1

Reminiscencias noventeras

Reminiscencias noventeras

En el 2015, la economía mundial mostrará preocupantes similitudes con lo vivido a fines de la década de 1990.

The Economist

(Gestión, 23 de Diciembre del 2014)

Crisis financiera en Rusia, precios del petróleo a la baja y un dólar fuerte, un nuevo boom en Silicon Valley y una resurgente economía estadounidense, debilidad en Alemania y Japón, divisas tambaleantes en los mercados emergentes, un demócrata en problemas en la Casa Blanca. ¿Es esta una proyección del mundo para el 2015 o un retrato de fines de los noventa?

La reciente historia económica ha estado tan dominada por la contracción del crédito del 2008-09 que es fácil olvidar lo que sucedió en las décadas previas. Pero mirar lo que sucedió hace quince años es instructivo, en términos de lo que hay que hacer y lo que se debe evitar.

Así como entonces, ahora Estados Unidos se halla a la vanguardia de una revolución digital y, en 1999, su PBI crecía más de 4% al año, casi el doble del promedio de los países avanzados, y el desempleo cayó a 4%, el nivel más bajo en 30 años. Los inversionistas extranjeros hacían cola, impulsando tanto el dólar como los precios de las acciones.

El optimismo sobre este país contrastaba con el pesimismo en el resto de la economía global, igual que hoy. La economía de Japón entró en deflación en 1997 y en Alemania, sus empresas sufrían estancadas por un rígido mercado laboral y otros costos. Los mercados emergentes estaban en crisis: entre 1997 y 1999, desde Tailandia hasta Brasil, las monedas colapsaron, mientras el capital extranjero huía y las deudas en dólares se volvían impagables.

A la larga, Estados Unidos también acusó problemas, pues la burbuja de las “dotcom” estalló y causó una caída bursátil generalizada, así como una retirada de la inversión privada, particularmente en tecnología. Para principios del 2001, ya estaba en recesión (aunque una moderada), junto con la mayoría de economías desarrolladas. Es inevitable que los paralelos no sean perfectos. La principal diferencia es China, que en 1999 era un actor pequeño, pero hoy es la segunda economía más grande del mundo.

Son tres las tendencias que desestabilizaron la economía global en esa época y que podrían hacerlo de nuevo. La primera es la brecha entre Estados Unidos, donde el crecimiento se está acelerando, y el resto, donde se está ralentizando. En ese entonces se advirtió que la economía mundial volaba “con un solo motor” y, para el 2015, el panel de expertos de The Economist proyecta un 3% de expansión en Estados Unidos y de 1.1% para Japón y la eurozona. En China, la tasa podría reducirse a 7%.

El segundo paralelo preocupante es la pésima perspectiva de las otras dos grandes economías avanzadas. El crecimiento de Alemania se ha derrumbado a alrededor de 1% y existe una profunda perturbación causada por años de escasa inversión y un gobierno demasiado obsesionado por sus metas fiscales y temeroso de continuar con sus reformas estructurales. Por su parte, Japón ha repetido el error que cometió en 1997: destruyó su escape de la estagnación con un incremento prematuro del impuesto a las ventas. El tercero es el peligro en los mercados emergentes. A fines de los noventa, fueron los tipos de cambio fijos y la excesiva deuda pública externa; ahora el cambio es flotante y las deudas son más bajas, pero existen muchas señales preocupantes, sobre todo en Rusia y otros exportadores de materias primas, especialmente en África.

En otros países, el peligro reside en el sector corporativo. Muchas empresas brasileñas están altamente endeudadas en dólares y una racha de incumplimientos podría ser menos espectacular que las crisis de deuda soberana de Asia hace década y media, aunque harían que los inversionistas se pongan nerviosos y empujen una subida del dólar.

Todo esto hace prever que el 2015 será escabroso. Los apostadores esperarán que un dólar al alza, emparejado con el adormecimiento de la eurozona y unas cuantas crisis en el mundo emergente causarán una nueva recesión en Estados Unidos. Pero por el lado optimista, hay que notar que los mercados bursátiles no se ven tan burbujeantes como antaño y aunque muchas empresas tecnológicas están invirtiendo de manera descontrolada, la mayoría presenta estados financieros decentes.

Además, el sistema financiero global se encuentra menos apalancado y, por tanto, menos vulnerable al contagio. En 1998, el incumplimiento del pago de la deuda rusa causó la caída del fondo de coberturas estadounidense LTCM. Hoy, tales efectos de repercusión son menos probables.

Si la economía mundial tambalea, restaurar la estabilidad será más difícil porque los gobiernos tienen menos espacio de maniobra. En 1999, la tasa de interés de la Reserva Federal era alrededor de 5%, lo que permitía recortarla cuando la economía se enfriaba, pero hoy las tasas en los países ricos están cercanas a 0%.

El escenario político también es distinto, y nada positivo. Entonces, la mayoría de habitantes en el mundo avanzado había recibido los frutos del boom: los salarios reales en Estados Unidos crecieron 7.7% en el periodo 1999-2000, pero desde el 2007, se han estancado, y han caído en Reino Unido y gran parte de la eurozona.

Hoy, los electores en esos países están enojados con sus gobiernos y lo muestran sus intenciones de voto por partidos de oposición. Si se les vuelve a sacudir el próximo año, su descontento se transformará en ira. La economía del 2015 puede lucir similar a la de fines de los noventa, pero probablemente la política será peor.




No, we can´t!

No, we can´t!

Por Antonio Navalón

(El País, 09 de Noviembre del 2014)

Ha terminado la era Obama. Seguro que el presidente estadounidense cuenta las horas que le quedan para seguir durmiendo en la Casa Blanca. Es más, creo que si le fuera posible dimitir, seguramente se lo pensaría. Son los rasgos de las actuales crisis mundiales: la pérdida de liderazgo, la ausencia de referentes y la capacidad de consunción de los mensajes y los discursos políticos y sociales. Los resultados de las recientes elecciones legislativas de mitad de mandato son una derrota no sólo de Obama, sino de una manera de (no) entender la política. No comprendió que en 2008 fue elegido no sólo por ser el candidato de la esperanza, sino por ser el hombre de quien se esperaba que corrigiera las desviaciones que habían colocado al mundo al borde del precipicio.

Las dos guerras (Afganistán e Irak), derivadas y heredadas del 11-S, colocaron en una posición muy difícil a Barack Obama. Latinos y mujeres le dieron la victoria dos veces. En estos últimos comicios no es que esos dos colectivos hayan cambiado de opinión, es que han sido unas elecciones curiosas. Por ejemplo, nunca había habido 100 congresistas mujeres en la Cámara de Representantes. Pero pese a esas peculiaridades, hay una realidad aplastante: Obama no ha sido capaz de hacer ni un sólo acuerdo político. Es un gran orador, pero un pésimo presidente. El día que aceptó ser premio Nobel de la Paz, cuando en su trabajo y en su sueldo estaban dos conflictos pendientes de ganar, debimos haber descubierto la inconsistencia entre sus discursos y su actuación política.

Obama solo tenía un camino al llegar al poder, tras la grave degradación moral por la acumulación de crisis (militar, política, y económica): enfrentar, asumir y gobernar, desde una contundencia que no se atrevió a aplicar. Los banqueros, responsables de la crisis financiera y de otros hechos que acabaron llevando al líder demócrata al Despacho Oval, quedaron impunes.

Es evidente que hay una recuperación económica y que, en parte, se debe a su política, pero también lo es que la falta de firmeza y la confusión del Gobierno de Washington han hecho que amplias capas de la población hayan perdido la fe en que sirva de algo votar por él o por los demócratas.

Para América Latina también se abre un proceso porque quien quiera sustituir a Obama, deberá entender que llegó el momento de abrir, sobre otra base, el diálogo con las Américas. No habrá una política interna estadounidense sin una redefinición de la política exterior. Ejemplo: ¿Qué posición adoptará Estados Unidos en el caso mexicano? ¿Qué relación tendrá con Brasil? ¿Cuál con Centroamérica, con el Caribe y con todos esos países que, a lo largo de estos años, han ido viendo como el miedo, la insensibilidad o los problemas domésticos estadounidenses han castigado sin clemencia a los sin papeles, pero también a los con papeles que viven en el imperio del Norte?

Los olvidados por Obama son fundamentales para determinar, básicamente, las presidenciales de 2016. Lo peor que se puede decir de Obama con relación a América Latina es que no ha sido mejor que el Partido Republicano que con George W. Bush, dejo el subcontinente a su suerte. Al igual que su antecesor, en estos años el presidente demócrata ha intentado ocuparse del mundo, dejando América Latina en el olvido, algo que ya no será posible para su sustituto. Así como Obama se ha sentado dos veces en el Despacho Oval gracias al voto latino, para poder formular un trato, un pacto o un nuevo acuerdo, el próximo inquilino de la Casa Blanca deberá tener una política de emigración que pase por la solución de tanta acumulación de tragedias humanas.

No es verdad que los populistas del Tea Party hayan sido los más terribles opositores de todos los tiempos. En la historia reciente, hubo mandatarios como Roosevelt, que también tuvo una oposición republicana feroz y no sólo consiguió ganar varias elecciones, sino que fue capaz de gobernar. También hay que recordar en los 90 cuando Newt Gingrich, presidente de la Cámara de Representantes durante cuatro años, y su Contrato por América se convirtieron en el azote de Bill Clinton por el escándalo desatado tras el caso Lewinsky. Asi que el Tea Party no es mucho peor de lo que fueron esos ejemplos anteriores.

Lo que ocurre es que Obama entiende las formulaciones políticas, pero nunca ha querido aprender qué hacer para cumplir sus promesas. Tras seis años en el poder, no ha conseguido desarrollar el arte de lo posible, que eso es la política.

Con las negociaciones de paz en curso en Colombia, con la reestructuración profunda de la política de Brasil, con el problema de la impunidad planteado ahora ya a cara de perro en México y con la situación de violencia que vive Centroamérica o el aislamiento de una parte de Surámerica —con la excepción de Perú—, Estados Unidos necesitará articular una conversación, con presupuestos diferentes y nuevos, los que todo el mundo esperaba que hubieran sido la estrategia de la relación de Obama con América Latina. Sin embargo, eso no pasó y a los americanos que hablan español ni siquiera se les dio la oportunidad de un nuevo amanecer como les planteó a los musulmanes en su célebre discurso de la Universidad de El Cairo.

Ahora, es relevante saber a quién seguir la pista, pero más importante averiguar el cómo y mientras tanto ir apuntando en el libro de la Historia que el primer presidente nacido de YouTube, héroe del cambio, a través de las redes sociales, ha periclitado su mandato en un ocaso que es, sobre todo, comunicacional. Resulta curioso el silencio del gran comunicador.




La OCDE ve riesgo de “crecimiento cero” si el BCE no actúa

La OCDE ve riesgo de “crecimiento cero” si el BCE no actúa

Pide ampliar ya la compra de activos a bonos públicos y empresariales

Por Alejandro Bolaños

(El País, 07 de Noviembre del 2014)

El frenazo de la zona euro llevó este jueves a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que aglutina a 34 países industrializados, a rebajar su pronóstico sobre la evolución de la economía de los Dieciocho, como ya hicieron el FMI o la Comisión Europea. Pero, además, advierte que el escuálido 1,1% de avance en 2015 que predice ahora solo será posible si “se ralentiza el ajuste fiscal”, hay “mejores condiciones financieras tras el inicio de la unión bancaria” y, sobre todo, si cristaliza “un mayor estímulo monetario”.

“Déjenme subrayar esto: nuestra previsión depende de un ‘si’ y es un gran ‘si’. Solo si estos apoyos macroeconómicos tienen lugar, la economía de la zona euro crecerá como hemos previsto. En caso contrario, el crecimiento será más débil”, explicó el secretario general de la OCDE, José Ángel Gurria, en la presentación en París de un análisis sobre los países que forman parte del G20, cuya cumbre anual se celebrará los días 14 y 15 de noviembre en Brisbane (Australia).

La nueva economista jefa de la institución, Catherine L. Mann, estableció los límites del dilema europeo: “En nuestro rango de probabilidades, la zona euro se arriesga a entrar en un periodo de crecimiento cero e inflación cero”. La economista estadounidense destacó luego que, pese a cierto recorte de la tasa de paro en EE UU y Japón, había aún 12 millones de desempleados más que en el inicio de la crisis financiera en los países industrializados. Y que la mitad de ese aumento del desempleo corresponde a la zona euro. “Son cifras que deberían servir de catalizador para que los responsables políticos den un paso al frente y actúen”.

En la conferencia de prensa, celebrada tres horas antes de la que dio cuenta del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, Mann expresó su deseo de que se lanzara “un mensaje de unidad” en torno a la necesidad de una nueva inyección monetaria. Deseo que acompañó de una gráfica en la que se ilustraba como el balance de activos del supervisor del euro había descendido del 30% al 20% del PIB en los dos últimos años, nivel que se sitúa por debajo del de la Reserva Federal y el Banco de Japón.

Si hay que atenerse a lo que el presidente del BCE, Mario Draghi, expuso después, se podría concluir que el deseo de Mann, en buena parte, se cumplió. Aunque queda por comprobar cómo se concreta el “unánime” compromiso de hacer lo que haga falta si la debilidad se prolonga en precios y actividad económica.

En su informe, la OCDE sí es precisa: “El Banco Central Europeo debe comprometerse a ampliar su programa de compra de activos más allá de lo anunciado”. Y para ello, además de reducir las exigencias en las titulaciones de deuda y bonos garantizados que ya adquiere, debería adentrarse en “la adquisición de bonos empresariales y públicos”.

Para la OCDE, el estancamiento de la zona euro es ahora “el mayor riesgo” para el crecimiento mundial, que seguiría por debajo del 4% en 2015 y 2016, aunque acelera algo desde el 3,3% previsto para este año.

En el caso de España, la OCDE sigue la estela del FMI o la Comisión Europea, y anticipa un avance del 1,7% en 2015, tras una ligera revisión al alza. Es un crecimiento mayor al del conjunto de la zona euro, pero la predicción es menos optimista que la del Gobierno o que la de la mayoría de analistas privados españoles, que anticipan un avance cercano al 2%.

Además, la OCDE insistió en su mensaje tradicional de la necesidad de desarrollar reformas estructurales para elevar el potencial del crecimiento en países desarrollados y emergentes. Y se congratuló de que el millar de propuestas ya formuladas por los países del G20 cumplan el objetivo marcado para la inminente cumbre de Brisbane: plantear reformas que permitan a la economía mundial crecer un 2% más en cinco años. “Ahora solo falta que estas medidas se lleven a cabo. Estaremos vigilantes, como indica el mandato que nos hizo el G20”, añadió Gurría.




¿Debería haber sido presidenta Hillary?

¿Debería haber sido presidenta Hillary?

Por Timothy Garton Ash

(El Comercio, 26 de Octubre del 2014)

Comentario de Lampadia:

El artículo de Garton Ash coincide plenamente con nuestro artículo del 7 de julio del 2014. Ver en Lampadia: La caída de nuestros líderes es una tragedia.

¿Qué fue del mesías? Hablo de aquel por el que los estadounidenses bailaron en las calles gritando “yes we can!” en la inolvidable noche electoral de hace solo seis años. Aquel cuyo nombre estaba en boca de todos los europeos. Aquel que prometió que la humanidad recordaría ese momento “en el que se frenó la subida de los mares y nuestro planeta empezó a curarse”.

En vísperas de las elecciones legislativas del 4 de noviembre, exactamente seis años después de la elección de Barack Obama, los candidatos demócratas no quieren aparecer junto a él. Elizabeth Drew, una veterana observadora de la política norteamericana, escribe: “Es muy probable que no haya habido tanto rechazo de los candidatos a figurar junto al presidente de su partido desde la época de Richard Nixon”. Su índice de aprobación está en torno al 40%. En Europa ya casi no hablamos de él: hemos pasado del “¡Obama! ¡Obama!” al “No-drama-Obama” y luego al “Nobama”.

¿Qué ha ocurrido? ¿O esta desilusión es tan poco realista como la euforia inicial? Este verano, en Estados Unidos, he pedido a varios comentaristas que hicieran un balance de la presidencia de Obama. Por supuesto, todavía pueden pasar muchas cosas en los dos años largos que le quedan, pero seguramente ha tomado ya la mayoría de sus grandes decisiones, y cada vez da más la impresión —con sus canas, su desapego y sus discursos cansados— de que preferiría estar jugando al golf.

Hay que recordar que ningún presidente, desde 1945, había empezado en una situación tan difícil. Llegó al poder con la peor crisis financiera desde los años treinta, tras la desastrosa e innecesaria guerra de George W. Bush en Irak, con un sistema político disfuncional en torno a un Congreso manipulado y dominado por el dinero, y en pleno cambio histórico del equilibrio mundial de poder. Este año, China sobrepasará a Estados Unidos como primera economía del mundo (medido en paridad de poder adquisitivo). En un artículo que escribí desde Washington al día siguiente de la elección de Obama ya expresé mis dudas de que aquel ánimo esperanzado bastara para superar todos esos obstáculos.

Y no supe prever otro obstáculo. Aunque se proclamó que la llegada de un negro a la Casa Blanca era el final de la peor mancha en la mayor democracia del mundo, resulta que sigue habiendo muchos prejuicios. “Es innegable”, dice Drew, “que la raza del presidente es un factor importante en el lenguaje y los métodos tan destructivos que se emplean para atacarle”.

Dicho esto, ¿cuál es el balance provisional? Mi respuesta es: moderadamente bueno en política interior, muy malo en política exterior. La economía estadounidense es la que mejor va de todas las desarrolladas. Ha crecido casi el 8% desde el primer trimestre de 2008, mientras que la de la Eurozona ha caído más de un 2% en ese mismo periodo. El paro ha caído a menos del 6%. El déficit fiscal para el año 2014 fue inferior al 3% del PBI (el límite teórico de la Eurozona). Podemos debatir sin descanso de quién es el mérito —el Gobierno, Ben Bernanke, el gas de esquisto, el dinamismo de un mercado interior inmenso, el innato espíritu emprendedor de los estadounidenses, Dios Todopoderoso—, pero todo eso ha pasado durante la presidencia de Obama. Las restricciones de la ley Dodd-Frank al sistema financiero son tímidas e incompletas, pero la Agencia de Protección Financiera para el Consumidor, creada por él, ofrece nuevas formas de amparo frente a los banqueros. Asimismo, Obama ha hecho todo lo posible para empezar a reducir las emisiones de carbono, a pesar del poder de los grupos de presión en el Congreso.

El lanzamiento inicial de la página web de Obamacare fue un desastre, pero el programa ha permitido que alrededor de 10 millones de personas tengan por primera vez un seguro de salud. Dos profesores de Princeton han descubierto que, en su primer mandato, Obama dedicó mucho más dinero a programas contra la pobreza que otros presidentes demócratas. Ha hablado menos de los pobres pero ha hecho mucho más por ellos. Falta (todavía) una gran reforma de la inmigración, pero el motivo fundamental es que los republicanos están más preocupados en asegurarse las primarias frente al Tea Party que en obtener los votos de los hispanos. No está mal para ser una época de vacas flacas.

Por el contrario, en política exterior, el presidente del que el mundo esperaba tantas cosas ha hecho muy poco. No ha cometido “estupideces” como invadir Iraq. Pero eso es todo.

El estadista visionario del discurso de 2009 en El Cairo no aprovechó la oportunidad de la primavera árabe, en especial en Egipto, donde más de 1.000 millones de dólares de ayuda otorgaban a Estados Unidos la capacidad de influir en el ejército, de nuevo dominante y represor. Obama declaró una línea roja sobre el uso de armas químicas en Siria y luego dejó que el presidente El Asad la cruzara con impunidad. El Asad dirigió sus ataques contra la oposición moderada, para la que Hillary Clinton había pedido a Obama más ayuda. El resultado fue que el Estado Islámico (EI) se hizo fuerte. Su debilidad en las negociaciones con el primer ministro chií de Iraq, Nouri al Maliki empujó a algunos suníes descontentos a unirse también al EI. Y ahora Estados Unidos ha vuelto a intervenir en Iraq.

El prematuro premio Nobel de la Paz no se ha dedicado (aún) en cuerpo y alma a buscar una solución de dos Estados para Israel y Palestina, como hizo Bill Clinton, a pesar de saber que debe hacerlo. Ha reaccionado con tibieza a la indignante agresión de Vladimir Putin en Ucrania. La primavera pasada declaró que Rusia no era más que una potencia regional y que le preocupaba más que pudiera estallar un arma nuclear en Manhattan. El escándalo del programa masivo de vigilancia de la NSA ha irritado a varios aliados cruciales, sobre todo los alemanes, y él ni siquiera ha despedido a su máximo responsable de inteligencia, el general James Clapper, que había mentido al respecto ante el Congreso. El giro hacia Asia es una buena idea, pero ni China ni los aliados de Estados Unidos en la región están muy satisfechos con los resultados. Y luego está el desarrollo. El hombre que llegó al poder hablando de Norte y Sur en lugar de Oriente y Occidente ha contribuido menos al desarrollo en el Sur del planeta que George W. Bush, con los Objetivos del Milenio y otras iniciativas. Ah, y no ha cerrado Guantánamo. ¿Tengo que seguir?

Todo esto lleva a una pregunta interesante: ¿los votantes de las primarias demócratas se equivocaron al ordenar sus prioridades históricas? ¿El primer afroamericano antes que la primera mujer? Aunque ni Clinton ni Obama habían ocupado puestos de gobierno, Hillary tenía más experiencia y seguramente habría sido más dura en casi todos los temas. En 2008 tenía la edad apropiada, mientras que, si gana en 2016, tendrá 69 años. Y con ocho años más, más tiempo en el Senado y un periodo como secretario de Estado o vicepresidente, Obama habría estado más preparado para afrontar los retos de un mundo peligroso. Un buen ejemplo de historia alternativa.




El éxito económico solo es posible cuando las cosas se hacen bien

El éxito económico solo es posible cuando las cosas se hacen bien

España y Polonia: dos naciones, dos destinos. Ambas sufrieron la marginación de sus pares europeos, las dos sufrieron largas dictaduras que las empobreció y eliminó la libertad de sus ciudadanos. Posteriormente, ambos se integraron a la Unión Europea (UE), aunque con casi dos décadas de diferencia. Primero España en 1985 y luego Polonia en el 2004. A pesar de esta aparente desventaja en el tiempo y del mayor tamaño de la economía española, Polonia muestra hoy una salud financiera envidiable en comparación con la hispana (ver en Lampadia (L): Polonia la nueva estrella europea). ¿A qué se debe esta situación? Todo nos indica que tiene mucho que ver con la cultura, las actitudes y responsabilidad con que enfrentaron la reconversión de sus países.

Repasemos las diferencias de sus modelos. Tras ingresar a la UE, la economía ibérica tuvo un rendimiento espectacular, (se reputó como el milagro español). Del 85 al 89, duplicó su PBI (pasó de US$ 164,250 millones a US$ 379,360 millones), al igual que con su PBI per cápita (de 4,290 a 9,330 dólares). Este fenómeno estuvo impulsado por el incremento de la inversión extranjera directa (que pasó de 1.4% al 6.6% del PBI) y al acceso a mayor y mejor crédito internacional. Se modernizó su industria, que tenía uno de los records de fallas de producción más altos del mundo (reprocesaban hasta el 30% de sus productos), sus campos se hicieron más productivos y se integraron al mundo y floreció la industria sin chimeneas del turismo, que explica más de un tercio de su PBI.

Sus problemas estructurales empezaron con la creación del Euro, que les dio acceso a financiamiento a costos alemanes sin rigurosidad fiscal y la adecuada evaluación de sus inversiones, las cuales se multiplicaron sin límites. Luego, la crisis financiera mundial del 2008, evidenció sus debilidades: unas regionalización (autonomías) sin cuidados fiscales (gastadoras), un sistema financiero (las famosas Cajas) sobreexpuesto, un Estado de Bienestar regalón y sobre endeudado, inversiones inmensas e improductivas (un aeropuerto moderno donde nunca aterrizó un avión), un gobierno irresponsable e irrealista (“¿cuál crisis?”), que no quiso asumir la realidad y corregir el camino. El resultado fue la bancarrota, sobreendeudamiento generalizado y niveles de desempleo que solo entran en los libros de ficción con un desempleo juvenil que llegó al 56%.

Como dice Xavier Sala-i-Martín: “por mucho que el gobierno dé las culpas a la situación financiera internacional, la crisis española es made in Spain. Cuando España era un país pobre, basó su crecimiento en productos baratos porque los salarios (…) eran bajos. A medida que crecía, los salarios subían y la competitividad desaparecía. Al no poder competir vendiendo productos más baratos que los demás, España tenía que innovar. Pero nunca lo hizo. En lugar de ello, intentó perpetuar la situación contratando a inmigrantes pobres, cosa que no hacía más que retardar las reformas (…). Las empresas no tenían incentivos a invertir en tecnología o transformarse hacia actividades de mayor valor añadido.

“La burbuja inmobiliaria también contribuyó a que no se hicieran reformas. Por alguna razón se generalizó la idea de que la vivienda era una inversión segura (…). Entre un 15 y un 19% del crecimiento español llegó a depender de la construcción (4% en EEUU). (…) Mientras las cosas iban bien, nadie veía la necesidad de llevar a cabo las dolorosas reformas que habrían fomentado la innovación. Pero ahora que ha acabado el boom de la construcción: ¿exactamente qué producirá España? Silencio sepulcral”.

Es decir, como bien señala Sala-i-Martín, España vivió una gran FIESTA y evitó hacer las “dolorosas reformas” que la hicieran más competitiva. “En los últimos diez años, hemos perdido un 36% de competitividad con respecto a Alemania (…)” asegura el economista Víctor Herráez.

¿Y por qué es poco competitiva España frente a sus socios europeos? Entre otras razones, señala Herráez por el mercado laboral, la elefantiásica burocracia, la nula inversión en capacitación y los escasos niveles educativos. El  mercado de trabajo, “para resumirlo es de locos, la fuerte importancia política de unos sindicatos de clase anclados en el tiempo y cuya única función es proteger los derechos adquiridos en el pasado, está dificultando la incorporación al mercado de los trabajadores “marginados” entre los que se encuentran nuestros jóvenes (…)”, indicó Herráez.

Polonia en cambio, resistió el embate de la crisis mucho mejor. Antes de ingresar a la UE efectuó una profunda reforma de su mercado laboral calificado por algunos como “demasiado drástica”. Como indican los expertos españoles Natalia Micó y Juan Manuel García, “una de las claves de esta transformación ha sido la libertad de contratación por parte las instituciones públicas y privadas, las cuales hoy por hoy, pueden tomar decisiones libremente de número de empleados, salarios, financiación, beneficios, reparto de dividendos, etc.(…).

No se puede dejar de destacar que cuando Polonia ingresó a la Comunidad, no fue víctima de ningún complejo de superioridad, y copió 80,000 hojas de normas europeas, las tradujo y puso en vigencia, elevando su nivel de institucionalidad, escapando así de la desgraciada herencia soviética. Ver en L: Polonia es el niño dorado de Europa

Y no solo eso, sino que “otras reformas en el mercado laboral de Polonia han sido los diferentes planes y programas de formación continua dirigidos a aumentar la capacitación de sus trabajadores”. Ver en L: La Capacitación produce milagros.

Sobre educación, Herráez sostiene: “Me gustaría recordar también que una parte de nuestros problemas radican en la falta de preparación de nosotros mismos, como ciudadanos de un país llamado España, con un nivel educativo bajísimo, fruto de políticas erróneas y que se caracteriza por su autismo provinciano, a modo de ejemplo el nivel de españoles que dominan un segundo idioma tan importante como el inglés, es de una tercera parte con respecto a países como Alemania o Bélgica, Holanda y Luxemburgo, finalmente destacar la falta de programas importantes que relacionen eficazmente nuestras universidades con el sistema empresarial”.

Efectivamente, los resultados en las pruebas PISA de los estudiantes españoles está por debajo de la media de la OECD en matemáticas y compresión de lectura. Todo lo contrario de lo que sucede con Polonia. Como hemos señalado en Lampadia, entre 1998 y 1999, se dio impulso a una Reforma Educativa para elevar el número de estudiantes en secundaria y universidades y mejorar sustancialmente la calidad.

Los resultados no tardaron en llegar en las pruebas PISA. Si bien el año 2000 no fue el mejor, para el 2003 habían subido más de 10 puntos, y para el 2006 superaron el promedio de los países de la OECD. ¡En solo seis años lograron una mejora extraordinaria! Hoy pueden enorgullecerse de tener una de los  10 mejores niveles educativos del mundo. España, sigue a media tabla.

Habría que señalar entonces, que la diferencia estuvo en las decisiones políticas. Mientras España se conformó con sus éxitos iniciales, y desestimó la necesidad de asumir las reformas   estructurales que hubieran afianzado su productividad y competitividad. En Polonia en cambio, con una cultura más austera, entendieron que el camino de la prosperidad exigía esfuerzos continuos y sacrificados.

Lamentablemente en el Perú, suspendimos nuestras reformas en el año 1997, y en el nuevo siglo terminamos por desandarlas. La fuerza del país, su gente, sus recursos, el regreso de la inversión privada generaron un circuito virtuoso también extraordinario. Pero esto, no fue nunca entendido por nuestro mundo político, académico y mediático, que siguió considerando al Perú desde una visión parroquial.

Las lecciones para el Perú son claras: Se necesita un auténtico liderazgo, el que esperan nuestros jóvenes, un consenso político para enfrentar nuestra agenda pendiente y seguir ambicionando el desarrollo integral y duradero. Lampadia




Capitalismo y crisis financieras: ¿Un binomio inevitable?

Capitalismo y crisis financieras: ¿Un binomio inevitable?

Dos recientes “papers” (documentos), publicados en diferentes partes del mundo, concluyen que las crisis financieras serían una consecuencia ineludible del capitalismo, y que ante esta situación, la excesiva regulación resulta costosa e inefectiva. La mejor medida disponible para un gobierno sería el fortalecimiento de una “red de seguridad financiera” (con propuestas concretas) y un adecuado manejo de los  efectos de las crisis.  

Es irremediable que la economía capitalista esté sujeta a ciclos económicos a lo largo de su desarrollo: episodios de expansión económica seguidos de una desaceleración transitoria en torno a una tendencia (normalmente, de crecimiento) de largo plazo. Desde la Gran Depresión (1929), muchos economistas han investigado cuáles son los determinantes y las fuentes del ciclo económico, así como los mecanismos de propagación de las fluctuaciones económicas. En algunos episodios de la historia, la evidencia empírica ha respaldado a las teóricas que enfatizan a los factores de demanda, como los “choques monetarios”, mientras que en otras situaciones ha sido evidente que el origen de las fluctuaciones del producto fueron los llamados “choques reales”, generados por la introducción de innovaciones tecnológicas.

Diversos países del mundo han experimentado turbulencias en años recientes como consecuencia de diversas crisis financieras. La crisis mexicana (1994) tuvo importantes consecuencias en Latinoamérica, y la crisis asiática (1997) fue considerada “la primera gran crisis de la globalización”, al tener consecuencias planetarias y desencadenar el “efecto tequila” de 1998, y la crisis brasilera de 1999. Las crisis que se desencadenan como consecuencia de la inestabilidad en los sistemas financieros son difíciles de predecir, sus efectos tienen impactos duraderos y un poderoso “efecto contagio”. Esto se ha visto con la crisis financiera de EEUU (2007), que terminó golpeando fuertemente al sistema financiero europeo, hasta estos días, afectando principalmente a las economías periféricas con fundamentos macroeconómicos más débiles (Grecia, Italia, Portugal, España, Chipre, entre otras). ¿Son evitables las crisis financieras? ¿Existe algún tipo de regulación que pueda prevenirlas?

Un reciente artículo de The Economist (The inevitability of instability-La inevitabilidad de la inestabilidad), analiza estas importantes preguntas, a través de las conclusiones de un paperpublicado por el Banco Central de Brasil (Why Prudential Regulation Will Fail to Prevent Financial Crises, de Marcelo Madureira Prates,  Noviembre 2013) y  un documento preparado por Adair Turner, ex Jefe de la Autoridad de Servicios Financieros de Gran Bretaña (Too much of the wrong sort of capital flow, Enero 2014). En ambos documentos se explica que las crisis financieras serían una consecuencia ineludible del capitalismo, y ante esta situación la regulación debería ser prudencial y orientada a adoptar medidas que minimicen el daño.   

Turner considera que las crisis y la inestabilidad financiera tienen como fuente el crecimiento sostenido del apalancamiento que no está relacionado a nuevas inversiones de capital y la creciente complejidad dentro del sistema financiero para liquidar estas deudas. En palabras del autor, el problema viene de la acumulación del “tipo equivocado de deuda”. Frente a esta situación, las políticas domésticas más adecuadas son aquellas que moderan el déficit en cuenta corriente y controlan la relación entre la entrada de capitales y los ciclos crediticios.  No obstante, Turner enfatiza que implementar medidas de este tipo puede resultar incluso más difícil que negociar facilidades con el FMI para cubrir los requerimientos de liquidez del sistema financiero.

Prates, del Banco Central de Brasil, coincide en su documento con la ineficacia de la regulación para enfrentar las crisis financieras. Remarca que la inestabilidad y la innovación son características naturales de los sistemas financieros. Ante esto, se hace difícil aplicar una regulación compleja, orientada a la prevención de las causas de las crisis, que sea capaz de adaptarse al constante cambio que muestran los productos financieros. El exceso de regulación tampoco sería efectivo, por los altos costos que tendría la autoridad financiera para su aplicación y fiscalización.  ¿Qué hacer ante esto? El autor considera que lo más importante es fortalecer la red de seguridad financiera. Esto se puede lograr perfeccionando los seguros de depósitos y fondos de liquidación para ser usados como herramientas ante las eventuales crisis. Los seguros de depósitos podrían ser financiados por una tasa aplicable a todas las instituciones relevantes, no solo a los depositantes. Además, se podrían tener planes de liquidación para las instituciones fallidas y retener una proporción de los pagos de bonos de cada banco, en un fondo que pueda usarse si este entra en problemas. El autor también explica la importancia de alinear correctamente los incentivos para evitar los mayores riesgos que se podrían asumir al existir esta red de seguridad financiera (en jerga económica, “riesgo moral”), estableciendo responsabilidades personales para los ejecutivos de los bancos que causen pérdidas.

Hace 40 años, Hyman Minsky de la Universidad de Harvard, uno de los primeros economistas en estudiar la inestabilidad de los mercados financieros, escribió: “Una característica fundamental de nuestra economía, es que el sistema financiero oscila entre la robustez y la fragilidad, y esa oscilación es parte integrante del proceso que genera los ciclos económicos”. Las idas y venidas en los mercados financieros son inevitables e inherentes al capitalismo, y parece ser que el consenso en la academia es que la mejor opción disponible para los gobiernos consiste en orientar sus esfuerzos a manejar adecuadamente las consecuencias de las crisis, antes que destinar recursos a controlar sus causas.

El capitalismo puede no gustarle a muchos, pero con todo y sus defectos, es la alternativa de organización económica que la historia ha demostrado ser viable y útil para reducir la pobreza y generar bienestar general. Como bien dijo el gran Nelson Mandela: El libre mercado no es simplemente una exportación americana, sino que es la ruta reconocida por las economías de todo el mundo. Los mercados cerrados y las economías dirigidas se auto evidencian inapropiadas para nuestros tiempos. Lampadia




El Fracaso de las élites

El Fracaso de las élites

Un artículo de Martin Wolf desmenuza la importancia de las elites en el desarrollo, y como sus malas decisiones terminan con eras de prosperidad y bienestar. Nuestro país ha padecido la indolencia, ceguera e incapacidad de nuestras dirigencias.

El artículo de Martin Wolf, comentarista de lujo del Financial Times, aborda un aspecto clave del desarrollo: el comportamiento de las elites. Como bien indica el título del artículo aparecido en Portafolio de El Comercio y que reproducimos aquí, las élites fallidas amenazan nuestro futuro. Como analiza Wolf el fracaso de las elites, suele conducir al desastre de los países que gobiernan y por ende, “el orden político colapsa, como sucedió a las potencias derrotadas después del primera guerra Mundial”.

En el Perú, nuestras elites siempre han estado ausentes, carentes de visión y de liderazgo. Desde la fundación misma de la patria, nuestros caudillos (jamás líderes y mucho menos gobernantes), pudieron construir una idea de nación y concebir un proyecto de desarrollo. La carencia de este tipo de liderazgo nos conllevó al desastre durante la guerra del Pacífico.

Jorge Basadre, el historiador de la República, le dedicó especial atención al estudio de nuestras elites: Basadre publica sus reflexiones sobre las elites al final de La promesa de la vida peruana y en Meditaciones sobre el destino histórico del Perú, que es una recopilación de artículos aparecidos en la prensa. Luego aparecerían como el libro Ante el problema de las elites.

Basadre, muestra toda su decepción sobre nuestras elites: “la promesa de la vida peruana sentida con tanta abnegación por nuestros próceres ha sido estafada por podridos, congelados e incendiarios. Los podridos prostituyen conceptos, hechos e Instituciones al servicio exclusivo de sus medros, granjerías, instintos y apasionamientos. Los congelados se han encerrado dentro de ellos. No miran sino a sus iguales y a sus dependientes, considerando que nadie más existe. Los incendiarios quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata”.

Wolf sostiene que cuando las elites fracasan son reemplazadas. A diferencia de los estados despóticos en los que este proceso se efectúa de manera sangrienta, en las democracias, las elites políticas son cambiadas de forma “rápida y limpia”. Y a pesar de los controles y los equilibrios de poder, de la prensa libre y otras instituciones, las elites están expuestas a llevar al desastre a los países que conducen.

Una prueba de ello es la reciente crisis que vive Europa, las elites tanto políticas como financieras y económicas, indica Wolf, no entendieron los riesgos que contraía dejar al sistema financiero libre de regulaciones. Hoy han pagado con su desprestigio este error descomunal. 

Esto no ha sucedido en el Perú, en la que muchos de los responsables del desastre de los 70 y 80 siguen vigentes. Algunos de ellos, como Alan García, debieron hacer mea culpa y enterrar esas ideas para volver al poder, pero otros, lejos de renunciar a ellas, insisten en su error y tratan de replicar modelos que nos llevaron al crecimiento cero durante 45 años (ver La productividad del Perú en tres tiempos). Afortunadamente, el pueblo peruano, no ha vuelto a confiar en estas recetas y estos “lideres”. 

Publicado en El Comercio 19 de enero del 2014




¿Qué determina el precio del oro?

¿Qué determina el precio del oro?

El destacado economista catalán Xavier Sala – i – Martin explica en un didáctico video las causas detrás de los movimientos en el precio del oro. Hasta el año 2011, el valor de este commodity vino impulsado por la gran demanda de minerales generada por el crecimiento de China e India, así como por la demanda de inversionistas que buscaban un activo que sirva como refugio ante la incertidumbre global. Sin embargo, los fundamentos que determinan la demanda de este mineral han cambiado en los últimos meses. Un interesante video que nos ayuda a comprender qué está detrás de la actual formación de precios de uno de los principales minerales que produce el Perú.