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¿Qué tipo de capitalismo queremos?

¿Qué tipo de capitalismo queremos?

El capitalismo, históricamente el mejor sistema para crear empleos dignos y reducir la pobreza, está en búsqueda de un camino que permita corregir sus debilidades y hacerlo sostenible en el tiempo.

En el artículo que presentamos líneas abajo, Klaus Schwab, el creador del World Economic Forum, plantea la adopción del ‘capitalismo de stakeholders’ o capitalismo de las partes interesadas, que engloba la búsqueda del bienestar de todas las partes interesadas en el devenir de la vida de las empresas, incluyendo el de la sociedad en su conjunto. Veamos:

Project Syndicate
2 de diciembre, 2019
KLAUS SCHWAB
Glosado por Lampadia

¿Qué tipo de capitalismo queremos? Esta sea tal vez la pregunta que defina nuestra era. Una pregunta a la que hemos de responder correctamente si queremos que nuestro sistema económico sea sostenible para las generaciones futuras.

Existen tres modelos: el primero es el «capitalismo de accionistas», que considera que el principal objetivo de las empresas es la obtención de beneficios y ha sido el modelo predominante en innumerables sociedades occidentales.

El segundo es el «capitalismo de Estado», un modelo que confía en el Estado para que marque la dirección de la economía y ha adquirido gran importancia en los mercados emergentes.

Sin embargo, yo me inclinaría por el «stakeholder capitalism», el capitalismo de las partes interesadas, un modelo al que me referí por primera vez hace medio siglo. En este modelo las empresas son administradoras de la sociedad, y representa la respuesta más acertada a los desafíos sociales y ambientales de nuestros días.

El capitalismo de accionistas ha sido el modelo predominante durante una buena parte de nuestra historia económica más reciente. Se impuso por primera vez en los Estados Unidos en la década de 1970 y fue ampliando su influencia en otros lugares en las décadas posteriores. Su impulso también fue beneficioso. En su momento de máximo esplendor, centenares de millones de personas de todo el mundo prosperaban a medida que las empresas orientadas a la obtención de beneficios abrían nuevos mercados y creaban nuevos empleos. 

Pero esta situación se presta a una segunda lectura.  El capitalismo de accionistas descuidó el hecho de que una empresa es un organismo social, además de uno con fines de lucro. Esto, sumado a las presiones ejercidas por el sector financiero con respecto a la obtención de resultados a corto plazo, provocó que el capitalismo de accionistas cada vez estuviera más desconectado de la economía real. Somos muchos los que hemos visto que esta forma de capitalismo ya no es sostenible. ¿Por qué motivo?

Primero vino el efecto «Greta Thunberg». La joven activista sueca nos recordó que el sistema económico actual constituye una traición a las generaciones futuras por el daño ambiental que provoca. En segundo lugar, y en línea con lo anterior, los millennials y la «generación Z» ya no quieren trabajar para, invertir en, o comprar en empresas que no se rijan por unos valores más amplios. Y, por último, cada vez son más los ejecutivos y los inversores que empiezan a comprender que su éxito a largo plazo depende también del éxito de sus clientes, empleados y proveedores.

Como resultado de ello, el «stakeholder capitalism» empieza a imponerse a un ritmo acelerado. Es la culminación de un proceso largo. Yo describí este concepto por primera vez en 1971 y creé el Foro Económico Mundial con el fin de ayudar a las empresas y a los dirigentes políticos a aplicarlo. Llevó a la firma, dos años más tarde, del Manifiesto de Davos, un documento que describía las principales responsabilidades que tiene una empresa para con sus partes interesadas.

Ahora (por fin) está empezando a sumarse más gente a esta corriente «de las partes interesadas». La Business Roundtable de los Estados Unidos, el grupo de presión más influyente de América, se ha mostrado particularmente a favor del «capitalismo de las partes interesadas». Por otra parte, la denominada «inversión de impacto» también está adquiriendo importancia. Permite a los inversores buscar beneficios ambientales y sociales, además de financieros.

Deberíamos aprovechar el momento para consolidar la posición dominante del «stakeholder capitalism».  Para ello, podríamos presentar un nuevo Manifiesto de Davos que establezca que:

  • Es necesario que las empresas paguen un porcentaje equitativo de impuestos.
  • Deben mostrar tolerancia cero frente a la corrupción
  • Deben respetar los derechos humanos en sus cadenas de suministro mundiales.
  • Y deben respetar la competencia en igualdad de condiciones, también cuando operen en la «economía de plataformas». 

Pero las empresas van a necesitar además nuevos parámetros y un nuevo propósito. ¿Por ejemplo, cuáles?

Primero, debería establecerse un parámetro que mida la «creación de valor compartido» que complemente a los parámetros métricos y permita mejorar los objetivos «ambientales, sociales y de gobernanza». Ya hay en marcha una iniciativa encaminada a ello que goza del respaldo de «las cuatro grandes» consultoras, y del presidente del Consejo Empresarial Internacional y CEO del Banco de América, Brian Moynihan.

La segunda medida que hay que ajustar es la remuneración en los niveles ejecutivos. Desde la década de 1970, el salario de los ejecutivos se ha disparado, fundamentalmente para «alinear» a los directivos con los accionistas. En el nuevo modelo de las partes interesadas, el salario debería estar alineado con la creación de valor compartido a largo plazo. Y que no haya ninguna duda: el hecho de ser un buen líder ya resulta muy gratificante de por sí.

Por último, las empresas deben comprender que han alcanzado un tamaño tal que se han convertido en una parte interesada de nuestro futuro común. Obviamente, la empresa debe aprovechar sus competencias básicas, su espíritu empresarial y sus habilidades, pero también debe trabajar con otras partes interesadas para mejorar el estado del mundo. Ese debería ser su fin último.

¿Existe alguna otra vía? Claro que sí, el capitalismo de Estado también tiene una visión a largo plazo, y ha cosechado éxitos últimamente, sobre todo en Asia. Pero, si bien encaja en una fase del desarrollo, debería evolucionar a lo largo del tiempo hacia el capitalismo de las partes interesadas con el fin de garantizar que no se corrompa.

Los líderes empresariales tienen ante ellos una magnífica oportunidad. Si dan un significado concreto al «stakeholder capitalism» podrán ir más allá de sus obligaciones legales y responder a la llamada de la sociedad. Pueden ayudar al cumplimiento de objetivos sociales más amplios, como el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Si quieren dejar huella, deberían aprovecharla. 

Klaus Schwab is Founder and Executive Chairman of the World Economic Forum.




Inteligencia Artificial en la ganadería

Inteligencia Artificial en la ganadería

La Internet de las Cosas (IoT) va más allá de las cosas físicas, como explicamos hace unos días (ver: Los avances de IoT). Ahora llega también a la ganadería.

El artículo de The Economist que reproducimos líneas abajo, muestra cómo, ya sea con videos, monitores externos o implantes, se puede monitoriar la nutrición de las vacas.

Así se va desplegando la ‘cuarta revolución industrial’, aumentando notoriamente la productividad. Algo que hará muy difícil competir, a los países que no se pongan al día en los sistemas productivos.

De allí nuestro énfasis en proponer el privilegiar la creación de riqueza, para generar empleo y recursos fiscales. Ver en Lampadia: Lo que necesitamos es más minería.

Ganadería informatizada
Los sensores y la IA están llegando al corral

Con 80 millones de vacas solo en el mundo rico, no hay escasez de clientes potenciales

The Economist
12 de setiembre de 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Al igual que los atletas de élite, las vacas lecheras tienen requisitos nutricionales exigentes. “Si tienes un poco más de proteína o de menos carbohidratos, verás una caída en la producción de leche”, dice Robbie Walker, el jefe de Keenan Systems, una empresa irlandesa que fabrica vagones para mezclar alimentos.

Por esa razón, los últimos productos de la firma se han vuelto digitales. Con la ayuda de Intel, un gran fabricante de chips estadounidense, Keenan ha desarrollado una computadora que se puede conectar a sus vagones. Todos los días, los nutricionistas de la empresa cargan la computadora con los requisitos dietéticos del rebaño. Los sensores en el vagón pesan lo que el granjero pone en la batidora y lo comparan con lo que exige la receta. “Es un poco como hacer un pastel”, dice Walker. “Incluso si tienes cuidado, usualmente pones demasiado de un ingrediente o no lo suficiente de otro”.

Los datos recopilados se transmiten a través de la red de telefonía móvil a los nutricionistas, quienes pueden analizar cualquier desviación del ideal con el que se alimentó a los animales. Una gran desviación desencadena un mensaje de texto al agricultor. Se observan los más pequeños, y la mezcla de alimentos para el día siguiente se ajustó para corregir cualquier déficit nutricional que pudiera haberse introducido.

Keenan no es la única empresa que intenta informatizar la ganadería. Cainthus, otra compañía irlandesa, es una de varias nuevas empresas que esperan usar la visión por computadora para aumentar la productividad del corral. Utiliza cámaras para rastrear vacas en graneros y campos, basándose en el aprendizaje automático para analizar las imágenes. La tecnología es lo suficientemente sensible, dice David Hunt, el jefe de la empresa, para rastrear animales individuales y alertar a los granjeros si una vaca no se alimenta cuando debería, o se mueve de una manera que sugiere que podría estar enferma.

Por ahora, dice, la compañía está trabajando principalmente en vacas Friesian y Holstein, cuyas marcas distintivas “significan que básicamente son códigos QR andantes”, aunque espera expandirse a otras razas eventualmente. La tecnología funciona lo suficientemente bien como para haber persuadido a Cargill, un conglomerado enfocado en la agricultura y la compañía privada más grande de Estados Unidos, para que tome una participación minoritaria en Cainthus en 2018.

Un enfoque alternativo es colocar los sensores dentro de las vacas. Una empresa austriaca llamada Smaxtec ha desarrollado un sensor que se puede tragar. Se aloja dentro del retículo, uno de los cuatro estómagos de una vaca, y permanece allí por el resto de la vida del animal, controlando la temperatura corporal, el movimiento y la acidez estomacal, y carga los resultados cuando la vaca está cerca de un detector inalámbrico.

Cuando se alimenta a algoritmos de aprendizaje automático, dice Stefan Rosenkranz, cofundador de Smaxtec, esos datos se pueden usar para todo tipo de cosas. Pueden detectar cuándo los animales están en celo y detectar los primeros signos de parto hasta 15 horas antes de que ocurra. Pueden identificar enfermedades varios días antes de que sean obvias para los observadores humanos, lo que permite un tratamiento temprano y una caída del 15-30% en el uso de antibióticos. Un nuevo sensor, que saldrá el próximo año, agregará la capacidad de monitorear la digestión. Las ventas se duplican cada año, dice Rosenkranz. Y con 278 millones de vacas lecheras en el mundo, no hay escasez de clientes. Lampadia




Aterrizaje en la mediocridad

Aterrizaje en la mediocridad

En un contexto en el que subsiste un débil e insuficiente crecimiento de la economía peruana – en enero fue de 1.58% y recientes proyecciones sugerirían un crecimiento para febrero en torno al 2.10% – vemos necesario republicar este artículo.

Hace siete años desconectamos al Perú de su circuito virtuoso de crecimiento económico y reducción de la pobreza. (Ver en Lampadia: Las Cifras de la Prosperidad). Efectivamente, el 2011 ungimos el gobierno del nacionalismo para que nos diera crecimiento con inclusión, y no nos dio ni crecimiento, ni inclusión.

Así fue cómo el 2011 se produjo un punto de inflexión en nuestro desarrollo económico y social. Disminuimos el ritmo de inversión, paramos la reducción de la pobreza y de la desigualdad, el crecimiento de la clase media, e imbuimos a la administración pública de una explícita animadversión contra la inversión privada. (Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo).

El siguiente gráfico muestra la caída del crecimiento hacia un plató algo menor de 4%. Un ritmo de crecimiento insuficiente para la reducción de la pobreza y la absorción de la demanda de empleo.

Como consecuencia de la caída del crecimiento, podemos ver como, después de tres lustros, vuelve a crecer la pobreza en el 2017.

Todo esto es consecuencia directa de la menor inversión, tanto la pública como la privada. El siguiente gráfico muestra como ha caído la inversión desde el año 2013. Pasamos de invertir hasta US$ 55,000 millones anuales a US$ 45,000 millones el 2017 y un estimado de US$ 48,000 millones el 2018. Pero si tomamos como base el porcentaje de inversión sobre el PBI del 2013 de 26.9%, y lo proyectamos al 2018 tenemos una brecha de menor inversión, con respecto al 2013, de US$ 12,000 millones anuales. US$ 10,000 millones menos de inversión privada y US$ 2,000 menos de inversión pública.

Peor que lo acontecido es que la perspectiva hacia adelante es más de lo mismo, un crecimiento mediocre y muy por debajo de lo que el Perú puede lograr. Veamos las estimaciones del BCRP.

En el siguiente gráfico podemos apreciar que el motor que nos dio un gran crecimiento hace algunos años, el sector minero, está prácticamente parado. La minería cayó un 1.3% el 2018, el Banco Central proyecta un crecimiento de 3.2% para el año actual y un crecimiento de 3.6% para el 2020, ambas tasas bajas que no reflejan nuestro enorme potencial minero. Todo ello producto exclusivamente de la debilidad del gobierno para impulsar la inversión minera. Por ejemplo, el presidente Vizcarra, para curarse en salud, ha declarado que el proyecto de Tía María no ha levantado aún sus observaciones, cuando en verdad, a fines del año pasado, todo estaba listo para que el gobierno le diera la autorización de inversión.  

Insistimos, esto se debe a la debilidad del gobierno. No se debe al nivel de cotizaciones de los metales, ni se debe a falta de proyectos. Todo lo contrario, el Perú es un destino privilegiado para las inversiones mineras. Inversiones que toman tiempo en concretarse y que, al perderlas, nos pasarán la factura, en forma de estancamiento, más adelante.

Ese estancamiento debe ser contrastado con nuestro potencial de crecimiento, que más allá de los cálculos económicos, apreciando nuestro potencial de crecimiento productivo, es seguramente del orden de 6 a 7% anual.

Hoy estas cifras pueden sonar altas, lo que pasa es que ya nos estamos olvidando que lo podemos hacer muy bien. Como lo hicimos hasta el 2011.

No faltan por supuesto, los que en aras de focalizar nuestro atraso institucional, siguen desconociendo los beneficios de crecer alto y sostenidamente. Atraso real y muy pernicioso, por cierto, pero no hay que olvidar que la mejor plataforma para hacer reformas es la abundancia y no la escasez.

El Perú, su gente y sus recursos son bastos como para sustentar, en paralelo a los temas institucionales, un mejor futuro económico y social. No podemos seguir perdiendo tantas oportunidades para consolidar el bienestar general. Lampadia




La revolución de la IA en el trabajo

La revolución de la IA en el trabajo

Una reciente encuesta global de BCG GAMMA e Ipsos, compartida por IPSOS Perú (de donde iremos recogiendo otros temas de interés), encuentra un optimismo general sobre el tema de la Inteligencia Artificial en el lugar de trabajo, pero también importantes preocupaciones sobre la privacidad, la seguridad laboral y la igualdad económica. 

Más de uno de cada cinco adultos trabaja para empresas que están desplegando inteligencia artificial (IA), y aunque estos empleados generalmente ven la IA como algo positivo, también tienen preocupaciones sobre sus posibles efectos sobre su privacidad, seguridad laboral e igualdad económica. De hecho, los usuarios de IA son a la vez más optimistas sobre los beneficios de IA y más cautelosos de sus riesgos que los no usuarios. Esos son los hallazgos centrales de una encuesta a más de 7,000 personas realizada en Canadá, China, Francia, Alemania, España, el Reino Unido y EEUU por BCG GAMMA e Ipsos, una firma de investigación de mercado.

La adopción de IA varía ampliamente entre los países. En China, el 31% de los encuestados dice que trabaja en organizaciones que ya usan IA, seguido de América del Norte (26% en Canadá, 24% en EEUU) y luego Europa (20% en el Reino Unido, 18% en España, 16 % en Francia y 15% en Alemania).

La adopción también varía según el sector, pero en menor medida. Una cuarta parte de los trabajadores en manufactura dicen que la IA se implementa en sus empresas, en comparación con el 20% en la construcción, el 19% en el retail y el 18% en servicios. La tasa promedio en todas las organizaciones del sector privado es del 20%, mientras que el 25% de los encuestados del sector público dice que las herramientas y aplicaciones habilitadas para la inteligencia artificial ya están en su lugar de trabajo.

La gran mayoría de los empleados, especialmente aquellos que ya tienen acceso a la IA, esperan que tenga consecuencias positivas para su organización y para ellos mismos. En los lugares de trabajo que usan herramientas impulsadas por inteligencia artificial, más de dos tercios de los empleados encuestados dicen que las herramientas ya han tenido un impacto positivo en su eficiencia (75% citan mejoras en su efectividad, 75% en sus resultados y 74% en cómo su trabajo está estructurado). También señalan que la IA ha tenido un impacto positivo en el atractivo de su trabajo (70%), en su nivel de bienestar en el trabajo (69%) y en los cursos de capacitación puestos a su disposición (67%). Una gran mayoría de los encuestados, independientemente de su sexo, edad u ocupación, mencionan estos efectos positivos.

Los trabajadores que ya han experimentado los beneficios de las herramientas de IA son aún más entusiastas que otros con respecto al posible impacto de la IA en los próximos cinco años. Más de ocho de cada diez piensan que afectará positivamente a su organización (el 84% dice que tendrá un impacto positivo en el crecimiento del negocio de su organización y el 81% dice que mejorará la estructura del trabajo). Más de tres de cada cuatro también esperan beneficios positivos para sí mismos (77% con respecto a su nivel de bienestar en el trabajo y 76% con respecto a su desarrollo profesional).

Sin embargo, a pesar de las generalmente positivas opiniones sobre el impacto y las perspectivas de IA, las personas tienen serias preocupaciones que las empresas deben abordar. Los temores y preocupaciones no desaparecen simplemente cuando las personas se familiarizan con las herramientas habilitadas para IA; de hecho, más de tres de cada cuatro personas temen que el uso de la IA en el trabajo pueda dar como resultado un mayor control de supervisión y vigilancia en su lugar de trabajo (82% de las personas en las organizaciones que ya usan IA lo creen). Esta preocupación es especialmente alta en China (84%).

Más de las dos terceras partes de los trabajadores encuestados temen que la IA eventualmente genere pérdidas de empleos debido a una carga de trabajo reducida (el porcentaje de empleados que ya usan IA es del 76%). Muchos (65% en general y 71% en lugares que ya usan IA) también temen que AI deshumanice el trabajo, lo que reduce la cohesión social y prevén problemas éticos relacionados con la IA con respecto a la protección de datos personales (64% en general y el 71% donde la IA ya está en funcionamiento).

Hasta este momento, las organizaciones que implementan las herramientas de IA no han discutido estas preocupaciones en profundidad, lo cual es una razón más para que lo hagan ahora. Solo el 40% de los empleados entrevistados dicen que sus gerentes han discutido con ellos el desarrollo de la IA de la organización y su transformación digital (solo el 32% donde todavía no hay aplicaciones de IA disponibles).

Una gran mayoría (79%) de los empleados en los lugares de trabajo donde AI ya está familiarizada esperan que sus gerentes hagan declaraciones y decidan al respecto. Otros tienen expectativas más bajas, en gran parte porque desconocen cuán importante se ha convertido la inteligencia artificial en un problema estratégico en la mayoría de las organizaciones.

Esto explica por qué menos de una persona de cada tres cree que el desarrollo de la inteligencia artificial revolucionará su lugar de trabajo, y por qué el 42% piensa que tendrá un impacto solo en ciertas compañías y ciertos sectores empresariales, en lugar de afectar a toda la economía.

Sylvain Duranton, líder global de BCG GAMMA, advierte contra la adopción de una actitud complaciente ante la IA: “Subestimar el tamaño del fenómeno de la inteligencia artificial y no estar preparado para la transformación digital podría dejar a las organizaciones en gran riesgo. Los individuos y los gerentes deben prepararse para la revolución de la IA, que ya está aquí, y aprovecharla al máximo para sobrevivir y crecer. De lo contrario, corren el riesgo de ser aplastados por el poder de la ola”, dice.

Históricamente hemos sufrido miedos sobre los avances tecnológicos. Un ejemplo es el invento del automóvil, que permitió limpiar las ciudades de la contaminación producida por los desechos de los caballos. Mientras que este invento eliminó muchos tipos de empleos, trajo muchos beneficios y facilitó el transporte con eficiencia, confort y a mayor distancia. Además, creó cuantiosos nuevos trabajos en manufactura, estableciendo además el paradigma de la producción en serie. Así como la de Henry Ford, muchas innovaciones visionarias son disruptivas y crean discontinuidades inimaginables, como se explica en su dicho: “Si le hubiera preguntado a la gente qué querían, me habrían dicho que un caballo más rápido”. Ver en Lampadia: Seis megatendencias de gran impacto.

Sin embargo, todavía hay muchos (políticos, líderes y académicos) reacios a los cambios tecnológicos y a las inversiones que lo hacen posible. Se escudan en el temor a lo desconocido y en sus efectos disruptivos de corto plazo, que es el horizonte paradigmático en el que están atrapados.

La verdad es que la tecnología es el futuro. La IA eliminará algunas formas de trabajo, sin embargo, la IA también creará demanda de otros tipos de trabajo digital. Lo principal en el mundo global moderno es la capacidad de innovar. Es necesario fomentar este proceso creativo de sinergia de ideas y tecnología. Aprovechar al máximo las oportunidades que ofrece la tecnología es difícil y requiere de muchos cambios. La tecnología está creciendo de manera exponencial, pero el potencial sólo puede realizarse si los gobiernos capacitan a sus ciudadanos y los dotan de habilidades y recursos apropiados. El mundo debe utilizar la tecnología para lograr resolver retos cada vez más grandes. Lampadia




No nos olvidemos de lo que somos capaces de lograr

Hace tan solo cinco años, publicamos en Lampadia nuestro ensayo sobre ‘Las Cifras de la Prosperidad’, en el que destacamos los logros económicos y sociales del Perú durante los 20 años previos.

Perú: Camino al bienestar General
LAS CIFRAS DE LA PROSPERIDAD

Con un año de vida institucional, en Lampadia queremos reunir en un solo documento las cifras más significativas del asombroso progreso logrado por el Perú en los últimos 20 años. Los opositores políticos e ideológicos de nuestro modelo económico suelen atacarlo mediante “fotos” que muestran la realidad del país desde la perspectiva del vaso medio vacío. Al mostrar solo lo que está por hacerse, pretenden desprestigiar nuestro proceso de desarrollo, quebrando así, el gran potencial de alcanzar el bienestar general que tenemos todos los peruanos. La historia y el desarrollo de un país, solo se puede apreciar y medir cabalmente, contemplando su evolución, su eventual proceso de avances y retrocesos, a través de las variables más representativas de su vida económica y social. Hay, pues, que ver las “películas” y situarse en la perspectiva del vaso medio lleno. Solo así se pueden establecer relaciones causa-efecto que permitan profundizar lo bueno, corregir lo malo y complementar la acción social. En cambio, desde el vaso medio vacío, todo está abierto y nunca se sabrá a dónde se va y, evidentemente, nunca se llegará.

En el ensayo destacamos el crecimiento de la economía; la reducción de la pobreza, la desigualdad y la mortalidad infantil; el incremento de ingresos y empleo fuera de Lima; la mejora de ingresos en el sector rural; el incremento de la productividad; y las perspectivas de bienestar general.

En estos días, después del resultado del punto de inflexión de nuestro camino a la prosperidad, el 2011 con Ollanta Humala; y después de la profundización de la regresión económica y social con PPK; nuestros indicadores de reducción de la pobreza se han malogrado y entre otros muchos indicadores, casi-casi, hemos perdido la fe en nuestra capacidad de superación, de creación de riqueza y confianza en el futuro.

A tres años de nuestro bicentenario, este 28 de julio, queremos recordarles a los peruanos que cuando queremos, somos grandes, que no debemos dejarnos amilanarnos, y menos aún, dejarnos llevar a la reversión de las bases que permitieron nuestra recuperación.

El Perú fue capaz de alejarse de la condición de ‘Estado Fallido’ (1990), y tornarse una ‘Estrella Internacional’ (2011), reduciendo la pobreza de cerca del 60% a menos de 22% en pocos años.

Veamos los principales avances de la prosperidad del país:

El Perú es grande, no nos dejemos engañar. Lampadia