1

Felonías en la historia

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia

La historia de la humanidad está llena de felones.

En la tradición católica, Judas Iscariote es el traidor por antonomasia. Antes de cometer felonía como apóstol de Jesús y conducir a los guardias para que lo aprendan y señalarlo con un beso, ya había cometido delito y se había apropiado de dinero. Judas entregó a su Maestro y mentor por una recompensa.

En la España del Siglo XIX, a Fernando VII, el Rey Felón, lo calificaron como tal por sus “ansias de poder, su cobardía y su incompetencia”, que lo llevaron a entregar España en manos de Napoleón y a conspirar contra la Constitución de Cádiz en 1812, la cual derogó para instaurar el absolutismo y el culto a su persona.

En la historia republicana del Perú del Siglo XIX, Mariano Ignacio Prado Ochoa debe ser considerado el mayor felón, por haber abandonado el cargo para el que fuera elegido en 1876, apenas a tres años de haberlo asumido ante su incapacidad para enfrentar las consecuencias de las derrotas navales de nuestro país en manos del enemigo chileno y, según dice García Belaunde en el Expediente Prado, porque “defender al país le resultaba contraproducente a sus intereses personales”.

En la política reciente, para Pablo Casado, líder del Partido Popular de España, el “mayor felón de la historia democrática de ese país es Pablo Sánchez, su actual presidente”, entre otras razones por sus concesiones y pactos con las autoridades regionales catalanas que conspiran contra la unidad del reino ibérico.

Ahora bien, la felonía no es tal para todos. Siempre habrá quienes creerán que muchas cosas que razonablemente no nos parecen una felonía, lo son.  O, aquellos para los cuales la conducta de tremendos felones, no lo es. Para los maoístas, por ejemplo, Deng Xiaoping, el inspirador de la China moderna y de su actual hegemonía, no es el reformador lúcido que salvo ese país de la miseria de la revolución cultural de Mao, sino un “traidor, un maldito revisionista”. En el plano local, para algunos, Morales Bermúdez no fue quien salvó al país del desvarío velasquista y restableció la democracia, sino un felón a la revolución izquierdista de Velasco, auspiciada desde la Habana y Moscú.

Sin embargo, más allá de las apreciaciones personales que cada uno tenga acerca de las felonías y traiciones, la historia tiene siempre algunas constantes y la felonía tiene algunas características muy obvias:

El felón no duda en entregar a su mentor, a su maestro o a su jefe. No espera sucederlo naturalmente, sino que precipita su caída.

El felón tiene ansias de poder, aunque las disimula con gestos de renuncia.

El felón es incompetente, ya que el éxito disiparía su afán de deslealtad. Es, como lo muestra la historia, cobarde, incapaz de enfrentar los retos y desafíos, huye de ellos y por ello está dispuesto a abandonar su tarea en medio camino.

El felón desarrolla el culto hacia su persona.

El felón conspira, pacta con el enemigo, se reúne con él, aunque ciertamente minimiza su conducta y afirma haberlo hecho por el bien de todos.

 El felón no respeta las reglas que le fueron dadas, así estén en la Constitución.

Usted, que sigue la política peruana de estos días, que ha visto vacancias y pactos secretos, que ve las encuestas que se mandan realizar para sustentar las decisiones políticas, que ve los pobres resultados de la economía y el gobierno, que ve discursos y audios de reuniones ilícitas, ¿no habrá visto algo parecido en la escena política presente?

¿O tal vez debemos seguir creyendo que todo parecido con la realidad peruana del 2019 es pura coincidencia?

Suele suceder que la felonía en política sólo se apoya en Macchiavello, para quien ésta es parte fundamental de la política. La felonía no suele acercarse a Dante, para quien el felón, por ser el pecador más grande (ya que primero se gana la confianza y el afecto de la víctima antes de traicionarla), tiene reservado el último círculo del infierno. Lampadia




Singapur piensa y planea su futuro

Singapur piensa y planea su futuro

Comentario de Lampadia

Probablemente Singapur ha sido el país más exitoso del mundo durante los últimos 50 años. Hace pocos meses ha celebrado su cincuentenario, solo meses después del fallecimiento de su fundador y líder, Lee Kuan Yew.

Como hemos difundido en publicaciones anteriores, Lee Kuan Yew (maestro de Deng Xiaoping de China) dirigió un Estado bastante autoritario, pero además de alcanzar un éxito económico y social espectacular, Singapur logró ser uno de los países más ordenado y con menos corrupción del mundo. Uno de sus desarrollos más importantes ha sido el establecimiento de la meritocracia entre los funcionarios públicos. Ver en Lampadia: 10 razones que explican el éxito de Singapur e Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú.

Conferencia “The Future of us” en Singapur, mostrando el futuro del horizonte de  la ciudad en hologramas.

El ejemplo de Singapur es muy importante para el Perú, especialmente en medio de un proceso electoral. Por ello, compartimos un artículo de Peter Schwartz sobre los retos de los próximos 50 años de Singapur. Interesante ver como un país tan exitoso se avoca a pensar en su futuro. (Schwartz es un líder global en pensamiento futurista y estrategia de negocios. Su libro “The Art of the Long View” fue pionero en la planificación por escenarios. Ha sido jefe de planeamiento de Royal Dutch/Shell).

¿Ciudad del mundo o del olvido?

Escrito por Peter Schwartz

Publicado en el libro: SG100? [100 años de Singapur]

Editado por Chua Mui Hoong.

Traducido y glosado por Lampadia

 

El Singapur de 2065 podría ser una capital mundial de torres relucientes, talento creativo, mucho poder, influencia y riqueza; el centro más importante de una región de paz y prosperidad; y una inspiración para aquellos que sueñan con lo que se necesita para construir una mejor sociedad.

O, contrariamente, al 2065, Singapur podría ser una gloria ya desvanecida, no un mal lugar para vivir, pero con mejor pasado que futuro.

Hay una tercera posibilidad, la de una ciudad desarrollada con un crecimiento lento, pero eso  llevaría a la ciudad-estado hacia un declive lento pero inexorable.

¿Hacia dónde va Singapur? ¿Cuáles son las tendencias que marcarán sus posibilidades? ¿A qué debe aspirar en los próximos 50 años?

Como futurista, asociado por más de tres décadas con Singapur, he tenido el privilegio de mantener conversaciones periódicas con su primer Primer Ministro, Lee Kuan Yew, e intercambiar puntos de vista sobre hacia dónde se dirige el mundo. El éxito de Singapur se debe en gran medida a su liderazgo, convirtiéndose en uno de los más grandes líderes políticos y económicos del siglo 20. Murió en marzo del año pasado y el reto será sostener su legado.

Yo diría que Singapur se ha estado moviendo en la dirección correcta, manteniéndose abierto al talento e incentivando la innovación. La pregunta es si es que eso se puede sostener.

Desde su independencia en 1965, sus principales aspiraciones fueron la seguridad, estabilidad y prosperidad. Para el futuro, Singapur necesita tener sueños que continúen atrayendo al talento. Para que esos sueños se vuelvan realidad, tienen que unirse con las fuerzas motrices y el espíritu que dan forma a los nuevos tiempos, como lo hicieron durante su independencia.

¿Qué determinará si Singapur se convierte en una ciudad de nivel global o cae en el olvido? ¿Qué fuerzas moldearán su futuro? Algunas están fuera del control de su, como el equilibrio de poderes global y la estabilidad regional. Otros – como la calidad de la gobernanza o la capacidad para explotar nuevos conocimientos – están bajo el control de Singapur.

Fuerzas a largo plazo

Hay algunas fuerzas a largo plazo que son predecibles. La población no puede crecer mucho más, podría añadir alrededor de otro millón de personas, en su mayoría inmigrantes y sobre todo jóvenes. La población actual será inevitablemente mayor. Incluso si la mayoría siguen siendo sanos, fuertes y permanecen en la fuerza laboral por más tiempo, muchos serán tan mayores a mediados de siglo que aumentará considerablemente el nivel de dependencia. Al 2065, Singapur tiene que estar preparado para gestionar una población muy mayor y enferma  e invitar a jóvenes inmigrantes para sostener una población que envejece.

Como parte de mi trabajo con el Centro para los Futuros Estratégicos de la Oficina del Primer Ministro, estudié el impacto del cambio climático. La necesidad de adaptarse también es predecible. El clima será muy variable y aumentará el nivel del mar.

En cuanto a la energía, espero que la era de los combustibles fósiles ya haya terminado para el 2065. A menos que haya un gran avance en la energía renovable, Singapur será un país totalmente eléctrico, incluyendo los autos eléctricos, generados por la energía nuclear.

Incertidumbres por delante

Mientras algunas tendencias son predecibles, la mayoría son inciertas. La primera pregunta es si la economía va a ser capaz de sostener el crecimiento económico y si ese crecimiento será equitativo.

50 años de crecimiento lento todavía dejarían a Singapur increíblemente rico. Pero la creación de una vasta riqueza en manos de sólo unos pocos no será considerada como éxito.

Para que el crecimiento sea equitativo, tendrán que salir adelante nuevas industrias que empleen a un gran número de personas en trabajos de alto valor. Las personas necesitan ser entrenadas para llenar esos puestos de trabajo. No hay ninguna garantía de éxito en ambos retos.

La vieja economía industrial dará paso, inevitablemente, a una nueva economía basada en  ideas y habilidades en alta tecnología, salud, finanzas y turismo. Singapur está bien posicionado para tomar ventaja en los cuatro escenarios.

La incertidumbre más importante, bajo control de Singapur, es la continuación del éxito del sistema político y la gobernanza. Después del nacimiento de la nación, se cumplió con la visión de la primera mitad del siglo. ¿Podrá continuar así durante los segundos 50 años?

El éxito es el peor enemigo del cambio. ¿Por qué molestarse en cambiar cuando las cosas  funcionan? Pero es justamente ahí dónde se tiene más margen de maniobra y recursos para actuar. ¿Cómo debe hacer Singapur para no convertirse en una burocracia sofocante casada con el status quo? ¿Hará la burocracia espacio para los jóvenes ambiciosos? ¿Cómo puede el gobierno moverse y adaptarse al ritmo del mundo moderno? ¿Las iniciativas como la ‘Smart Nation’ de Singapur, será un modelo permanente del futuro gobierno? ¿El alto rendimiento y la casi ausencia completa de corrupción, lograrán sostener la legitimidad del sistema con su  pueblo?

Las respuestas a todas estas preguntas no están determinadas y serán hechas por la gente, la calidad de liderazgo y por eventos más allá de su control.

Las fuerzas más vitales y fuera de control de Singapur son la política y la economía de la región. La mayoría de las tendencias regionales en los últimos años han sido bastante positivas económica y políticamente. ¿Seguirán sus vecinos y socios, mejorando o recaerán en la incompetencia, la corrupción, la pobreza y la conflictividad? En el primer caso se dan las condiciones propicias para el éxito. El último escenario haría que sea muy difícil tener éxito.

En el peor de los casos, un gran conflicto que involucre a grandes países como China, Japón, India o Estados Unidos dañaría enormemente las perspectivas de la región y de Singapur. Por otro lado, el aumento de la integración y la coherencia puede inducir a todos a acelerar el crecimiento y la prosperidad.

La incertidumbre final es qué papel va a jugar Singapur en el mundo. Ya es un ejemplo de éxito para el desarrollo de muchas otras ciudades. Pero si se estanca y es atrapada por su propio éxito, su ejemplo se desvanecerá.

Si utiliza la plataforma de su éxito para aspirar a un papel aún más importante, entonces seguirá siendo un ejemplo brillante de cómo construir el éxito y seguir atrayendo el talento que necesita para sobresalir.

5 maneras de ser una capital mundial

Al 2065, el 80 por ciento de la población mundial vivirá en las ciudades.

Las ciudades están donde nacen las ideas, donde ocurre el crecimiento y donde se abordan los problemas. Entre las muchas grandes ciudades del planeta, solo unas pocas se destacan como las más importantes, incluso si no son las capitales de sus países. Estas incluyen Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Shanghai, Bombay y Sao Paulo. A ellas va el talento más brillante y es dónde se está creando el futuro.

En esta competencia entre ciudades, una ciudad-estado en la que escasea la tierra y no hay recursos minerales, no está en desventaja. Singapur puede competir con las mejores ciudades. ¿Cómo?

Singapur puede aspirar a una combinación de cinco objetivos para los que está bien posicionado. La medida del éxito no es cuántos puestos de trabajo son creados directamente. Más bien se trata de atraer el talento necesario para crear un ecosistema económico de constante evolución de nuevos sectores.

El mejor ejemplo de esto es el Bay Area de San Francisco, en el que vivo. El talento fluye y atrae aún más talento, conduciendo a una de las tasas de crecimiento más altas del mundo. Esto es en lo que Singapur ya se está convirtiendo y lo que necesita para seguir creciendo.

Una población que envejece a nivel mundial va a querer el acceso a la mejor atención médica del planeta. Singapur ya es un centro de salud para la región con rápido crecimiento en investigación y desarrollo.

Singapur también ha realizado importantes inversiones para ampliar sus capacidades en  educación e investigación. En una economía mundial impulsada por el talento y nuevas ideas, Singapur tiene el potencial de ser otro Silicon Valley, generando tanto investigación básica como las ideas que crean valor económico, nueva riqueza y estatus. No es difícil imaginar el día en que los singapurenses – o las personas que trabajan en Singapur – ganen premios Nobel y creen el próxima Intel o Google.

Muchas de las grandes ciudades del mundo son el hogar de instituciones globales como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud. El mundo necesita una Agencia de Protección Ambiental. Singapur podría ser su hogar.

Debido a su ubicación en el ecuador, Singapur es un lugar ideal para lanzar cohetes a órbitas terrestres. Al 2065, el costo de orbitar habrá caído drásticamente y más actividades económicas y turísticas se basarán en el lanzamiento orbital. Singapur podría ser un gran puerto espacial.

Finalmente, Singapur tiene una de las mejores organizaciones policiales, militares y de inteligencia de la región. Los problemas de seguridad seguirán siendo fundamentales para la estabilidad regional. El tamaño pequeño de Singapur le da la ventaja de ser considerado como ‘no amenazante’. Además, ya se le reconoce como especialmente competente.

Singapur podría dirigir nuevos esfuerzos de seguridad regional para hacer frente a la delincuencia y las tensiones interestatales. Lo peor que le puede pasar sería una guerra regional destructiva o un aumento dramático en el crimen. Su liderazgo en materia de seguridad podría ayudarlo a mitigar esos riesgos.

Al juntar todas estas fuerzas, es posible describir dos posibles futuros:

  • Si Singapur no logra convertirse en la potencia económica de las nuevas industrias, si su Gobierno se vuelve esclerótico y corrupto, si la región es caótica y violenta y si se aspira a mantener sólo el status quo – entonces, al 2065, Singapur será una ciudad olvidada e irrelevante de la que saldrá talento, una nación en decadencia, con un poco de gracia.
  • Si, por el contrario, tiene una transición exitosa a la economía de las ideas; si la vitalidad, la competencia y la legitimidad de su gobierno se mantienen; si la región es estable y próspera, entonces será una verdadera capital mundial, la ciudad del futuro en 2065.

La elección está en manos de la gente de Singapur. Lampadia




Otra de las trampas en que cayó nuestro país

Otra de las trampas en que cayó nuestro país

Comentario de Lampadia

El pobre liderazgo de nuestro país nos hizo tropezar con todas las piedras que algunos políticos y economistas equivocados, o mal intencionados, sembraron en la segunda mitad del siglo XX en diversas partes del mundo. Entonces, abrazamos todas las ideas equivocadas y terminamos generando un “apagón de producción e inversión” (60s, 70s y 80s) que marcó el empobrecimiento generalizados de todo el Perú: ciudadanos, empresarios y Estado.

La promoción de ideas como el no alineamiento, la sustitución de importaciones, el crecimiento endógeno, el proteccionismo, la integración entre pobres e iguales, el Estado empresario, etc., crearon una suerte  de lluvia ácida que malogró buena parte de los cerebros de más de una generación. Fue así, como importamos estos conceptos  que Moisés Naim llama “ideas muertas”.

Por más increíble que pueda parecer, todavía tenemos en la política peruana gente que sigue anclada en estos paradigmas mentales. Desde los años 60, el mundo ha visto historias de éxito extraordinarias. Varias olas de países salieron de la pobreza, empezando por los tigres asiáticos y terminando con las repúblicas subyugadas por el  imperio soviético, como Polonia. En el camino, se dio la gran transformación económica de China hace 40 años. El liderazgo de Deng Xiaoping, inspirado por Lee Kuan Yew de Singapur, permitió el despegue chino que todos admiran. Lee instauró la meritocracia en el Estado (pagando los mejores sueldos a sus funcionarios), la tolerancia cero con la corrupción y un crecimiento económico que los llevó a superar la calidad de vida de los estadounidenses.

Los peruanos hemos vivido en carne propia el impacto de las ideas muertas y de las que nos llevaron de regreso a la racionalidad económica, la apertura comercial, la inversión privada y el fomento de las exportaciones.

Esperamos que el tropezón de los últimos años eligiendo a alguien que proponía y respiraba las mismas ideas equivocadas, que, ciertamente, no llegó a implantar en integridad, pero que rompió nuestro ciclo virtuoso de crecimiento, sea la última lección que nos permita tomar con seguridad y persistencia el camino del desarrollo integral, sostenible y duradero.

La siguiente nota del Economist Espresso, nos permite recordar y reaccionar…

 

El nuevo orden: África y Asia se unen

Publicado en The Economist Espresso

 

Hace sesenta años, los líderes de 25 países de Asia y África, la mayoría de ellos recientemente independizados, se reunieron en Bandung, capital de la provincia de Java Occidental de Indonesia. El Movimiento de Países No Alineados, una confederación de países que no manifestaron bandos durante la Guerra Fría, surgió de esa reunión. Hoy, los delegados de más de 80 países de los dos continentes, incluyendo 34 jefes de Estado, marcarán el aniversario de diamante de la conferencia. En 1955 Asia y África representaron menos de una cuarta parte del PBI mundial; hoy su participación es de alrededor de dos quintas partes. El comercio entre Asia y África creció de 13.9 mil millones dólares en 1990 a $ 276.6 mil millones en el 2014, impulsado por algunas de las economías nacionales de más rápido crecimiento en el mundo (Etiopía encabeza la tabla en 2014 con 10.3%). Y así como hace 60 años la conferencia produjo una fuerte denuncia del colonialismo, este miércoles el presidente de Indonesia inició el procedimiento pidiendo un “nuevo orden económico internacional…  abierto a nuevas potencias económicas emergentes.”

 

 

 




¿Crisis china? ¡Miremos al monstruo sin soponcios!

¿Crisis china? ¡Miremos al monstruo sin soponcios!

Todos hablan de la crisis de China, la caída de su crecimiento, la reorientación de su economía, las debilidades de su sistema financiero, la corrupción, el efecto en el precio de los commodities y cuanto riesgo se pueda enumerar. Sin embargo, la realidad, por lo menos en términos del Perú, dista mucho de representar una crisis. Bien vista la naturaleza de China y su proceso político y económico, determina, más bien, una gran oportunidad para el Perú.

Primero veamos las proporciones. A precios corrientes, la economía china es 45 veces mayor que la peruana. Su disminuido crecimiento, estimado conservadoramente en un 7% para el 2015, equivale a tres veces (3.2) el PBI total del Perú. (Ver detalle en el siguiente cuadro):

Desde este punto de vista, podemos concluir, que el eventual volumen de cualquiera de nuestras exportaciones a la China, es solo una mínima fracción de los volúmenes que se mueven en el gigante asiático. Por lo tanto, mientras más cerca estemos, empresarios, agencias gubernamentales y gobierno, podremos cosechar mejores oportunidades de negocio. Sobre todo, habida cuenta de la ignorancia y lejanía de la mayor parte de occidente sobre este país continente. El riesgo que asusta a muchos, puede ser para nosotros una buena oportunidad.

En cuanto a la ralentización de su crecimiento, es evidente que en el nuevo escenario global después de la crisis del 2008, obligaba a China a ajustar su economía para evitar un sobre calentamiento y promover un mayor consumo interno. Hasta entonces su economía estaba Impulsada por las exportaciones y la inversión. Este ajuste lo emprendieron solo pocos meses después de la caída de Lehman Brothers (setiembre 2008). Hoy tienen una economía menos orientada a la industria, con mayor énfasis en el sector de servicios y al consumo interno.

Otra debilidad identificada en China ha sido el llamado “shadow banking”, que supuestamente habría llegado a representar el 50% de las transacciones financieras del país. Últimamente se ha reportado que el shadow banking se habría reducido ya a la mitad.

En términos de corrupción, evidentemente uno de los problemas más difíciles de atacar, el nuevo Primer Ministro, Xi Jinping, ha demostrado una serie de acciones que hacen ver que su compromiso de luchar contra esta plaga, sería una realidad.

Sobre la demanda de commodities, podemos ver en el siguiente cuadro, que si bien China planea reducir su ritmo de crecimiento con una economía más cercana al consumo interno y el sector servicios, su crecimiento proyectado, sobre la base del inmenso tamaño de su economía, asegura una importante demanda de commodities para por lo menos los próximos 15 años:

China es un monstruo en el buen sentido de la palabra. Por sí mismo y con mayor razón, en relación a nuestra economía. Ha demostrado una capacidad de manejo económico extraordinario. Sin lugar a dudas podemos decir que tenemos China para rato. Efectivamente, debemos convertirnos en un verdadero socio estratégico de este país, el cual puede ayudarnos en nuestro camino hacia el desarrollo integral, duradero y sostenible. (Ver en (L): China e India, dos excelentes socios para el Perú.

Tenemos mucho que aprender del Asia, de Lee Kuan Yew, el maestro de Deng Xiaoping y creador del nuevo Estado Meritocrático de Singapur, modelo del mejor servicio civil del planeta (ver en Lampadia (L): Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú). También tenemos que aprender del propio Deng, que supo sublimar (una suerte de evaporación) la más feroz ideología de la historia, la revolución cultural de Mao y los extremismos a los que sometió a su propia población, para llevar a la China por la senda del desarrollo y la disminución de la pobreza. Lampadia




El día de la ira y la ilusión

El día de la ira y la ilusión

Por Carlos Alberto Montaner

(El Comercio, 09 de Noviembre del 2014)

Hace 25 años ocurrió el entierro simbólico del comunismo. Una esperanzada muchedumbre de alemanes corrió hacia el Muro de Berlín y lo demolió a martillazos. Era como si golpearan las cabezas de Marx, Lenin, Stalin, Honecker, Ceaucescu y el resto de los teóricos y tiranos responsables de la peor y más larga dictadura de cuantas ha padecido el género humano. Por aquellos años un libro riguroso pasó balance del experimento. Se tituló “El libro negro del comunismo”. Nuestra especie abonó los paraísos del proletariado con unos cien millones de cadáveres.

Era predecible. En la URSS, en 1989, fracasaban todos los esfuerzos de Gorbachov por rescatar el modelo marxista-leninista. En Hungría, un partido comunista, dirigido por Imre Pozsgay, un reformista decidido a liquidar el sistema, abría sus fronteras para que los alemanes de la RDA pasaran a Austria y de ahí a la fulgurante Alemania Federal, la libre. En Checoslovaquia, Vaclav Havel y un puñado de intelectuales valientes animaban el Foro Cívico como respuesta a la barbarie monocorde de Gustáv Husák. En junio, cinco meses antes del derribo del muro, los polacos habían participado en unas elecciones maquiavélicamente concebidas para arrinconar a Solidaridad, pero, liderados por Lech Walesa, la oposición democrática ganó 99 de los 100 escaños del Senado. El dictador Jaruzelski les tendió una trampa y acabó cayendo en ella.

¿Qué había pasado? El sistema comunista, finalmente, había sido derrotado. Los países que primero lo implementaron, y que primero lo cancelaron, eran empobrecidas dictaduras, crueles e ineficaces, que se retrasaban ostensiblemente con relación a Occidente en todos los órdenes de la convivencia. Ese dato era inocultable. Bastaba comparar las dos Alemanias, o a Austria con Hungría y Checoslovaquia, los restantes segmentos del Imperio Austrohúngaro, para confirmar la inmensa superioridad del modelo occidental basado en la libertad, el mercado, la existencia de propiedad privada y el respeto por los derechos humanos. El día y la noche.

El comunismo era un horror del que escapaba todo el que podía, mientras los que se quedaban ya no creían en la teoría marxista-leninista, aunque aplaudieran automáticamente las consignas impuestas por la jefatura. Por eso Boris Yeltsin pudo disolver el Partido Comunista de la Unión Soviética en 1991, con sus veinte millones de miembros, sin que se registrara una simple protesta. La realidad, no la CIA ni la OTAN, había derrotado esa bárbara y contraproducente manera de organizar la sociedad. Me lo dijo con cierta melancolía Alexander Yakovlev, el teórico de la perestroika, en su enorme despacho de Moscú, cuando le pregunté por qué se había hundido el comunismo: “Porque no se adaptaba a la naturaleza humana”. Exacto.

¿Y los chinos? Los chinos, más pragmáticos, se habían dado cuenta antes. Les bastó observar el ejemplo impetuoso y triunfador de Taiwán, Hong Kong y Singapur. Eran los mismos chinos con diferente collar. Mao había muerto en 1976 y la estructura de poder inmediatamente habilitó a Deng Xiaoping para que comenzara la evasión general del manicomio colectivista instaurado por el Gran Timonel, un psicópata cruel dispuesto a sacrificar millones de compatriotas para poner en práctica sus más delirantes caprichos. Cuando el muro berlinés fue derribado, los chinos llevaban una década cavando silenciosamente en busca de la puerta de escape hacia una incompleta prosperidad sin libertades.

¿Por qué no cayeron o se transformaron las dictaduras comunistas de Cuba y Corea del Norte? Porque estaban basadas en dinastías militares centralizadas que no permitían la menor desviación de la voz y la voluntad del caudillo. El Jefe controlaba totalmente el partido, el Parlamento, los jueces, militares y policías, más el 95% del miserable tejido económico, mientras mantenía firmemente las riendas de los medios de comunicación. El que se movía no salía en la foto. O salía preso, muerto o condenado al silencio. El aparato de poder era solo la correa de transmisión de los deseos del amado líder. No cabían las discrepancias y mucho menos las disidencias. Eran coros afinados dedicados a ahogar los gritos de la población.

Esta terquedad antihistórica ha tenido un altísimo costo. Cubanos y norcoreanos han perdido inútilmente un cuarto de siglo. Si las dos últimas tiranías comunistas hubieran iniciado a tiempo sus transiciones hacia la democracia, ya Cuba estaría en el pelotón de avanzada de América Latina, sin balseros, damas de blanco o presos políticos, y Corea del Norte sería otro de los tigres asiáticos. Lamentablemente, las familias de los Castro y la de los Kim optaron por mantenerse en el poder a cualquier costo. Los muros continuaban impasibles desafiando la razón y el signo de los tiempos.




Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú

Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú

En muchas partes del mundo, y también en el Perú, hay una gran frustración por la performance de la política y de los estados, sus burocracias y su lejanía y hasta su divorcio de los avances económicos y sociales de la globalización. En las últimas décadas la humanidad ha logrado mejoras socio-económicas notables: reducción de la pobreza, de la desigualdad entre los países más desarrollados y los emergentes, una nueva e inmensa clase media global y mayor cobertura de los servicios de educación y salud, pero al mismo tiempo, la política y la burocracia han caído a niveles de desprestigio y desconfianza perniciosos, que hacen insostenible el progreso social.

Absurdamente, hay gente que no cree en la economía de mercado, que acusa a sus defensores de querer eliminar o minimizar los estados. En Lampadia no creemos que esas ideas sean representativas del pensamiento de la  mayoría de la población, y por cierto, no lo son del nuestro. Más bien es lógico plantear la necesidad de contar con estados sólidos, presentes y orientados a la búsqueda del bienestar general, antes que a los juegos de poder que los hace disfuncionales.

En el caso del Perú, un factor determinante de este proceso es la debilidad o inexistencia de partidos políticos nacionales que sean dignos de representar a la mayoría de los ciudadanos. Las reformas políticas que se requieren para corregir esto, solo podrán llevarse adelante con un gobierno nuevo, que ostente un fuerte liderazgo y capacidades para educar y comunicar.

Como dijimos más arriba, este es un problema global. En el tema de la performance del Estado, acaba de publicarse un magnífico libro de John Micklewait y Wooldridge (The Penguin Press), “The Fourth Revolution – The Global Race to Reinvent the State” (La cuarta revolución – la carrera global para reinventar el Estado), que nos permite concluir que esa cuarta revolución nos permite rescatar lo que nosotros llamaremos “El Estado Meritocrático”.

El libro indicado describe como a lo largo de los últimos quinientos años Europa y Estados Unidos han atravesado por tres revoluciones que han formado las estructuras de gobierno, el Estado-Nación, el Estado-Liberal y el Estado-de-Bienestar. Postulan que ante los fracasos comentados, en el Asia se está formando una cuarta revolución con Estados muy efectivos, pero también menos democráticos. En este artículo, pretendemos rescatar lo que pensamos son las lecciones que podemos adoptar en una cierta convergencia con el oriente, sin abandonar los valores de la democracia, que ya están en nuestro ADN.

Estamos hablando, básicamente, de Estados Meritocráticos, que cuenten con “buena gobernanza” y funcionarios públicos de primer nivel, bien educados, empoderados, respetados y muy bien remunerados. (Ver en Lampadia (L): Triángulos del Futuro, acción para el desarrollo, -Gobernanza: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”, definición del Diccionario de la Real Academia Española).

Funcionarios orientados hacia un manejo racional de las políticas públicas, con una mentalidad práctica, imbuidos de las mejores prácticas de los más eficientes funcionarios del sector privado y que tengan muy claro, que el desarrollo integral y duradero del país dependerá, fundamentalmente, de la fortaleza del sector privado que alienten y promuevan.

Por ejemplo, en Singapur, el exitoso país que formó Lee Kuan Yew, que tiene uno de los mejores estándares de vida del planeta, buscan a sus futuros funcionarios públicos desde los colegios. Identifican a los mejores alumnos, les dan todas las becas posibles y gastan una fortuna entrenándolos. Los que llegan a los cargos más altos reciben remuneraciones espectaculares, que llegan a US$ 2´000,000 anuales. Los que fallan en el camino, van saliendo de la carrera.

Los miembros de estas élites estatales están al tanto de lo último del mundo gerencial y no dudan in implantar en el Estado, las mejores prácticas del sector privado. Según los autores del libro, sentarse con estos jóvenes mandarines de Singapur, equivale a reunirse con los jóvenes más talentosos de Goldman Sachs o McKinsey.

Algo sorprendente que nos trae el libro es que de alguna manera Lee Kuan Yew fue el maestro del gran líder chino Deng Xiaoping, que visitó a Lee en Singapur en noviembre de 1978, justo antes  de la tercera sesión plenaria del onceavo Comité Central del Partido Comunista Chino y quedó tan impresionado que luego llevó a la China a la revolución que le ha permitido el desarrollo que hoy conocemos todos. El gran cambio de China se resume en la famosa frase de Deng: “No importa el color del gato, siempre que cace ratones”.

Como hemos mencionado, esta revolución de la naturaleza de los estados asiáticos ha sido y sigue siendo, en gran medida, muy autoritaria. Por lo tanto de lo que se trata es de conocerla de cerca y traer al Perú las mejores prácticas de gobierno que nos permitan consolidar un país que tenga un Estado muy eficiente, con los mejores funcionarios públicos de la región y que sepan integrarse con un sector privado moderno, en un excelente clima de inversión.

Como los peruanos hemos podido comprobar durante los últimos años, podemos crecer, disminuir la pobreza y la desigualdad, pero necesitamos un gran Estado que acompañe un desarrollo integral y duradero. Lampadia  




La historia del Gato y el Perro

La historia del Gato y el Perro

En su última edición, The Economist, recordaba que para “Roberto Goizueta, ex célebre Presidente Ejecutivo (CEO) de The Coca-Cola Company,  el 15 de abril 1981 fue ‘uno de los días más importantes… en la historia del mundo’.  Ese día, la primera planta embotelladora de Coca-Cola construida en China desde la revolución comunista, empezó a funcionar”.

Tal y como indica la prestigiosa revista, la referencia parece “exagerada, pero no absurda. Las desastrosas políticas de Mao Zedong [Tse Tung] habían dejado a [China] en ruinas. La máxima aspiración de los chinos en esa época eran ‘cuatro cosas que dan vueltas’: bicicletas, máquinas de coser, ventiladores y relojes. Cuando Deng Xiaoping [1978], entonces líder de China, abrió las puertas a las empresas extranjeras como parte de una serie de transformaciones [y reformas económicas] convirtieron a China en uno de los mercados más grandes y de mayor crecimiento en el mundo”.

Paradigmáticamente, el 26 de diciembre del mismo año en que se abrió la primera planta de Coca-Cola en China, aparecieron unos perros colgados de los postes de luz del centro de Lima. La macabra escena se componía de un críptico letrero en el que estaba escrito el nombre de  “Teng Siaping” (Deng Xiaoping). De esta forma, los miembros de Sendero Luminoso, querían recordar el cumpleaños de Mao (fallecido cinco años antes) y mostrar su posición contraria a las reformas que Deng impulsaba en China, abandonando la ideología maoísta.

Está claro que a la luz de los resultados actuales, lo retrógrado, equivocado y contra-histórico, se hallaba en el mal llamado “pensamiento Gonzalo”. Amén de la barbarie genocida que desató con sus ideas sobre el país durante la década de los 80 y 90, todos sus postulados eran erróneos, equívocos y perversos. En cambio, Deng dio en el clavo. Hoy China es una superpotencia económica y su pueblo pasó del hambre a la prosperidad (600 millones).

Como señala el biógrafo de Deng Xiaoping, Ezra Voguel, “tal vez nadie en el siglo XX tuvo un mayor impacto a largo plazo en la historia mundial como Deng Xiaoping”. El peso económico, militar y político de la China actual así lo demuestra. El auge de la economía mundial, y en especial de los países emergentes de las últimas décadas, solo es explicable a partir del sólido despegue del gigante asiático.

Como reconoce The Economist, “en cierto modo, el mercado chino sigue siendo el más atractivo del mundo. A pesar de que sólo representa alrededor del 8% del consumo privado en el planeta, contribuyó más que cualquier otro país con el crecimiento del consumo entre el 2011 y el 2013. Empresas como GM y Apple han hecho grandes ganancias allí”.

Tras hacerse del poder luego de derrotar a la Banda de los Cuatro, que aspiraban a profundizar la Revolución Cultural China que había llevado al desastre el país, generando dantescas  hambrunas con las que se llegaron a contabilizar más de 60 millones de muertes del comunismo chinos, Deng decidió poner en práctica el célebre dicho por el que se le recuerda: “no importa el color del gato, siempre que cace ratones”.

Esa frase resume perfectamente el pragmatismo de Deng. Un pragmatismo impensable en un hombre de una época, un país y un partido tan ideologizados como la China de entonces. Aún así, este líder renunció a los postulados que consideró errados para iniciar una de las más grandes, y exitosas transformaciones económicas, sociales y tecnológicas de la historia de la humanidad. El progreso de occidente, desde la revolución industrial, tomó 200 años. A la China, dos décadas.

Arropado bajo el nombre de “Socialismo con características chinas”, Deng inició el plan de reformas liberales más ambicioso de todos los tiempos en Diciembre de 1978.

Las reformas constaron de dos fases. “La primera, a finales de los 1970s y principios de los 1980s,  se centró en la des-colectivización de la agricultura, la apertura del país a la inversión extranjera y el permiso a emprendedores de iniciar empresas. La segunda fase (década de los 80 y 90), consistió en la privatización de la mayor parte de la industria y el levantamiento del control de precios, las políticas proteccionistas y regulaciones. De 1978 a 2010, la economía creció a un ritmo impresionante de 9,5% anual promedio. Así la China, en 32 años pasó a ser la segunda economía del planeta.

Si bien, Deng Xiaoping, mantuvo la estructura política China y manejó sus designios con mano de hierro, (fue responsable de la matanza de Tiannamen, por ejemplo), su papel en el despegue económico mundial no puede soslayarse. El mundo sería otro, sin su providencial intervención.

Imaginémonos qué sería de la China y la humanidad, sin la gesta económica y social que lideró Deng, y qué sería de nuestro país, si no hubiésemos derrotado a Sendero y recuperado la senda del crecimiento. Lampadia




China profundizará reformas de mercado

China profundizará reformas de mercado

El Partido Comunista Chino (PCCH), la organización política más grande de la humanidad, ha decidido enfrentar el nuevo ritmo de crecimiento de su economía y los nuevos desafíos que plantea la globalización profundizando las reformas de mercado. Finalizado el último cónclave de cuatro días (el 12 de noviembre) que reunió a los 376 miembros del Comité Central del PCCH, el Presidente Xi Jinping leyó un informe en el que anunciaba el rol decisivo que tendrá el mercado en la economía de China.

Xi Jinping señaló que: “El asunto central es tratar de manera adecuada la relación entre el gobierno y el mercado, y que el mercado juegue un papel decisivo en la asignación de los recursos”. En otras palabras, el régimen chino profundizará las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978 en momentos en que la economía china se ha desacelerado a un crecimiento esperado de 7.6% y 7.3% para este año y el próximo, respectivamente. Es decir, a mayores problemas, más mercado.

Si bien el comunicado oficial contiene pocos detalles del contenido específico de la reforma, se espera que estas apunten a fortalecer la competitividad de sectores fuertemente controlados por el sector público, como el transporte aéreo, los ferrocarriles, las telecomunicaciones, la energía y el sector financiero. En esta línea, a partir de la reunión que sostendrán altos oficiales en diciembre para discutir la estrategia económica de China en el 2014 se tendrán más detalles de las políticas a ser adoptadas por el país. 

Sin embargo, resulta notable el acuerdo para la creación de un grupo de seguimiento que supervisará las reformas a ser puestas en marcha. Dicho grupo reportará a la cúpula del Gobierno y ayudará en la implementación de las políticas, en especial a superar las barreras burocráticas que suelen retrasar los procesos de reforma. El comunicado oficial remarca la intención de obtener “resultados decisivos” para el año 2020, en línea con el objetivo trazado por Xi Jinping al asumir el poder de lograr duplicar los ingresos de los chinos en el año 2020 con respecto al 2010. 

El Presidente Xi Jinping ha comprendido que la grandeza de China en el nuevo orden económico internacional no se conseguirá solo preservando las grandes modernizaciones que Deng Xiaoping impulsó a fines de los setenta, sino que el crecimiento actual, la emergencia de la nueva clase media china, el protagonismo de los nuevos países emergentes, le plantea a China nuevos retos para no perder el tren de la competitividad mundial. En ese sentido, Jinping está a punto de convertirse en el otro gran reformador chino que acompañara a Deng en la historia del desarrollo de la gigantesca nación asiática.

El mayor partido comunista del mundo le deja una lección a los escépticos y negacionistas de  Ameríca Latina y el Perú, quienes se resisten a aceptar lo que es evidente: que el mercado, en las últimas décadas, ha impulsado de tal manera el crecimiento que se ha arrinconado la pobreza y la desigualdad  sin precedentes en la historia. Por eso ahora es posible sostener que la mayoría de latinoamericanos y peruanos pertenecen a la clase media. En todos lados hay problemas, pero a más problemas más mercado, parece ser la filosofía de los jerarcas chinos.