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El Perú tiene que abordar la COP20 con sus cinco sentidos bien puestos

El Perú tiene que abordar la COP20 con sus cinco sentidos bien puestos

Este diciembre, 195 países, más la Unión Europea, se están reuniendo en Lima durante dos semanas para la ‘Conferencia de las Partes’ de la ONU sobre el Cambio Climático, conocidos como la COP 20. La esperanza es producir el primer borrador completo de un nuevo acuerdo climático global para la reunión de próximo año en París.

Sin embargo, esto es como escribir un libro con 195 autores. Después de cinco años de negociaciones, hasta ahora sólo hay un esquema del acuerdo y un par de secciones en borrador.

Y es que es un acuerdo muy polémico, en términos de la cantidad de emisiones que cada país debe reducir y para cuándo. Está claro que las emisiones globales de CO2 deben empezar a disminuir antes de 2020 ya que, de lo contrario, un eventual aumento de la temperatura del planeta en 2C° sería muy peligroso. Sin embargo, esto ha llevado a crear una presión a todos los países a reducir sus emisiones en la misma proporción.

En el caso del Perú, en la COP 16 nos comprometimos a reducir las emisiones hacia el 2021, incluyendo deforestación cero, diversificación de la matriz energética (para alcanzar el 40% de participación de energías renovables) y llegar al 100% del tratamiento adecuado de residuos sólidos.

Estos objetivos, asumidos sin mayor análisis no se han cumplido, en parte por lenidad, pero en gracias a Dios no se realizaron porque nunca debimos habernos comprometido a efectivizarlos.  Hacia el 2050 Alemania disminuirá su población en edad de trabajar en un 30%, Japón en un 40%, Corea del Sur en 30% y China en 7%, mientras que el Perú la aumentará en casi 40%, según la publicación de la HSBC “The World in 2050”. No solo eso, el Perú es un país emergente con un déficit de desarrollo inmenso. Por lo tanto, sería sensato que nuestro país no reduzca sus emisiones y no debe comprometerse a hacerlo hasta que hayamos alcanzado un umbral de desarrollo e ingresos que permita que nuestra población goce de los mismos niveles de confort y bienestar que el mundo desarrollado. ¡¿Anatema?! – ¡NO!

No se trata de darle las espaldas al esfuerzo conjunto de evitar el calentamiento global. Hay que adoptar procesos productivos y sociales (saneamiento) limpios, hay que promover fuentes renovables de energía (hidráulica, eólica y solar), pero no se puede condenar a nuestra población a que viva en condiciones infrahumanas.

El problema de la COP20 radica en la formulación de los objetivos. Estos tienen que fijarse en función del nivel de emisiones actuales, con su correlato en el nivel de desarrollo, la evolución del perfil poblacional y en la capacidad de compensar las emisiones que pueda tener cada país.

En el caso del Perú, nuestros objetivos tienen que basarse en el binomio: “Emisión-Compensación”.

Si nos podemos comprometer a que nuestras mayores emisiones sean compensadas en  paralelo. Un factor de emisión con un factor de compensación. O, inclusive: Un factor de emisión con 1.5 o 2.0 factores de compensación.

Solo reforestando y sembrando bosques primarios de alto metabolismo, en la sierra y en la selva, y cuidando nuestro mar (sin verter desechos que destruyan las algas y el plancton),  podemos compensar  gran parte, sino todas nuestras emisiones. Pero, además, esto nos permitiría disminuir la pobreza y generar empleo adecuado, así como producir más agua dulce.

Otro aspecto que ha sido difundido con ferocidad en esta cumbre es el de la supuesta altísima vulnerabilidad del Perú, “uno de los diez países más vulnerables al cambio climático”, “especialmente por una supuesta futura escasez de agua”.

Estas afirmaciones deben ser tomadas con mucho cuidado. La fuente de estas aseveraciones es un estudio hecho por el Centro Tyndall de Investigación de Cambio Climático de Inglaterra, “Nuevos indicadores de vulnerabilidad y la capacidad de adaptación” (New indicators of vulnerability and adaptive capacity), del año 2004.

Dicho estudio fue realizado hace 10 años y no ha sido validado, solo ha sido difundido por el látigo de la autoflagelación que promueven algunos medios y los enemigos del crecimiento del Perú. Un desarrollo que es urgente, especialmente para los más pobres. El Perú, y el mundo, han cambiado considerable en una década. Las capacidades tecnológicas son tremendamente distintas (y las que se vienen, aún más), por tanto no se pueden considerar hoy los resultados del trabajo del Centro Tyndall como una verdad revelada.

Como señala The Economist en su edición de noviembre, hoy día se generan muchos índices comparativos que no tienen ningún valor, pues no son verificados por técnicos imparciales y no son, necesariamente, representativos de las diversas realidades de muchos países, entre ellas la del Perú. “A los gobiernos, think-tanks y activistas les encanta la sencillez y la claridad de un índice; cuando está bien hecho, puede iluminar fallas, sugerir soluciones y provocar una tomar de decisiones. (…) Algunos índices son inútiles o francamente engañosos.” dice The Economist. “Hay que recordarque se puede elegir qué poner en un índice, por lo tanto uno define el problema y dicta la solución. Medidas de democracia que se basan en la participación ignoran la capacidad de los autócratas de votar. Los índices de condición de la mujer basados en los niveles de educación olvidan que, en Arabia Saudita, las mujeres superan a los hombres en las universidades, ya que es una de las pocas actividades que se les permite hacer. La crítica siempre se puede descartar como uvas agrias y defensa especial. Los números, después de todo, están de su lado. Uno se asegura de eso.”

Por lo tanto, sería importante validar “estudios” en los que se basan políticas y acuerdos tan importantes como los del clima. El Perú debe que invertir lo mejor que tiene, en recursos humanos, técnicos y financieros para evaluar cuidadosamente su realidad. Analizarla en profundidad y contrastarla con el conjunto de objetivos que debemos priorizar para lograr el mayor bienestar posible, para la mayor cantidad de ciudadanos, en el menor plazo posible y con los menores costos.

Mientras tanto luchemos contra los jinetes del apocalipsis invocando al coro de ángeles que traen las buenas nuevas (ver en (L), por ejemplo la conferencia de Diamandis: La abundancia es nuestro futuro. Lampadia.