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Economista predice crecimiento de EEUU

Economista predice crecimiento de EEUU

Una de las constantes críticas hechas a los economistas modernos – mayormente extendida después de la crisis financiera del 2008 – es su débil capacidad para atinar con sus predicciones el desempeño futuro de una serie de variables macroeconómicas de los países tales como el crecimiento del producto, el déficit fiscal, el tipo de cambio, el crecimiento de las exportaciones, por destacar algunas de las más importantes.

La importancia de conocer los posibles escenarios del porvenir de dichos índices recae en que permite – tanto a los hacedores de política monetaria y fiscal, como a empresarios de todo sector y tamaño – una toma de decisiones ilustrada y acorde al entorno económico y financiero que enfrentarán los agentes en el corto-mediano plazo.

Robert Barro – profesor de economía de la Universidad de Harvard y reconocido académico por sus aportes a la teoría macroeconómica de la política fiscal – estaría próximo a rebatir tales críticas con unas de sus más recientes proyecciones de crecimiento para la economía de EEUU.

En uno de sus artículos – publicado en la revista Project Syndicate el pasado 29 de abril (ver artículo líneas abajo) – resume los principales hallazgos de un estudio hecho en coautoría de Jason Furman, respecto a los impactos de la reforma tributaria emprendida por Trump en el 2017 – basada en una notable reducción de impuestos a la ganancias y a la renta sobre ingresos individuales – en variables como la inversión en capital, el empleo, los salarios reales y el producto, así como sus respectivas proyecciones de crecimiento para el período 2018-2019.

Al respecto señala, “nuestro efecto incremental estimado de la ley tributaria de 2017 implicó un pronóstico de crecimiento del PBI real de 3.1% por año para 2018-19”. Curiosamente, según cifras oficiales de EEUU, no solo la cifra de crecimiento del 2018 es cercana (3.0%) a la estimada por Barro y Furman, sino que la del primer trimestre  de este año también lo es (3.2%). En un contexto en que el crecimiento promedio de los últimos años previos a la reforma, fue de apenas 2.1%, el reconocido economista concluye que este conjunto de medidas tributarias fueron las principales contribuyentes de las altas tasas de crecimiento experimentadas por la economía de EEUU, que, complementadas a las bajas cifras de desempleo – situadas en mínimos históricos desde 1969 – dejan entrever el pleno empleo en el que se encuentran los factores de producción.

¿Qué aprendizajes nos dejan estos hallazgos?

Creemos que estos resultados nos deben llevar a la reflexión. Si bien no se podría decir que EEUU es un país con poca libertad económica – se ubica en el puesto 12 de 186 países según el Índice de Libertad Económica 2019 de la Fundación Heritage – este aumento en la actividad ante la mencionada reducción de impuestos induce a pensar que aún está lejos de una tasa impositiva óptima – sobretodo la relacionada a la de las ganancias corporativas por su efecto en el largo plazo – tal que la economía pudiese operar libremente y en mejores condiciones. En esta línea, ejercicios empíricos similares podrían ser replicados en el Perú, a la luz de las reducciones impositivas hechas en los últimos años.

Y con respecto a Robert Barro, tal vez haya sido un golpe de suerte, como él mismo señala, el haberle atinado a las cifras de crecimiento, al ser las proyecciones altamente sensibles a shocks inesperados; pero ello de ninguna manera desprestigia el trabajo riguroso y técnico que, junto a Furman, siguió para obtener los resultados de sus estimaciones. Lampadia

Mi Mejor Pronóstico de Crecimiento

Robert J. Barro
Project Syndicate
29 de abril, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

La tasa de crecimiento del PBI real de EEUU de 3.2% para el primer trimestre de este año es impresionante, al igual que el crecimiento promedio de 3% en 2018 (medido desde el cuarto trimestre de 2017 hasta el cuarto trimestre de 2018). Desde el final de la Gran Recesión – de 2011 a 2017 – la economía de los EEUU creció solo un 2.1% por año, en promedio. ¿Qué explica la reciente aceleración?

La reforma tributaria de 2017, que entró en vigencia en 2018, fue vista prospectivamente, y ahora retrospectivamente, como una contribuyente al crecimiento. Pero hubo – y sigue habiendo – una gran controversia sobre el tamaño de los efectos macroeconómicos de los cambios fiscales.

En enero de 2018, con el espíritu de resolver parte de la controversia, Brookings Institution reclutó a Jason Furman (presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Barack Obama) y a mí para que escribiéramos un documento conjunto centrado en los posibles efectos de crecimiento de los cambios fiscales. Sin duda, Brookings pensó que combinar un punto de vista liberal (de Furman) con el mío (que yo veo como pro-mercado) evitaría sesgos políticos y, por lo tanto, generaría estimaciones más cercanas a la “verdad”. Dejé a otros observadores evaluar si esto es así. El audaz intento de consenso tuvo éxito.

Gran parte de nuestro análisis enfatizó los cambios impositivos para las empresas, incluida una reducción en la tasa impositiva federal sobre las ganancias corporativas del 35% al 21% (para las corporaciones C, que incluyen las empresas más grandes) y una reducción menor en la tasa impositiva para las empresas de transferencia (sociedades, corporaciones S, y empresas individuales). Todas las empresas se beneficiaron de un cambio a gastos totales para equipos, aunque este cambio no se aplicó a las estructuras. Nuestra investigación predijo un aumento sustancial a largo plazo en la acumulación de capital, lo que generaría ganancias considerables en la productividad laboral y los salarios reales. Se pronostica que el crecimiento del PBI real será mayor en diez años en un promedio de alrededor del 0.2% por año. Por lo tanto, el efecto de crecimiento previsto fue moderado pero duradero.

El otro cambio importante en el paquete de impuestos de 2017 fue una reducción casi total en las tasas marginales de impuesto a la renta sobre los ingresos individuales. En promedio, la disminución de la tasa impositiva marginal fue de alrededor de 2.3 puntos porcentuales (ajustado a la baja de 3.2 puntos teniendo en cuenta la reducción de la deducción fiscal de los impuestos estatales sobre la renta). En comparación, el recorte promedio en las tasas impositivas marginales fue de 4.5 puntos porcentuales bajo la legislación de 1986 del presidente Ronald Reagan; 3.6 puntos bajo los recortes de impuestos del presidente John Kennedy y del presidente Lyndon B. Johnson, aprobados en 1964; y 2.1 puntos bajo la reforma de 2003 del presidente George W. Bush. Furman y yo estimamos, a partir de investigaciones anteriores, que la reducción del presidente Donald Trump impulsaría el crecimiento del PBI en un sustancial 0.9% anual para 2018-19, pero no contribuiría al crecimiento después de eso. Por lo tanto, el efecto de crecimiento previsto fue mayor que el de los recortes de impuestos para las empresas en el corto plazo, pero más pequeño a largo plazo.

Cuando calculamos el impulso general al crecimiento del PBI a corto plazo, obtuvimos una estimación del 1.1% anual para 2018-2019. Cuando se agregó a un pronóstico de crecimiento de referencia del 2% (que refleja las opiniones de consenso contemporáneas y la historia reciente), nuestro efecto incremental estimado de la ley tributaria de 2017 implicó un pronóstico de crecimiento del PBI real de 3.1% por año para 2018-19. Francamente, aunque sin duda hay un gran elemento de suerte aquí, esta es la mejor previsión de crecimiento que puedo recordar. Además, nuestra previsión a principios de 2018 de los efectos incrementales de la ley de 2017 contrasta con las predicciones de recesión de muchos economistas.

Además, tengo una apuesta con un famoso colega de Harvard que prometió comerse su proverbial sombrero si el crecimiento del 3% del PBI persiste durante un período más largo. Recuerdo que la apuesta especificó el período como los dos años completos – 2018 y 2019 – pero ahora lo recuerda como los tres años desde 2018 hasta 2020. Creo que debo tener razón, porque nunca pronostiqué un alto crecimiento económico para 2020.

Por supuesto, siempre es posible encontrar razones por las que el pronóstico de uno resultó mal. Un argumento popular de este tipo en la actualidad es que la Reserva Federal ha resultado ser mucho más expansiva de lo que uno hubiera predicho. De manera similar, las expectativas de que una guerra comercial con China y que otros países frenen el crecimiento económico – una de mis preocupaciones en particular el otoño pasado – han mejorado (aunque sigo preocupado por este aspecto).

Básicamente, una predicción como la del crecimiento del PBI del 3.1% que Furman y yo avanzamos a principios de 2018 se debe ver como un pronóstico no contingente que siempre puede estar condicionado (o explicado) por una serie de eventos no anticipados. Y, de manera más general, siempre hay mucha incertidumbre en las tasas de crecimiento del PBI anual, por lo que la precisión de nuestro pronóstico debe considerarse como un reflejo de buena suerte.

Me parece evidente que un crecimiento económico más rápido es mejor que un crecimiento económico más lento. Detrás de este sentimiento está el hecho de que millones de personas se benefician de tasas de crecimiento más altas, que suelen ir acompañadas de salarios más altos y menos desempleo, que ayudan especialmente a los más desfavorecidos. Sin embargo, hoy en día, la antipatía hacia la administración de Trump es tan intensa que muchas personas, incluidos algunos de mis colegas economistas, están alentando el menor crecimiento económico solo para negarle a Trump una victoria política.

Entiendo este punto de vista, pero sigo pensando que los beneficios directos de una mejor economía superan este tipo de cálculo político. Más concretamente, los beneficiarios, que incluyen a la mayoría de las personas y la mayoría de los votantes, deben favorecer un crecimiento más rápido que lento. Lampadia

Robert J. Barro es profesor de economía en Harvard y profesor visitante en el American Enterprise Institute. Es el coautor (con Rachel M. McCleary) de The Wealth of Religions, de Princeton University Press.




La Economía: La ciencia marginada del Perú

¿Cómo está percibida la profesión de economista en la sociedad peruana? ¿Es de aquellas carreras tradicionales- como medicina, derecho o ingeniería- que otrora otorgaran no solo un alto sustento económico sino también un reconocido status y/o prominencia social? ¿Hay suficiente mercado para la aplicación tanto de las herramientas teóricas como empíricas de la ciencia económica?

Todas estas preguntas fueron abordadas recientemente en un interesante artículo escrito por el investigador y catedrático del Departamento de Economía de la Universidad de Piura, Gabriel Natividad, publicado en el blog latinoamericano de economía y política, Foro Económico (ver artículo líneas abajo). La idea central del mencionado artículo es relevar el hecho que, en la actualidad, los economistas, en particular, los académicos e investigadores aplicados, se encuentran frente a un país que les ha dado la espalda para una plena aplicación de su ciencia.

Por ejemplo, los fondos públicos destinados a promover la investigación en las distintas áreas de la ciencia y la tecnología no consideran a la economía como una ciencia lo suficientemente útil como para ser benefactora de los programas de apoyo gubernamental que otorgan. Por ende, no es de sorprender la poca producción de papers o artículos académicos asociados a la economía en nuestro país comparada a de la de nuestros pares regionales. Veamos.

Por otra parte, muchos CEO y altos funcionarios públicos consideran a la profesión un tanto trivial, más asociada a la erudición, y con poca praxis en sus ámbitos de trabajo. Esto ha colaborado a que muchos de los que alguna vez fueran los fervientes defensores de su aplicación para la resolución de problemas de índole nacional, provenientes ya sea de universidades de prestigio y/o prominentes centros de estudio, terminen por recurrir a las tan criticadas consultorías, que, en la mayoría de las veces, terminan empolvándose junto a innumerables montículos de papeles en algún rincón de una oficina de una entidad pública o privada. Como es de esperarse, esta “fuga” de capital humano también ha incidido de alguna manera en una baja calidad de las publicaciones en economía, medidas por ejemplo, por un bajo número de citaciones por artículo publicado de nuestros think tanks a nivel mundial – salvo honrosas excepciones – con respecto a otras instituciones de similar índole en nuestra región. Veamos:

Este conjunto de factores que subsisten en parte por frustración de estos profesionales pero también por una completa ignorancia por parte de la sociedad peruana acerca de la utilidad de la teoría y del método provisto por la ciencia económica para generar desarrollo en los países, genera que los salarios de tales ocupaciones, como son las de investigador y catedrático, no sean competitivos. Ello, finalmente, obliga a que muchos egresados de la profesión se dediquen a labores para las cuales no fueron formados, ya sea en el sector privado o el sector público, cuando, como bien señala el profesor Natividad, en otros países más avanzados como EEUU y Chile, la tendencia es a acaparar más este tipo de habilidades provistas por la economía en varios ámbitos de la actividad privada, lo cual incluye los denominados think tanks liberales. La experiencia a la luz de nuestro país y  de dichos países más avanzados muestra que sin un buen diagnóstico económico, sin un buen engarzamiento de la economía con la política y el estado de derecho, sin un acuerdo general de fuerzas con un rumbo económico claro, el resultado es un desarrollo desordenado. Es pues la falta de producción científica en economía, engarzada a frontales lineamientos políticos, una de las causantes de este desarrollo desordenado que caracteriza a nuestro país. Síntomas de dicho fenómeno es que pese a los avances en el ámbito macroeconómico, aún se observa una situación de fragilidad institucional, una enorme informalidad y una falta de gobernanza a nivel nacional.

Propongámonos pues cambiar el chip a los empresarios y a los políticos para que este engarzamiento entre la economía y la política se dé. En Lampadia, lo hacemos brindando evidencia provista por la economía y la estadística, no solo para concientizar a nuestra clase dirigente y a los jóvenes de que construir una sociedad más libre nos llevará al desarrollo, sino también para convencer a la sociedad peruana de que ambas herramientas metodológicas son sumamente útiles para demostrar la idoneidad de una política pública.

Pero hacen falta más iniciativas. No podemos seguir permitiendo que nuestro capital humano más capacitado en la ciencia económica no termine dedicándose a labores que, por falta de incentivos salariales, contribuyen fervientemente con el desarrollo de nuestro país. Lampadia

Economía en el Perú: ¿la ciencia deprimente?

Gabriel Natividad
Blog Foro Económico
15 de marzo, 2019
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losado por Lampadia

Es fácil toparse con críticos de la ciencia económica y de la profesión del economista hoy en día. Se dice, por ejemplo, que los gurús económicos han profetizado diez de las últimas cinco recesiones. Se cuenta también en broma sobre un líder soviético durante la guerra fría que se sentía orgulloso al ver desfilar en la parada militar, luego de los misiles, tanques y otras armas devastadoras, a un grupo de hombres desgarbados ensimismados en sus propios pensamientos: “Son economistas” – decía el líder– “y cuán grande es el daño pueden hacer”. En inglés, se llama a la Economía the dismal science, la ciencia deprimente.

Peligro real y presente

No es broma: la desconfianza en la Economía como ciencia es real y presente. Por ejemplo, en un frente local como el peruano, el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONCYTEC) no considera a la Economía ni a sus ramas afines (e.g., Finanzas) como áreas válidas del saber para los (limitados) programas estatales de apoyo a la investigación científica. Que los economistas se las arreglen solos, piensan quizás las autoridades peruanas. Y así, los casi doscientos cincuenta años de desarrollo sistemático de conocimientos acerca de las preferencias y dotaciones iniciales que llevan al intercambio de bienes y servicios en la sociedad se descartan como insuficientes, incluso inútiles. En estos lares, se considera a la ciencia económica casi como una ocupación superficial.

Incluso en el ámbito académico peruano, muchos no creen tanto en la ciencia económica como parece que deberían. Por un lado, los estudiantes universitarios de Economía llevan cursos y se ilusionan momentáneamente con los modelos y la evidencia empírica. Pero en sus últimos semestres, algunos dejan ese aprendizaje de lado para “aprender desde cero”, dicen, la realidad de los mercados en el sector privado o en oficinas estatales. Además, varios de los alumnos académicamente más talentosos no cifran sus esperanzas en el poder de la ciencia económica para cambiar el mundo, y no aspiran a estudios de doctorado, evitando la carrera académica, que además paga poco y no brinda prominencia social en el Perú. Por otro lado, varios de los grandes maestros de Economía en el medio local, luego de estudios en programas doctorales en el extranjero – a veces sin terminar la tesis –  prefieren volcar su aprendizaje científico en la consultoría o en elaborar proyectos para entidades internacionales, sin profundizar sistemáticamente en la naturaleza y causas de situación económica peruana y en cómo contribuir a mejorarla.

Si sus adeptos no creen mucho en ella, basta solo imaginar la actitud de los antagonistas de la ciencia económica.

Las críticas de ese lado son de método y sustancia. En cuanto al método, un número significativo de académicos posmodernistas en áreas como la antropología, la filosofía, la literatura y las nuevas ramas de interés como los estudios de género tienen como premisa la ausencia de una verdad objetiva y la invalidez de una lógica analítica que conduzca de un enunciado a otro. Su ocupación central es la interpretación como base de la ciencia, lo cual es peligroso, ya que la interpretación aguanta todo si no viene respaldada por una derivación formal o por evidencia creíble. Si no hay realidad, no puede haber interpretación. En cuanto a la sustancia, estos pensadores antagónicos ven a la Economía como un instrumento más de opresión que divide a la sociedad y beneficia a unos pocos a costa de todo el resto, señalándola como cómplice de la perpetuación de una explotación heredada de antaño.

Síntomas generalizados

Esas críticas no son nuevas. Es más, en un abuso reduccionista, la situación actual respecto a la ciencia económica se podría explicar económicamente. Podríamos ver, en la pugna de las ciencias, un equilibrio en el que algunas fuerzas llevan a un segmento de la sociedad a defender la existencia de una ciencia que estudie las relaciones materiales con miras al bienestar y riqueza, y otras fuerzas llevan a cuestionar el valor de esa ciencia y a atacarla o marginalizarla, según se equilibren los incentivos y preferencias de distintos artífices.

¿Pero es acaso esta valoración cuestionada de la Economía una disquisición meramente académica? ¿O tiene consecuencias concretas y determinantes para la sociedad?

Aventuro una respuesta: basta mirar las calles de la gran Lima para notar los grandes atrasos materiales patentes en nuestra sociedad. Sí, hay autopistas, hay movimiento, y autos nuevos, y carteles luminosos por todos lados. Pero si uno se fija con detenimiento, puede llegar a la conclusión general de que el peruano todavía no se ha tomado en serio su comportamiento económico. Los ejemplos sobran, pero basten algunos para darse una idea. Infraestructura limitada. Baja penetración financiera. Poco apalancamiento. Inversión subóptima. Alto riesgo moral y selección adversa. Poco valor de la palabra dada. Trabajo a medias, muchas veces indisciplinado. Desobediencia a las reglas básicas de convivencia, como en el tránsito vehicular. Tramitología. Inmediatez en el consumo. Poca cultura de ahorro. Deshonestidad en los reportes tributarios y financieros. Escasísima base tributaria. Excesivas trabas para los pocos que funcionan en la formalidad. Morosidad e incumplimiento en el pago de arbitrios y servicios básicos. Crimen económico y corrupción a toda escala. Lentitud en la provisión de bienes públicos. Entrampamiento.

Progreso real desde 1992

No todo es negativo: el Perú ha progresado enormemente desde 1992, y la Constitución Política de 1993 ha sido un mecanismo crucial para ese progreso. (El aniversario número 25 de su promulgación pasó desapercibido aquí, dada la orientación marcadamente adversa del Poder Ejecutivo actual). Pero también es verdad que el Perú se venía deteriorando enormemente desde octubre de 1968, por lo cual el contrafactual válido hoy es: ¿dónde debería estar económicamente el Perú? ¿Qué nos falta?

El Perú debería estar mucho más desarrollado económicamente de lo que está hoy, y en parte la culpa es de los economistas. Sin un buen diagnóstico económico, sin un buen engarzamiento de la economía con la política y el estado de derecho, sin un acuerdo general de fuerzas con un rumbo económico claro, el resultado es el desarrollo desordenado que nos envuelve hoy. El rezago de la profesión económica en el Perú contrasta fuertemente con países como Estados Unidos o incluso nuestro vecino del sur, Chile. Existe evidencia sobre cómo la profesión económica va expandiéndose a más ámbitos del accionar privado en sociedades desarrolladas. Poco de ello observamos en el Perú.

Aquí los empresarios e inversionistas de gran escala, amparados por una estabilidad jurídica de la inversión garantizada por el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), un marco jurídico habilitado en el Perú en 1993 que es visto como imposible de romper hoy en día, a pesar de la debilidad institucional y política del país, no necesitan complicarse mucho la vida en pensar qué hará el próximo Presidente o cuánto oscilará el péndulo político. Así, con los economistas por un lado y los empresarios por otro, nadie dedica suficientes energías y análisis al diagnóstico certero que hace falta antes de hacer propuestas útiles.

Salir del subdesarrollo: pensar y querer

En mi opinión, la gran responsabilidad olvidada de los economistas en décadas recientes ha sido la falta de fomento de una cultura microeconómica en la población peruana. Una cultura que sea útil para entender la realidad y que sirva como estímulo para sentar bases más sólidas de esfuerzo, disciplina y aspiración ordenada a un mayor crecimiento. En otras palabras, el engarce proverbial entre inteligencia y voluntad. Al final del día, la teoría económica es meramente una visión del mundo, y las fuerzas de oferta y demanda son una forma de organizar ideas. Pero la necesidad humana es real; el mundo material es real; las preferencias y dotaciones iniciales de todos los peruanos son reales. Y el talento de millones de peruanos es real, aunque frágil si no se cultiva y aprovecha sabiamente.

Contamos con los elementos suficientes para confrontar más seriamente la economía que nos rodea. Con prudencia y decisión, se podrá dar pasos firmes para un Perú más unido, con menos desigualdad y más bienestar para todos. No hacerlo sería deprimente. Lampadia