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Nuestro pequeño velero

Nuestro pequeño velero

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Ante la campaña electoral que hoy vive el Perú y la veintena de discursos políticos, de similar cantidad de candidatos, creo que viene muy a tono la publicación del flamante libro “Estrategias para reconstruir el país”. El título de este artículo, lo he tomado de la analogía que, nuestro Ministro de Economía y Finanzas, Waldo Mendoza, hace en este libro, pues es una forma muy clara y didáctica de describir la economía de un país y poder discutir, luego, sobre nuestra realidad económica.

Describe el libro que, para entender la marcha de la economía de un país, debemos pensar en la navegación y conducción de un velero, en el que; el “modelo económico” es el velero; su diseño, qué tan ligero o pesado es, qué tan maniobrable resulta, qué tan hidrodinámico y resistente es su casco y qué tan bien diseñadas y dimensionadas son sus velas. Por supuesto que este velero requiere, al igual que el país, de un Capitán y una tripulación que pueda optimizar su rendimiento, velocidad y oportuna llegada a destino, lo que dependerá de qué tan experta es su tripulación y el Capitán, qué tan bien enfrentan los vientos, maniobran las velas y sacan ventaja de estos factores y características de su embarcación, para ganar la regata. Y finalmente, como todo en la vida, el factor suerte, pues si hay buen viento y si estos le son favorables o no, depende de factores externos, que la dotación del velero no controla, pero que demandan el máximo de su conocimiento y experiencia, para reducir los efectos negativos y maximizar los factores favorables que se puedan dar.

Siguiendo la analogía anterior, vemos que, cuando se revisa los países más exitosos del mundo, uno encuentra algunos factores comunes que los llevaron a esa situación en un lapso de 40 años, plazo en el que muchos de ellos eran perfectamente comparables con el Perú, pero que adoptaron oportunamente decisiones correctas y estos factores críticos de éxito son:

  •  Un crecimiento constantemente alto del PBI per cápita.
  •  Un crecimiento constante de la inversión y alta tasa de inversión/PBI (entre 25% y 40%).
  • Crecimiento de las exportaciones, aprovechando los Tratados de Libre Comercio (TLC).
  • Un creciente coeficiente de apertura: (Importaciones + Exportaciones) /PBI.
  • Mejora de la calidad educativa del Capital Humano.
  • Mantener buenas instituciones políticas y económicas, esto es reglas claras y estables.
  • Imperio de la ley, que el Estado extiende a todo el territorio nacional.
  • Desarrollo de un adecuado nivel de industrialización y capacidades tecnológicas.
  • Avance en el nivel de complejidad económica (capacidad de producir mayor diversidad de productos y cada vez más sofisticados).
  • Alcanzar una distribución del ingreso socialmente aceptada.
  • Mantener unas finanzas públicas sanas.

En esencia, como resalta Waldo Mendoza, “un buen modelo de desarrollo es aquel que brinda un medio ambiente apropiado para la inversión privada”, con las características antes mencionadas.

El Perú en su constitución de 1993, diseñó un velero de muy buenas características,

  • abrió su economía al mundo, suscribió tratados de libre comercio con un alto porcentaje de economías del mundo, con lo que se dio la oportunidad de penetrar esos mercados.
  • Le dio autonomía al Banco Central de Reserva, fijándole la clara misión de controlar la inflación.
  • Creó las administradoras de fondos privados de pensiones, que permitieron a los trabajadores ahorrar libre y responsablemente, sabiendo que estas administradoras tenían la misión de maximizar los beneficios para sus fondos previsionales y así asegurar una pensión digna para la vejez, acorde a las capacidades de cada quien.
  • Abrió las oportunidades a los empresarios y emprendedores de todo tamaño, para que hagan empresa y se desarrollen dentro de una economía social de mercado.

Tan bueno fue el diseño, que se pudo atraer inversión y generar un impresionante crecimiento económico durante tres décadas, con ello, se redujo la población en situación de pobreza, de niveles cercanos al 60% de la población en los 90s, a cerca de 20% en el 2019, haciendo crecer vigorosamente la clase media, en base a pequeños y microempresarios. Pero lo mejor, es que no sólo se redujo la “pobreza monetaria”, como le gusta insistir a la izquierda, sino también y en mayor magnitud, se redujo la “pobreza multidimensional”, medida por el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y se redujo marcadamente, aunque no lo suficiente, los niveles de desigualdad, lo que se verifica, según el Banco Mundial, con una reducción del coeficiente de Gini, de 0.56 a fines de los 90s a menos de 0.43 en el 2018 y bajando ( 1 = máxima desigualdad, 0 es igualdad absoluta).

Lamentablemente, los cambios en la tripulación de este velero, han hecho que, durante el gobierno de Toledo, se ejecuten proyectos que, con la excepción de Camisea, se explican únicamente por la corrupción, mientras en paralelo e inopinadamente, se le lanzó un “torpedo” debajo de la línea de flotación, mediante una regionalización hecha a las locas, sin coherencia, adecuada definición de competencias, alineamiento de planes con el gobierno central y claras responsabilidades y controles.

Luego, el gobierno de García tuvo una buena tripulación, capaz de tomar ventaja de los vientos favorables, propios de la mejora de nuestros términos de intercambio y generó la confianza para atraer y promover la inversión, echando a andar la construcción de varios proyectos mineros de importancia y de infraestructura, que generaron la inercia positiva que le tocó disfrutar a Humala, a pesar de su “agua sí, oro no”, que destruyó el proyecto Conga tras haberse invertido US$1,500 millones, de los US$4,800 millones que tenía comprometido. No obstante, Las Bambas que ya había pasado su “punto de no retorno”, siguió adelante con una inversión de US$10,000 millones, pero el “Piloto automático”, inversiones absurdas como “la remodelación de la refinería de Talara” y otros, destruyeron la priorización de una buena carretera central, una buena infraestructura de redes de agua potable y desagüe, con buenas plantas de tratamiento de aguas residuales, que luego irriguen nuestros desiertos en lugar de botarlas al mar, iniciaron la desaceleración de nuestra economía. Las tasas de crecimiento de la inversión privada respecto al PBI de hasta 25%, logradas hasta el 2010, se derrumbaron en el año 2011 a la mitad, para convertirse en negativas en el 2015 y crecieron, pero a tasas muy reducidas hasta el 2019.

El gran deterioro de la clase política peruana de los últimos tiempos, desde alcaldes a presidentes de la república, pasando por gobernadores regionales y congresistas, ha impedido que el Perú adopte y sostenga la institucionalidad política y económica requeridas, burocratizando el Estado y haciendo, cada vez más agobiante, lograr los permisos para una inversión y operar en la legalidad. Gobernantes que permanentemente han permitido resquebrajar el principio de autoridad, no han defendido “el imperio de la ley” en todo el territorio nacional, tal como juraron al asumir sus funciones, han postergado y espantado inversiones, de toda naturaleza.

Hoy el Perú cuenta con un portafolio de proyectos mineros por cerca de US$60,000 millones, pero cuando se analizan, todos tienen alguna traba que impide su desarrollo, en muchos casos por resistencia social. Igualmente, contamos con un grupo de proyectos de infraestructura, como las irrigaciones; Chavimochic III, Majes-Siguas II, muy avanzadas, pero paralizadas durante varios años por actos de corrupción, que debieran reactivarse para mover la economía durante su finalización y de inmediato beneficiar a la agricultura con su operación, pero nada se mueve. La ampliación del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, cuya concesión empezó en el 2001 y que, si bien proyectaba contar con la segunda pista en operación para el 2011, aún no se empieza a construir. El avance en la construcción de las líneas 2 del metro, el ramal línea 4, durante los años 2017, 2018 y 2019, han fluctuado entre el 20.2% y el 30.2% de lo comprometido por año. Uno de los factores comunes en estos casos de proyectos de infraestructura, es el incumplimiento e incapacidad del propio Estado por entregar al contratista, los terrenos liberados para que puedan ejecutar la obra. Esto genera una postergación inaceptable, de hasta una década en muchos casos, para iniciar construcción, con los sobrecostos que la nación debe asumir.

Ahora, en pleno año 2021 y a dos meses de las elecciones, padeciendo los efectos negativos sanitarios y económicos, en que la incapacidad de nuestros gobernantes nos ha dejado, muchos candidatos prefieren hablar de cambios a la constitución, otros de justicia social y equidad, otros de aumento de remuneraciones y varios de repartir dinero vía bonos, pero no hemos escuchado a un solo candidato que esté haciendo propuestas concretas para manejar, de la forma más pronta y eficiente la vacunación de todos los peruanos, con plazos y metas concretas de cumplimiento. Tampoco hemos oído una palabra respecto a, qué proyectos privados y públicos impulsarán y cómo, para retomar la dinámica económica que el país requiere. Menos aún, respecto a sus planes de educación para mejorar nuestra productividad y competitividad. Nada sobre institucionalidad y defensa del imperio de la ley en todo el territorio nacional. Tampoco sobre la simplificación de la burocracia, para eliminar la destrucción de valor y pagos improductivos en el sector público, a gente que impide y posterga la inversión o que es incapaz de manejar soluciones concretas en salud y su infraestructura. Muchos hablan de lucha contra la corrupción, pero esconden sus prontuarios y, además, se ven rodeados de impresentables.

¡Debemos exigir que, con URGENCIA, nos contesten directamente y sin medias tintas estas preguntas y que dejen de lado el “floro barato”! Lampadia




No, we can´t!

No, we can´t!

Por Antonio Navalón

(El País, 09 de Noviembre del 2014)

Ha terminado la era Obama. Seguro que el presidente estadounidense cuenta las horas que le quedan para seguir durmiendo en la Casa Blanca. Es más, creo que si le fuera posible dimitir, seguramente se lo pensaría. Son los rasgos de las actuales crisis mundiales: la pérdida de liderazgo, la ausencia de referentes y la capacidad de consunción de los mensajes y los discursos políticos y sociales. Los resultados de las recientes elecciones legislativas de mitad de mandato son una derrota no sólo de Obama, sino de una manera de (no) entender la política. No comprendió que en 2008 fue elegido no sólo por ser el candidato de la esperanza, sino por ser el hombre de quien se esperaba que corrigiera las desviaciones que habían colocado al mundo al borde del precipicio.

Las dos guerras (Afganistán e Irak), derivadas y heredadas del 11-S, colocaron en una posición muy difícil a Barack Obama. Latinos y mujeres le dieron la victoria dos veces. En estos últimos comicios no es que esos dos colectivos hayan cambiado de opinión, es que han sido unas elecciones curiosas. Por ejemplo, nunca había habido 100 congresistas mujeres en la Cámara de Representantes. Pero pese a esas peculiaridades, hay una realidad aplastante: Obama no ha sido capaz de hacer ni un sólo acuerdo político. Es un gran orador, pero un pésimo presidente. El día que aceptó ser premio Nobel de la Paz, cuando en su trabajo y en su sueldo estaban dos conflictos pendientes de ganar, debimos haber descubierto la inconsistencia entre sus discursos y su actuación política.

Obama solo tenía un camino al llegar al poder, tras la grave degradación moral por la acumulación de crisis (militar, política, y económica): enfrentar, asumir y gobernar, desde una contundencia que no se atrevió a aplicar. Los banqueros, responsables de la crisis financiera y de otros hechos que acabaron llevando al líder demócrata al Despacho Oval, quedaron impunes.

Es evidente que hay una recuperación económica y que, en parte, se debe a su política, pero también lo es que la falta de firmeza y la confusión del Gobierno de Washington han hecho que amplias capas de la población hayan perdido la fe en que sirva de algo votar por él o por los demócratas.

Para América Latina también se abre un proceso porque quien quiera sustituir a Obama, deberá entender que llegó el momento de abrir, sobre otra base, el diálogo con las Américas. No habrá una política interna estadounidense sin una redefinición de la política exterior. Ejemplo: ¿Qué posición adoptará Estados Unidos en el caso mexicano? ¿Qué relación tendrá con Brasil? ¿Cuál con Centroamérica, con el Caribe y con todos esos países que, a lo largo de estos años, han ido viendo como el miedo, la insensibilidad o los problemas domésticos estadounidenses han castigado sin clemencia a los sin papeles, pero también a los con papeles que viven en el imperio del Norte?

Los olvidados por Obama son fundamentales para determinar, básicamente, las presidenciales de 2016. Lo peor que se puede decir de Obama con relación a América Latina es que no ha sido mejor que el Partido Republicano que con George W. Bush, dejo el subcontinente a su suerte. Al igual que su antecesor, en estos años el presidente demócrata ha intentado ocuparse del mundo, dejando América Latina en el olvido, algo que ya no será posible para su sustituto. Así como Obama se ha sentado dos veces en el Despacho Oval gracias al voto latino, para poder formular un trato, un pacto o un nuevo acuerdo, el próximo inquilino de la Casa Blanca deberá tener una política de emigración que pase por la solución de tanta acumulación de tragedias humanas.

No es verdad que los populistas del Tea Party hayan sido los más terribles opositores de todos los tiempos. En la historia reciente, hubo mandatarios como Roosevelt, que también tuvo una oposición republicana feroz y no sólo consiguió ganar varias elecciones, sino que fue capaz de gobernar. También hay que recordar en los 90 cuando Newt Gingrich, presidente de la Cámara de Representantes durante cuatro años, y su Contrato por América se convirtieron en el azote de Bill Clinton por el escándalo desatado tras el caso Lewinsky. Asi que el Tea Party no es mucho peor de lo que fueron esos ejemplos anteriores.

Lo que ocurre es que Obama entiende las formulaciones políticas, pero nunca ha querido aprender qué hacer para cumplir sus promesas. Tras seis años en el poder, no ha conseguido desarrollar el arte de lo posible, que eso es la política.

Con las negociaciones de paz en curso en Colombia, con la reestructuración profunda de la política de Brasil, con el problema de la impunidad planteado ahora ya a cara de perro en México y con la situación de violencia que vive Centroamérica o el aislamiento de una parte de Surámerica —con la excepción de Perú—, Estados Unidos necesitará articular una conversación, con presupuestos diferentes y nuevos, los que todo el mundo esperaba que hubieran sido la estrategia de la relación de Obama con América Latina. Sin embargo, eso no pasó y a los americanos que hablan español ni siquiera se les dio la oportunidad de un nuevo amanecer como les planteó a los musulmanes en su célebre discurso de la Universidad de El Cairo.

Ahora, es relevante saber a quién seguir la pista, pero más importante averiguar el cómo y mientras tanto ir apuntando en el libro de la Historia que el primer presidente nacido de YouTube, héroe del cambio, a través de las redes sociales, ha periclitado su mandato en un ocaso que es, sobre todo, comunicacional. Resulta curioso el silencio del gran comunicador.