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La derecha, entre Napoleón y Cristiano Ronaldo

La derecha, entre Napoleón y Cristiano Ronaldo

Las reflexiones de este brillante artículo  de Gerardo Varela, publicado en El Mercurio de Chile el sábado último, son también válidas para la crisis de liderazgo de nuestra clase política.

“La derecha anda en busca del líder, que tenga la sencillez y honestidad del balsero del Niemen; que, como Churchill, tenga claro que hay valores y principios intransables…”

Cuenta la historia que cuando Napoleón se retira de Rusia, vencido por el invierno y el hambre, cruza en balsa al río Niemen y le pregunta al balsero: ¿han pasado ya muchos desertores por este río? El balsero le contesta: “No, su Majestad, usted es el primero”.

La pelotera en la derecha me trajo a la memoria la anécdota anterior, y por eso decidí compartir algunas historias, que sin tener ninguna relación entre ellas, espero sirvan de inspiración a alguien que esté dispuesto a recoger la antorcha de la libertad.

Junio de 1940, el gabinete de guerra británico se enfrenta a una encrucijada. Francia ha caído, su ejército derrotado en Flandes ha sido evacuado. Alemania ha pulverizado el equilibrio de poderes y consolidado la pesadilla de la política exterior británica desde el siglo XVI. Hitler hegemoniza Europa, ha neutralizado mediante un tratado a la Rusia Comunista y sus enemigos de la primera guerra: Italia y Japón ahora son sus aliados. Estados Unidos permanece impasible en su aislacionismo. El Imperio Británico está solo, todavía endeudado desde la primera guerra, y dentro del gabinete británico hay voces lideradas por Lord Halifax que exigen negociar con Alemania. Churchill tira una línea y se niega a transar con los socialismos nazista y fascista. Recurre al pueblo, y ofreciéndoles solo sangre, sudor y lágrimas, los invita a luchar, en las playas, en la tierra, pero rendirse jamás. En los siguientes 2 años, Inglaterra no conocerá sino de derrotas, pero Churchill mantiene arriba el ánimo, y casi con espíritu deportivo se despacha esa frase que lo haría famoso: “Los ingleses perdemos todas las batallas, salvo la última”.

Quizás la arenga más famosa de la historia pronunciada antes de una batalla (Agincourt, en este caso) sea sólo una creación literaria de Shakespeare. En su obra “Enrique V” nos cuenta el poeta que enfrentado a un enemigo mucho más numeroso y falto de refuerzos, cuando Westmoreland, primo del rey, le representa a Enrique lo exiguo de su número, el Rey emociona con el discurso de San Crispín:

“Nosotros pocos, nosotros felizmente pocos, nosotros una banda de hermanos/. Porque el que hoy derrame su sangre conmigo/, será mi hermano; por vil que sea/. Este día ennoblecerá su condición: y los gentiles hombres que están ahora en la cama en Inglaterra/ se considerarán malditos por no haber estado aquí. Y tendrán su virilidad en poco cuando hable alguno/ de los que lucharon con nosotros el día de San Crispín”.

El desenlace es conocido: triunfa el pueblo inglés con arco y flecha sobre la aristocrática caballería francesa.

La Copa América es la competencia de yates más importante del mundo, nació bajo el auspicio de la Corona británica, y desde su primera edición, en 1851, y por 132 años, la ganaron siempre los norteamericanos. Hasta el fatídico 1983, en que triunfó John Bertrand en el Australia II. El timonel derrotado era un famoso capitán de Estados Unidos llamado Dennis Conner. Una vez perdida la regata, se enfrenta a la prensa indignada, y la primera pregunta es: “¿qué se siente ser el primer timonel norteamericano en más de un siglo en perder la copa América?” Dennis Conner hace una pausa, y responde: “Un orgullo inmenso de tener el privilegio de ser el primer timonel norteamericano que la recupere”. Huelga decir que la recuperaría en 1987.

Entre las muchas celebraciones de goles me gusta la de Cristiano Ronaldo. Hace 3 gestos después de cada gol que expresan -en ese orden-: calma; yo estoy aquí; no hay de qué preocuparse.

La derecha anda en busca del líder, que tenga la sencillez y honestidad del balsero del Niemen; que como Churchill tenga claro que hay valores y principios intransables; que, al igual que Enrique V, no le importe estar en minoría si está con los que deben estar y defendiendo lo correcto; que tenga la garra y el espíritu competitivo que mostró Dennis Conner y, por sobre todo, que trasunte la calma y seguridad del gran Cristiano.

Publicado en El Mercurio, Sábado 18 de enero de 2014