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La perversión de la democracia

El pasado domingo, un mar de banderas españolas, intercaladas con algunas banderas catalanas y de la Unión Europea, dominó los bulevares de Barcelona. Los ciudadanos de Cataluña alzaron su voz de unidad, resucitando la bandera española como símbolo de patriotismo después de décadas de que los independentistas la asociaran con la dictadura franquista. En un claro desafío a los planes del gobierno regional de Cataluña para declarar unilateralmente la independencia, cientos de miles de personas inundaron las calles de Barcelona en un sorprendente flujo de unidad española.

Coreando “¡No se engañen, Cataluña es España!” y “¡Yo soy español, español, español!”, los ciudadanos pedían a gritos que el presidente regional, Carles Puigdemont, vaya a la cárcel por llevar acabo un referéndum ilegal la semana pasada. Muchos de los manifestantes agitaban gigantescas banderas españolas en una ciudad acostumbrada a la prevalencia de la estelada catalana.

Fuente: elpais.com

Un poco de historia

La bandera roja y amarilla de España ha sido tabú desde hace mucho tiempo en Cataluña y en todo el país porque se ha vinculado a grupos que apoyan la dictadura del general Francisco Franco.

Desde el siglo XVI, ha formado parte integral de España (y del Reino de Aragón antes). Carles Puigdemont pretende obtener “el derecho de Cataluña a la independencia” basándose en que los catalanes tienen “una larga historia y una cultura distintiva” y se aferra al nacionalismo cultural como una forma de justificar la postura secesionista del gobierno catalán. Al hacerlo, olvida que, durante esta larga historia colectiva, Cataluña nunca ha sido una nación política independiente ni un Estado en términos modernos.

Cataluña fue parte de la Corona de Aragón, antes de unirse a la Monarquía Hispánica tras la unión de la Corona de Aragón y la Corona de Castilla en 1469. El pueblo catalán ha jugado desde entonces un papel integral en la identidad española.

A diferencia de lo que intenta afirmar Puigdemont, Cataluña no es una influencia decreciente en la política española. La realidad es que dos de los siete padres fundadores de España, responsables de la constitución actual del país, son de origen catalán. Esta constitución se basa en la unidad indisoluble de la nación española. Su ratificación en 1978 fue el resultado de un amplio consenso entre diversos partidos, entre ellos los nacionalistas catalanes del partido de Puigdemont, y recibió el apoyo de más del 90 % de los votantes catalanes en un referéndum.

La base cultural sobre la que Puigdemont buscar incentivar el objetivo secesionista del gobierno catalán carece de fundamento. Los catalanes y el resto de los españoles comparten una larga historia colectiva, incluyendo una lengua, el castellano (conocido ampliamente como español) que es tan catalán como la propia lengua catalana, considerando que se ha hablado en Cataluña desde el siglo XV.

Como afirmó Philip Stevens (del Financial Times) en un análisis sobre Cataluña, “Los nacionalismos ahora amenazan la disolución de los estados. El movimiento independentista en Cataluña representa una colisión entre lo que parece una exigencia razonable de autodeterminación nacional y el hecho de la soberanía del Estado español.”                     

La historia que se quiere escribir

Sería insensato destruir esta gran historia de unidad por las mentiras propagadas por la propaganda de los partidos nacionalistas catalanes.  Puigdemont se ha empecinado en impulsar una independencia infundada y afirmando (prepotentemente) que “es el momento de tomar decisiones claras”. Anunció que su Gobierno no dudaría en tomar medidas contundentes con el objetivo de convocar el referéndum independentista, diciendo que “encarrilamos el último tramo y tenemos el cumplimiento de las estructuras de Estado y de la gobernación del país en el grado que queríamos”.

La verdad es que, como afirma Raquel Marín de El País de España, “se ha iniciado una crisis estructural que afecta al Estado al cuestionarse los resortes institucionales que hacen viable la convivencia legal que caracteriza a las sociedades abiertas. (…) El objetivo es disolver el componente dialógico y pactista del catalanismo y combatir explícitamente la fuerza de la ley a la hora de garantizar la seguridad jurídica que plasma la paz social y que es, no lo olvidemos, la razón misma del Estado de derecho”.

Un referéndum sin pies ni cabeza

Para lograrlo, en septiembre de 2017, esta mayoría en el parlamento catalán  aprobó la celebración de un referéndum vinculante sobre la independencia de Cataluña, pero el Tribunal Constitucional de España suspendió el proceso. De todos modos, las autoridades catalanas aprobaron la votación, lo que provocó violencia dentro y alrededor de los locales electorales, mientras las fuerzas de seguridad española intentaban cerrar la votación.

Las autoridades catalanas dicen que el voto por el “Sí” ganó el referéndum con el 90 % de los votos, pero lo que no consideran (y lo que muchos medios de información omiten) es que sólo el 43 % de los 5.3 millones de votantes elegibles participó en la votación en primer lugar. Además, la votación no tuvo los mínimos controles de neutralidad, en el proceso y el cómputo. Como afirma el Financial Times en su sección ‘FT View’, “Dada la baja participación, y dada la indiscutible ilegalidad de la votación bajo la constitución de España, no hay ninguna justificación para una declaración de independencia. (…) Es una ley de referéndum que ni siquiera fijó el umbral mínimo de votos para que el resultado sea válido. Este fue un intento de los separatistas de saltarse la incómoda verdad de que no hay una clara mayoría para la independencia.”

Una carta abierta en busca del orden y la paz en Cataluña

El pasado 6 de octubre, los dirigentes socialistas publicaron en El País de España una carta abierta dirigida al secretario general del PSOE con el objetivo de pedirle que tome “las decisiones precisas para colaborar en la restauración del orden constitucional” (glosado por Lampadia):

“Estimado secretario general:

(…) España está viviendo un momento institucional y social gravísimo de imprevisibles consecuencias. No busquemos orígenes próximos o remotos, no intentemos identificar a personas o partidos responsables. Nada de eso sirve ahora. (…) se ha puesto en marcha un Golpe de Estado. Entendemos, en consecuencia, que todos los constitucionalistas deben estar unidos ante este infame ataque a la Democracia Española.

(…) Nos ha llenado de zozobra que la Portavoz del Grupo Socialista en el Congreso, juez de profesión, haya proclamado la condena apriorística de la Vicepresidenta del Gobierno. ¿Por qué y para qué? ¿A qué fines sirve y qué objetivos persigue esa condena?

No entendemos la continua y nunca explicada apelación al diálogo por vuestra parte. ¿Diálogo, ahora, con quién? ¿Diálogo, ahora, para qué? ¿Con los responsables de poner a los españoles al borde del precipicio? ¿Para escuchar, otra vez, que quieren la fractura de España, con razón o sin razón, por unos medios o por otros? Nunca ha servido para nada el diálogo bajo chantaje, a menos que lo único que se quiera sea salvar el pellejo y, a la vez, perder la propia dignidad.

(…) no hay, en fin, mayor violencia que la utilización de mentiras y más mentiras como relato justificador de la quiebra de la democracia que ellos persiguen.

En estas circunstancias, esperamos que toméis las decisiones precisas para colaborar en la restauración del orden constitucional. Estamos seguros de que ello ayudará a la mejor relación del PSOE con la ciudadanía, en todos los territorios de España. (…)”

¿Qué sucede ahora?

En los días posteriores al referéndum del 1 de octubre, los ciudadanos catalanes y casi todos los medios de comunicación, incentivados por imágenes violentas durante la votación del referéndum, parecían estar tendiendo hacia el “sí”. Las protestas independentistas atrajeron a grandes seguidores de la independencia de Cataluña y Puigdemont se benefició políticamente de una violenta represión de la policía española.

Sin embargo, tras unos días para analizar la realidad, esto está cambiando. El primer ministro español, Mariano Rajoy, promete que su gobierno no permitirá que Cataluña, que representa una quinta parte de la economía española, se separe del resto del país. Por su lado, la alcaldesa de Barcelona pidió “renunciar a la declaración unilateral de independencia” de Cataluña. Los medios de comunicación también están mostrando mayor sensatez y rigurosidad al dar informes completos sobre la realidad y la historia de Cataluña, intentando luchar con los mares de mentiras y desinformación en las redes.

Este es un ejemplo del Financial Times, quienes hicieron un informe completo sobre la historia de Cataluña y la realidad de la crisis como punto de quiebre en la política europea.

 

Tony Barber, del Financial Times, añade que no hay que subestimar las repercusiones geopolíticas del intento de independencia de Cataluña para el resto de Europa: “Si se permite que España se separe de Cataluña, esto podría llevar a un efecto dominó a través del continente. En lugar de una Europa de 27 países, tendremos una no-Europa de mini-estados”.

Por otro lado, los dos principales bancos de Cataluña anunciaron que trasladarían su sede a otras partes de España debido a la incertidumbre financiera si hay una declaración de independencia. (Algo que sucedió en Montreal hace algunos años: “Montreal perdió casi el 30% de sus oficinas centrales. Incluso el Banco de Montreal tiene su sede en Toronto” –Bloomberg)Ya son varias las empresas que ya han anunciado formalmente su marcha y hay muchas más que lo están considerando, para evitar ser expulsadas de la Unión Europea y su mercado común en el caso de la secesión.

El ministro de Economía, Industria y Competitividad de España, Luis de Guindos, ha asegurado que el hecho de que algunas empresas abandonen Cataluña no se debe a que “contemplen la posibilidad de independencia”, sino que es consecuencia de la “irracionalidad” y “radicalidad” de las políticas de la Generalitat.

Fuente: lavanguardia.com

La marcha del pasado domingo es una clara muestra de que no se puede forzar una separación política sin un eventual proceso electoral que garantice la participación de todas las partes, inclusive del resto de los españoles. Con cánticos de “¡Recuperemos la sensatez!”, la marcha fue la mayor manifestación popular desde el surgimiento del sentimiento separatista.“Por primera vez la sociedad catalana silenciosa va a levantar la voz para decir basta, la gente está muy cansada”, afirmó El País de España. Por más que la policía de Barcelona quiera negarlo y anuncie que tan solo 350,000 personas participaron, los organizadores de la marcha, la Societat Civil Catalana, señalaron que asistieron aproximadamente 930,000 personas.

La llamada ‘mayoría silenciosa’ ha convertido esta marcha en la mayor manifestación unionista celebrada en la capital catalana. Debe escucharsela voz de todos los catalanes.

La crisis política de España es una prueba muy importante para las democracias modernas y para el futuro de la Unión Europea, donde coexisten múltiples identidades culturales, que hasta hoy han sabido manejarse como base de su riqueza cultural, y no como fuente de movilidad política de dirigentes oportunistas.

El intento de secesión catalán es otro llamado de atención a las clases dirigentes de las democracias modernas. No se pueden desentender de los quehaceres nacionalesLampadia