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Desmitificando el tema de la desigualdad

Desmitificando el tema de la desigualdad

El tema de la desigualdad, como lo explica Andrés Velasco en el siguiente artículo de Project Syndicate que glosamos más abajo, ha entrado al debate político y a los medios de información sin el debido cuidado y rigurosidad que un asunto tan importante requiere.

Como hemos venido presentando en Lampadia, el ciclo virtuoso que hemos tenido en el Perú hasta su interrupción el 2011 (ver: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo), ha generado, junto con un crecimiento mayor al del resto del mundo y especialmente, de la región, una muy importante reducción de la pobreza y de la desigualdad. Ver en Lampadia: La minería: generó un ciclo virtuoso de crecimiento y El 2014 terminó nuestro ciclo virtuoso de desarrollo – ahora necesitamos acumen y una agenda de desarrollo efectiva.

La reducción de la desigualdad no es común para procesos de crecimiento alto y sostenido. Lo normal ha sido que cuando un país crece alto y sostenidamente, se acentúe la desigualdad. Pero en el caso del Perú, hemos tenido un crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que lamentablemente ha pretendido ser desconocido por el mundo político, especialmente por los movimientos anti-inversión y anti-economía de mercado.

Dice Velasco: “Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales”.

Efectivamente, en los países más desarrollados, como EEUU y Europa, se ha producido un incremento de la desigualdad y, las noticias y los artículos y ensayos referidos a su realidad han inundado los análisis sobre la desigualdad en todo el mundo. La verdad es que ésta ha disminuido en los países emergentes que han absorbido buena parte de la producción global y que con la recuperación de los precios de los commodities del nuevo siglo (contrariando la teoría de la dependencia de la CEPAL), han logrado un incremento importante de riqueza en los países más pobres, como, notoriamente, se produjo en el Perú.

El artículo de Velasco y los enlaces a los estudios que refiere, muestran este tema con una perspectiva rigurosa, que incluye los impactos de las políticas redistributivas que se hicieron posibles gracias al crecimiento económico indicado. Ver líneas abajo el análisis de Velasco:

Nueva luz sobre la desigualdad del ingreso

Andrés Velasco, ex candidato a la presidencia de Chile, profesor de desarrollo internacional. Octubre, 2015. Project Syndicate. Traducción de Ana María Velasco

Los discursos de los políticos sobre la desigualdad tienden a ser parcos en cuanto a hechos, pero expansivos en cuanto a propuestas ideológicas. Una explicación caritativa para la baja calidad del discurso público sobre la desigualdad del ingreso en las economías en desarrollo y emergentes, es que en ellas los datos acerca de la distribución del ingreso suelen ser escasos o dudosos. Sobre un tema de la importancia de éste, los debates por lo general generan más calor que luz.

Pero esto podría estar llegando a su fin a través de un nuevo conjunto de estudios. Liderado por Nora Lustig, profesora de economía especializada en América Latina, un equipo del “Commitment to Equity Institute” de la Universidad de Tulane ha desarrollado extensas bases de datos relacionados con el estado de la distribución del ingreso, y asimismo con los efectos de las políticas públicas relativas a dicha distribución. De importancia crucial es que las cifras son similares a través de un conjunto amplio de países de ingresos medios y bajos, y también concuerdan con los datos existentes en relación a países avanzados. Las conclusiones preliminares que están surgiendo de estos estudios van a iluminar los debates políticos – y probablemente desagradar a los ideólogos tanto de derecha como de izquierda.

Empecemos, como afirma Lustig en un estudio reciente, con el hecho de que la desigualdad del ingreso a nivel mundial no va en aumento. La forma más frecuente de medir la desigualdad es empleando el coeficiente de Gini, el cual asigna el valor cero a la igualdad perfecta y 100 a la desigualdad perfecta (cuando una sola persona recibe todos los ingresos). En los países para los cuales existen datos, el puntaje promedio de este coeficiente (no ponderado según la población) declinó levemente, de 39 a 38, en el período 2000-2010.

Efectivamente, en los países ricos, durante este mismo período, el puntaje se elevó – de 29,8 a 30,4. Pero, en América Latina cayó estrepitosamente, de un escandaloso 55,1 en 2000 – que hacía de este continente la región más desigual del mundo – a un 50,2, todavía muy alto, diez años después. El valor de Gini también disminuyó en el sur de Asia. En el África Sub-sahariana, donde los datos son menos ciertos, parece haber permanecido relativamente constante.

Todavía más, la desigualdad al parecer está bajando precisamente donde era más aguda para empezar. Esto es válido para regiones, especialmente América Latina, tanto como para países, por ejemplo, Brasil y Sudáfrica.

Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales.

Otro conjunto de resultados que por cierto no va a ser del agrado de los derechistas fanáticos, es que las políticas fiscales redistributivas pueden tener y, de hecho, están teniendo, un impacto significativo en la reducción de la desigualdad. En una comparación de países de ingresos medios de Asia, África y América Latina, Lustig muestra que los coeficientes de Gini después de los impuestos y las transferencias (incluido el valor monetario de la educación y de los servicios de salud) son contundentemente más bajos que los correspondientes a los de los ingresos iniciales generados en el mercado.

La caída promedio para los nueve países emergentes que Lustig compara – entre ellos, Sudáfrica, que es en extremo desigual – es más de tres puntos (55,7 a 52,5). El mismo ejercicio, que trata a las pensiones como consumo diferido y, por lo tanto, abstrae del papel redistributivo de las pensiones entre las poblaciones de más edad en las economías avanzadas, arroja una caída de siete puntos en Estados Unidos y de un poco más de nueve puntos en la Unión Europea. Es decir, los países emergentes están progresando – aunque podrían hacerlo considerablemente más.

Sin embargo, esto no significa que los activistas deberían exigir mayores impuestos y más gasto público en todas las circunstancias. La calidad de los programas fiscales es de importancia fundamental. El tamaño del sector público en Brasil es casi el doble del de Chile – donde la recaudación tributaria anual equivale a alrededor del 20% del PIB, en contraste con alrededor del 40% (las estimaciones varían) en Brasil. En este último, además, el gasto social (tratando, otra vez, a las pensiones como consumo diferido) también es el doble: 16% en comparación con 8% del PIB en Chile.

De acuerdo a Lustig, no obstante, el efecto en la desigualdad que tiene la redistribución por parte del gobierno, es el mismo en los dos países: una caída de casi cuatro puntos en el coeficiente de Gini. Lo que Lustig no explora es que el contraste es aún más agudo si uno toma en cuenta que, en relación al PIB, el gobierno brasileño gasta considerablemente menos en infraestructura que el chileno. Es difícil no llegar a la conclusión de que parte del gasto público en Brasil sirve más bien para mantener convenientemente callados a ciertos grupos de interés políticos.

Un caso que vale la pena señalar es el de Bolivia, donde los gobiernos izquierdistas han aumentado de manera considerable el gasto en el sector del bienestar social. Sin embargo, según lo revela otro estudio, debido a que las transferencias monetarias no están enfocadas exclusivamente en los pobres sino que son universales, su efecto distributivo en general no es progresivo sino neutral.

Otro elemento de rotunda importancia es que los impuestos y las transferencias no constituyen la única forma de luchar contra la desigualdad. En estudios anteriores, Lustig y sus colegas muestran que una prima salarial en declive – es decir, una disminución en la brecha salarial entre trabajadores con mayor o menor preparación – explica parte del descenso en el coeficiente de Gini en los países latinoamericanos. No es fácil desentrañar el papel que desempeñan la oferta y la demanda en la reducción de la prima salarial, pero al parecer ambos factores han incidido.

Por el lado de la demanda, las devaluaciones de los tipos de cambio hicieron que las exportaciones no tradicionales se volvieran más competitivas y ayudaron a elevar la demanda de obra de mano relativamente no especializada. Por el lado de la oferta, un fuerte aumento en los años de escolaridad, y especialmente el acceso a estudios superiores, produjo un notable incremento en el número de profesionales y otros trabajadores altamente capacitados, lo que contribuyó a disminuir sus sueldos relativos.

Todo esto es positivo para la distribución del ingreso, pero los procesos políticos resultantes permanecen tensos. Es posible que los activistas estudiantiles que exigen (junto con el resto de la sociedad) una distribución más justa de los recursos, no deseen enterarse de que el aumento en el número de profesionales con frecuencia obedeció a la rápida y polémica expansión de universidades privadas – a veces con fines de lucro – y que esto explica parte de la disminución de la desigualdad.

De manera similar, a los hombres y mujeres jóvenes que con dificultad llegaron a la universidad con la expectativa de lograr una remuneración relativamente alta, al graduarse no les agrada descubrir que, por ejemplo, los sueldos de periodistas y psicólogos aumentan de modo mucho más lento que los de técnicos en computación o de operarios de maquinaria. En efecto, esta frustración es algo subyacente (aunque no siempre de forma manifiesta) en muchas de las últimas protestas estudiantiles en América Latina y en otros lugares del mundo.

En resumen, la desigualdad del ingreso resulta ser políticamente controvertida cuando empeora, como también cuando tiende a declinar. Estudios como los dirigidos por Lustig iluminan las inevitables controversias y, así, éstas podrían dejar de conducir a simples animosidades para dar paso a la creación de políticas mejores. L




Oportunidad o Igualdad

Oportunidad o Igualdad

A continuación presentamos la traducción de un provocador artículo de John Stossel, periodista económico y analista político americano,que consideramos muy relevante en cuanto al diagnóstico sobre la pobreza y la desigualdad en el mundo. Si queremos mejorar la situación de los pobres, como dice Bill Gates, debemos desterrar los mitos que impiden el progreso de los mismos y desarrollar políticas públicas efectivas para generar oportunidades de mejora a todos los ciudadanos del país.

Por: John Stossel

Traducción: Lampadia

El presidente Obama dice que la desigualdad de ingresos es “peligroso… el reto definitivo de nuestros tiempos.” El Papa está molesto de que el capitalismo cause desigualdad. Los progresistas, frente a los fracasos del Obama-Care, están dispuestos a cambiar de tema en  Estados Unidos, a la “brecha de riqueza.”

Es cierto que hoy en día, el 1 por ciento más rico de los estadounidenses posee un tercio de la riqueza de Estados Unidos. ¡El uno por ciento posee el 35 por ciento! Pero yo digo, ¿y qué?

Los progresistas en los medios de comunicación afirman que los ricos se hacen más ricos a expensas de los pobres. Pero eso es una mentira.

Hollywood vende el mensaje de que los capitalistas-codiciosos-malvados-mentirosos-engañan a los pobres- con películas como la nueva de Martin Scorsese, “El lobo de Wall Street”, que retrata a los vendedores de acciones como criminales enloquecidos por el sexo.

Años antes, “Wall Street” de Oliver Stone, creó un financiero espeluznante, Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas, que con aire de suficiencia se regodeó: “Es un juego de suma cero. Alguien gana, alguien pierde.”

Así es como la izquierda ve el mercado: un juego de suma cero.

Si alguien hace dinero, es porque lo tomó de los demás. Cuanto más tienen los ricos, menos tienen otros. Es como si la economía fuera un pastel que ya está sobre la mesa, a la espera de ser repartido. Cuanto más grande sea la porciónque toman los ricos, menorserá lo que quede para los demás.

La economía es sólo una lucha sobre quién recibe cuánto. Pero esto es absurdo.

Bill Gates obtuvo una gran rebanada del pastel, pero él no lo tomó de mí. Al desarrollar Microsoft, lo que hizo fue preparar millones de nuevos pasteles. Él tambiénhizo rico al resto del mundo.

Los emprendedores crean cosas.

En los últimos decenios, la diferencia de riqueza entre ricos y pobres ha crecido. Esto incomoda a la gente. Pero ¿por qué sería un problema si los pobres seno se hicieron más pobres? Los progresistas afirman que síocurrió. Algunos citan datos del gobierno que muestran que los ingresos de la clase media estuvieron relativamente estancados.

Pero estos datos tambiénson engañosos. Dejan fuera todos los programas sociales del  gobierno, como los subsidios alos alquileres y los cupones para alimentos. Dejan fuera beneficios ofrecidos por las empresas privadas, como seguros de salud y pensiones, que constituyen cada vez una mayor porción de los salarios de las personas.

Y dejan de lado la innovación que mejora la vida de los ricos y de los pobres.

Incluso las personas pobres de hoy tienen acceso a los automóviles, la comida, la salud, el entretenimiento y la tecnología que los ricos codiciaban hace algunas pocas décadas. El 90% de los estadounidenses que viven “debajo de la línea de pobreza” tienen teléfonos inteligentes, TV por cable y automóviles. El 70% posee dos coches.

Pero la izquierda dice, espera un momento. Incluso si los pobres cosechan algunos beneficios de capitalismo, igual no es “justo” que los ricos tengan mucho más. Supongo que esto es cierto. Pero, ¿qué deberíamos entender por “justo”?

¿Es justo que las y los modelos sean tan guapos? ¿Por qué es justo que algunos hombres sean mucho más grandes que yo,  de manera que nadie me vaya a contratar para ser un deportista profesional? Es difícilmente justo que yo haya nacido en Estados Unidos, un país que me ofrece muchas más oportunidades que la mayoría de otros países. ¡Nosotros, los estadounidenses deberían estar agradecidos de que la vida no sea justa!

La libertad no es justa, si por “justo” entendemos igualdad.  Cuando las personas son libres, algunos serán más exitosos que otros. Algunas personas son más inteligentes o simplemente tienen más suerte. La globalización y el capitalismo de libre mercado multiplican el efecto de la inteligencia y la suerte, lo que permite que algunas personas se vuelvan mucho más ricas que otros.

¿Y qué? La desigualdad puede parecer injusta, pero la alternativa – una igualdad forzada por el gobierno- es peor. Convierte a todos en pobres. La oportunidad es mucho más importante que la igualdad, y aún queda margen para la movilidad social en EEUU. Las personas que nacen pobres no necesariamentese quedan pobres.

La investigación Pew muestra que el 58 por ciento de los niños nacidos en las familias del quintil más pobre, se elevó a un grupo de mayores ingresos. El 6% se elevó del quintil más pobre al quintil más rico. 61% de los niños nacidos en las familias del quintil más rico cayó de ese grupo, y el 9 por ciento cayó hasta el fondo.

Que la gente tenga oportunidades requiere permitirles tomar riesgos y hacer cambios. No siempre nos gustarán los resultados. Pero en el largo plazo, estaremos en mejor situación si las personas son libres de luchar y fracasar, o tal vez –de obtener grandes recompensas.