a problemas existentes. Un ejemplo claro es el de la gran crisis (de contaminación) del estiércol de caballo de 1894; Nueva York era invivible entre los olores y falta de visibilidad que traían las moscas. Se llegó a temer que la ciudad de Londres sería inundada por estiércol en 1950, y fue la tecnología, con la creación del automóvil, la que salvó la situación al revolucionar el medio de transporte.

Actualmente el lanzamiento de nuevas empresas se ha vuelto muy barato (por la tecnología y la globalización), cambiando radicalmente su naturaleza. Esto se refleja en un nuevo tipo de empresas, las Startups (emprendimientos digitales), que buscan un modelo de negocio con crecimiento rápido y rentable. Como indica Steve Blank, un reconocido experto en el campo, “El objetivo es convertirse en una´micro-multinacional´, una empresa que se hace global, sin ser grande. Muchas de ellas son simplemente pequeñas empresas que utilizan tecnología digital”.

Este mundo digital provee a pequeños empresarios, conocidos ahora como ‘fundadores’, una serie de herramientas que les permite crecer y materializar sus ideas a un módico precio, ya que la potencia de la informática se encuentra disponible a través de internet (Amazon cuenta con un paquete básico gratuito que incluye 750 horas de tiempo de servidor)  y de software de códigos abiertos (por lo tanto gratuitos), por lo que la única inversión es en la contratación de programadores, equipos y el proceso de experimentación e implementación.Algo parecido permiten las impresoras 3D, que también cambian el paradigma productivo de la producción en masa, por la producción para el segmento “tamaño uno” o ad-hoc.

La situación está cambiando, y ya no existen excusas para que personas emprendedoras no puedan salir adelante. El  crear una startup está al alcance de muchos, es rápido y poco costoso. La mayor inversión es tiempo y dedicación, dos factores muy exigentes por el ciclo de retroalimentación que manejan. “Esto implica la construcción de algo, medir la reacción de los usuarios, aprender de los resultados y luego empezar todo de nuevo hasta llegar a lo que se conoce como el ajuste del mercado de productos”, indica The Economist. Proceso que con internet es continuo.

En uno de sus gráficos, The Economist recoge información de 50 países, entre ellos el Perú, indicando la valorización de mercado de las 3 empresas de Internet más grandes de cada país. “Empresas fuera de Estados Unidos y China siguen siendo relativamente pequeñas: la capitalización de mercado de Google, por ejemplo, es más grande que el valor de las empresas de Internet más importantes de todos los otros 48 países juntos”.

Las empresas peruanas incluidas por The Economist son:

1.      Plazapoint – US$ 4 Millones

Su producto, PlazaPoints, es un programa de puntos que funciona en más de 100 locales. Al momento de pagar simplemente das tu DNI y acumulas puntos en tu cuenta PlazaPoints, que se pueden usar para pagar tus siguientes consumos los establecimientos afiliados.

2.      Cinepapaya – US$ 3 Millones

Cinepapaya es una cartelera de cines en el Perú. Se pueden encontrar horarios, locales, críticas, trailers y fotos de películas en cartelera, así como próximos estrenos.
3.      Idakoos – US$ 1 Millón

Idakoos ofrece el servicio de diseño y venta de polos personalizados, sudaderas con capucha y demás. Se puede elegir entre millones de diseños o crear uno con imágenes propias.

Como todos conocemos, en el Perú ya se han creado clusters de autodidactas en los temas de software y hardware, como el de “Wilson” en el centro de la capital. Pero el Perú “formal”, (Estado y academia), no ha hecho nada por acercarse a ellos, por ejemplo, con el afán de empoderarlos mediante capacitación complementaria. Solo se les persigue con el chicote de una formalidad que los incapacita al romper su ciclo de capitalización, dado el costo de las regulaciones actuales.

Sin embargo, para masificarla rápida creación de empresas tecnológicas se necesita algo más: aceleradores. Esto se refiere a las universidades, responsables de la educación y la capacitación de los futuros emprendedores y empresarios, líderes innovadores, para que estén aptos y puedan aprovechar estas nuevas oportunidades de la globalización, que nuestro nuevo mundo pone a su disposición. Lampadia