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Una carta por la libertad de expresión

Una carta por la libertad de expresión

A continuación compartimos “Una carta sobre justicia y debate abierto”, un reciente pronunciamiento publicado en Harper’s Magazine de 150 intelectuales en contra del creciente embate cultural que vienen arreciendo las izquierdas progresistas en el mundo occidental que, como hemos comentado anteriormente, ya se encuentra reprimiendo las libertades de expresión y llevándonos a una suerte de establishment de lo ‘políticamente correcto’ en todas las esferas públicas, con todas las censuras que esto conlleva (ver Lampadia: El oscurantismo toca la puerta).

Cabe resaltar que si bien estos movimientos ya tenían varios años acogiéndose en el posmodernismo para relativizar la verdad, desde que afloró lo sucedido con la muerte de George Floyd en EEUU, la violencia se ha convertido en su nuevo modus operandi al punto de destruir monumentos históricos, consintiendo inclusive la idea de la abolición de las fuerzas del orden – como sucedió con el movimiento Black Lives Matters en EEUU) – y despojando a todo aquel que no se emplace o se pronuncie en contra de estas acciones.

Este asedio inquisitorial no puede pasar desapercibido por periodistas, académicos y ninguna persona de la sociedad civil que vea peligrar el solo hecho de emitir opiniones contrapuestas a las de las grandes mayorías. Nos sumamos a este esfuerzo intelectual pues por defender el uso libre de las ideas y a no silenciarlas. De lo contrario, regresaremos a esas épocas oscuras en las que emitir ciertas opiniones o juicios conllevaban severas represalias hacia las personas que las dictaminaban. Lampadia

Una carta sobre justicia y debate abierto

150 intelectuales alzan la voz contra el auge de la intolerancia en la izquierda

Margaret Atwood, Noam Chomsky, J. K. Rowling y Martin Amis figuran entre los firmantes de la carta

150 intelectuales han firmado una carta abierta, publicada por la revista estadounidense Harper’s Magazinecontra el auge de la intolerancia en ciertos sectores del activismo progresista. Entre los firmantes se encuentran escritores, académicos y artistas como Margaret Atwood, Martin Amis, Noam Chomsky, J. K. Rowling, Steven Pinker, John Banville, Gloria Steinem y Wynton Marsalis.

Harper’s Magazine
7 de julio, 2020
Traducida y comentada por
Lampadia

Nuestras instituciones culturales se enfrentan a un momento de prueba. Las poderosas protestas por la justicia racial y social están llevando a demandas atrasadas de reforma policial, junto con llamamientos más amplios para una mayor igualdad e inclusión en nuestra sociedad, especialmente en la educación superior, el periodismo, la filantropía y las artes. Pero este cálculo necesario también ha intensificado un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias a favor de la conformidad ideológica. Mientras aplaudimos el primer desarrollo, también levantamos nuestras voces contra el segundo. Las fuerzas del iliberalismo están ganando fuerza en todo el mundo y tienen un poderoso aliado en Donald Trump, que representa una amenaza real para la democracia. Pero no se debe permitir que la resistencia se endurezca en su propio tipo de dogma o coerción, que los demagogos de derecha ya están explotando. La inclusión democrática que queremos se puede lograr solo si hablamos en contra del clima intolerante que se ha establecido en todos los lados.

El libre intercambio de información e ideas, el alma de una sociedad liberal, se está volviendo cada vez más restringido. Si bien hemos llegado a esperar esto en la derecha radical, la censura también se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura: una intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una certeza moral irrevocable. Mantenemos el valor de la contra-voz robusta e incluso cáustica de todos los sectores. Pero ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento. Más preocupante aún, los líderes institucionales, en un espíritu de control de daños en pánico, están aplicando castigos apresurados y desproporcionados en lugar de reformas consideradas.

  • Los editores son despedidos por dirigir piezas controvertidas;
  • los libros son retirados por presunta falta de autenticidad;
  • los periodistas tienen prohibido escribir sobre ciertos temas;
  • los profesores son investigados por citar trabajos de literatura en clase;
  • un investigador es despedido por distribuir un estudio académico revisado por pares; y
  • los jefes de las organizaciones son expulsados ​​por lo que a veces son simples errores torpes.

Cualesquiera que sean los argumentos en torno a cada incidente en particular, el resultado ha sido estrechar constantemente los límites de lo que se puede decir sin la amenaza de represalias. Ya estamos pagando el precio con mayor aversión al riesgo entre escritores, artistas y periodistas que temen por su sustento si se apartan del consenso, o incluso carecen de suficiente celo en el acuerdo.

Esta atmósfera sofocante dañará en última instancia las causas más vitales de nuestro tiempo. La restricción del debate, ya sea por parte de un gobierno represivo o una sociedad intolerante, invariablemente perjudica a quienes carecen de poder y hace que todos sean menos capaces de participar democráticamente. La forma de derrotar las malas ideas es mediante la exposición, la discusión y la persuasión, no tratando de silenciarlas o desearlas. Rechazamos cualquier elección falsa entre justicia y libertad, que no puede existir la una sin la otra. Como escritores, necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la toma de riesgos e incluso los errores. Necesitamos preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas. Si no defendemos exactamente de lo que depende nuestro trabajo, no deberíamos esperar que el público o el estado lo defiendan por nosotros.

Firmas …

Lampadia




“Querido hermano Hans…”

“Querido hermano Hans…”

En marzo pasado republicamos la carta de Hans Küng al Papa Francisco en la que hacía un último esfuerzo, al cumplir 88 años, para propiciar un debate abierto sobre el  dogma de la infalibilidad. El teólogo alemán que asistió al Concilio Vaticano II con Ratzinger (Papa Benedicto XVI) fue castigado y alejado del magisterio de teología por la curia romana por sus propuestas reformistas.

En las siguientes líneas, el propio Küng publica en el País de España la respuesta del Papa Francisco, quién ha hecho los gestos necesarios para alentar una mayor apertura en el magisterio de la Iglesia.

Carta del Papa Francisco a Hans Küng

El País publicó una petición del teólogo al Papa para debatir libremente el dogma de la infalibilidad. El propio Küng da a conocer ahora la respuesta de Francisco.

Por Hans Küng, Catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga y presidente de honor de la Fundación Ética Mundial

El País de España, 27 de abril de 2016

 

El día 9 de marzo de 2016 se publicó en importantes periódicos de diferentes países mi Llamamiento al Papa Francisco rogándole que hiciera posible un debate abierto, imparcial y libre de prejuicios sobre la cuestión de la infalibilidad. Me alegró mucho recibir, inmediatamente después de Pascua y a través de la nunciatura de Berlín, una respuesta personal del papa Francisco fechada el Domingo de Ramos (20 de marzo).

— Que el Papa Francisco me respondiera y que no me dejara con mi Llamamiento, por decirlo de alguna manera, suspendido en el vacío.

— Que fuera él mismo quien respondiera, y no su secretario privado o el cardenal secretario de Estado.

— Que resaltase el carácter fraternal de su carta en español mediante el uso del encabezamiento en cursiva y en alemán “lieber Mitbruder” (“querido hermano”).

— Que haya leído con atención mi Llamamiento, cuya traducción española le adjuntaba.

Que valorara altamente las reflexiones que me habían conducido a publicar el volumen 5 [de mis obras completas], dedicado a la infalibilidad, en el que propongo debatir teológicamente las diferentes cuestiones en torno a este dogma a la luz de la sagrada Escritura y de la Tradición, con la intención de que la Iglesia del siglo XXI, semper reformanda, profundice en un diálogo constructivo con la ecúmene y la sociedad postmoderna.

El Papa Francisco no fija limitación alguna. De esta forma, corresponde a mi deseo de abrir un debate libre sobre el dogma de la infalibilidad. Personalmente concluyo que este nuevo espacio de libertad debe ser aprovechado para avanzar en el esclarecimiento de las declaraciones dogmáticas controvertidas en la Iglesia católica y la ecúmene.

No podía yo imaginar entonces el gran espacio de libertad que, pocos días después, abriría el Papa Francisco en su exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia. Ya en la introducción declara que “no todos los debates doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltos con intervenciones magisteriales”. Se posiciona contra “una fría moral de gabinete” y se niega a que los obispos sigan comportándose como “controladores de la gracia”. Considera que la eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un “alimento para los débiles”. Cita con frecuencia las declaraciones del Sínodo de los Obispos y de las conferencias episcopales nacionales. No quiere seguir siendo el único portavoz de la Iglesia.

Este es el nuevo espíritu que siempre esperé del Magisterio. Estoy convencido de que, por fin, también el dogma de la infalibilidad, una cuestión fundamental y decisiva de la Iglesia católica, se podrá debatir con espíritu libre, abierto y alejado de todo prejuicio. Estoy profundamente agradecido al Papa Francisco por ofrecernos esta posibilidad. Mi agradecimiento se une a la expectativa de que los obispos, teólogas y teólogos hagan suyo sin reservas este espíritu y colaboren en la tarea de esclarecer el dogma de la infalibilidad en el espíritu de la Escritura y de la gran Tradición eclesial.

Lampadia