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Maradona

Maradona

The Economist hace poco dedicó un breve artículo al recientemente fallecido Diego Maradona, aquel argentino que probablemente fuera el mejor jugador de fútbol de su generación y que, al día de hoy, aún se disputa el título al mejor de la historia con otros grandes como Pelé, Cristiano Ronaldo y Messi en dicho deporte.

Como bien destaca el popular medio británico, sin duda fue una figura que desde muy pequeño presentaba dotes futbolísticos sin igual comparados a sus pares argentinos, lo que le permitió ascender rápidamente hacia las filas de los clubes europeos.

Lamentablemente, así como se dio su rápido lanzamiento al estrellato, le vino encima una vida llena de excesos en las drogas en su paso por Italia, que tras varios años lo inhabilitó progresivamente de seguir jugando y de si quiera poder desarrollar una posterior carrera decente como técnico de selección y/o clubes extranjeros.

En todo lo no futbolístico, Maradona fue una gran decepción, por decirlo amablemente. Dio los peores ejemplos posibles con las drogas, maltrato a mujeres, no reconocimiento de sus hijos, condescendencia con dictadores y genocidas como Castro y Chávez; inclusive hizo trampa con un gol con la mano en un campeonato mundial. Pero los argentinos, que hace 50 años endiosaron a Juan Domingo y Evita Perón, y quebraron su progreso social, son muy dados a cerrar los ojos ante figuras como las de Maradona.

Muchos disculpan su mal comportamiento por su origen humilde y pobre educación, pero Pelé, tuvo las mismas desventajas de origen que Maradona, y sin embargo, fue siempre un modelo de deportivismo y civismo.

Desde Lampadia no podíamos dejar de comentar su historia y lamentar que su arte no sirviera para que lograra ser un mejor modelo de vida. Lampadia

Divino y condenado
La vida bendita y maldita de Diego Maradona

Muere uno de las mejores futbolistas de Argentina y del mundo

The Economist
28 de noviembre, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Vivirá para siempre en esa soleada tarde de junio de 1986 en el estadio Azteca de la Ciudad de México. Fueron los cuartos de final del Mundial entre Argentina e Inglaterra. En el minuto 55, Diego Armando Maradona recogió el balón en la mitad argentina y se abrió paso a través de la defensa inglesa como si no estuviera allí antes de lanzar un tiro raso y fuerte. Fue uno de los mayores goles de todos los tiempos. Llegó apenas cuatro minutos después de que Maradona, con el partido sin goles, se hubiera levantado para recibir un despeje fallido en el área de Inglaterra y metiera el balón en la red. Había marcado, dijo después, “un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”. Sin video arbitraje en ese entonces, el gol se mantuvo. Fue, dijo, una especie de venganza por la derrota de Argentina a manos de los ingleses en la guerra de las Malvinas cuatro años antes.

Entre ellos, esos goles resumieron a Maradona, quien murió de un infarto a los 60 años el 25 de noviembre. Bendecido con talento divino, tenía poco respeto por las reglas en una vida que ofrecía riquezas pero que siempre era una lucha. Encarnaba la idiosincrasia de su país, como señaló Clarín, un diario argentino: “Maradona son los dos espejos, eso en lo que es un placer mirarnos y eso que nos avergüenza”.

Hijo de una empleada doméstica y un trabajador de una fábrica, creció en una choza de hojalata y cartón en Villa Fiorito, en los suburbios de Buenos Aires. De adulto medía metro y medio, pero su cuerpo rechoncho y piernas musculosas le daban un poder explosivo. Sus marcas registradas serían carreras en aumento, la pelota pegada a sus pies y una visión instintiva.

Su carrera profesional comenzó cuando tenía 15 años en Argentinos Juniors, un club histórico pero modesto. El éxito allí lo llevó a Boca Juniors y luego a Barcelona y Napoli. Pero encontró la fama y la fortuna difíciles de manejar. Ansiaba afecto. El club nocturno en compañía de gorrones y gánsteres lo llevó a la adicción a la cocaína. Había muchas mujeres, a algunas de las cuales golpeaba, y suficientes niños para formar un equipo de fútbol.

La segunda mitad de la vida de Maradona fue trágicamente grotesca. Obeso y con dolor a menudo (los árbitros eran menos protectores en su época), hizo patéticos intentos de reaparición. Fracasó como entrenador, especialmente en la selección de Argentina. Enriquecido por el capitalismo, no vio contradicciones en las amistades con los anticapitalistas Fidel Castro y Hugo Chávez.

Si Maradona fue el mejor jugador de todos los tiempos, por delante de su compatriota Leo Messi o el brasileño Pelé, es un debate que no es necesario resolver. Con sus orígenes humildes, sangre guaraní y mata de rizos oscuros, para los argentinos siempre fue el pibe de oro, el niño de oro. “Nos hiciste inmensamente felices”, dijo Alberto Fernández, presidente de Argentina, al declarar tres días de duelo nacional. Lampadia




De la grandeza y la pequeñez del Perú

Los Panamericanos, su preparación, inauguración, desarrollo y clausura, nos han mostrado la grandeza del Perú; nuestra capacidad de hacer bien las cosas, nuestra diversidad, nuestra cultura con sus colores, trajes, paisajes, música, bailes, además de la entrega de los atletas y el buen comportamiento de la (mejor) hinchada.

Hemos mostrado, sin lugar a dudas, un país grande, maravilloso y positivo.

Qué diferencia con nuestra vida política. Por decir lo menos, la pequeñez en toda su expresión: intrigas, mentiras, incapacidad, mediocridad, irresponsabilidad y falta de miras y compromiso.

Siempre hemos dicho que el Perú es infinito. Tenemos todo. Diversidad, cultura, una geografía extraordinaria, múltiples y abundantes recursos y gente trabajadora, creativa y muy alegre, como lo muestra el espacio deportivo y cultural.

Es mentira que el peruano no tiene cultura. Basta ver cómo se comporta fuera del Perú. Acá en la Patria, el problema es el sistema: caótico, sin reglas y con impunidad. Pero cuando los incentivos son los correctos, los resultados son extraordinarios. Por ejemplo, durante los Panamericanos, los asistentes han mantenido orden y limpieza, no había papeles en el piso, los baños del Estadio Atlético, estaban impecables, haciendo así gala de gran cultura. Un evento bien organizado y ordenado llamó al orden y la limpieza.

Esa es la esencia del Perú y de los peruanos.

Pero qué hacemos con la política, que no hace otra cosa que cortarnos las piernas e impedir que salgamos de pobres.

En las dirigencias políticas se ha instalado el negativismo, el desconocimiento de nuestros avances y hasta la oposición radical a todo proyecto de desarrollo. Ya sea minero, petrolero, e incluso de la de infraestructuras como la de la hidro-vía amazónica, etc.

El radicalismo anti inversión ha devenido en el mejor mecanismo de ‘movilidad política’. Veamos nomás el caso del gobernador de Arequipa, un oscuro y desprestigiado personaje, acusado de múltiples violaciones, que en solo un mes a pasado a ocupar una posición expectante en la baraja de líderes radicales.

Gran responsabilidad de esta situación radica en los medios de comunicación, que a lo largo de los últimos años han coqueteado con personajes del club de los antis; y por supuesto, también es responsabilidad de la clase dirigente no política, que ha brillado por su ausencia. Se ha regalado el país a la aritmética de las turbas minoritarias y a los quejosos sin ideas de desarrollo, entre los cuales hay varios congresistas de las izquierdas y más allá de las izquierdas.

¿Cómo podemos hacer para que un gran país se exprese también en la política? No queda otra cosa que participar en la vida nacional. Tenemos que fundar instituciones cívicas que contrarresten la prédica anti sistema, presionar a los gremios empresariales por un mayor compromiso con los valores del desarrollo y la prosperidad, y fajarnos todos para llevar nuestras grandezas a nuestras realizaciones.

Perú, ¡Impón tu grandeza a la política! Lampadia




El regalo de los Panamericanos

El Espíritu Olímpico o para el caso, de los Panamericanos, debe estar por encima de nuestras diferencias.

Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos son seguramente los momentos más sublimes de la humanidad. En ellos se olvidan las diferencias, las ofensas y las agresiones. Es el paréntesis de vida más exultante en el que solo se lucen nuestras mejores virtudes, representadas en el espíritu olímpico.

En los últimos años se han multiplicado los conflictos, las diferencias y la angustia sobre el devenir de muchas naciones de la tierra. Pero en las olimpiadas, los problemas se guardan en cajoncitos (como los de Napoleón Bonaparte), cada uno en un cajón, esperando otro momento para verse. Es un lapso de entusiasmo, alegría y de la superación de todos nosotros. 

Los Juegos Olímpicos inspiran los mejores logros del deportivismo, así como momentos históricos que rompen con la adversidad. Son el centro de atención global durante dos semanas cada cuatro años.

Para los deportistas, este es un momento muy emocionante ya que es la culminación de dedicación y duro trabajo, además de grandes sacrificios personales, durante por lo menos cuatro años.  Pero los Juegos Olímpicos van más allá de eso, ya que no sólo atraen a los mejores atletas de cada país, sino que también unen a los espectadores y aficionados. El mundo entero observa y comparte el mismo evento, con el mismo espíritu.

Pues, los Panamericanos son una olimpiada en pequeño, y deben representar las mismas actitudes y sentimientos. Lo que, es más, como las próximas olimpiadas son en un año, las Panamericanos de Lima son un espacio de preparación para las olimpiadas de buena parte de atletas, especialmente de los estadounidenses.

¿Cómo nos encuentran los Panamericanos a los peruanos?

En medio de innumerables trifulcas:

  • La reforma política y su consiguiente amenaza de cierre del Congreso
  • La rebelión de las autoridades de Arequipa por el proyecto de Tía María
  • Las tomas del oleoducto norte
  • Las denuncias ampliadas sobre los actos de corrupción de Odebrecht
  • Allanamientos groseros que parecen cortinas de humo
  • La casación de Keiko Fujimori
  • La captura de Toledo en EEUU

Pues antes de los Panamericanos tendremos que ver como guardar todos estos problemas en sus cajoncitos, y regalarnos una tregua, para recibir a nuestros invitados en plena armonía.

Y esto tiene que empezar por el presidente de la República, Martín Vizcarra, quién debe invocar paz, serenidad y responsabilidad a todos los peruanos, especialmente a los más levantiscos.

Además, esperamos que los medios de comunicación, tan proclives a amasar escándalos y tragedias, asuman el ‘espíritu olímpico’ y promuevan un ambiente de distención.

Mostremos a nuestros invitados, atletas y visitantes en general, lo mejor de nuestro país y de nuestra cultura. ¡Adoptemos el ‘Espíritu Olímpico’! Son solo 41 días. Lampadia




¡Te invito a conectarte con nosotros!

Reproducimos un video de Fernando Cillóniz, quién después de terminar su período de gobernador (Ica), se apresta a desarrollar una gira nacional para intercambiar ideas sobre la gestión pública.




PMO para la inversión pública, un modelo a replicar

Los Juegos Panamericanos serán, seguramente, los momentos más alegres de este próximo año. En ellos se olvidan las diferencias, los problemas y las preocupaciones. Es el paréntesis de vida más exultante en el que solo se lucen las mejores virtudes, representadas en el espíritu olímpico. Donde ganadores y perdedores festejan por igual. Éstos serán días de entusiasmo, alegría y de la superación de todos nosotros. Y los peruanos debemos seguir dando buenos ejemplos de deportivismo.

Por eso, el buen manejo del proyecto de los Juegos Panamericanos es tan relevante e importante. Quizás en uno de los pocos ejemplos de proyectos públicos bien gestionados en el Perú, la ejecución de las obras para los Juegos Panamericanos de Lima 2019 están cumpliendo todas las metas y objetivos trazados. Según Carlos Neuhaus, director ejecutivo de la Organización de los XVIII Juegos Panamericanos, la clave es la gestión mediante el Project Management Operation (PMO) de la mano del NEC (Entrega de Proyectos Integrados o New Enginnering Contract), ambos asesorados por el Reino Unido.

El presidente de Panam Sports (Organización Deportiva Panamericana) Neven Ilic, calificó las obras realizadas para los Juegos Panamericanos Lima 2019 como “impresionantes”. “Luego de la realización de los XVIII Juegos Panamericanos y Parapanamericanos, Lima 2019, la capital peruana se transformará en el centro de entrenamiento para los atletas de toda América. En muy pocos países de Latinoamérica he visto esta calidad de construcción”, afirmó Ilic.

El cumplimiento de los objetivos en el tiempo acordado de todo el proyecto es producto de una planificación extraordinaria, del cumplimiento que ha tenido cada una de las empresas y de todo el equipo técnico. Para lograrlo, el Reino Unido firmó un acuerdo de gobierno a gobierno con el Perú el año pasado a fin de brindar asesoría técnica al Proyecto Especial de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Lima 2019 para la organización exitosa de este evento de gran magnitud que dejará un legado para la ciudad y el país. Hasta el momento, mediante este mecanismo, se han podido desarrollar cinco sedes deportivas.

La verdad es que los requisitos de las instituciones de administración pública están aumentando y los proyectos se están volviendo cada vez más desafiantes. La gestión de un proyecto es una actividad compleja, en particular cuando involucra a muchas personas que trabajan durante largos períodos de tiempo y muchas partes con intereses diferentes.

Esta complejidad creciente requiere prácticas de gestión y herramientas que aseguren un uso eficiente de los recursos. Es en este contexto que se decide utilizar el sistema de Gestión de Proyectos (PMO) y los contratos Entrega de Proyectos Integrados (NEC, por sus siglas en inglés).

¿Cómo funcionan?

Lo que plantea el Project Management Institute es gestionar los proyectos públicos en un marco especial que asegure el cumplimiento de los lineamientos de gastos, además de la sujeción a los principios de legalidad y transparencia en la gestión pública. Estas “reglas de juego” insta a que la gestión del proyecto debe “rendir cuentas” mediante los sistemas de monitoreo y seguimiento, dando transparencia a la gestión. Otro de los beneficios es que evita que ocurran actos de corrupción.

Por otro lado, el NEC es un nuevo modelo de contrato de ingeniería y construcción que simplifica el uso del lenguaje jurídico y el manejo de controversias con el objetivo de evitar modificaciones contractuales (‘adendas’). Permite que las obras sean adjudicadas sin pasar por la Ley de Contrataciones del Estado, y las demoras que esta pueda generar, por reclamos de postores ante discrepancias en el contrato.

Los NEC fueron diseñados por el Institution of Civil Engineers (ICE) del Reino Unido y fue el modelo usado para construir las obras de las Olimpiadas de Londres 2012. Están pensados para gestionar proyectos de gran envergadura, desde la ingeniería hasta los servicios y las compras menores de bienes.

“El NEC es un sistema de construcción hecho por ingenieros para ser manejados por ingenieros”, explicó Neuhaus. Es una modalidad ‘fast track’ de construcción en el que el diseño y la ejecución avanzan paralelamente. Por su lado, Amalia Moreno, jefa del área legal del Comité Organizador de los Juegos Panamericanos, explicó que no es difícil adecuar los NEC a la legislación peruana. “El contrato NEC es modificable. Incorporamos aspectos del Código Civil peruano, condiciones de penalidad de la Ley de Contrataciones del Estado, y así vamos adecuándolo. Pero la esencia es simplificar las contingencias constructivas”.

¿Quieres formar parte?

De hecho, la cultura que han creado en el proyecto es tan interesante que están teniendo mucha acogida con el programa de voluntariado. ¿Por qué ser un voluntario? Principalmente, brinda la oportunidad de ser reconocido por tu trato amable a invitados nacionales y extranjeros, de promover nuestra cultura peruana, tradición y gastronomía, ser parte de los Juegos creando el sentido de pertenencia a este evento y trabajar en equipo con jóvenes que buscan un cambio positivo en nuestro país.

Carlos Neuhaus, destacó la importancia de los voluntarios en la mayor fiesta multideportiva del continente. “Tenemos un gran espíritu deportivo y por ello vamos a lograr unos Juegos por encima de las expectativas. Acá jugamos todos y tenemos el respaldo al ser un compromiso de estado. La imagen del Perú está de por medio. Los peruanos unidos lo podemos todo. El voluntariado es una parte importante porque nos ayudarán en la tarea titánica. La mitad de la importancia de los Juegos son los voluntarios”, afirmó Neuhaus.

Conclusiones

Con el fin de contribuir con el legado de los juegos, en mayo de este año se anunció la conformación de una Mesa de Trabajo en Infraestructuras entre el Perú y el Reino Unido para ayudar al Perú a abordar la brecha de infraestructuras rescatando las mejores experiencias de gestión y contratación de los Juegos Panamericanos 2019.

Tenemos grandes retos en el Perú de obras por realizar y una gran cantidad de ejemplos de proyectos de infraestructuras con problemas de cumplimiento de objetivos. Para poder reactivar los proyectos, debemos compartir estos nuevos y mejores modelos para la gestión de proyectos que puedan ser utilizados para lograr reducir la gran brecha de infraestructura que tenemos. Lampadia

Otras imágenes:




Ángeles de la Guarda

Fernando Cillóniz B.
Gobernador Regional de Ica
Ica, 27 de julio de 2018
Para Correo Ica y Lampadia

Los niños y jóvenes de Ica son lo máximo. Lo que están haciendo por el bienestar de nuestra población, es admirable. Nuestros Ángeles de la Guarda – así habría que llamarlos – ya nos libraron de la epidemia del Dengue. ¡Cómo no estar profundamente agradecidos por un logro tan importante! Gracias a ellos, miles de iqueños estamos sanos y tranquilos. Muchos ni siquiera saben que detrás de esa salud y esa tranquilidad, está el trabajo meticuloso y silencioso que hicieron nuestros chiquillos para eliminar al zancudo trasmisor del Dengue.

¡Qué ingratos somos – muchas veces – las personas! Sobre todo, los mayores. Por qué tan pocos dan cuenta del extraordinario resultado de la Campaña: En mi casa y en mi barrio… le ganamos al zancudo. ¿Será porque no hay sangre de por medio? Sí pues. Como no hay Dengue… no hay problema. Y como no hay problema… no hay noticia. ¡Qué injusticia!

Ahora los chicos están embarcados en el Campaña: + Vida – Plástico. ¡Cómo no estar doblemente agradecidos! Nuestros angelitos están limpiando nuestros barrios y nuestros pueblos. Están ayudando a nuestros Municipios a mejorar el medio ambiente. Están reeducando a sus padres para volver a utilizar las bolsas de tela – o canastas de paja – en reemplazo de las bolsas de plástico y envases de Tecnopor. ¡Una maravillosa labor!

Inclusive, están colaborando en la seguridad ciudadana a través de las Brigadas de Auto Protección Escolar (BAPES). A ese respecto, expresamos nuestro agradecimiento a la Policía Nacional del Perú por el cariño y profesionalismo que ponen en la capacitación de nuestros brigadistas. Nuestras BAPES brindan seguridad y vigilancia permanente, tanto al ingreso como a la salida de nuestras escuelas. Monitorean y controlan los kioscos cercanos, y detectan individuos – de mal vivir – que atentan contra la salud y seguridad integral de nuestros estudiantes. ¡Impresionantes!

He ahí tres funciones públicas de gran trascendencia: Salud Pública, Limpieza Pública, y Seguridad Ciudadana. Pues bien, gracias a la participación decidida – y protagónica – de nuestros escolares, nuestra región es – ahora – más saludable, más limpia, y más segura. Eso es Participación Ciudadana… de verdad.

Por otro lado, nuestros atletas escolares han progresado significativamente en cuanto a logros deportivos. En los Juegos Deportivos Nacionales Escolares 2014 obtuvimos 22 medallas, en total. El año pasado, 66. ¡Tres veces más! Mente sana en cuerpo sano… para mantener nuestra alma saludable. He ahí el poder – y el valor – del deporte.

Y lo mismo pensamos respecto al arte y la cultura. Y – concretamente – respecto a la música. Aquella expresión del viento que – según Juan Diego Flórez – vuela por los aires y se posa sublime en las almas de los niños; haciéndolos más tiernos, más felices… haciéndolos mejores personas. Eso es SINFÓNICA… nuestro coro de niños que ha calado hondo en el corazón de los iqueños.

Este artículo es para dar cuenta de la cara brillante de Ica… y del Perú. La cara oscura – la de la corrupción – es harta conocida. Esta vez no me ocuparé de ella. Nuestros niños y jóvenes merecen un reconocimiento… por todo lo alto. Ellos son el orgullo de nuestra Región. Son nuestros Ángeles de la Guarda. Muchos no los ven. Pero ahí están… protegiéndonos y labrando el progreso de Ica. ¡Que Dios los bendiga! Lampadia




Y ahora, ¿qué vamos a hacer?

El Perú llegó al Mundial. Parece un milagro, pero llegamos. Y gritamos y bailamos y celebramos todo el camino, apoyando a nuestra selección hasta el último minuto. Nos llenamos de esperanzas y pensamos que todo es posible. Esa actitud, propositiva y proactiva, llena de esperanza e ilusión, debería también retratarse en el resto de los sectores de nuestra economía y de nuestro país.

Los peruanos todavía no nos reconocemos como una sociedad en la que todos estamos dispuestos a enfrentar juntos la aventura del desarrollo y la búsqueda de la prosperidad. Nuestros líderes no han sabido transformar nuestras múltiples expresiones de diversidad en una fuente de riqueza. Aún no llegamos a entender que, al haber transitado de décadas de estancamiento a buenos años de crecimiento, podemos abandonar el modelo mental ‘ganar-perder’ y encarnarnos en el modelo ‘ganar-ganar’.

El haber clasificado para el mundial de Rusia 2018 es una ocasión especialmente importante para reflexionar sobre las cosas que nos hacen inspirarnos y darnos las fuerzas para mejorar como país, todos juntos. Aprovechemos estos días para hablar de lo que nos une y para acallar a los eternos negativistas, que solo critican pero no proponen.

Hace unos 35 años que el Perú no calificaba al mundial, pero cada cuatro años las personas apoyan a su selección con la misma ilusión de siempre, sin perder las esperanzas. Ahora, hemos logrado clasificar.

Lo mismo debemos hacer con nuestro país a nivel macro, hace 25 años emprendimos un proceso de transformación que nos permitió, en muy poco tiempo, alejarnos de la maldición de quedar como un ‘Estado Fallido’ y catapultarnos en la visión del mundo hacia el espacio de ‘una Estrella Internacional’. Ver en Lampadia: El Perú de los peruanos.

Últimamente, hemos perdido un poco el paso; pero nuestras capacidades para crecer, derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades y crear oportunidades de vidas plenas para todos los peruanos, están intactas.

No olvidemos que el Perú es un país de grandes oportunidades y tenemos la capacidad de lograr todo lo que queramos.

Después de dos días de CADE en Paracas, luego de escuchar muchas presentaciones brillantes, “algunos de nosotros nos preguntamos: Con tanto gente extraordinaria, ¿cómo es que nos va tan mal?” Lampadia

La euforia de ver al Perú calificar al Mundial por primera vez en treinta y cinco años

Por Daniel Alarcón
The New Yorker
22 de noviembre de 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

 

Los miembros del equipo nacional de fútbol peruano celebran la clasificación para la
Copa del Mundo del próximo año. Fotografía de Ernesto Benavides / AFP / Getty

Junio ​​de 1986 fue un mes de maravillas, un mes de enamoramiento. Tenía nueve años. Para entonces, mi familia había vivido durante seis años en Birmingham, Alabama, donde ser de Perú y hablar español nos convertía en una especie de exóticos estadounidenses suburbanos. Ese verano, nuestra compañía de cable local agregó el canal en español Univisión y, como por magia, comenzó la Copa del Mundo en México. Era la primera vez, la primera que puedo recordar, y aunque narrado con un acento mexicano desconocido, era mucho más que un evento deportivo. Fue una oportunidad de aprender algo sobre el lugar que mis padres llamaban hogar. Las Copas del Mundo son una de las formas en que marcamos el paso del tiempo en América Latina.

Vi el primer juego (Italia, 1, Bulgaria, 1), el último (Argentina, 3, Alemania, 2) y casi todos los juegos intermedios. Al escuchar a mi padre y sus amigos hablar sobre los partidos, sobre el pasado de las Copas Mundiales, formé fuertes opiniones sobre jugadores que nunca había visto en acción. Pelé era un dios; Cruyff, un mago; Rossi, un oportunista. Tomé varias decisiones bastante arbitrarias: me gustaba el equipo francés, por ejemplo, no me gustaban los italianos, era indiferente a los ingleses. Estas son, en términos generales, puntos de vista que aún poseo. Un tío me dijo un día que los holandeses eran el mejor equipo que nunca había ganado una Copa del Mundo, un hecho que memoricé entonces y nunca lo he cuestionado realmente. Cuando Argentina prevaleció en la final, sentí que había ganado algo. En cierto sentido, lo hice.

México ’86 también fue el primero de ocho torneos consecutivos para los cuales Perú no calificaría. Estaba tan cautivado por el espectáculo que apenas me di cuenta. Antes de ese verano, no sabía lo que era una Copa del Mundo, no tenía ningún punto de comparación. Ni siquiera se me pasó por la mente que se suponía que debíamos estar allí.

Más tarde, aprendí sobre nuestro pedigrí, sobre los elegantes equipos peruanos de los años setenta, historias que mi padre y mis tíos compartían con orgullo, nostalgia y, cada vez más, con un toque de melancolía. Nuestros héroes deportivos tenían nombres como Cubillas, Chumpitáz, Sotil, Oblitas, pero ya eran viejos, desvanecidos con glorias que nunca habían sido reemplazadas. A medida que la sequía de la Copa del Mundo se extendía más y más tiempo, comenzó a sentirse como si nunca lo serían. Un buen jugador puede aparecer aquí y allá, un destello de talento o espíritu de lucha, pero no del tipo en que podrías formar un equipo, o ciertamente no un equipo lo suficientemente bueno para competir en Sudamérica, generalmente considerada como la región más difícil de calificar. Nos acercamos a Francia ’98, y solo necesitábamos un empate contra Chile en nuestro último juego. Viajamos a Santiago llenos de esperanza. Perdimos, 4-0.

En 2001, me mudé a Lima para estudiar literatura en una universidad local. Me enamoré de un grupo de estudiantes de arte (pintores, ilustradores, escultores) e incluso después de dejar de asistir a las clases, todavía los visitaba, pasando largas tardes en el piso de cemento de un pequeño estudio que dos de ellos compartían. Este grupo se convirtió en mis primeros amigos reales en Perú que no eran familiares, y su aprobación significó mucho para mí. Una tarde, casualmente mencioné que iba al estadio para ver jugar al equipo nacional. Fue un partido de clasificación para la Copa Mundial contra Uruguay y mi primo César nos había conseguido las entradas.

Todos se callaron.

¿Vas a hacer qué?

Recuerdo el coro de voces muy claramente: no vayas. Va a hacer frío. Es un estadio de mierda para un equipo de mierda. Te robarán en el camino a casa. Te prestaré mi cuchillo. Vamos a perder; ¿Lo sabes? Siempre perdemos. No vamos a calificar. ¿Estás loco?

Pude sentir que mi cara empezaba a sonrojarse, pero ahora no había nada que los detuviera. En poco tiempo, comenzaron a analizarme: mi conexión emocional con el equipo nacional fue un efecto secundario de haber sido criado en los Estados Unidos. Si hubieras crecido aquí, todos estaban de acuerdo, no te importaría. Si crecí aquí e insisto en ser un fanático de los deportes, tal vez me gustaría el baloncesto. No fútbol, ​​que es tan común. Estás sobre compensando. Probablemente hay un jodido tatuaje Inca en tu pecho que obtuviste como un adolescente para demostrarles a las chicas americanas que no eras blanco.

Todos rieron.

Tengo ese tatuaje, por supuesto. Me lo hice cuando tenía diecisiete años.

Fui al juego de todos modos. Perdimos, 2-0.

Mis amigos tenían razón. Algunos días, me siento inauténtico, no totalmente estadounidense, no del todo peruano. Estoy seguro de que no soy el único inmigrante que enfrenta una versión de esto. Sientes que hay una parte de ti que se escapa, que se embota por tu entorno. Tu lenguaje se oxida. Tus gustos son indistinguibles como los de sus amigos estadounidenses. Y, mientras tanto, tu país de origen es complicado, problemático, su política es opaca. Lo que uno sabe de su país ha sido formado por unas pocas visitas a casa, filtradas a través de sus padres y familiares, teñidas por su nostalgia o su decepción, ocasionalmente por su ira. Es una herencia que puede sentirse como un privilegio a veces, una ventana a otro mundo más interesante y un inconveniente para otros. Pero siempre está ahí, ocupando espacio en tu corazón, en tu cabeza. A veces desearía que fuera más simple explicar lo que sucede dentro de ti cuando escuchas la palabra Perú. Te aferras a esas cosas que se sienten simples, que se sienten como expresiones puras de un amor tan complejo y en capas, hiriente y profundo que no puedes expresarlo, ni siquiera a ti mismo. Uno busca una tensión festiva de nacionalismo.

Entonces, incluso cuando hubo, objetivamente hablando, muy poco para celebrar, el apoyo al equipo nacional peruano me pareció necesario, una manera de recordarme quién era.

Lo que nos trae a este año. Una talentosa generación de jugadores jóvenes, en su mayoría de la liga local, comenzó a combinar una serie de resultados inverosímiles (ecualizadores de último momento, actuaciones defensivas incondicionales, regresos épicos y una dosis no despreciable de buena fortuna) que nos dejaron en el quinto puesto. Después de dieciocho partidos, estábamos por delante de Chile por diferencia de goles. Los cuatro mejores equipos de Sudamérica calificaron directamente para el torneo del próximo verano, en Rusia. Tuvimos que jugar contra Nueva Zelanda en un desempate de ida y vuelta: un partido en Wellington, uno en Lima. Después de treinta y seis años de decepción, un lugar en la Copa del Mundo fue tentadoramente cerca. Después de un empate sin goles en Nueva Zelanda, los equipos viajaron a Lima para el juego decisivo, que se jugó, el miércoles pasado, en el Estadio Nacional.

Fue justo como esperaba, solo que más. Mi teléfono sonó unos minutos después de que aterrizó mi avión: fue mi amigo Julio, compartiendo la reconfortante noticia de que tres chamanes (chino, brasileño y peruano) habían consultado sus oráculos y predijeron que Perú ganaría esa noche. Normalmente no pongo mucha fe en los chamanes, pero en este caso me sentí aliviado. Todos los periódicos tenían el juego en la portada, por supuesto, con exclusión de casi todo lo demás. ¿Nuevos desarrollos en un escándalo de corrupción cada vez mayor que podría amenazar a la Presidencia? Hablemos en serio, página 4. Hay un puesto en la Copa del Mundo en la línea.

En las calles, parecía que todos llevaban en polo de la selección -niños del equipo nacional en la parada del autobús, bebés en cochecitos, abuelas comprando comestibles, vendedores de helados, una oficinista con pantalones y un blazer azul sobre el jersey blanco tradicional con la banda roja. Vi a varios perros paseados en camisetas rojas y blancas de bandera peruana. A unas pocas cuadras del departamento de mi familia, un hombre con muletas se maniobró delicadamente entre los autos que estaban detenidos en el semáforo. Había ido más allá que la mayoría de los fanáticos: no solo la camiseta, sino también una gorra roja brillante, pantalones cortos rojos y largos calcetines rojos, subidos sobre sus piernas delgadas y atrofiadas, pidiendo patrióticamente cambio extra, una taza de plástico roja en su mano extendida.

Temprano esa mañana, alrededor de las dos, los fanáticos peruanos se habían reunido afuera del hotel donde dormía el equipo de Nueva Zelanda y organizaron un espectáculo improvisado de fuegos artificiales. Más tarde, alrededor de las once, desperté de una siesta por el rugido ensordecedor de dos aviones de combate de la Fuerza Aérea que sobrevolaban Lima. Los vi cruzando el cielo desde la ventana de nuestro apartamento, zumbando en varios círculos alrededor del hotel donde los jugadores de Nueva Zelanda estaban tratando de descansar. Más tarde, un portavoz del gobierno dijo que no tenía la intención de intimidar a nuestros visitantes, sino que se trataba simplemente de las fuerzas armadas que ofrecían “apoyo supersónico” a la escuadra peruana. La parte inferior de las alas de los jets había sido pintada de rojo y blanco.

Toda la semana, había estado caminando en un estado de ansiedad francamente insostenible. De vuelta en Nueva York, no había podido dormir. Me despertaba pensando en el juego, en este momento que había soñado durante tantos años. En ese sentido, fue reconfortante estar en Lima, donde todos estaban sintiendo lo mismo. Me encontré con Julio para comprar una camiseta para vestir en el estadio, y mientras charlábamos con el joven que vendía la mercancía, nos desviamos rápidamente a los recuerdos de los juegos que habíamos visto, y de allí a algo más personal, recuerdos más significativos. De esos momentos que compartimos con nuestros padres, nuestros hermanos y hermanas, nuestras familias extendidas. Recordamos ciertas victorias, claro, pero más que eso invocamos la cercanía y la claridad de propósito que sentimos al celebrarlas. El comerciante se llamaba Marlon. Tenía treinta y dos años. Como veinte millones de peruanos, él no estaba vivo la última vez que nuestro país jugó en un Mundial. Su padre le regaló un póster del equipo nacional durante los clasificatorios de 1998, el año en que llegamos a un punto del Mundial. Su padre estaba muerto, nos dijo Marlon, y todo lo que había podido pensar en estos días era en ese póster. “No teníamos dinero para nada”, dijo, frotándose el pulgar y el índice juntos. “Solo comprar ese póster hubiera sido difícil para mis padres”.

Y ahora Marlon se preguntaba dónde estaba, cuándo lo había perdido. Qué pensaría su padre. Cuánto deseaba poder ver el partido de esta noche con su viejo. Todos nos quedamos en silencio. Nos vendió las camisetas y nos abrazamos, ferozmente, como si no nos hubiéramos conocido apenas diez minutos antes.

Esa noche, cuando los jugadores de Nueva Zelanda salieron a calentar, parecían un poco aturdidos, un poco abrumados. Muchos tenían sus teléfonos afuera, tomando fotos o filmando, cuarenta mil peruanos a plena voz, todo el estadio en rojo y blanco. Con la excepción de unos pocos que juegan profesionalmente en Europa, la mayoría nunca había visto algo como esto. El rugby es el deporte nacional allí, no el fútbol. La frase de un periódico Kiwi en Facebook había estado circulando en las redes sociales. Decía: “Honestamente, si a Perú le importa tanto, que lo tengan, es solo un deporte”, una incomprensión fundamental de lo que estaba en juego.

El canto en el estadio comenzó dos horas antes del primer silbato, y no se detuvo hasta más de una hora después de que el juego había terminado. Era una manera de alejar los nervios, y se sentía bien, pero aun así podía sentir la tensión acumulándose en mis hombros. Treinta y seis años es mucho tiempo. Afortunadamente, nuestros jugadores estaban menos nerviosos que yo: solo dos minutos después de la patada inicial, golpeamos el travesaño, y después de eso nuestro ataque no se detuvo hasta que marcamos. El primer gol llegó alrededor de la marca de los veintiséis minutos: un contraataque relámpago por el flanco izquierdo rematado por una bala derecha del delantero Jefferson Farfán. El balón hizo que la red se abulte y el estadio explotó. Farfán corrió hacia la línea lateral, donde se desplomó, abrumado por la emoción, llorando.

Mucha gente lloró.

Yo lloré.

Anotamos nuevamente en la segunda mitad, y luego acabó. El silbato final sonó a las 11:06 hora local, un triunfo, pero también un exorcismo. Más tarde, salí del estadio en una madrugada como ninguna antes, una tensión alegre y catártica de locura y euforia en el aire. En el parque junto al estadio, la gente cantaba, bailaba y escalaba estatuas de héroes peruanos olvidados, estirando camisetas de fútbol sobre sus torsos de piedra, atando pañuelos rojos alrededor de los cuellos de la estatua. Vi pasar un vagón de paddy policial, sus puertas laterales abiertas, fanáticos borrachos cantando desde dentro, retorciéndose y gritando como animales enjaulados. Arriba, en el techo, dos niños saltaban de un lado a otro mientras el camión avanzaba, guiando a la multitud con una canción:

O, lé lé
O, la la
¡Nos vamos al Mundial!
¿Qué chucha va pasar?

He esperado toda una vida para hacerme esa pregunta. Lampadia

 




Ica es… lo que es nuestra gente

Fernando Cillóniz B.
Gobernador Regional de Ica
Ica, 7 de julio de 2017
Para Correo Ica y
Lampadia

Los iqueños le debemos mucho a nuestra gente. En realidad, Ica es… lo que es nuestra gente. Nuestro liderazgo agrícola, nuestra pesca de excelencia, nuestra pujante minería y siderurgia, nuestros encantos turísticos y culturales, y – por supuesto – nuestros inigualables piscos y vinos son lo que son… por nuestra gente. Y no me refiero – únicamente – a los iqueños de toda la vida, que son lo máximo. Me refiero también a los miles de migrantes que vinieron de todas partes – sobre todo, de la Sierra – para trabajar en nuestra región… y para vivir y prosperar con nosotros.


Festival de la Vendimia de Ica. Fuente: Gente y Costumbres

Efectivamente, nuestra agricultura y avicultura jamás habrían crecido tanto – ni serían tan modernas y competitivas – sin el aporte laborioso y talentoso de los excelentes trabajadores huancavelicanos, ayacuchanos, y demás regiones del país.

Algo parecido sucede con los trabajadores pesqueros, mineros, e industriales, quienes han hecho de Ica, la gran región que somos. Por ello, Ica acoge con la máxima cordialidad a todos nuestros trabajadores: pescadores artesanales y pesqueros industriales, pequeños mineros y trabajadores de grandes mineras y plantas metalúrgicas, trabajadores de empresas de energía, trabajadores textiles y artesanos, trabajadores de empresas concesionarias, etc. En ese sentido, Ica es – también – lo que son nuestros trabajadores.

Lo mismo se puede decir de la gente que trabaja en el turismo, hotelería, gastronomía, folklore, cultura, deporte, servicios públicos, etc. Incluidos, por cierto, los que producen los mejores piscos y vinos del mundo. Bienvenidos los trabajadores a Ica… vengan de donde vengan, y trabajen donde trabajen. Ica es su casa.

Bienvenidos también los empresarios que quieran hacer negocios en nuestra región. Porque Ica es – también – lo que son nuestras empresas. No importa su origen. Si son iqueños… ¡excelente! Pero si no lo son… ¡da lo mismo! Bienvenidos los empresarios de otras regiones del país y del exterior. Los iqueños – al menos, la gran mayoría – no tenemos “complejo de localismo”, tal como tienen otras regiones hermanas; y menos creemos en el estatismo… de triste recordación en nuestro país. En Ica… bienvenidas las empresas – vengan de donde vengan – siempre y cuando sean formales, responsables, y rentables.

Sí; en Ica queremos que nuestras empresas ganen dinero – dinero bien habido – porque las ganancias generan impuestos. Además, si les va bien a nuestras empresas, les va bien a nuestros trabajadores, y – consecuentemente – nos va bien a todos. Por ello, bienvenidas las empresas – y los inversionistas – a Ica. Aquí, confiamos mucho en los pequeños negocios… y en los grandes también. ¡Cómo no estar identificados y agradecidos con nuestras empresas, si nuestro envidiable pleno empleo se lo debemos a ellas! Empresas – repito – que generan empleo formal, respetan el medio ambiente, y pagan sus impuestos. Impuestos que – bien utilizados – generan bienestar. Concretamente, agua, salud, educación y seguridad… las cuatro líneas maestras de nuestro plan de gobierno.

Los iqueños veneramos el éxito… individual y empresarial. En ese sentido, estamos en desacuerdo con ciertos compatriotas – llámense políticos, intelectuales, periodistas, sindicalistas, etc. – que lo único que hacen es refunfuñar contra las empresas privadas y las personas exitosas. Repito. Ica es – también – lo que son nuestras empresas.

Por último, bienvenidos los visitantes. Si son de la Selva… perfecto. Que traigan sus dejos y sus aparejos. Si son de la Sierra… excelente. Que traigan sus cantos y sus encantos. Si son de la Costa… estupendo. Que traigan sus danzas y sus usanzas. Y si son del extranjero… igual. Que traigan sus culturas y sus dulzuras. Ica es su casa. Pero eso sí… no traigan nada de beber ni de comer. El Pisco, el Vino y el Pallar… lo ponemos nosotros.

P.D.: Ningún hospital de Ica acató el paro convocado por la Federación Médica del Perú. ¡Qué orgullo trabajar con gente así! A eso me refería. Ica es… lo que es nuestra gente. ¡Salud con Pisco… por nosotros los iqueños! Lampadia

 

 




Apostando por el resurgimiento del fútbol iqueño

Fernando Cillóniz B.
Gobernador Regional de Ica
Ica, 19 de mayo de 2017
Para Correo Ica y Lampadia

Yo tenía 18 años cuando Perú eliminó a Argentina en la mismísima Bombonera, con 2 gloriosos goles de Cachito Ramírez; y 19 cuando le ganamos 3 – 2 a Bulgaria en el Mundial de México 70, luego de ir perdiendo 2 – 0. Tenía 24 años cuando eliminamos a Brasil ¡en su propia cancha! y alzamos la Copa América 75, luego de ganarle a Colombia con gol de Hugo Sotil. En ese entonces el Cholo era estrella del Barcelona de España, al lado de Johan Cruyff… nada menos.

Clasificación a México 70 – Goles de Cachito Ramírez en la Bombonera, Argentina
Victoria sobre Bulgaria en el Mundial de México 70 – La genialidad del Nene Cubillas

Jamás olvidaré la emoción extrema que viví cuando le ganamos a Escocia 3 – 1 en el mundial de Argentina 78, con descollantes actuaciones de César Cueto y Teófilo Cubillas. Y ¡qué decir de la gran victoria sobre la poderosa Francia de Platini – en París – con gol de Juan Carlos Oblitas. Héctor Chumpitaz era – indiscutiblemente – el Capitán de América. Él nos llevó a todos los mundiales; incluido el de España 82 cuando yo ya tenía 31 años.

Victoria sobre Escocia en el Mundial de Argentina 78 – Golazo de Cueto

A lo que quiero llegar, es que los peruanos de mi generación vivimos una juventud pródiga en triunfos futbolísticos de altísimo nivel. Desde los 18 hasta los 31 años – en coincidencia con la generación de oro del fútbol peruano – vi tres mundiales con nuestra selección compitiendo – codo a codo – con los mejores equipos del mundo. Vi a nuestra selección alzando la Copa América. Realmente, nos habíamos acostumbrado a ganar a cualquier rival; sea quien sea… venga de donde venga.

¡Qué vivencia tan contrastante con la de los jóvenes de hoy! Ningún peruano que tenga 35 años – o menos – jamás ha visto al Perú jugar en un mundial de fútbol. Siempre nos quedamos eliminados en las fases clasificatorias. Y con la Copa Mundial Rusia 2018 parece que nos iremos por 9 mundiales consecutivos – 36 años – sin clasificar. ¡Una eternidad!

Por otro lado, nuestra región – lamentablemente – es también parte de esta historia fallida del fútbol peruano de las últimas décadas. ¡Qué pasó con el Octavio Espinosa, que hacía brillar el nombre de Ica en los campeonatos nacionales de fútbol profesional! Hay que ser sinceros con nosotros mismos… el fútbol iqueño también está en crisis.

El Octavio Espinosa mantiene la categoría 

Es hora de cambiar el rumbo de la historia. El Gobierno Regional de Ica se ha propuesto empezar por casa. Hemos decidido promover el fútbol de alta competencia a nivel escolar, bajo la dirección de la Federación Peruana de Fútbol (FPF). Incidiremos en las categorías sub 14 y sub 16. Es decir, la edad precisa para formar a los buenos futbolistas del futuro.

Para ello trabajaremos con la madera que tenemos, que – dicho sea de paso – es excelente. El año pasado ganamos el campeonato nacional Copa Reto Regional 2016 en la categoría sub 14. ¡Gran triunfo! Este campeonato forma parte del plan de masificación del fútbol que conduce Daniel Ahmed, de la Unidad Técnica de Menores de la FPF. La idea es que Ica cuente con un Centro de Alto Rendimiento (CAR) el cual estará ubicado en el Colegio San Luis Gonzaga de nuestra ciudad.

Además de descubrir y formar futbolistas de alto rendimiento, vamos a capacitar a entrenadores y preparadores físicos, para – así – completar el esquema para la promoción integral de nuestro fútbol escolar. A ese respecto, esta semana vendrán a Ica tres de los mejores futbolistas de nuestra historia. Héctor Chumpitaz, Teófilo Cubillas y Juan Carlos Oblitas, quienes darán el “play de honor” de este gran proyecto que marcará el inicio del resurgimiento del fútbol iqueño… y peruano.

Pronto, los iqueños viviremos las alegrías y emociones – que vivimos los peruanos de mi generación – de ver a nuestras selecciones y clubes brillar en los torneos futbolísticos más competitivos del mundo. Y por el lado de nuestros futbolistas, tendremos jóvenes sanos, honestos, orgullosos y con mentalidad ganadora. 

¡Golazo de nuestra Dirección Regional de Educación! Lampadia




Profesionalicemos el fútbol profesional

En muchos países, el deporte es el espacio donde los niños desarrollan vida institucional que luego se traduce en una práctica cívica en todos los quehaceres de la sociedad. Por ejemplo, en EEUU, hasta en el pueblo más pequeño hay una liga de básquet o fútbol americano. Para el ciudadano común, pertenecer a una institución es algo natural y corriente.

En el Perú, nuestra vida institucional es muy pobre y en el deporte hemos perdido las competencias inter-escolares e inter-departamentales, los club de fútbol fueron desprestigiándose al ritmo del empobrecimiento del propio deporte, que hace más de 30 años no logra clasificar a un campeonato mundial.

Las únicas instituciones populares que siguen manteniendo su brío y entusiasmo son los clubes departamentales, provinciales y hasta distritales, que celebran sus costumbres regionales, sus fiestas y su comida.

Juan Seminario, mayo de 1959, Estadio Nacional
(Selección del Perú 4, Selección de Inglaterra 1)
Fuente: HEDUARDO

El fútbol, el rey absoluto de nuestros amores deportivos, puede ser una excelente base para que nuestros niños entiendan su vida vinculada a la acción institucional. Para ello hay que empezar por recuperar la salud y las buenas prácticas deportivas de los clubes de futbol profesional, que hoy adolecen de todos los vicios inimaginables y solo producen frustración y más frustraciones.

Pues bien, tal como publicamos hace pocos días en Lampadia, en medio de la oscuridad en la que se debate el fútbol, se está dando un proyecto de milagro con el desarrollo exitoso del Club deportivo Municipal, ver:  ¡Echa Muni! – Un cariño Octogenario.

En esta ocasión, presentamos líneas abajo el artículo de uno de los dirigentes del nuevo ‘Muni’, Jaime Spak, que justamente se hace la pregunta de los sesenta mil reales:

¿TIENE FUTURO EL FÚTBOL PERUANO?

Jaime Spak Grishpun, dirigente del ‘Muni’
Para 
Lampadia

Para los que tuvimos la suerte de vivir las clasificaciones del Perú a los últimos tres torneos mundiales (el de México, Argentina y España), es muy decepcionante que luego de más de 30 años de intentar regresar a un torneo mundial, solo tengamos resultados decepcionantes.

Uno se pregunta: ¿Tiene futuro el fútbol peruano? La respuesta puede tiene varios ángulos, para los jóvenes que hoy están entre los 30 y 40 años, la respuesta probable seria: NO. Y creo que no les falta razón pues lo único que han visto en los últimos tiempos son: clubes llenos de deudas, dirigentes que hicieron mal uso de sus cargos y en cada transacción de jugadores había un porcentaje de incremento para sus respectivos bolsillos, que conllevaron a que los clubes más importantes del fútbol peruano estén inmersos en deudas enormes.

Para los que tenemos más años y  el recuerdo de nuestra participación en los mundiales, creemos que SI, pero no solo eran participación en mundiales, eran épocas en donde grandes jugadores salían a la palestra y muchos de ellos jugaban en el exterior y destacaban. Hoy en día más del 80% de los jugadores que emigran, regresan al cabo de pocos meses, pues no dan la talla en ligas más competitivas.

La generación de jugadores de la década del 70 y mediados de los 80, fue consecuencia de dos décadas de tranquilidad (la de los años 50 y 60) tanto económica como social, la clase media era fuerte y los niños eran muy bien alimentados, el costo de vida no era exagerado y las familias le podían dar a sus hijos una mejor calidad de vida.

Hoy en día  los niños que tiene condiciones para el fútbol, vienen en muchos casos de hogares disfuncionales o monoparentales,  las madres hacen un gran sacrificio para sostener sus familias y los niños tienen que estudiar, trabajar y lamentablemente son mal alimentados.

En estas épocas en el que el fútbol vuelve a generar un enorme interés (asistencia al estadio para ver a la selección) a pesar de los malos resultados, tenemos que aprovechar el momento para cambiar las estructuras y también la forma de ver el futuro de los clubes.

No es posible que clubes como La U (deuda de más de US$ 85 Millones) y el Alianza Lima (deuda de más de US$ 15 Millones) no trabajen en un plan serio de pago de deuda.

Estos clubes tienen administraciones judiciales que cobran ingentes sumas por administrarlos,  hacen contrataciones onerosas que las cancelan con los ingresos corrientes de los sponsors (TV + camisetas + taquillas) pero pasan los años y no pagan ni el 2% de la deuda, a este paso  la deuda la pagaran en 25 años y  es una competencia desleal para otros clubes que manejan  economías austeras, que no se endeudan por encima de sus posibilidades y que pagan todos sus impuestos.

Ya es hora que la SUNAT exija a los dos clubes más populares del país que sean conscientes que estamos en un mundo de competencia y que esta debe de ser leal, es decir debe de exigir un tope en salarios y un tope en gastos para que se pueda recuperar la salud económica en el fútbol.

Deben de exigirle un monto importante de pago de deuda y de esta manera no estarán contratando jugadores con sueldos internacionales e ingresos nacionales.

El día que esto ocurra  estaremos empezando a cambiar el fútbol peruano y tendremos muchos equipos saneados y competitivos y podremos decir que el fútbol peruano si tiene futuro.

Ver la entrevista en la Hora N, de Jaime de Althaus, a Jaime Spak, tesorero del nuevo ‘Muni’, sobre el desarrollo y proyecciones del club: