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Informalidad y Mercados

Informalidad y Mercados

José Antonio Luna Bazo
Sociólogo/Consultor
Para Lampadia

La atención de las autoridades y de los medios de comunicación, en tiempo reciente, se ha centrado en los mercados de abastos a raíz de la pandemia desatada por el COVID 19 y del serio problema socio sanitario que ha originado para la sociedad y, principalmente, para prácticamente todas las actividades económicas.  

La preocupación se sustenta en que los mercados han sido identificados como focos de contagio y de aceleramiento de la pandemia. Esta mirada desde los más altos niveles de la autoridad en el país, ha puesto de manifiesto una realidad existente de larga data y que la crisis ha develado.

La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la complejidad de la informalidad del comercio de productos alimenticios de origen agrícola, tanto a nivel mayorista como minorista. Los Mercados son, por definición, un espacio público donde la interacción y la comunicación social es cotidiana y difícil de evitarse. Las transacciones siempre implican, por lo menos, dos partes y así ha sido por decenas de años.

Mercados y compradores

Estas relaciones en los mercados urbano/municipales/populares están acompañadas de vínculos sociales desarrollados por la interacción y la frecuencia. Son relaciones de naturaleza personal en las que muchas veces se conoce el nombre de uno u otro. El regateo y la identificación del comprador y/o vendedor, con la expresión “caserita”, es una fórmula de relación amigable y de búsqueda de mejores condiciones económicas para la compra y venta del producto. En esta relación también está presente, como un gesto de cortesía y de fidelización, la “yapa”, obsequio de un producto determinado.

En los autoservicios, la relación entre el vendedor y el comprador no existe. El contacto social está ausente.  A lo sumo se solicita orientación, a algún dependiente, para localizar determinados productos. La interacción y el vínculo amigable desarrollado por la frecuencia en los mercados tradicionales, solo se produce en la caja registradora entre el operador de ésta y el registro de la tarjeta de crédito y/o el efectivo y el cambio. No hay regateo ni yapa alguna. La relación socio cultural se ha diluido y es en extremo impersonal y el vínculo social está ausente.

El tipo de relación que se produce en los mercados es un factor coadyuvante para la transmisión del virus y la propagación del contagio. Las relaciones son nítidamente personales y las interacciones frecuentes. El comercio electrónico no existe. Ha sido muy difícil la introducción de la tarjeta de crédito/debito.  Los comerciantes de los mercados están durante años ubicados en sus puestos y muchos han pasado de una generación a otra y han sumido la actividad sin mayores exigencias, salvo la experiencia familiar. Hay contacto físico y hasta saludos próximos. Aquí ocurren y se identifican varios vectores de contagio.

El virus acompaña a las personas y se extiende por las variables que traen consigo la proximidad, los contactos socio-laborales y la informalidad. Las aglomeraciones ocurridas en los mercados, por decisiones poco previsoras, han gatillado los contagios. Bastó que un comerciante se contagiara para que su entorno laboral y familiar quede expuesto al virus. El coronavirus encontró espacios fértiles para propagarse en estos conglomerados humanos de vendedores y compradores, con absoluta ausencia de la distancia social entre unos y otros, con prácticas tradicionales, desprolijidad e higiene soslayada y desde ahí la multiplicación exponencial fue inmediata, dispersándose por los barrios de diversos sectores urbanos.

Comerciantes y colaboradores

Los comerciantes no actúan solos. Están en relación con los compradores y múltiples actores sociales. Desde el abastecimiento de los productos que comercializan en el o los mercados mayoristas, en la ciudad de Lima o en otras capitales regionales, la exposición al contagio es alta. El comerciante mayorista está tan expuesto como el minorista. Unos y otros tienen relación con ayudantes y colaboradores al igual que con los estibadores, vale decir con la “mano de obra informal”.

Los estibadores son informales, aun cuando pertenezcan a organizaciones que puedan representarlos. Son personas que realizan el carguío de los productos, desde la tolva del camión al puesto mayorista y desde éste a la unidad menor que trasladará los productos al mercado urbano. Desempeñan una actividad independiente, sin seguro social, ni CTS, vacaciones o licencia médica, tampoco están registrados en una planilla y, por consiguiente, no tienen acceso a ningún beneficio laboral. Brindan el servicio de estiba y desestiba para obtener el “día a día”, son expresión de la economía de subsistencia.

Una situación similar ocurre con los choferes/transportistas, quienes en su mayoría son “fleteros”. La supuesta formalidad que exhiben radica solamente en la Licencia de Conducir y en la eventual propiedad del vehículo. Trasladan cargas de abastecimiento y de redistribución a otras zonas. Los conductores pasan una parte importante de sus jornadas de trabajo en las cabinas de los camiones. Duermen y descansan en ellas, incluso ingieren sus alimentos en esos espacios.

Sus ayudantes, también informales, que muchas veces viajan en la tolva de los camiones o junto a los conductores y, al igual que los choferes, pasan largas jornadas al interior de las unidades. Duermen y comen en el interior de las cabinas. Son “ayudantes informales”. No tienen beneficios de ningún tipo. Estos son otros vectores de contagio, bien en el viaje de ida o de retorno.

El transporte de los productos agrícolas desde el centro de comercialización mayorista a los mercados urbanos se realiza con medios informales. Sea en una moto furgón o un triciclo, en el que se transportan a la intemperie los productos, o bien en un taxi o camioneta, se trasladan todos juntos el comerciante minorista, el ayudante y el chofer contratado con la respectiva unidad, prácticamente uno sobre otro. No existe control sanitario de los transportistas y comerciantes no desinfección de las unidades vehiculares.

La situación de la estiba y desestiba no es diferente en los centros de producción agrícola, también es realizada informalmente y la comercialización mayorista sigue siendo tradicional, de manera presencial. Aún no se ha desarrollado el comercio electrónico.

Estas escenas que forman parte de la misma realidad, son las que ha permitido revelar la pandemia del coronavirus y alertar a las autoridades acerca de esta situación. El covid19 ha mostrado la informalidad de las actividades laborales vinculadas a la comercialización de los productos alimenticios y a las personas expuestas al riesgo del contagio o bien actuando, sin saberlo, como vectores del contagio a terceros. 

¿Qué debemos y podemos hacer?

En lo inmediato se debe asumir el estricto control sanitario de los mercados, junto con medidas de higiene personal, con normas claras y susceptibles de cumplirse, estableciendo protocolos que apunten a la formalización de los actores sociales. Sin embargo, Es preciso dar un salto cualitativo de lo pre-moderno a lo moderno, es un cambio socio cultural, de mediano y largo plazo.

El factor humano, es decir, las fuerzas laborales que trabajan en los mercados, deben ser foco de atención especial de parte de las autoridades. Profesionalizar la administración de los mercados con gerencias calificadas y técnicos especializados. Urge instituir la “trazabilidad” de los productos y el “Sello Verde” como garantía sanitaria desde el campo –“buenas prácticas agrícolas” y para comercialización medidas de higienización.

Es prioritario “reinventar” y “profesionalizar” la ocupación de cada segmento laboral. Esta es una tarea de mediano plazo, pero claro está urge iniciarla.  La precariedad institucional junto con la corrupción, convalidan la indisciplina social y, a su vez, impulsan la asunción de liderazgos espurios, por lo que es indispensable iniciar un proceso de formalización en todos los órdenes de las actividades productivas y de comercialización, comprometiendo a todos los actores sociales que intervienen en estos procesos en el campo y en las ciudades.

La pandemia del covid-19 es el punto de inflexión desde el cual debemos construir sólidos espacios para la producción agrícola y la comercialización de alimentos acordes con la dignidad humana, en uno y otro extremo. Ese es el reto. El covid-19 será vencido, tarde o temprano, pero la cuestión de fondo queda planteada, ¿superaremos la informalidad? La pandemia nos ha revelado múltiples debilidades estructurales y entre la más seria y hasta hace muy poco invisible, se encuentra la informalidad laboral. Lampadia




Derechos humanos en demasía

Derechos humanos en demasía

La Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU que, en 1948 sentara y delimitara las bases de los derechos humanos irrenunciables, parece haber quedado olvidada ante la enorme dispersión de derechos creados en el mundo occidental.

Desde los denominados derechos sociales que tienen que ver con la protección social, la salud y la educación, pasando por derechos en materia laboral como las denominas leyes de cuotas o el mismo resarcimiento ante el despido arbitrario, hasta el derecho de las minorías LGBTQ como el derecho a la adopción homoparental o el matrimonio homosexual, nos hace pensar que el mundo contemporáneo está lleno de derechos y parece que seguirá por el mismo camino por los años venideros.

Ello a los ojos de un buenista, constituiría el mejor de los mundos; sin embargo, este enfoque en la práctica ha generado no solo una reducción sustancial y hasta aminoración de los derechos que otrora garantizaban la dignidad humana; como el derecho a la vida, la propiedad y la libertad, sino que además ha generado conflictos internos dentro de los países no occidentales en los que se ha tratado de inculcar a la fuerza dichos derechos, por ser completamente incompatibles con sus culturas.

Ello se resume muy bien en un reciente artículo que publicó la revista Foreign Policy y que compartimos líneas abajo. Como bien destaca en la introducción del mencionado artículo: “…dados los innumerables desafíos de los derechos humanos en la actualidad, parece oportuno repensar algunos supuestos de derechos humanos ampliamente aceptados.”

No podríamos estar más de acuerdo. Los derechos humanos universales no son simples instrumentos institucionales en los que uno puede realizar un cherry picking y decidir cuáles son buenos para todo el mundo simplemente porque a Occidente le parece así. En un mundo en donde aún persisten sendas problemáticas globales, como la discriminación racial y el sentimiento antinmigración, las guerras y genocidios en el Medio Oriente y la delincuencia al otro lado de nuestras fronteras, como es el caso de Venezuela, se hace imperativo que se retome los principios básicos de La Declaración Universal de Derechos Humanos, de manera que puedan ser adoptados de manera flexible entre los países no occidentales y se asegure que no habrán conflictos en su implementación, de por medio. Lampadia

Cuando todo es un derecho humano, nada lo es

Volver a enfatizar los derechos fundamentales es la mejor manera de mantenerlos universales.


Illustración de Foreign Policy

Seth Kaplan
Foreign Policy
6 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El lanzamiento por parte del Departamento de Estado de los EEUU de una Comisión de Derechos Inalienables ha suscitado oposición, ampliamente cubierta en los medios de comunicación. Pero dados los innumerables desafíos de los derechos humanos en la actualidad, parece oportuno repensar algunos supuestos de derechos humanos ampliamente aceptados.

La causa de los derechos humanos está en peligro en todas las regiones: por negligencia, debilidad, negación deliberada y proliferación. La incapacidad del mundo para responsabilizar a estados como Siria, Yemen y China por graves violaciones de los derechos humanos ha llevado a muchos a cuestionar la idea misma de los derechos universales. A países como China, Arabia Saudita y Pakistán se les permite formar parte de organismos internacionales como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas —todos son actualmente miembros— y las instituciones están perdiendo su autoridad. Los llamados a hacer que todo, desde el acceso a Internet hasta la asesoría laboral gratuita, sea un derecho humano han abaratado el significado y multiplicado los enfrentamientos de derechos. El contexto en el que opera el movimiento de derechos ha cambiado dramáticamente desde el cambio de milenio. Mientras que muchos estados emergentes alguna vez aceptaron ideas de derechos humanos por deferencia a los logros o el poder de Occidente, hoy rechazan cuando las organizaciones financiadas por Occidente usan la etiqueta de derechos humanos para promover ideas que no son ampliamente compartidas.

Algunos desacuerdos sobre los derechos humanos provienen de regímenes represivos o líderes comunales, y tales quejas son fáciles de descartar. Pero cuando las críticas provienen de personas que simpatizan con la causa de los derechos humanos, reflejan algo más fundamentalmente preocupante.

¿Cómo se volvió tan impotente una idea que alguna vez fue lo suficientemente poderosa como para unificar a una amplia gama de personas en la lucha contra el totalitarismo y el apartheid?

Un factor importante, irónicamente, fue la ambición dual desmesurada nacida de esos éxitos. Los defensores de los derechos humanos han ampliado el alcance de los problemas cubiertos por los derechos humanos al tiempo que reducen el margen de diferencias para dar vida a esos derechos. Al hacerlo, interpretan erróneamente los objetivos originales de los derechos humanos, más claramente plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la base de gran parte del proyecto de derechos posterior a 1945.

Incluso a medida que aumentan sus ambiciones, los activistas de derechos humanos no han tenido en cuenta cómo los nuevos programas expansivos podrían agravar la sospecha de los derechos humanos en el mundo multipolar de hoy. Y los intentos de hacer cumplir una concepción uniforme de los derechos podrían reducir el espacio para que los actores locales formulen sus propios caminos, alimentando el escepticismo sobre los derechos mismos. Por ejemplo, los intentos de los países occidentales de promover los derechos de los homosexuales en África desencadenaron un resentimiento profundamente arraigado acerca de cómo Occidente trata a África; los resultados son leyes más estrictas, una retórica más fuerte, más fondos para las organizaciones de defensa de los derechos de los homosexuales e incluso un mayor acoso a los activistas. Como informó el New York Times, “más africanos llegaron a creer que los derechos de los homosexuales eran una imposición occidental”.

Los países no occidentales no están necesariamente en desacuerdo con los objetivos básicos de derechos humanos. Más bien, como el académico brasileño Oliver Stuenkel argumenta en su libro Post-Western World, estos impugnan la “operacionalización de las normas liberales” y “las jerarquías implícitas y explícitas de las instituciones internacionales” que privilegian a los países occidentales. El control de los EEUU en el Medio Oriente y el surgimiento de estados autoritarios como China reducen el alcance efectivo de ideas que son demasiado restringidas o que no son creíblemente universales, en el sentido de estar profundamente arraigadas en los principales sistemas filosóficos y religiosos del mundo. Y reducir las aspiraciones excesivamente expansionistas y revisionistas, como Jennifer Lind y William C. Wohlforth escribieron recientemente en Foreign Affairs, es esencial para preservar el orden internacional liberal posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Si los defensores de los derechos humanos desean superar los desafíos actuales, harían bien en aprender del curso del proyecto de derechos humanos del ideal a la realidad a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Los autores de la Declaración Universal aprendieron que la mejor manera de construir un sistema de derechos con un fuerte reclamo de legitimidad en diferentes culturas e ideologías era apegarse a lo básico. Hoy, solo un enfoque modesto y flexible puede restaurar la autoridad moral que le dio a la idea universal de los derechos humanos sus mayores éxitos.

La Declaración Universal de 1948 fue el producto de un intenso debate, negociación y compromiso, todo hecho con el entendimiento de que sus principios podrían cobrar vida de manera diferente en diferentes partes del mundo. El discurso de los derechos humanos de hoy, sin embargo, está impregnado de supuestos normativos occidentales que son controvertidos incluso en Occidente. Los occidentales juegan un papel extraordinariamente grande como patrocinadores y organizadores de organizaciones de derechos humanos y debates académicos, formando directa e indirectamente agendas, marcos de análisis y métodos de evaluación en el proceso. Como resultado, los derechos humanos se han convertido, como la profesora de la Universidad de Nueva York, Sally Engle Merry, escribe en Human Rights and Gender Violence, “parte de una visión modernista distintiva de la sociedad buena y justa que enfatiza la autonomía, la elección, la igualdad, el laicismo y protección del cuerpo”, convirtiendo a su vez las normas culturales de una parte del mundo en derechos universales.

En consecuencia, los valores no individualistas, como los que promueven los deberes comunales o los relacionados con las creencias religiosas, han sido menospreciados. Los argumentos de que existen otros medios para promover y garantizar la dignidad humana se descartan como poco realistas o ignorados. Las instituciones y leyes africanas, asiáticas y otras instituciones de derechos humanos no occidentales están marginadas.

Mientras tanto, el número de derechos y reclamos de derechos ha aumentado abruptamente a medida que varios grupos de intereses especiales bien intencionados han tratado de aprovechar la autoridad moral de la idea de los derechos humanos para sus causas. La infraestructura legal internacional se ha ampliado, produciendo instituciones como la Corte Penal Internacional (CPI) y doctrinas como la “Responsabilidad de proteger”, pero estas se centran principalmente en debilidades geopolíticas o sin importancia: 10 de las 11 situaciones bajo investigación en la CPI son países africanos, mientras que gobiernos como Siria cometen atrocidades con poco temor a ser procesados o intervenidos porque Rusia, uno de sus dos principales patrocinadores internacionales, socava cualquier intento de responsabilizar a los líderes del país.

Las ambiciones del campo de los derechos humanos no solo han producido enfrentamientos innecesarios sobre los derechos humanos, sino que también han disminuido los derechos fundamentales que estaban destinados, por encima de todo, a defender la dignidad humana.

La mentalidad que prevalece actualmente entre muchos actores de derechos humanos hace que sea extremadamente difícil alcanzar el objetivo de los redactores de la Declaración Universal de promover la implementación de principios fundamentales de derechos humanos en una variedad de circunstancias y culturas. El resultado ha sido reducir tanto la efectividad como el atractivo de esos principios. Las organizaciones de derechos humanos son menos capaces de integrarse en las culturas locales y ganar legitimidad a los ojos de la gente local.

Una mayor flexibilidad en la implementación permitiría a los defensores de los derechos humanos centrarse en la importancia de la dinámica política y los incentivos para promover el cambio dentro de los países. Por ejemplo, el fin del gobierno blanco en Sudáfrica se produjo no amenazando a los líderes del apartheid con justicia internacional, sino primero sancionando y luego ofreciendo incentivos para que los líderes transfieran el poder. Las comisiones de reconciliación y verdad desempeñaron papeles prominentes; la retribución fue limitada. El país creó una nueva identidad nacional inclusiva y desarrolló una constitución en torno a las instituciones existentes, un marcado contraste con los esfuerzos en Irak y Libia que intentaron reemplazar las instituciones y excluir a los miembros del régimen anterior.

El movimiento de derechos humanos debe volver a centrarse en los principios de la Declaración Universal, un documento más elogiado que entendido. Sus redactores desarrollaron un marco para los derechos humanos que era universal y flexible. Su objetivo era establecer un “estándar común de logro”, basado en la “dignidad inherente” y los “derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

Esto implicaría reconocer que en un mundo de gran diversidad cultural y política, los derechos humanos no pueden ser universales a menos que se mantengan en un pequeño núcleo de derechos tan fundamental que casi ningún país se opondrá abiertamente a ellos.

En la Declaración Universal original, solo un puñado se redactó de tal manera que dejara poco espacio para la flexibilidad en la implementación. Estos incluyen protecciones para la religión y la conciencia, así como prohibiciones contra el genocidio; esclavitud; tortura; trato o castigo cruel, inhumano o degradante; medidas penales retroactivas; deportación o traslado forzoso de población; y discriminación basada en raza, color, sexo, idioma, religión, nacionalidad u origen social. Hoy en día, muchos tratados de derechos humanos hacen que estos derechos no sean aplicables, es decir, no hay circunstancias en las que puedan ser levantados o suspendidos.

En lo que respecta a otros derechos, los redactores de la Declaración Universal dejaron claro que la universalidad no significa homogeneidad en la implementación. Esperaban que los estados experimentaran con diferentes modos de implementación, para permitir que “diferentes tipos de música” fueran “tocadas en el mismo teclado”, como lo expresó el filósofo francés Jacques Maritain, quien apoyó el proceso de la ONU. De hecho, Eleanor Roosevelt dejó claro en 1948 durante uno de los debates sobre la Declaración Universal que los métodos para implementar muchos derechos “necesariamente variarían de un país a otro y tales variaciones deberían considerarse no solo inevitables sino también saludables”. Por ejemplo, individuos en todas partes tienen derecho a estar libres de tortura, pero diferentes países pueden llegar legítimamente a diferentes conclusiones sobre cuándo se puede tomar la propiedad privada para uso público.

Además, al resolver las tensiones entre los derechos, ningún derecho fundamental debe ignorarse por completo. Al especificar que todos los derechos deben ejercerse con el debido respeto a los derechos de los demás, los redactores pretendieron que los enfrentamientos sean ocasiones para descubrir cómo dar a cada derecho la mayor protección posible sin subordinar nunca un derecho completamente a otro.

En definitiva, una cultura de los derechos humanos solo se puede construir de abajo hacia arriba. Centrarse en las violaciones más graves de la dignidad humana y comprender que otros derechos pueden protegerse en una variedad legítima de formas es la mejor manera de lograrlo. Lampadia

El Dr. Seth D. Kaplan es profesor titular en la Paul H. Nitze School of Advanced International Studies (SAIS) de la Universidad Johns Hopkins, asesor principal del Instituto de Transiciones Integradas (IFIT) y consultor de organizaciones como el Banco Mundial, USAID, el Departamento de Estado y la OCDE.




Criminales anti Tía María amenazan con violaciones y canibalismo

Criminales anti Tía María amenazan con violaciones y canibalismo

“Quiero bañarme en una

piscina llena de sangre.

Sangre de tombo,

esa sangre beberemos

en vasitos descartables.

Sus mujeres violaremos

y a sus hijos comeremos”.

(Cita textual)

 

Asqueroso y criminal estribillo de los cantos de (¿reservistas?) que se corearon en las calles de Cocachacra el pasado miércoles 15 de abril.

Escena del video

Ver video :

Esto, comparado con: atacar las instalaciones de los bomberos, o cortar el agua de todo un pueblo, o dejar sin agua 3,000 hectáreas, o cerrar una carretera y cobrar cupos para regular el paso de un espacio público, parecen juego de niños. Pero no nos equivoquemos, todas esas acciones son criminales y sus autores directos e intelectuales deben ir a la cárcel por semejantes atropellos a la dignidad humana.

Lo peor es que esto se ha silenciado. ¿Lo han visto ustedes en algún medio importante? Claro que no. Sus corresponsales están amenazados. Mientras los medios nacionales no envíen corresponsales incógnitos, en Lima y el resto del Perú, nunca sabremos lo que hacen estas cúpulas miserables. Lo mismo ocurrió en Cajamarca con el proyecto Conga. Ver en Lampadia: Stalinismo en Cajamarca.

Los líderes de estas cúpulas no quieren dialogar, no asisten a las invitaciones del Primer Ministro. Las cosas se tienen que hacer como a ellos les da la gana, punto.

¡Esto no va más!

El país entero se tiene que poner de pie para terminar de una vez por todas con estos dislates socio-criminales de cúpulas violentistas que siguen los postulados de líderes políticos nacionales ideologizados que buscan el poder como lo pretendía hacer Sendero Luminoso, a cualquier costo, si es necesario con un baño de sangre. ¡Basta!

Lampadia