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El verdadero perfil del pueblo peruano

El verdadero perfil del pueblo peruano

Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas
Para Lampadia

Nos queda muy claro que el partido que ganó las elecciones tiene un objetivo central: convocar, a como de lugar, a una asamblea constituyente. Con ello pretenden hacerse del poder absoluto de inmediato y cambiar la actual Constitución para poder perpetuarse en el poder, a la imagen y semejanza de los demás países activos del foro de Sao Paulo.

Esto no es ninguna especulación, es lo que vienen predicando abiertamente y sin tapujos desde que iniciaron su campaña. Como esto no es legalmente posible, según la nueva constitución, tienen un plan para conseguirlo y lo basan en la premisa ¨eso es lo que quiere el pueblo¨ y que para eso los han elegido.

¿Pero a quien se refieren los ilustres líderes del gobierno actual cuando dicen ¨eso es lo que quiere el pueblo¨? ¿Quién es el pueblo?

¿Se referirán a un perfil de la mayoría de los peruanos o sólo a un grupo élite como se hacía en el imperio incaico o como se hace en los gobiernos totalitarios?

La respuesta políticamente correcta debería ser: ¨el pueblo¨ está definido por el perfil de la mayoría de los peruanos. Sin embargo, hay muchas razones para sospechar que este no será el caso.

También predican que el imperio incaico fue un gran ejemplo de virtudes y que fueron los conquistadores los que lo echaron a perder, maltratando, explotando y abusando del pueblo para robarse sus riquezas.

Basta revisar un poco la historia para enterarnos que eso es falso. El imperio incaico no fue la civilización ejemplar que nos pintan, al menos no lo era en el campo de la gobernanza.

Según la conocida historiadora María Rostworowski de Diez Canseco, el Tahuantinsuyu fue un imperio militarista, elitista, divisionista y semi esclavista. Ella apuntó que ¨La tan ponderada abundancia y justicia solo existía para la casta real; el resto, el pueblo llano y las etnias conquistadas, vivían en pésimas condiciones, sometidas a continuas guerras y a una explotación inhumana¨.

¨Por eso los cañaris, los chachapoyas, los huaylas, los huancas odiaban a los incas. El odio fue el elemento principal, el disolvente, que impidió que las diferentes culturas se cohesionaran en una sola nación. Y ese odio persiste hasta ahora¨.

Esto nos lo cuenta el escritor peruano Fernando Cueto Chavarría, ganador del premio COPE, en un artículo que publicó recientemente.

El imperio milenario y grandioso tuvo una caída estrepitosa e inmediato desmembramiento, con la llegada de los españoles. La conquista fue relativamente fácil debido al divisionismo y odio existente entre las etnias y culturas conquistadas a la fuerza por los incas, así como por la crisis política existente en ese momento, debido a la lucha por la sucesión del poder.

Así se dio paso al virreinato, que duro tres siglos bajo el dominio del reino español. En esos trescientos años se forjó una nueva identidad nacional. Se rescató algo del pasado incaico y se fusionó con las costumbres que trajeron los españoles, entre ellas la religión y el idioma castellano.

Además, las etnias indígenas se mezclaron con las españolas, generándose un gran mestizaje. Esto se dio primero entre los españoles y la elite incaica, pero luego se generalizó y multiplicó.

Esta nueva identidad de ¨todas las sangres¨ son los verdaderos peruanos originarios. Ellos se agruparon y comenzaron a conspirar y luchar por su independencia, hasta que la consiguieron. Así se fundó la República del Perú.

Hoy, doscientos años después, y gracias a los censos nacionales, a las encuestas y las estadísticas, es muy fácil determinar el perfil promedio de la población peruana (la mayoría). Este perfil es la representación mas fiel de lo que se puede llamar ¨el pueblo peruano¨, en vez del que convenientemente se refieren los políticos de turno, para justificar sus decisiones partidarias.

Aquí resumo las principales características que definen el perfil:

  • Según el último gran censo nacional, que se llevó a cabo en el 2017, el 60% de la población se considera así misma de raza mestiza y sólo el 30% como indígena (CN2017).
  • Otro dato importante es que la gran mayoría de peruanos viven actualmente en zonas urbanas y sólo el 20% viven en zonas rurales (CN2017).
  • En cuanto al idioma, el 82% de la población peruana tiene como primera lengua al castellano y sólo el 14% al quechua (CN2017). Esta es casi la misma proporción que los hispanos parlantes tienen en USA (13%).
  • La religión católica es profesada por el 60% de peruanos, 14% son protestantes / evangélicos y 25% no profesa ninguna (CIA World Factbook 2021).
  • En cuanto a los apellidos, la gran mayoría de peruanos tienen actualmente apellidos de origen español. Sólo tres de los treinta apellidos mas comunes en el Perú son de origen indígena, el resto son españoles (Heráldica Peruana DePeru.com).
  • En el frente político, es importante anotar que sólo una minoría se considera de izquierda o de derecha. La gran mayoría, mas del 70%, se considera de centro (Ipsos 2020). Esto quedó muy claro en la última elección, en dónde el partido ganador, que representaba a la izquierda radical, obtuvo solo el 10.7%.
  • En el frente social, la pobreza que era 20% antes de la pandemia, es hoy 30%. Sin embargo, la clase media (NSE C y D) supera el 50% (IPSOS y otras fuentes).
  • En cuanto a las necesidades que la población espera que el nuevo gobierno les resuelva, se destacan la salud pública y el combate a la pandemia (44%), la economía y el desempleo (41%), la educación (37%) y el orden público / justicia (25%) (Ipsos y otras fuentes).
  • Otro dato muy importante es que solo el 20% considera necesario el cambio de constitución (vía asamblea constituyente), mientras que un abrumador 77% cree que no es necesario el cambio o que sólo requiere de reformas aisladas (Datum y otras fuentes).
  • Por último, es importante anotar que la mayoría de los peruanos está de acuerdo con la economía de libre mercado y por lo tanto, en contra del estatismo. Están de acuerdo con las importaciones (69%), con el mantenimiento de los tratados de libre comercio (78%) y no quieren control de precios (67%) (Datum).

En resumen, se puede concluir que el perfil de la mayoría de la población peruana (o sea del pueblo peruano) es una mezcla variopinta de razas cuya gran mayoría es mestiza, su primera lengua es el castellano, es católico, tiene apellido de origen español, vive en zonas urbanas, es de clase media, se considera políticamente de centro y no es partidario del grupo político que ganó la última elección.

Además, la gran mayoría no quiere el cambio de constitución, prefiere la economía de libre mercado y espera que el nuevo gobierno les solucione prioritariamente los temas de salud, desempleo, educación y orden público / justicia.

¡Este es el verdadero perfil del pueblo peruano y no el que subrepticiamente se quiere utilizar para conseguir otros fines! Lampadia




Chile: las dos visiones

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Sostener que las impresionantes protestas chilenas demuestran el fracaso del modelo económico mal apodado “neoliberal”, solo llevará, si se actúa en consecuencia y se cambia el modelo, a problemas económicos y sociales mucho más graves que los que ahora enfrenta la sociedad chilena. De lo que se trata es de identificar con precisión qué está fallando, y resolverlo.

Evidentemente no es el modelo económico como tal lo que ha fallado.

  • Este fue una máquina potente de crecimiento y reducción de la pobreza, que ahora no pasa del 10%.
  • En los últimos 15 años un 30% de la población salió de la indigencia para engrosar la clase media.[1] Y, según cifras de la CEPAL[2], eso vino acompañado no de un aumento de la desigualdad como se ha querido falsear, sino de su reducción.
  • Y tampoco ha generado un sistema insolidario: por el contrario, ha producido el gasto social público más alto de América Latina como parte del PBI (16.1%).[3]   

¿Qué falló entonces? Aquí hay dos visiones. Una es la que sostienen los defensores de la economía de libre mercado como Axel Kaiser, el Instituto Libertad y Desarrollo y otros. Lo que dice en esencia es que el malestar social se debe a un estancamiento de los salarios como consecuencia de la ralentización de la economía ocasionada en parte por las reformas del gobierno de Bachelet, en un contexto –agregaría yo- de mayor endeudamiento y angustia de las familias de las clases medias emergentes.  

El portal Libre Mercado la resume así: “La libertad económica en Chile ha comenzado su descenso. El gasto público se expandió en 60%, desde 17% del PIB hace diez años a 27% del PIB en la actualidad. La tasa de impuestos a las empresas aumentó en otro 60%, de 17% a 27%. La reforma tributaria también eliminó de golpe el gran incentivo a la reinversión de las utilidades introducido por ex Ministro Hernán Büchi. Todo ello, junto a la expectativa de una mala reforma laboral, frenaron abruptamente la inversión y el crecimiento”.

Y agrega: “La erosión del modelo comenzó, entonces, cuando se cambió el foco moral de las políticas públicas y se priorizó disminuir la desigualdad en los ingresos, en perjuicio de reducir la pobreza. Está comprobado que intentar disminuir la desigualdad de rentas con altos impuestos y excesivas regulaciones estatales, destruye lo que Keynes llamaba los “animal spirits” de los emprendedores y deteriora la inversión, lo cual, inevitablemente, reduce el crecimiento y, por tanto, la posibilidad de derrotar la pobreza”.

El Instituto Libertad y Desarrollo[4], por su parte, señala lo siguiente: “El alza de $ 30 en el pasaje del Metro… fue un detonante, pero casi todos están de acuerdo en que no puede explicar la magnitud del descontento. De hecho, el alza no superó el 4% en hora punta y desde el inicio del Transantiago en el 2007, el salario mínimo ha subido más que el pasaje del Metro. Adicionalmente, aunque pocos lo saben, el Estado ya financia un 50% del costo que verdaderamente tiene el transporte público a través de un subsidio. Se mencionan también como causantes del malestar las alzas de las tarifas eléctricas y del agua, pero de nuevo, éstas no han experimentado reajustes mayores al del salario mínimo… Todo ello lleva a pensar que la generalizada sensación de agobio económico estaría relacionada con el hecho que los salarios no han aumentado a la par de las expectativas de la gran mayoría de la población. Esto es una consecuencia directa del insuficiente crecimiento de la economía en los últimos años”.

“Otro factor muy mencionado en las encuestas es el nivel de las pensiones, también el precio de los remedios y la deficiente atención en el sistema de salud… Lo paradojal de esta situación es que muchas de las propuestas que se escuchan como parte de un nuevo pacto social -congelación de tarifas, fijaciones de precios- pueden hacer un enorme daño a la capacidad de crecer de la economía chilena, que es nuestro principal problema hoy y repercute directamente en quienes tienen más necesidades… Recordemos las experiencias de Ecuador y Argentina con la congelación de tarifas y precios y la reacción de la población cuando por necesidades financieras, de caja y de solvencia, esos países tuvieron que aplicar tarifazos con alzas significativas. No va por ahí el camino”.

“Parece evidente, en cambio, que el Gobierno debiera insistir y concordar una reforma a las pensiones, que le permitiría hacerse cargo de una parte importante del problema que afecta a las familias chilenas… Debiera también, con la ayuda de la oposición, sacar adelante su ambiciosa agenda para disminuir el precio de los remedios y mejorar la atención de los sistemas de salud. Por último, en relación a este tema, los dolores que se manifiestan en la protesta no apuntan sólo a cuestiones materiales. Se trata de personas que piden igual dignidad en el trato, que se rebelan contra privilegios de la elite, incluyendo a los políticos en ese grupo. También hay que buscar fórmulas para responder a ese clamor”.[5]

La otra visión

La otra visión es una que ataca las bases mismas del modelo en el sentido que sostiene que las élites se las han arreglado para enriquecerse y pagar menos impuestos, afectando la base moral misma del sistema. Un artículo de Juan Andrés Guzmán en el portal CIPER[6] refiere varios trabajos de investigación en este sentido. Uno de ellos es el de la politóloga del London School of Economics Tasha Fairfield titulada “Riqueza privada e ingresos públicos en América Latina. El poder empresarial y la política tributaria (2015, Cambridge University Press).

Según sus datos, el 1% de los chilenos de mayores ingresos recibe entre el 19% y el 22 % de los ingresos del país y paga tasas efectivas de entre 9% y 16%. “La teoría le indicaba que en democracia los políticos debían competir por los votos, es decir, tratar de ganar mayorías y, por lo tanto, resultaba ilógico que favorecieran a unos pocos y que acrecentaran la desigualdad”.

Ello no ocurrió en Chile. Fairfield estima que se debe principalmente a tres motivos: la firme unión de la élite chilena en torno al principal gremio empresarial, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC); contar con partidos políticos, particularmente la UDI, que representan sus intereses en el Congreso; y el miedo que tuvo la Concertación a entrar en conflicto con la elite y que llevó a sus gobiernos a abstenerse de legislar en el tema tributario o a ofrecer importantes compensaciones cuando aumentó los impuestos”.

Una investigación en 2011 del BID, de los economistas Carlos Scartascini y Martín Ardanaz titulada:  ¿Por qué no gravamos a los ricos?, apunta en el mismo sentido: las naciones con peor distribución de riqueza y donde menos impuestos pagan los más ricos tienen una élite sobre representada en sus parlamentos. Chile es uno de esos casos. Señalan que la dictadura diseñó un sistema electoral “para garantizar la sobre representación de los partidos conservadores”. Eso explicaría, en parte, por qué los más ricos chilenos pagan tasas efectivas más bajas que en el resto de Latinoamérica y en los países desarrollados”.

La politóloga Fairfield considera que en el FUT, “esa exención tributaria que permite a los dueños de las empresas posponer el pago de impuestos cuando reinvierten parte de sus utilidades, ‘los dueños del capital encontraron muchas maneras de consumir las utilidades sin retirar formalmente las ganancias, es decir sin pagar el correspondiente impuesto’”. El FUT, por lo demás, tiene una muy débil correlación con la inversión, y “los datos disponibles hoy indican que ese dinero no está en inversión productiva, sino especulativa”. En un estudio que hizo con Michael Jorratt “menciona que el sistema también ofrece fuertes incentivos para la evasión y que probablemente eso aumenta la desigualdad. Dice que en 2005, solo el 35% de los beneficios distribuidos por las empresas fue declarado al Servicio de Impuestos Internos (SII)”.

Hasta aquí la revisión de esa segunda visión. Lo que cabe señalar es que el esquema colusorio descrito, de ser cierto, no afectó las tasas de crecimiento ni la reducción de la pobreza e incluso de la desigualdad. Ni sería la causa del estancamiento de los últimos años.

De ser cierto, podríamos decir que el tipo de capitalismo de los ricos que prevalecería en Chile estaría llegando a su fin, pues es lo que en parte se está denunciando. El propio Andróniko Luksic ha sugerido que los ricos podrían pagar más impuestos. Pero si las reformas que se introducen se limitan a establecer un sistema tributario progresivo y no uno que desaliente la inversión, y se mejoran y modernizan los servicios sociales y de salud y el sistema de pensiones entre otras medidas, entonces el cambio habrá contribuido a perfeccionar y renovar un modelo de desarrollo que le permitió a Chile durante décadas un crecimiento acelerado con reducción dramática de la pobreza e incluso de la desigualdad.

Pero si el cambio consiste en introducir crecientes regulaciones económicas y subsidios sin sustento económico, afectando la capacidad misma de crecimiento de la economía, entonces más temprano que tarde Chile sucumbirá en la crisis económica y en la catástrofe social. Lampadia

[1] La pobreza se redujo dramáticamente de 40% el 2003 a 10,7% el 2017 (Cepal, Panorama Social de América Latina, 2018, p. 107).

[2] La desigualdad se redujo: el índice de Gini, que la mide, bajó de 0.51 el 2003 a 0.45 el 2017. El total de activos en manos del decil más alto bajó de 69,1% el 2007 a 60,9% el 2017. La desigualdad en Chile tampoco es la más alta en América Latina: por el contrario, está por debajo del promedio (0.47), en el tercio del países menos desiguales (Cepal, Panorama Social de América Latina, 2018. P. 73).

[3] Op.Cit, p. 144

[5] Libertad y Desarrollo: https://lyd.org/wp-content/uploads/2019/10/tp-1422-la-revuelta-de-chile.pdf