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Una revolución de la asistencia social

Un gran problema de muchos gobiernos es que no logran desarrollar o adaptar eficazmente los sistemas de protección social para reducir la desigualdad o apoyar eficientemente a los más pobres. Actualmente, se ha desarrollado el interés por las rentas básicas universales, un pago que el gobierno hace a los ciudadanos del país de manera gratuita e incondicional. En el caso de los países más ricos, esto responde al impacto en el empleo de la automatización y la robótica. En la India, se plantea como un mecanismo más eficaz y menos corrupto.

¿No más colas para uno y otro subsidio?

En India existen más de 950 programas sociales a nivel nacional, más los regionales, los más grandes se dan como subvención de alimentos y fertilizantes. El verdadero problema es que la profusión de subsidios ineficaces, plagados de corrupción y manipulados políticamente, han dejado a más de 350 millones de personas, alrededor del 30% de la población, sumida en la pobreza, incluso después de dos décadas de alto crecimiento económico.

Esto se debe a que el actual sistema de bienestar de la India es muy ineficiente. El gobierno tiene grandes problemas con el almacenaje de granos, por ejemplo, y continuamente se publican titulares con historias de comida que se pudre en los almacenes. El Estado tampoco es eficiente en identificar quién debe obtener este apoyo ni asegurar que aquellos que deben recibirlo, lo consigan. Según un reciente artículo de The Economist (compartido y traducido líneas abajo), en la India “más del 35% del 1% más rico de los indios se beneficia de alimentos subsidiados a los que no tienen derecho. Peor aún, al 27% de la quinta parte más pobre de la población se les niega su derecho a recibirlo”.

El consejero económico principal del Gobierno indio, Arvind Subramanian (que estuvo en Lima en ocasión de la reunión del FMI y del BM el 2015), afirma que uno de los objetivos de este programa es solucionar las trabas burocráticas que impiden que los ciudadanos  reciban sus dotaciones: “El proceso no puede ser más sencillo: los beneficiarios recibirán el dinero directamente en sus cuentas y podrán sacarlo cuando quieran, evitando las trabas burocráticas”.

Al adoptar el sistema más eficiente, se puede aliviar más pobreza por el mismo costo o, por supuesto, aliviar el mismo importe a un costo menor. Según comento Subramanian, “Es una idea muy simple. Se basa en tres principios: universalidad (la reciben todos), incondicionalidad (como saben no hay que hacer algo para recibirla) y acción (la reciben en efectivo). Pienso que es una idea nueva muy radical”. Es evidente que estos criterios corrigen las desviaciones de los programas tradicionales que caen en el ruleteo político, desperdicios y corrupción abierta. Una muy interesante iniciativa que debiéramos mirar de cerca, especialmente desde el MIDIS y el MEF.

Finlandia también acaba de lanzar un plan piloto para dar a los desempleados dinero en efectivo en lugar de otro tipo de beneficios. Ver en Lampadia: ¿Renta básica universal para un mundo sin empleos?

Los resultados todavía están por verse. De ser exitoso, podría ser un modelo a seguir para los demás países en vías de desarrollo que todavía mantienen programas de apoyo social con subvenciones de todo tipo. Esperamos que esta tendencia continúe y cree un sistema de bienestar más eficiente y mejor direccionado para lograr mayores beneficios a la población. Lampadia

Subvenciones a la hoguera

India debate el caso de una renta básica universal

India debe reemplazar su gran portafolio de pagos de asistencia social por un único pago

The Economist

4 de febrero de 2017

Traducido y glosado por Lampadia

Una de las muchas indignidades asociadas con ser pobre en la India es navegar entre la gran cantidad de programas de bienestar que mantiene el país. Sólo el gobierno central tiene 950; además, los estados operan muchos más. Algunos son grandes, como los que distribuyen alimentos y fertilizantes subvencionados. Muchos son poco más que una excusa para que los ministros del gobierno se tomen una foto.

Esta semana, el gobierno indio propuso la idea de reemplazar la mayoría de estos regímenes con un “ingreso básico universal” (UBI, por sus siglas en inglés), un pago incondicional en efectivo que podría ser desembolsado no sólo a los pobres, sino a todos. En los países ricos, la UBI se plantea como una posible respuesta a un mundo en el que la inteligencia artificial y la automatización sacan a un gran número de personas de su trabajo. Pero, a menos que la tecnología destruya puestos de trabajo en una escala sin precedentes y no cree ninguno en su lugar, el caso para tal esquema es prematuro. Las redes funcionales de seguridad social e instrumentos como los créditos fiscales permiten dirigir dinero a los necesitados en estos países. En la India, a pesar de sus dificultades prácticas, la idea tiene una lógica diferente y merece una audiencia más comprensiva.

Por un lado, un poco de dinero recorrería un largo camino para los pobres de la India. Más de una quinta parte de su población vive por debajo de la línea de pobreza. El esquema esbozado esta semana por el asesor económico principal del gobierno indio, Arvind Subramanian, reduciría esa cifra a menos del 0.5% transfiriendo alrededor de US$ 9 al mes a todos los indios adultos. Si se repartiera a todos, eso costaría alrededor del 6-7% del PBI; los 950 esquemas de bienestar absorben el 5% del PBI.

Dar dinero a la gente sería mucho mejor que el sistema actual de repartir medidas de bienestar en especies. La plétora de esquemas que existen para que los indios reclamen alimentos subsidiados, combustible, gas, electricidad y así sucesivamente son ineficientes y corruptos. Los beneficiarios están a la merced de funcionarios venales que pueden forzarlos a aceptar menos de lo que deberían. Los pagos en especie se basan en la suposición paternalista de que los indios pobres son incapaces de tomar decisiones racionales de gasto. Un pequeño juicio en el estado de Madhya Pradesh desacreditó la noción de que una UBI sería desperdiciada en alcohol y juegos de azar.

La idea de incluir a los plutócratas de la India es un obstáculo en el camino. El documento del gobierno sobre la UBI no deja clara la parte “universal”, lo que sugiere que una cuarta parte de la población debe ser excluida de alguna manera para hacer el plan más asequible. Pero medir quién es pobre y quién no lo es ha demostrado estar más allá de la capacidad de las autoridades indias repetidas veces. Más del 35% del 1% más rico de los indios se beneficia de alimentos subsidiados a los que no tienen derecho. Peor aún, al 27% de la quinta parte más pobre de la población se les niega su derecho a recibirlo.

Las cuestiones de la asequibilidad serían menos importantes si las autoridades indias recaudaran más impuestos: los ingresos del gobierno central representan un escaso 11% del PBI. Y un beneficio universal puede operar mejor si la clase media tuviera interés en asegurarse de que funcionase bien.

Extrañemos al robot

Incluso los fans de la idea aceptan que hay problemas prácticos. La acreditación de efectivo a las cuentas bancarias de cientos de millones de indios es técnicamente factible gracias a Aadhaar, un esquema de identificación digital que cubre al 99% de los adultos. Pero en ausencia de una densa red bancaria, especialmente en las zonas rurales, muchos indios pobres podrían tener dificultades para acceder al dinero. La capacidad del estado de la India para gestionar la transición a un solo pago de bienestar también es cuestionable, para decirlo amablemente. Existe un riesgo real de que las UBI complementen los programas de bienestar, en lugar de reemplazarlos. Totas estas son razones para no saltar a ciegas en dirección al UBI, pero el programa sigue teniendo grandes argumentos a favor de ser un programa fuerte que ayudaría a la gente más pobre del mundo. Lampadia