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Régimen Agrario para Todos

Régimen Agrario para Todos

Alejandra Benavides
Para Lampadia

Hoy, ser empresario formal en el Perú es ser un idiota. Mientras la informalidad campea alegremente en nuestro país, moviéndose por debajo del radar del Estado y evadiendo el pago de impuestos y cargas laborales, hay un pequeño porcentaje de empresarios formales que deben pagar impuestos, por lo menos una renta mínima vital (RMV) y beneficios sociales a sus empleados. Además, se exponen al acoso de entidades supervisoras y la SUNAT. Básicamente, cargando en sus hombros la responsabilidad de llenar las arcas del Estado.

En el último ranking Doing Business, quedó demostrado que somos un país que pone trabas a la formalización. El Perú es el país Nº133 de 190 países en dificultad para abrir un negocio – toma casi 30 días en registrar un nuevo negocio y más de 8 procedimientos. Demora 140 días en conseguir una licencia de construcción y 19 procedimientos, así como casi 70 días en poder contar con electricidad y 6 procedimientos adicionales.

Además de la tortura de formalizar un negocio y la carga administrativa que esto genera, los empresarios deben cumplir con el pago de impuestos y obligaciones laborales. En el régimen general, las empresas deben pagar 29.5% de impuesto a la renta, que se paga de manera adelantada con pagos a cuenta mensuales, correspondientes a 1% en promedio de las ventas mensuales (cálculo de un coeficiente de renta/ventas del año anterior) – independientemente de si al cierre de año tenga pérdidas o no, además de 18% de IGV. Los costos laborales (sobre las remuneraciones) para el empleador en este régimen llega a 45%, mientras que para una MYPE llega a 27%.

Bajo el régimen especial agrario, las empresas formales pagan 15% de impuesto a la renta. La remuneración mínima diaria (RD) es s/.39.19 (corresponde a la RMV en términos diarios), un incremento de 8% sobre la RD del 2019. El costo que asume el empleador bajo este régimen corresponde a 35% sobre la RD – incluye asignación familiar, dominical (si trabajan de lunes a sábado corresponde el pago de un día adicional), ESSALUD y vacaciones. Dicho costo se va a ir incrementando paulatinamente con el incremento correspondiente a ESSALUD, que ya pasó de 4% a 6% en 2020, conforme a la modificación de la extensión de este régimen por 11 años adicionales hasta el 2031, y deberá situarse en 9% a partir de 2029.

A la fecha, casi el 80% del Perú vive en la informalidad. Sin embargo, un régimen más ad hoc como el agrario ha permitido mayor desarrollo en el país y en especial, en las regiones donde opera. Mientras que el promedio de informalidad en el país es 80%, en las regiones con mayor actividad agroexportadora la informalidad se ubica alrededor del 60% (Ica 50%) y la remuneración promedio en ese sector es 50% más que una RMV. Asimismo, en dichas regiones la pobreza se ha reducido en 60% entre 2004 y 2017, siendo Ica la región con menor pobreza en todo el Perú con alrededor de 3%. Además, es un sector altamente supervisado, no sólo por SUNAFIL sino también por las certificadoras, que a través de sus certificaciones (SMETA, GlobalG.A.P, entre otras) permiten que los productos de estas empresas sean aceptados en los mercados internacionales.

Con estos indicadores objetivos, en vez de cambiar lo que sabemos que funciona ¿No sería más inteligente cuestionar el régimen general y MYPE? Deberíamos impulsar la creación de más empresas y dejar de exprimir a los pocos formales, para dinamizar la economía y el mercado laboral – resultando en mayor demanda de empleos y por lo tanto presionando los sueldos al alza. De paso, se ampliaría la base tributaria, eventualmente dando más dinero al fisco – eso que les encanta a nuestras correctísimas autoridades.

Referencias:

https://agraria.pe/noticias/se-redujo-la-informalidad-del-sector-agricola-en-la-ultima-d-20631

https://gestion.pe/economia/sectores-acuicola-y-forestal-pagaran-menos-impuesto-a-la-renta-con-nueva-ley-de-promocion-agraria-noticia/?ref=gesr

https://elcomercio.pe/economia/peru/agricultura-se-redujo-la-informalidad-del-sector-en-la-ultima-decada-regimen-agrario-ministerio-de-trabajo-ministerio-de-agricultura-laboral-noticia/?ref=ecr

https://www.doingbusiness.org/content/dam/doingBusiness/country/p/peru/PER.pdf

https://www.garrigues.com/es_ES/noticia/peru-cuenta-con-un-nuevo-regimen-laboral-agrario-desde-el-1-de-enero-de-2020

https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Reporte-Inflacion/2018/junio/ri-junio-2018-recuadro-1.pdf




La “Empresa” no es enemiga del “Trabajador” ni de la “Sociedad”

La “Empresa” no es enemiga del “Trabajador” ni de la “Sociedad”

Álvaro Díaz Castro
Abogado en Derecho de la Empresa y Minería
Para Lampadia

“Donde hay una empresa de éxito alguien tomó alguna vez una decisión valiente” (Peter Druker)

Un paradigma que caló, penetró durante décadas en el peruano es que la empresa y los empresarios son enemigos de la sociedad en su conjunto y de los trabajadores en especial.

El actual gobierno y congreso de la república parece que mantienen como suyo tal equivocado paradigma.

Y es una idea tan falaz como la que prevalecía hace más de 500 años, de que la tierra era plana y quemaron a Galileo por contradecir esta teoría que después, con toda razón, la humanidad abrazó como una verdad.

Tampoco, se trata de sostener que las empresas son conventos o espacios del paraíso.

Las empresas son finalmente las personas que la constituyen, no son una mera abstracción llamada persona jurídica, no es un programa informático o un algoritmo.  Las empresas y los empresarios tienen retos de acorde a su naturaleza, al igual que afrontan los propios los profesores, médicos, los funcionarios públicos o los jueces.

Los colegios y los profesores tienen la enorme responsabilidad de prepararse para compartir el conocimiento en las diversas disciplinas, así como fortalecer la formación integral del educando en valores, comportamientos éticos-, a tener capacidad de reflexión, libres de prejuicios y discriminaciones de cualquier índole.

Los hospitales y los médicos deberán estar actualizados en el saber científico y tecnológico, para poder ejercer su profesión con solvencia, en el marco de un comportamiento hipocrático y lejos de la mercantilización de la salud.

Así cada actividad, técnica, profesión u oficio se desenvuelve afrontando sus propios desafíos y responsabilidades y de la entidad o institución que las reúne (empresa, colegio, hospital, etc.).

Los empresarios tienen como función principal la de generar riqueza cumpliendo con responsabilidad las normas legales, la responsabilidad empresarial y en un compromiso ineluctable de solidaridad con la sociedad. No tiene como fin, no busca, ni persigue el obtener beneficios ilícitos ni ganar evitando cumplir sus responsabilidades, quienes hacen ello no son empresarios, son grupos mercantilistas o delincuentes.

Y es así que los empresarios formales asumen el reto de hacerlo día a día, con todos los vientos en contra: burocracia enredada y con gigantismo, incipiente sistema de financiamiento, servicios públicos deficientes, sobrecostos laborales, complicada estructura tributaria y administrativa, además de competencia desleal de la informalidad y el contrabando, como escasa oferta de especialistas debidamente calificados en el mercado laboral.

Esos vientos o huracanes en contra no es una percepción aislada de los empresarios. Los estudios comparativos a nivel mundial así lo reflejan: world economic forum (WEF), comisión económica para américa latina (CEPAL- Naciones Unidas) y otros organismos así lo señalan: gigantesca burocracia, difícil y caro sistema financiero, altos costos laborales, enredado sistema tributario, administración pública penetrada por la corrupción, inseguro poder judicial, deficientes servicios públicos, incipiente infraestructura de comunicaciones y un largo etcétera.

El 90% de emprendimientos quiebran en el primer año, es decir, 9 de cada 10 intentos de empresa no sobreviven un año en Perú (diario Gestión 10/01/2017). De ese 10% una gran parte no pasa del tercer año. Empresas con más de cinco años son heroicos sobrevivientes en el entorno agresivo a la empresa en nuestro país.  Ello también explica en gran parte el por qué de la altísima informalidad.

Para sobrevivir las empresas formales requieren de los mejores colaboradores posibles y, en efecto, luego de mucho esfuerzo e inversión se logra tenerlos. Las empresas son las personas que la conforman, no es un inversionista solitario, es el grupo humano que en cada detalle está presente y actuando.

Steve Jobs decía “en el mundo de los negocios, las cosas importantes no son hechas por una sola persona, son hechas por un grupo de personas”. Stephen Covey precisa que “personas interdependientes combinan sus propios esfuerzos con los esfuerzos de otros para conseguir sus mayores éxitos”. No puede ser de otra forma, no hablan de enemigos, de enfrentamientos trabajadores versus empleadores, no hablan de relaciones en permanente tensión negativa.

Y por ello, las empresas capacitan, forman, especializan, integran a las personas y así se va formando una empresa. Este gran reto implica trabajar en los trabajadores, inversión de importantes recursos: tiempo, fondos, espacios y oportunidades en inducir, capacitar, especializar, integrar.

Nadie sería loco o tonto para creer que abusando de los trabajadores se pueden formar equipos que se identifiquen con la empresa, o deshacerse a punta de despidos prepotentes o arbitrarios del factor que necesita y en el que ha invertido mucho en consolidar. Es todo lo contrario. Habrá excepciones, que son eso, casos aislados y totalmente minoritarios de algún gerente o jefe que no sigue las reglas o actúa bajo alguna pasión o conveniencia particular y abusa de su posición o toma medidas arbitrarias en contra de un trabajador o grupo de ellos, pero que de ninguna manera escribe la generalidad y el común comportamiento de los empresarios.

Las empresas tienen políticas, de lo que antes se llamaba, retención de personal y ahora es relacionamiento, identificación laboral. Que exista continuidad de las personas en una empresa es una de las piezas clave para su consolidación y crecimiento e incluso lo económicamente más eficiente.

El empresario, el empleador no es enemigo del trabajador, son aliados en la búsqueda de lograr sus objetivos. El ambiente laboral es lo más cercano, luego de la familia, a lo que existe con los amigos del parque, del club, del barrio, con quienes se pasa y comparte las buenas y las malas, las historias y los proyectos.

Y como en la familia, en el equipo o en el club, hay normas de convivencia mínimas, que buscan evitar casos de abusos, excesos o graves y conscientes descuidos que pudieran suscitarse.

En la empresa hay reglas manifiestas en las políticas y reglamentos que son fáciles de entender, reúnen una lógica de sana convivencia y llevan a que la organización funcione. La gran mayoría decide cumplirla y desarrollarse sanamente en esa relación que también contiene espacios y opciones para sugerir, proponer, interactuar, preguntar, reclamar o reflexionar. Por ello hay sindicatos, grupos de interés legítimos, inquietudes individuales, y parámetros para ejercerlos.

De hecho, Perú, según la entidad que lo califique, está entre el cuarto a octavo puesto de país con normas laborales más rígidas y exigentes pro-trabajador de todo el mundo democrático (claro que ello sólo ampara al 30% de trabajo formal que es al que me refiero en todas estas líneas).

Como toda familia, equipo o club, en las empresas puede haber diferencias de criterio entre pares, con los jefes, con los de otras áreas y, muchas veces, la mayoría de veces, hasta es bueno que sea así, porque dan una visión y sana tensión que mejora los resultados generales de la actividad. Ninguno de esos temas implica sanciones o despidos.

Las sanciones laborales y/o despidos como regla, como la gran generalidad, provienen de faltas, de incumplimientos de algún trabajador a alguna de esas normas de convivencia que se reflejan en las leyes, políticas y reglamentos conocidos e interiorizados. Podrían provenir de actos que demuestran abuso de la confianza, o acciones incorrectas o no éticas. Sancionar, como regla general, pasa por un análisis y pruebas y, a veces ciertamente, hasta frustración de tener que haber llegado a tales medidas, usualmente residuales, cuando no hay otro remedio.

¿Qué entrenador quiere enviar a la banca o suspender a uno de sus jugadores?, pero lo tiene que hacer si el jugador incumple. Gareca no tendría el éxito que tiene con la selección peruana de fútbol si no exigiera una conducta mínima, una disciplina lógica, con lo que luego logra resultados donde todos ganan.

Pero la percepción que se ha sembrado en gran parte de la población es de un empresario malvado, abusivo, irracional, explotador, antiético, aprovechado, sin escrúpulos; y tal cómo se manifiestan varios miembros del gobierno y congreso de la república en esta crisis del Covid19, pareciera que hacen suyo tales prejuicios.

Los colegios privados han sido dibujados como desalmados y mercantilistas, las farmacias y supermercados como acaparadores y monopólicos, los mineros como autistas y prepotentes; los bancos y financieras como agiotistas y convenencieros.

Luego, con innecesario doble mensaje, declaran que proponer vacaciones en alguna parte del periodo de cuarentena (que obedecía a que, literalmente, no existía más fondos en la caja de la empresa) como empresarios aprovechadores y faltos de solidaridad; luego dicen que plantear la opción de la suspensión perfecta es de desalmados y vampiros; pero al poco tiempo, la realidad demuestra el esfuerzo del empresario, a su riesgo y costo, de seguir apostando por mantener vivas las empresas, en un país  donde el 90% de emprendimientos muere al primer año, y emiten las normas que permitían tales medidas.  Pero ya habían vapuleado el buen nombre y mejor intención de los empresarios.

Igual con los programas de apoyo en el financiamiento de la empresa, donde pretendieron condicionarlos a que el empresario no aplique ninguna medida laboral como las mencionadas, como si las empresas no pagaran tributos, no tuvieran proveedores, no debiera mantener los locales y equipos, no hubieran perdido casi todos los clientes y, ante tal craso error de información, asume que no se requiera fondos para todo ello.  Entonces precisaron que no se condicionaban los préstamos, pero la imagen de empresario quedó como una que sólo buscaba sacarle el jugo al Estado y así fue quedando prendido en la retina y los oídos de la ciudadanía.

Por supuesto, ni gobierno ni congreso, mencionan o reconocen, sino excepcionalmente en letras chiquitas o palabras rápidas y a bajo volumen, los apoyos, las campañas, los compromisos de cientos de empresas, de todo tamaño, en solidaridad con la situación de emergencia, donando agua, alcohol, mascarillas, pruebas rápidas, oxígeno, dinero, bolsas de víveres, congelando cuotas e intereses, garantizando las provisiones lejos de cualquier especulación y un largo etcétera.

La empresa es el socio del Estado a quien le da entre el 40% a 50% de sus utilidades cuando estas existen y donde el Estado aporta nada cuando el negocio pierde o quiebra. Esos impuestos pagados por los formales son el fundamento de las sólidas reservas monetarias que hoy cuenta el Perú para afrontar la crisis, con la que se dan los bonos, los planes sociales, los equipamientos, las medicinas, y el largo etcétera de acciones y programas.

Los empresarios y las empresas no son enemigos de los trabajadores, no son enemigos del país, no son enemigos de la sociedad, son parte tan importante como lo son las demás instituciones, son el hermano que aporta generando valor para que directamente los trabajadores, proveedores y las familias que componen también lo hagan y puedan cubrir sus necesidades y realizarse en ese aspecto de la vida, las empresas son la principal proveedora de los tributos que es como se financia el Estado y con ello la burocracia, los servicios públicos, la infraestructura, educación, salud y justicia.

Es sustancialmente importante repensar en el mensaje como gobierno y congreso para dejar de buscar confrontaciones internas innecesarios con la actividad productiva, quizás hacer como decía Sócrates “el secreto para cambiar es concentrar toda tu energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo”, romper el paradigma, el prejuicio y, esta vez en serio, comprender que nos desarrollamos juntos, entendiendo como parte de ese juntos a la empresa privada y los empresarios.

Winston Churchill lo resumió así: “algunas personas miran a la empresa privada como un lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca lechera que hay que ordeñar. Pero muy pocos la ven como el caballo sano que tira del carro”; que comencemos el cambio de lo que resumió Churchill como, en efecto, ya ha ocurrido, en especial, en los países que han desarrollado más y mejor para beneficio de la mayoría. Lampadia




El valle de la muerte

El valle de la muerte

David Belaunde Matossian
Para Lampadia

O la casi imposible (y tal vez no siempre deseable) transición a la formalidad

Cada cierto tiempo, el tema de la informalidad parece recobrar importancia. En el 2016 se hablaba de reducirla para crear una economía más productiva. Luego pasó de moda – al igual que el hablar de cualquier tema económico. Últimamente ha vuelto a ser un tema de conversación pues, según parece, es la causa por la cual no hemos tenido un estallido social como en Chile – para gran decepción de muchos periodistas.

De hecho, estamos viendo cada vez más historias en la prensa (por ejemplo, en Gestión) de cómo el Estado está no sólo incrementando el número de normas sino también poniendo más músculo tras su implementación (en los ámbitos tributarios, laborales, etc.). Y, aunque muchas de estas acciones terminan simplemente agobiando aún más al sector formal, la lucha – “a la mala” es decir por la fuerza – contra la informalidad es su principal justificación. ¿Pero es este, realmente, un objetivo que debería ser prioritario?

Vivimos en un país ampliamente informal, no cabe duda –sexto en el mundo, hasta hace poco. Según el INEI, la economía informal concierne 56% de los empleos en el país y 20% del PBI. En realidad, el empleo informal es aún mayor (~73%) considerando los negocios “formales” que también emplean trabajadores fuera de normas laborales.

La persistencia de la informalidad no es simplemente un tema de mentalidades. La principal dificultad en luchar contra este fenómeno está en lo que implica pasar de la situación actual a la estructura económica “ideal”. Hoy resulta prácticamente imposible para un negocio “chicha” pasar a la formalidad. Considerando el impacto del IGV, de los mayores costos laborales, de costos de estructura más elevados ligados a regulaciones diversas, calculo que un negocio comercial informal con, digamos, 1 millón de soles de ventas y 100 mil soles de margen neto, pasaría, si se volviera formal de la noche a la mañana, a una pérdida de ~250 mil soles.

Claro, pero, dirán, pasar a la formalidad permitirá al empresario vender más. ¿Pero cuánto más tendría que vender para volver al mismo nivel de utilidades? Respuesta: se necesitaría un incremento “de la noche a la mañana” de entre 60% y 100%, según los escenarios.

En realidad, es mucho peor que eso, puesto que el aumento en ventas, aunque se diera, no sería inmediato. Hasta llegar al punto de equilibrio, la empresa acumularía pérdidas y, por ende, deuda. Esta, a su vez, vendría con tasas prohibitivas, acentuando a su vez las pérdidas, y requiriendo un aumento aún mayor de ventas para equilibrar las cuentas. Supongamos que el negocio consiga crecer, no obstante, un 20% anual ininterrumpidamente. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que nuestro comerciante volviese a ganar 100 mil al año? El siguiente gráfico ilustra lo que podría pasar:

El resultado neto sería negativo hasta el año 6, y recuperaría su nivel pre- formalización entre los años 7 y 8. Para entonces, las ventas se habrían, según este escenario optimista de crecimiento, triplicado. Uf, papayita. Por su lado, la deuda se dispararía hasta alcanzar un múltiple de resultado operativo de… 9 veces. Por la forma del gráfico, podríamos decir que este camino a la formalidad sería como un valle – de lágrimas. Excelente para las ventas de ansiolíticos.

Lo más probable, por supuesto, es que los bancos dejarían de prestar al comerciante, este se endeudaría a tasas aún más altas con prestamistas chicha, nunca llegaría al punto de equilibrio, y terminaría quebrando. Y ni que hablar de las multas acumuladas. Por ende, debemos darle otro título al gráfico: ya no es el valle de lágrimas, sino el valle de la muerte.

Volviendo a la cuestión inicial, entonces, ¿cuán necesaria es una intervención para reducir la informalidad? ¿Y en qué consistiría esta?

El argumento de quienes más lamentan la persistencia de la informalidad es que la economía chicha es improductiva, y “captura” recursos que podrían estar mejor utilizados. De hecho, si retomamos las cifras de INEI, la producción por trabajador en el sector informal parece ser 5 veces inferior a la del formal. Pero hay que matizar esto, ya que:

  • La economía informal abarca, no exclusivamente, pero sí en buena medida, sectores que son intrínsecamente menos productivos (sean o no informales) como comercio de proximidad, entretenimiento, etc.
  • En teoría la consolidación que produciría la formalización (con consecuente pérdida de empleo) generaría utilidades adicionales en los “ganadores” que se reinvertirían en otras actividades económicas, absorbiendo a la mano de obra liberada. En la práctica, las utilidades incrementales se diluirían (parte fuera del país, parte en activos especulativos), y la mano de obra no sería absorbida para actividades más productivas por no tener la formación necesaria y por ser excesivamente cara y poco flexible bajo un esquema formal. 

También está el argumento de la baja recaudación tributaria. Si extrapolamos linealmente, en teoría, la formalización a 100% de nuestra economía agregaría más de 3.5 puntos porcentuales de PBI de recaudación tributaria para el gobierno central. En la realidad, las quiebras y pérdidas de empleo (no recicladas en un proceso de “destrucción creativa”, como descrito arriba) resultantes de la formalización generarían mayores necesidades de asistencia social. Los ingresos aumentarían, pero los egresos probablemente aún más.

En cierto modo, el que se permita (más por incapacidad estatal que a propósito) la existencia del sector informal ya es una forma de subsidio: en vez de percibir impuestos para redistribuir a quien no tiene, se deja de percibir para que quien no sería competitivo dentro del marco formal pueda seguir operando. El “valle de la muerte” es también una especie de barrera protectora contra incursiones posibles de la gran empresa en una parte de la economía.

Esto, a mi parecer, es mejor que un estado de bienestar con poco asidero y notoriamente ineficiente, puesto que, en lugar de crear una clase de asistidos destinados a la insatisfacción permanente (terreno fértil para manipulación ideológica), se fomenta indirectamente una cultura del emprendimiento y de la autosuficiencia. Como ya lo ha señalado Rolando Arellano, somos un país de emprendedores, y es algo de lo que debemos estar orgullosos.

¿Quiere decir esto que deberíamos abandonar el objetivo de general una mayor formalidad en la economía? No por completo. En primer lugar, se debería priorizar el cumplimiento de normas mínimas de seguridad, cuando está en juego la integridad física de las personas. En segundo lugar, nos parece indispensable que se permita que las empresas informales más exitosas, en todo caso en ciertos sectores, crezcan y se conviertan en medianas o grandes. Esto por dos razones, principalmente:

  1. Como ya lo mencionamos, tenemos una amplia base de emprendedores, un “pool de talento emprendedor”, por así decirlo, que no debe ser desperdiciado. Es necesario dar a los mejores la posibilidad de crecer y contribuir al máximo de sus potencialidades.
  2. Hay ciertos sectores en los cuales se necesita generar una oferta de mejor calidad, pero asequible. Por ejemplo, en materia de transporte, hoy las empresas que desean hacer llegar sus productos al mercado deben elegir entre dos ofertas diametralmente opuestas: por un lado, el gran operador logístico que cumple con todas las normas y, por su escala, tiene los medios organizacionales y tecnológicos para ofrecer un servicio moderno, pero con tarifas relativamente altas y, por otro lado, pequeños operadores poco eficientes pero baratos. Falta, sin duda, actores intermedios que ofrezcan una combinación de calidad / precio razonable. Esto también abarca el transporte de pasajeros.

Dado que crecer significa para un informal “aparecer en el radar” de diferentes entidades fiscalizadoras, y luego tener que atravesar el “valle de la muerte”, lo que se necesita es un marco normativo que permita una adecuada transición, por ejemplo, uno que relaje significativamente regulaciones de tipo laboral, promulgue amnistías, reduzca los trámites, y simplifique las normas y procedimientos tributarios. Otros mecanismos de inspiración no necesariamente liberal – como apoyos a la formación del personal, o la generación de clusters empresariales, podrían igualmente ser usados.

Es decir, se debería construir, para determinados sectores, una suerte de “puente” que permita a una parte de este dinámico empresariado informal, cruzar el valle de la muerte, y contribuir a la renovación, dinamismo y crecimiento del sector económico formal. Lampadia




Compromiso Cívico

Compromiso Cívico

El Perú adolece de una clase dirigente pasiva, que no asume su rol en el debate nacional y en la generación de políticas públicas, y tampoco promueve la creación de instituciones que lo hagan, como en Chile y Colombia.

En el último CADE Empresarial, Eric Rey de Castro presentó a un político y a un empresario chilenos, que compartieron sus testimonios sobre el compromiso cívico de la clase dirigente chilena.

Felipe Kast, Senador por la Región de la Araucanía del Congreso Nacional de Chile y Bernardo Larraín, Presidente de Sociedad de Fomento Fabril –SOFOFA, hicieron un par de presentaciones que consideramos muy importante compartir con nuestros lectores. Veamos algunas líneas y el video del CADE:

Felipe Kast

  • La importancia de cuidar las instituciones, pues estas no caen del cielo.
  • Compromiso con la defensa de ideas y combate del populista, que se presenta como supermán para conseguir votos, pero una vez en el gobierno cambia las reglas para peremnizarse en el poder.
  • No hay que pensar que a ti no te va ha pasar.
  • Las élites suelen mirarse el ombligo y se apartan de la lucha por sus ideas.
  • Las izquierdas buscan modelos económicos alejados del mercado.
  • El empresario es un agente social que debe debatir y defender sus ideas.
  • En Chile crearon Centros de Estudio o Think Tanks para fomentar debates profundos sobre políticas públicas que insidieran en el en largo plazo.
  • Los liberales debemos esforzarnos el doble, pues siempre estamos bajo la sospecha de trabajar por los empresarios .
  • Nuestro compromiso es con la libertad y la meritocracia.
  • En sus Centros de Estudios deben hacer política con contenido, proyectos colectivos, construir reglas de juego para todos, para un juego sin trampas.

Bernardo Larraín

  • Lo más importante es fortalecer las instituciones.
  • La experiencia chilena nos habla de cuatro lecciones:
    • Ideas: que institucionalizamos a través de Centros de Estudio.
    • Política: que institucionalizamos a través de partidos políticos fuertes.
    • Sociedad civil: que institucionalizamos a través de ONGs, fundaciones, etc.
    • Empresarios: que hicimos gremios fuertes.
  • Los Centros de Estudio que hicimos en los 90 aportaron a la política abrazando las ideas de la libertad.
  • A partir de 2010 se dio una sensación de malestar por el deseo de mejoras, espectativas, fragilidades y desigualdades.
  • Cuatro autocríticas:
    • El piloto automático, bajamos el impulso reformista.
    • La política no procesaba las demandas sociales en forma sustentable.
    • La economía se adormeció y la productividad se estancó.
    • Teníamos una porfiada desigualdad explicada por privilegios de origen.
  • Los empresarios tomamos comsciencia más allá de nuestro perímetro.
  • Faltó transparencia.
  • El empresario debe ser activo durante todos los gobiernos.
  • Nuestro role es promover políticas públicas.
  • Los empresarios somos más capaces de adaptarnos que la política.
  • Tenemos que asumir nuestros roles, no delegarlos.
  • Los gremios deben ser pro-positivos, no reactivos.
  • Los Centros de Estudio son una pieza importante para influir en las políticas públicas y defender el modelo liberal.

Excelentes lecciones para reflección del empresariado del Perú.

Veamos el video de la presentación de Kast y Larraín.

Lampadia




Hanjin Shipping, una quiebra con buenas lecciones

Ser empresario no es una cuestión de estatus o poder. El verdadero empresario no puede desligarse de sus responsabilidades. El liderazgo dentro de la empresa conlleva a hacerse cargo de los problemas, analizarlos, asumir las responsabilidades y tomar las decisiones más  adecuadas.

Fuente: cdn.urgente24.com

Un claro ejemplo del comportamiento empresarial puede verse en la reciente bancarrota de la naviera surcoreana Hanjin Shipping, que dejó 540,000 contenedores (valorizados en unos  US$14,000 millones) varados en 45 embarcaciones. Hanjin es una de las diez mayores empresas mundiales de transporte marítimo, y realiza envíos a más de 90 puertos y seis mil destinos en el mundo.

Tras la falta de apoyo de los puertos y demás navieras, el presidente del grupo, Cho Yang-ho aportó US$ 31 millones de sus activos personales para “solucionar el problema” y lograr que se les permita a estos barcos llegar a los puertos y que tanto las tripulaciones como las mercancías lleguen a sus destinos.

 Fuente: The Guardian

Y es que desde que Hanjin Shipping solicitó la protección de la ley de bancarrotas a principios de setiembre, los buques no fueron autorizados para entrar a puertos, dejándolos literalmente a la deriva. Los puertos de EEUU, Europa y Asia no les dejaban atracar ante el miedo de no cobrar las tasas portuarias o que sus cargas sean confiscadas por los acreedores. En su preocupación por la incertidumbre, los puertos se olvidaron de las personas que todavía se encontraban en los navíos. Los capitanes buscaban lugares donde poder atracar, aunque solo fuera para que su tripulación tuviera agua y comida. 

“Nuestros cargueros se han convertido en buques fantasma”, explica Kim Ho Kyung, del sindicato de Hanjin Shipping. “El agua y la comida se están acabando en aquellos barcos que están en aguas internacionales”, alerta. Cada barco varado tiene alrededor de 15 a 25 tripulantes a bordo. No pueden llegar a ningún puerto, por lo que van a tener que depender de los suministros que tienen con ellos hasta que se encuentre una solución. Aunque la comida debe durar el tiempo suficiente, eventualmente requerirán combustible.

Un ejemplo de esta triste situación fue narrado por Bloomberg, donde se afirma que “un capitán de un buque de Hanjin que actualmente está en aguas internacionales cerca de Japón ha recibido permiso para descargar, pero con el compromiso de abandonar inmediatamente el puerto. Además, sus peticiones de agua y comida han sido rechazadas.”

Fuente: elperiodicodemexico.com

Además de la clara necesidad humanitaria de Hanjin, esto también ha causado gran incertidumbre a las empresas y clientes que tienen mercancías y contenedores varados en el mar.  Por ejemplo, Samsung tiene 38 millones de dólares en mercancía bloqueada en dos buques.

Dada la falta de apoyo de las aduanas en no aceptar recibir los bienes en una situación tan particular (y la falta de apoyo de los puertos y demás navieras), los mayores stakeholders y principales acreedores de Hanjin Shipping confirmaron recientemente que ellos mismos van a proporcionar los fondos para pagar por la descarga de la mercadería.

 Cho Yang-ho, presidente de Korean Air Lines, la empresa matriz del conglomerado Hanjin Shipping, acordó el miércoles pasado que, además de los recursos personales del accionista individual, la aerolínea prestará 60 mil millones de wons (US$31 millones) para ayudar a descargar los buques. Esto muestra el compromiso y responsabilidad de un verdadero empresario y en Lampadia,  donde defendemos la economía de mercado y la inversión privada, celebramos el ejemplo de Cho Yang-ho. La actitud personal que ha demostrado el presidente de Hanjin Shipping ante los problemas, al afrontar la situación y ayudar a las tribulaciones a llegar a sus destinos y cumplir con entregar las mercancías de sus clientes.

El Banco de Desarrollo de Corea (KDB), después de haber sido muy duro, anunció la semana pasada que renovaría más fondos a la endeudada naviera. Los expertos afirman que sólo un rescate del gobierno surcoreano podría salvar a la naviera. Sin embargo, el ministro de Finanzas, Yoo Il-ho, afirmó que “crearíamos un problema aún más grande si comenzamos a utilizar el dinero de los contribuyentes para resolver la situación.” Efectivamente, este es un tema privado sin ningún tipo de impacto sistémico y debe ser  resuelto por los privados, así esto implique que absorban las pérdidas correspondientes.

A su vez, la naviera francesa CMA CGM, asociada a Hanjin Shipping, envió un comunicado a sus clientes en el que destacó: “entendemos que esta noticia puede haber generado preocupación respecto del transporte de confiado a CMA CGM. Hanjin Shipping, aparte de ser un miembro de la Alianza CKYHE, es un socio de CMA CGM en cinco de las 200 rutas marítimas del Grupo”. Todos los contenedores de CMA CGM, actualmente en los buques de Hanjin, están siendo descargados y serán transbordados a buques propios de la naviera francesa y a otros socios comerciales. Así, CMA CGM aseguró que entrará en contacto con sus clientes para dar seguimiento a sus contenedores y comunicará cualquier actualización respecto de los servicios con Hanjin.

Fuente: El País

En Lampadia queremos aprovechar esta publicación para elogiar las encomiables acciones de los stakeholders de Hanjin Shipping, quienes ante la cruda realidad de los puertos, han sabido reaccionar y apoyar a los navíos para que éstos sean permitidos de anclar y que la tripulación esté sana y salva. Lampadia

 




Una entrevista que rompe con los mitos sobre los empresarios

Una entrevista que rompe con los mitos sobre los empresarios

Comentario de Lampadia

En el Perú tenemos la vocación de construir mitos y buscar siempre dónde está la trampita. Durante los últimos años ha mejorado mucho la imagen de los empresarios, pero todavía nos falta entender las características y cualidades de los empresarios modernos.

Hemos decidido republicar la entrevista que compartimos líneas abajo, pues Mario Alvarado respira la sencillez de un peruano comprometido con el trabajo que le tocó desempeñar y transmite entusiasmo por la vida y por su gestión.

Seguramente, las décadas de empobrecimiento que vivimos hasta el inicio de los años 90, nos llevaron a los peruanos a creer que la vida y el trabajo era un modelo ‘ganar-perder’. En un ambiente de escasez y de carencia de oportunidades, probablemente fue lógico que nuestro sentido común nos llevara a la desconfianza de los ciudadanos más exitosos.

Felizmente, los últimos 20 años en que aprendimos a crear riqueza y a apostar por el futuro, en que desarrollamos una importante clase media, años en los que no era raro escuchar que lo que sobraba eran recursos, nos hayan hecho entender que la vida es un proceso de suma y, que el modelo mental es más bien uno de ‘ganar-ganar’.

Todavía nos falta entender que en la aventura de la vida y el desarrollo estamos juntos todos los peruanos. Aún necesitamos fortalecer la confianza entre nosotros y en el futuro, creer en nuestras capacidades y, algo muy importante, participar en la vida nacional con sencillez, apertura y transparencia. Ver en Lampadia: Tres caminos al Bienestar General.

Líneas abajo compartimos la entrevista de Portafolio:

“Siempre he sido ejecutivo. Mi reto hoy es ser más pensante”

“No soy usted, soy Mario”, interrumpe el gerente general corporativo de Graña y Montero. Un entrevistado que corre tabla, viaja en metro y aún no termina de aprender cómo usar su Apple Watch.

Entrevista de Gonzalo Carranza a Mario Alvarado

Gerente General Corporativo del Grupo Graña y Montero

El Comercio – Portafolio, 10 de enero de 2016

 

¿Cómo es tu agenda?

Te voy a responder por hoy, que no es lo mismo que hace cuatro o cinco años. Trato –y la palabra ‘trato’ es muy importante porque no siempre puedo– de trabajar una cantidad determinada de horas al día. Antes trabajaba 12 horas diarias, incluso venía los sábados, pero ya no.

Tengo como gerente del grupo 18 años y últimamente ha bajado la cantidad de tiempo que dedico a trabajar. Uno va ganando credibilidad, confían más en uno y necesitas menos esfuerzo para sacar adelante muchas cosas. Entonces, te diría que hoy trabajo menos y también está cambiando el tipo de cosas que hago. La mayor parte del tiempo que paso en la oficina estoy en reunión con alguien, discutiendo cosas. Y ahora leo el periódico en las mañanas, concentrado, después de hacer deporte, en mi casa. Hace un buen tiempo que no lo leo en físico, sino que lo hago en el iPad. Otra cosa que he hecho a propósito es comprarme esta cosa [muestra su Apple Watch], que no me gusta y que tengo que aprender a usarla. ¿Por qué uno se obliga a hacer esto? Porque tiene que estar al día.

¿Cómo es tu relación cotidiana con tus reportes?

Por mail, por WhatsApp, por todas las vías. Es muy importante para eso que el diseño de las oficinas ayude, que haya puntos de reunión.

¿Cuánto tiempo pasas dentro de tu oficina?

Ahora casi todo el tiempo estoy dentro de mi oficina, pero sé que está mal. Estoy tratando de cambiarlo y de salir más. En una remodelación reciente hicimos más chicas las oficinas y las volvimos transparentes.

¿Cómo es tu relación con el directorio actual?

Es buenísima. Hemos tenido una suerte enorme, es un directorio involucrado, fluido y sofisticado. Ir al directorio tiene que ser un reto intelectual.

¿Qué decisión te ha marcado más en estos 18 años al frente de la empresa?

Es una pregunta difícil. La crisis que comenzó en 1999 fue muy dura. Ahí envejecí mucho. Tenía mucho que coordinar con Europa, entonces debía trabajar de día y de noche. La compañía estaba bien, pero cuando las entidades financieras están mal, te cierran todas las líneas [de crédito]. El episodio terminó el 2003, cuando emitimos unos bonos titulizados y comenzamos a crecer muchísimo. Tengo un montón de cicatrices, pero esa es profunda. En el lado positivo, las personas me han marcado mucho. Que sean tan dedicadas, tan ‘camiseta’, te juro que te conmueve.

Y ahora que se vive un momento de austeridad y disciplina, ¿qué es lo que más duele?

Las personas. Es una compañía muy grande y hay áreas que deben reducirse.

¿Quiénes o qué cosas son tus “cables a tierra”?

Lo primero es burlarte de ti mismo. Aquí todo el mundo se burla sin agresividad. Se maneja bien el equipo gerencial. La realidad también te obliga a estar atento, porque te das cuenta de que te descuidas, y te agarra.

El reto para mí ahora es pasar a ser una persona mucho más pensante que actuante. Siempre he sido muy ejecutivo, rápido, agresivo, empujador. Antes tenía arriba de mí, como presidente ejecutivo, a José Graña, que es muy pensante. Pero él ya se jubiló. Entonces mi rol ahora debería ser más pausado.

¿Has tenido mentores en estos años?

Sí, y también –perdona la palabra horrible, pero es la única que hemos encontrado– ‘mentorizados’. El principal mentor es José Graña, y antes que él, mi padre.

¿Trabajaste con tu padre?

Es una historia curiosa. Él tenía una empresa constructora, pero nunca trabajé con él. Entré a Graña y Montero como practicante hace 35 años, porque era considerada la mejor escuela. Y cuando yo ya trabajaba acá, mi padre vendió su compañía. Pasó el tiempo y cuando tenía 29 años –era un chiquillo, pero tenía tiempo trabajando y había manejado la primera parte del proyecto Camisea–, surgió la oportunidad de montar una empresa nueva dentro de Graña y Montero. Le dije a José Graña que quería traer de socio a mi padre y él aceptó. Recién trabajé con él después de todo ese tiempo.

También es curioso que hayas llegado de practicante a gerente general.

Hoy día ya no se puede, pero yo era el último en el colegio y también soy disléxico. No podía con esa disciplina de la enseñanza antigua que te obligaba a que aprendas cosas sin sentido. Hasta que un día cambié, le empecé a encontrar sentido a las cosas y ahora soy completamente al revés: me he vuelto un fanático del conocimiento. Tenemos la academia GyM, por ejemplo. Me encanta que la gente estudie, que aprenda, que lea y que analice.

¿Cómo te relacionas con los más jóvenes, que tienen la tendencia de ir probando diferentes trabajos?

Yo no he cambiado [de trabajo] por una sencilla razón: este ha sido fascinante. Todo lo que hago me apasiona. No solo en esto, también en los deportes y en otras cosas.

¿Qué deportes practicas?

¿Por dónde empiezo? Tabla. También vela y bicicleta de montaña.

¿Hay alguna relación entre esos deportes y tu vida profesional?

Siempre te dan un enfoque diferente. El deporte más bonito que he hecho en mi vida es la tabla. He corrido con mi hijo muchos años hasta que ya no me dio el cuerpo para correr las mismas olas que él. Sigo corriendo, pero ahora también me dedico más a la vela.

¿Qué indicador no puedes dejar de ver diariamente?

Hay uno que veo todos los días: cuántas personas han subido al metro y a cuántas estaciones hemos llegado con alguna impuntualidad. Todos los días recibo un e-mail con ese indicador.

¿Y por qué?

Nosotros tenemos una cultura de cumplimiento y cuando tomamos el metro, que es parte del transporte público donde todo es incumplido, vimos que la puntualidad era muy importante. Tenemos una obsesión con que el metro llegue a cada estación a la hora precisa.

¿Los has usado?

Claro, pero me pasan la voz cuando puedo entrar. Es increíble la cantidad de gente que lo usa, tenemos que aumentar la flota. Pero en mi caso, es horrible subirme, porque apenas lo hago, me ven mayor y me ceden el asiento [risas].

Pensé que veías a diario el precio de la acción.

Pensé que me preguntarías por el precio de la acción.

¿Lo ves?

Sí, también lo veo todos los días, pero lo dijimos cuando salimos a la Bolsa de Nueva York: nuestra visión del negocio es de muy largo plazo.

¿Han pensado en recomprar acciones?

He estudiado el tema y lo he llevado dos veces al directorio. Pero la mejor respuesta es la que da Warren Buffett: necesitas dos condiciones para tomar esta decisión. Una es que tu acción esté muy barata, y la nuestra lo está. Pero la otra es que no necesites el capital para proyectos de mediano plazo, y nosotros sí lo necesitamos. Hoy tenemos muchos proyectos por delante. Lampadia

 

 




El Perú no es igual a ningún otro país

El Perú no es igual a ningún otro país

Informalidad

Últimamente se está discutiendo sobre el tema de la informalidad, muchas veces calificándola como un problema o como “un elefante que todavía no hemos sacado del closet” y hasta dándole un tinte delictivo. Otras veces se le confunde con actividades abiertamente delictivas como el narcotráfico asociado al terrorismo, la tala ilegal, la minería ilegal y el contrabando armado.

El 70% del empleo es informal según las cifras oficiales, pero eso no nos hace un país informal. El empleo adecuado llega al 65% de la PEA (se ha duplicado durante los años de crecimiento de la economía). Más allá del proceso histórico que dio origen a este fenómeno, es evidente que ha llegado el momento para superar esta situación que tiene más que ver una “formalidad excluyente” y con normas laborales que están entre las más rígidas del planeta.

Pero también tiene que ver con la naturaleza de los peruanos, con su vocación por ser independientes, empresarios o emprendedores. En el siguiente cuadro podemos ver que el 93% de la élite universitaria, recientemente convocada por IPAE al último CADE Universitario, desea ser empresario:

Ver aqui encuesta del CADE Universitario 2014

Otro ángulo de las recientes discusiones, es que se sigue creando mitos sobre la supuesta incultura, falta de respeto por las normas y tolerancia de los peruanos con la corrupción. Esto es solo producto de análisis superficiales que se entretienen en los aspectos negativos, sin mirar el conjunto de la sociedad e información que amplíe el horizonte de análisis. Por ejemplo, veamos un reciente editorial de El Comercio que comentamos en Lampadia, ver: Roban pero hacen obra.

El Comercio comentó: “Aún una tercera explicación puede tener que ver con la informalidad. Una especie de “a mí no me importa lo que ese señor haga con mis impuestos porque yo no pago impuestos”.  (…) Naturalmente, caben varias explicaciones más. Pero una cosa es segura en todas las opciones: esta desvalorización de – o este cinismo frente a– la decencia significa, por un lado, un problema para nuestra democracia. Pocos incentivos hay en nuestra política para que las personas realmente rectas entren en ella, (…) al menos como sociedad, (…) no parecemos tener mucho autorrespeto. (…) el hecho es que no aspiramos a tener como líderes a personas que podamos realmente respetar”.

En Lampadia agregamos. “¿Qué reflexión habría que agregar al comentario del editorial, sobre los peruanos (3´000,000) que viven en el extranjero? Ellos no se pasan las luces rojas; cumplen las leyes; son solidarios, pues remiten unos US$ 3 mil millones anuales a sus familiares en el Perú. Incluso, algunos de ellos llegan a ser alcaldes y representantes políticos, sin que nadie los tilde con él: “roban pero hacen obra”.

Lo que está muy mal en el Perú no es el ciudadano, sino el sistema: La estructura política, el sistema electoral, la desacreditación de los partidos políticos (que se la ganaron solos), una pésima regionalización, ausencia de un servicio civil meritocrático que se aleje del compadrazgo y el favor político de turno, un buen sistema de control que no debe ser un impedimento a las buenas decisiones públicas, superar los niveles de corrupción y la impunidad en los estamentos del Estado.

Veamos otros datos de la encuesta que hizo IPSOS en el CADE Universitario, que reflejan que nuestros jóvenes están listos para superar las limitaciones comentadas:

La informalidad debería ser analizada desde una perspectiva más amplia, tal vez desde el siguiente enfoque: “Formalidad Excluyente e Informalidad Limitante”.

Un apagón de 30 años

Algo parecido sucede cuando se compara al Perú con otros países sin reparar que acá se “apagaron las luces” durante 30 años (60s, 70s y 80s). Se prohibió la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta en el turismo. Se condenó a las regiones a la exclusión y se empobreció a todo el país: ciudadanos, empresas y Estado. Por esta razón es que tenemos agendas pendientes que todavía no hemos podido superar a pesar de los grandes avances de los últimos 20 años.

Tenemos una agenda pendiente que podríamos llamar “social”, pues abarca a la educación, salud, instituciones, infraestructuras, tecnología y pobreza. Pero también tenemos otra agenda pendiente, que podríamos llamar “productiva”, que explica el atraso productivo en la puesta en valor de nuestros abundantes recursos naturales en minería, pesca, energía, forestería y biodiversidad.

En resumen se puede decir que hablar de los problemas y oportunidades del Perú, requiere miradas amplias y profundas. Nuestro país está destinado a ser uno muy exitoso, sin pobreza y con bienestar general, solo tenemos que hacer las cosas relativamente bien. Por eso es muy importante hacer un esfuerzo para entenderlo y explicarlo mejor. Lampadia




Robert Noyce, el creador de la “era de la informática”

Robert Noyce, el creador de la “era de la informática”

Los nombres de Gates, Jobs, Zuckerberg, Brin y Page, son ampliamente reconocidos. En cambio, el de Robert Noyce, no. Un error. Fue Noyce, creador y comercializador del microchip, el que engendró la era informática. Sin su invento, ninguno de los antes mencionados podría haber existido. Noyce, no solo creó la tecnología, sino que configuró la forma de administración y trabajo de la nueva industria. Por si fuera poco, fue uno de los primeros vecinos del hoy famoso Silicon Valley. Su historia sirve para reafirmar el papel del empresario como creador y generador de empleo, y su multiplicación en manos de los que reconocieron el valor de su desarrollo, sobre todo en estos días en que pareciera que algunos pierden de vista el vital papel de la contribución de los empresarios a la sociedad y la economía.  

Grinnell, Iowa es un pequeño pueblo del Medio Oeste Norteamericano. A mediados del siglo XX, como muchos de pueblos similares de la región, contaba con apenas siete mil habitantes y estaban todavía fuertemente impregnados por los valores y costumbres que impusieron sus fundadores: los duros, tozudos y voluntariosos protestantes que colonizaron el lugar en la segunda mitad del XIX. Grinnell, con su pequeña universidad, sería sin proponérselo, como señala Tom Wolfe, “el punto de partida de una revolución que habría de crear la red electrónica que constituiría el sustrato de la vida en el 2000 y los años posteriores”.

En ese pueblito y en esa universidad se formó Robert Noyce. En 1959, creó un circuito integrado de silicio altamente eficiente que se convirtió en un prototipo industrial. Ese circuito, fue rápidamente bautizado como microchip. Las posibilidades eran inmensas, podía aplicarse a todos “los campos de la ingeniería imaginables, desde los viajes a la Luna, la creación de robots y en otros que nadie había imaginado como la terapia sicológica por Internet. Su potencial era tan amplio que era imposible definirlo en una sola frase. ‘La segunda revolución industrial’,’ la era de la informática’, ‘el universo del microchip’, ‘la red electrónica’… ninguna de estas expresiones, ni siquiera el práctico neologismo de ‘la alta tecnología’ engloba todas sus repercusiones”, asegura Wolfe.

Noyce y la empresa Fairchild Semiconductor que había formado años antes con otros dos ingenieros se convirtió casi de la noche a la mañana en una de las compañías más populares del mundo. Luego de que la NASA decidiera usar los microchips para su programa espacial, los pedidos llegaron en masa. “En diez años las ventas de Fairchild pasaron de unos cuantos miles de dólares a ciento treinta millones [de esa época], y la plantilla, que en un principio se reducía al pequeño grupo inicial [una decena de colaboradores], ahora estaba compuesta por doce mil empleados”, indica Wolfe. 

Fairchild no solo creó el semiente a partir del cual toda la era electrónica emergería, sino una nueva forma de gerenciar una empresa de alta tecnología. Todo era muy horizontal, con pocas diferencias entre empleados y jefes. Toda la plantilla hacía suyas las metas de la empresa y tenía (hasta cierto punto) capacidad de iniciativa. Las decisiones no se tomaban siguiendo cadenas de mando, sino en reuniones donde todos participaban. Además, se convirtió en una escuela e impulsora de nuevas empresas, sin quererlo. Posteriormente, trabajadores de Fairchild fundaron más de cincuenta empresas dedicadas a la rama tecnológica. Estas empresas a las que se bautizó como “fairchildren” fueron las que le dieron al Valle de Santa Clara la configuración de lo que hoy todo el mundo conoce como Silicon Valley. La filosofía y forma de trabajo de Noyce inició una nueva era y una industria pujante que hoy emplea y sirve con sus productos a millones de personas en el mundo.

En 1968, Noyce fundaría Intel, el gigante informático que elabora los procesadores de casi todas las computadoras, tablets y dispositivos electrónicos que se comercializan en el mundo actual.

Luego de Noyce vendría, Bill Gates creador de Microsoft, Steve Jobs fundador de Apple, Jeff Bezos de Amazon, Mark Zuckerberg creador de Facebook, Sergei Brin y Larry Page de Google, Reed Hastings y Marc Randolph, administradores de Netflix, y el chino Ren Zhengfei creador de Huawei Jobs.

Esta revolución tecnológica no solo ha transformado a la humanidad, sino que ha creado una inmensa riqueza, ha elevado la productividad y la capacidad humana, desde la astrofísica hasta la medicina, pasando por la educación y el ocio. Además ha desarrollado empleo. En un estudio realizado en Estados Unidos por  Enrico Monetti (The New Geography of Jobs, 2012), en el cual se emplearon datos de 11 millones de trabajadores estadounidenses en 320 zonas metropolitanas, se estimó que por cada empleo generado en el sector de alta tecnología, otros cinco empleos adicionales se crean en la economía en el largo plazo. De ellos, dos empleos profesionales (como médicos o abogados), mientras que el resto son no-profesionales. Este es el caso de Apple. El autor señala que “en Cupertino [el pueblo donde se ubica Apple] emplea a 12 mil trabajadores directamente, pero genera 60 mil empleos adicionales, de los cuales 36 mil son no calificados y 24 mil calificados. Increíblemente esto significa que el mayor impacto de Apple en el empleo de la región lo hace en sectores que no son de alta tecnología”.

El mundo actual, no podría entenderse sin los empresarios como los arriba citados. Todos ellos, no solo crearon un producto que satisface una necesidad in existente antes de su creación, sino que fueron más allá. Sus creaciones se convirtieron en necesidades para hombres y mujeres. Sus aplicaciones generan riqueza, empleo y bienestar para millones de personas en todo el orbe.

Pero esto no es nuevo, así fueron las contribuciones de Benjamín Franklin, Edison, Ford, y miles de empresarios que con sus creaciones permitieron el desarrollo de mercados y no al revés como se mal informa en la columna editorial de Portafolio de El Comercio publicada el 17 de febrero último bajo el título de: “Quien genera empleo no es el empresario”

Como señalaba Shumpeter, es el empresario el que determina el aumento y la disminución de la prosperidad. Crea valor en la sociedad, impulsa la generación de riqueza. Por tanto el crecimiento de una nación y del empleo depende de él. A mayor capacidad de generar empresa que se tenga, mayores posibilidades de que se cree empleo. Sin empresarios y no burócratas, como se ha demostrado fehacientemente con todos los experimentos socialistas, no hay prosperidad posible. Quien genera empleo es el empresario. Lampadia