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Populismo versus República

A continuación publicamos un nuevo video de la guatemalteca Gloria Álvarez sobre su gesta contra el populismo que ha hecho tanto daño a la región latinoamericana.

 

Verl el video en el siguiente link:

https://www.youtube.com/watch?v=qfUMq5wXT8E

 




La revolución de los smartphones

La revolución de los smartphones

Los usuarios de smartphones están revolucionando los modelos sociales, económicos y políticos. De hecho, The Economist ha dedicado un suplemento completo a este fenómeno, con rigurosos gráficos publicados más abajo. Desde las compras online, el compartir información y la vida social, los smartphones han creado un nuevo universo de conectividad que es local (siempre está cerca), personal (adaptado a las necesidades y preferencias del usuario), social (compartido con una red de contactos) y esta activo las 24h del día. El acceso continuo a la información, la comunicación, los amigos, y el entretenimiento, entre otras numerosas cosas está cambiando la forma en que miles de millones de personas manejan sus vidas diarias.

El acceso a la Internet móvil continúa creciendo rápidamente en todo el mundo, especialmente en los mercados en desarrollo, donde la falta de infraestructura y la relativa facilidad al acceso a información que brindanlos smartphones hacen de la Internet móvil una herramienta esencial. En China, por ejemplo, a mediados del 2014, 630 millones de usuarios tenían acceso al Internet, alrededor del 45% de la población total. En el África subsahariana, el uso de smartphones es de 60%, en comparación con el acceso de línea fija de tan sólo 2%. Según The Economist, en el futuro, países enteros en África accederán a Internet sólo a través de smartphones y, para el año 2020, alrededor del 80% de los adultos en el mundo tendrán uno.

Al crecer la infraestructura móvil y aumentar el uso de smartphones, los consumidores se están beneficiando de los nuevos servicios que brindan estos dispositivos, especialmente en las economías emergentes. El rápido crecimiento de muchos mercados en desarrollo proviene del rápido aumento en el uso y cobertura móvil, principalmente gracias a smartphones. India y China, con un gran crecimiento anual, están entre los países que más se benefician. Este crecimiento en cobertura de internet móvil tiene un impacto medible en el PBI, un efecto directo en el empleo, la inversión y el consumo, y un impacto indirecto en la productividad, el espíritu empresarial, y el flujo de información.

Un informe de Groupe Speciale Mobile Association (GSMA) muestra que un aumento del 10% en el alcance de la banda ancha móvil aumenta el PBI en un 1.4% en los países de ingresos bajos y medianos. Duplicar en el uso de datos móviles aumenta el PBI per cápita en 0.5%. Conexiones más rápidas también traen beneficios. Un aumento de 10% en el uso de 3G en comparación con 2G aumenta el PBI per cápita en 0.15%.

Una de las mayores ventajas, sin embargo, es el beneficio económico generado por la capacidad de los empresarios locales de llevar sus ideas a un nivel global y generar mayores ingresos a través de su acceso a nuevos clientes y mercados, un beneficio de transformación para las pequeñas y medianas empresas.

Una de las mayores limitaciones de infraestructura (principalmente en países emergentes) es la falta de capacidad de banda ancha. La falta de armonización a nivel regional e internacional (por ejemplo, que la red 3G de un mismo operador opere en diferentes bandas en diferentes países o en diferentes regiones de un mismo país) conduce a importantes ineficiencias y costos más altos. La GSMA estima que para el 2020, una mejor armonización podría agregar US$ 370 mil millones al PBI y 112,000 nuevos puestos de trabajo en América Latina, y US$ 49,000 millones al PBI y 506,000 puestos de trabajo en el África subsahariana.

Más allá del impacto económico directo, también existen beneficios sociales derivados de una mayor alcance de Internet móvil y su mayor uso. Estos incluyen una mejora en educación, atención de salud y nutrición. Al 2017, se espera que una mayor difusión de información médica pudiera salvar hasta 1 millón de personas en África subsahariana a través de la prevención de enfermedades como la malaria, el VIH y enfermedades perinatales. El uso de smartphones para realizar seguimientos de entregas de alimentos, controlar su temperatura, y optimizar las rutas de entrega podría ahorrar suficiente comida para alimentar a 40 millones de personas (la población de Kenia) en 2017.

Esperemos que con la constante reducción de los precios de los smartphones y una mejor  promoción de la inversión en infraestructuras por parte del gobierno, los operadores puedan seguir creciendo, innovando y compitiendo para aprovechar todas las ventajas que brinda esta tecnología. Por ejemplo, tenemos que superar el mito de que las antenas de celulares producen daño a la salud. Esto lo veremos en un próximo artículo. Lampadia




Una nueva estrategia macroeconómica

Una nueva estrategia macroeconómica

Por Jeffrey D. Sachs
Project Syndicate
23 de octubre, 2014

Comentario de Lampadia:

Líneas abajo, reproducimos el importante artículo de Jeffrey Sachs en que critica las escuelas económicas tradicionales basadas en la promoción de la demanda (keynesianas)  y en la promoción de la oferta (supply side). Sachs alude que ambas han fracasado en el control de la crisis internacional y que lo que se necesita es un shock de inversiones. La reacción de los inversionistas habría sido la de acumular capital y no la de invertir. Para ello propone la promoción de inversiones que se concentren en la reconversión de las infraestructuras, ciudades y empresas, en operaciones con menor incidencia en la huella de carbón, e incluso, para EEUU, la promoción de inversiones en el extranjero, por ejemplo en el África.

 

Efectivamente, coincidimos con Sachs que se necesita acelerar los procesos de inversión. Solo queremos agregar, como hemos comentado en varias ocasiones, que también debiera promoverse la inversión en limpiar la producción de hidrocarburos, de electricidad en base a carbón y en recuperar el CO2 de la atmósfera y depositarlo en el subsuelo. Esto resultaría en una estrategia más realista con lo que se puede esperar en los próximos largos años sobre el uso de estos materiales.

Aunque soy un macroeconomista, no concuerdo con ninguno de los dos campos principales en que está dividida la profesión en Estados Unidos: los neokeynesianos, con su énfasis en estimular la demanda agregada, y los ofertistas, con su énfasis en bajar impuestos. Los métodos de ambas escuelas para superar la persistente debilidad de las economías de altos ingresos en años recientes han fracasado. Es hora de aplicar una nueva estrategia basada en un crecimiento sostenible impulsado por la inversión.

El problema central de la macroeconomía es cómo asignar óptimamente los recursos de la sociedad, de modo que los trabajadores que quieran trabajar encuentren empleo, las fábricas usen su capital eficientemente y la porción de los ingresos que no se consume y se ahorra se invierta para mejorar el bienestar futuro.

En relación con el tercer desafío, tanto neokeynesianos como ofertistas fallaron. La mayoría de los países de altos ingresos (Estados Unidos, la mayor parte de Europa y Japón) no están invirtiendo en forma adecuada o prudente con vistas al mejor uso futuro de los recursos. Hay dos maneras de invertir (dentro o fuera del país), y en ambas, el mundo no invierte lo suficiente. 

La inversión interna puede darse de varias maneras, que incluyen la de las empresas en máquinas y edificios, la de las familias en inmuebles y la del Estado en personas (educación, capacitación), conocimiento (investigación y desarrollo) e infraestructuras (transporte, energía, redes hídricas y adaptación al cambio climático).

El enfoque neokeynesiano consiste en estimular la inversión interna, sin importar de qué tipo, ya que para ellos, todo gasto es gasto. Así que procuran estimular la inversión inmobiliaria mediante tipos de interés exiguos, la compra de autos por medio de préstamos titulizados para consumo y proyectos de infraestructura que generen demanda inmediata de mano de obra por medio de programas de estímulo a corto plazo. Y si las inversiones no aparecen, recomiendan convertir el “exceso” de ahorro en otro festín de consumo.

Los ofertistas, en cambio, quieren fomentar la inversión privada (¡jamás la pública!) por medio de más reducciones de impuestos y más desregulación. Ya lo intentaron varias veces en Estados Unidos (la más reciente fue durante la presidencia de George W. Bush). Por desgracia, el resultado de la desregulación no fue un auge sostenido de la inversión privada productiva, sino una efímera burbuja inmobiliaria.

Mientras los gobiernos oscilan entre el ofertismo y el neokeynesianismo con igual entusiasmo, la única realidad permanente es que estos últimos años la mayoría de los países de altos ingresos sufrieron una considerable caída de la inversión como cuota del producto nacional. Según datos del FMI, el gasto bruto en inversión en estos países cayó de un 24,9% del PIB en 1990 a sólo 20% en 2013.

En Estados Unidos, el gasto en inversión pasó de 23,6% del PIB en 1990 a 19,3% en 2013; la disminución neta (inversión bruta menos depreciación del capital) fue incluso mayor. En la Unión Europea, se pasó de 24% del PIB en 1990 a 18,1% en 2013.

Ninguna de las dos escuelas presta atención al verdadero remedio para esta caída permanente del gasto en inversión. Nuestras sociedades necesitan urgentemente más inversión, particularmente en la conversión de modos de producción sumamente contaminantes, energéticamente ineficientes y con alta huella de carbono en economías sostenibles basadas en el uso eficiente de los recursos naturales y la adopción de fuentes de energía con baja huella de carbono. Para ello se necesita la acción complementaria de los sectores público y privado.

Las inversiones necesarias incluyen la implementación a gran escala de la energía solar y eólica; más adopción de medios de transporte eléctricos, públicos (autobuses y trenes) o privados (autos); edificios energéticamente eficientes; y redes de distribución que transporten a grandes distancias la energía obtenida de fuentes renovables (por ejemplo, del mar del Norte y Noráfrica a Europa continental, y del desierto de Mojave en California a los centros urbanos estadounidenses).

Pero justo cuando nuestras sociedades necesitan hacer estas inversiones, tanto Estados Unidos como Europa están en una auténtica “huelga de inversiones” públicas. Los gobiernos recortan su inversión en nombre del equilibrio presupuestario, y los inversores privados no pueden invertir decididamente en energías alternativas, por falta de certezas sobre las redes de distribución reguladas, las reglas de responsabilidad, las fórmulas de fijación de precios y las políticas energéticas nacionales.

En Estados Unidos hubo un recorte drástico del gasto en inversión pública. Ni el gobierno federal ni los estados tienen mandatos políticos, estrategias de financiación o planes a largo plazo para catalizar inversiones hacia la próxima generación de tecnologías ecológicas inteligentes.

Neokeynesianos y ofertistas han comprendido mal la parálisis de las inversiones. Los neokeynesianos ven la inversión (pública o privada) sólo como una forma de demanda agregada, y descuidan las decisiones políticas en materia de infraestructuras y sistemas energéticos (o I+D especializada para la promoción de nuevas tecnologías) que se necesitan para liberar inversiones inteligentes y ecológicamente sostenibles de los sectores público y privado. Por eso, en vez de abogar por la definición de las políticas nacionales necesarias para una recuperación firme de la inversión, echan mano de trucos tales como paquetes de estímulo y tipos de interés nulos.

Los ofertistas, en tanto, se olvidan de que la inversión privada depende de inversiones públicas complementarias y de un marco regulatorio y político claro. Defienden el recorte del gasto público, en la ingenua creencia de que el sector privado vendrá mágicamente a llenar el vacío. Pero al recortar la inversión pública dificultan la inversión privada.

Por ejemplo, las generadoras de electricidad privadas no invertirán en la adopción a gran escala de fuentes de energía renovables si el gobierno no tiene políticas o planes a largo plazo en materia de clima y energía que alienten la construcción de líneas de transmisión para el transporte de la energía desde las nuevas fuentes ecológicas a centros urbanos alejados. Estas minucias políticas nunca preocupan demasiado a los economistas partidarios del libre mercado.

Otra opción es usar el ahorro interno para estimular la inversión en el extranjero. Por ejemplo, Estados Unidos podría prestar dinero a economías africanas de bajos ingresos para financiar la compra de plantas de generación de energía a empresas estadounidenses. Esta política convertiría el ahorro privado estadounidense en una importante herramienta en la lucha contra la pobreza mundial, y al mismo tiempo fortalecería la base industrial estadounidense.

Pero ninguna de las dos escuelas se esforzó por mejorar las instituciones de financiación del desarrollo. En vez de aconsejar a Japón y China que aumenten sus niveles de consumo, sería mejor que los macroeconomistas los alienten a usar sus cuantiosos ahorros para financiar inversiones, no sólo internas sino también en el extranjero.

Todo esto debería ser razonablemente claro para todo aquel a quien preocupe la necesidad urgente de armonizar el crecimiento económico y la sostenibilidad medioambiental. El desafío más acuciante que enfrenta nuestra generación es convertir las actuales infraestructuras y sistemas energéticos contaminantes y basados en el carbono en los sistemas ecológicos, inteligentes y eficientes del siglo XXI. Invertir en una economía sostenible mejoraría drásticamente nuestro bienestar y equivaldría a usar nuestro “exceso” de ahorro de la manera correcta.

Pero esto no se dará por sí solo. Necesitamos estrategias de inversión pública a largo plazo, planeamiento ambiental, hojas de ruta tecnológicas, alianzas público-privadas para la adopción de nuevas tecnologías sostenibles y una mayor cooperación global. Son las herramientas que crearán la nueva macroeconomía de la que hoy dependen nuestra salud y nuestra prosperidad.

Traducido por Esteban Flamini




No temas al crecimiento – ya no es el enemigo del planeta

No temas al crecimiento – ya no es el enemigo del planeta

Publicado por The Guardian, Inglaterra, 24 de agosto 2014

Por: Chris Huhne, ex Secretario de Estado para Energía y Cambio Climático.

Traducido por Lampadia

Durante siglos, el aumento del PBI ha ido de la mano con la quema de combustibles fósiles. Pero la tecnología ha roto ese vínculo.

Hasta ahora la historia de la prosperidad humana ha utilizado principalmente energía barata y abundante. Sin embargo, algo muy importante ha estado sucediendo. Por primera vez en la historia, estamos aumentando nuestra riqueza haciendo uso de menos energía. Esa es una buena noticia para los presupuestos, los ingresos y el planeta. Hemos llegado a un punto de inflexión tecnológica.

Desde la Edad Media, el nivel de vida mejoraba a un ritmo muy lento, y hacíamos poco daño al planeta, ya que los bosques en constante crecimiento absorbían el carbono de la quema de madera. La población era pequeña. Liderábamos vidas que eran, según la frase de Hobbes, “desagradables, brutales y cortas”. Luego, en el siglo 18, empezamos a quemar carbón a gran escala y la revolución industrial hizo que el gráfico se pareciera a un palo de hockey: de pronto los ingresos se duplicaban en solo décadas, después de siglos de estabilidad. El PBI real en Inglaterra y Gales se duplicó desde 1830 hasta 1864, de nuevo en 1898, y de nuevo en 1951, a pesar de dos guerras mundiales.

El producto bruto interno es una medida de actividad, no de bienestar. Pero existen muchas pruebas de un progreso real. Si la vida es mejor que la muerte, esta oleada de crecimiento fue más bien buenas noticias. La esperanza de vida masculina al nacer en Inglaterra y Gales en 1841 era de tan sólo 40 años. En 1950, era 66. Según las últimas cifras del 2012 es de 79 años para los hombres y 83 para las mujeres.

Esta prosperidad y bienestar sin precedentes estaba íntimamente ligada a la quema de combustibles fósiles y, por lo tanto, a la causa de emisiones de carbono y calentamiento global. Y estamos pagando con el aumento constante de carbono y temperatura en comparación con los niveles pre-industriales.

Es por esto que muchos pensadores “verdes” han sospechado, con razón, del crecimiento económico: la curva de aumento de los niveles de vida ha sido seguida por la curva de aumento del consumo de energía a partir de carbón, petróleo y gas. La simple respuesta fue puritanismo verde: cambiar nuestro estilo de vida. Dejar el cilicio. Dejar de consumir tanto. Detener el crecimiento – y, por lo tanto, detener la contaminación.

La buena noticia es que podemos ver cada vez cerca un futuro donde la tecnología hace la mayor parte del cambio para nosotros. Los lectores de las estadísticas de energía del Digest del Reino Unido encontrarán una tabla extraordinaria en la nueva edición: el enlace de dos siglos entre el crecimiento y la energía se ha roto. La economía del Reino Unido se ha duplicado en términos reales desde 1985, pero el consumo total de energía es exactamente el mismo que era en ese año. De hecho, el consumo de energía se ha reducido desde 1970, mientras que la economía se ha casi triplicado su tamaño.

Por supuesto, la industria es un gran usuario de energía, y una gran cantidad de industria pesada ha emigrado a China y otras partes del mundo con bajo costo de mano de obra. El uso de energía y emisiones de carbono globales está aumentando debido a la población y el crecimiento de los ingresos, pero la tendencia de ahorro de energía es visible incluso en los países en desarrollo. El PBI global por unidad de energía es 35% más alto de lo que era en 1990.

¿Qué ha estado sucediendo? Los autos son mucho más eficientes, incluso siendo más grandes. Un buen supermini ahora utiliza más de 70 millas por galón de combustible, mientras que los mini más eficientes en 1965 utilizaban 43 millas por galón. Con los híbridos y vehículos totalmente eléctricos se viene una mayor economía de combustible. También se están utilizando más los trenes: trenes eléctricos funcionan mejor que los de diesel. Casi dos tercios de nuestras facturas de luz vienen de la calefacción del hogar, y nuestros calentadores son ahora mejores y las casas mejor aisladas: La revista “Which?” estimó recientemente que una nueva caldera de condensación ahorrará un 39% sobre la antigua. Para una casa típica británica, esto representa un ahorro de £ 460 al año. Nuestros artículos para el hogar utilizan mucho menos electricidad que antes. Una nevera o congelador ahora utiliza la mitad de electricidad que un modelo de tamaño similar hace 20 años.

Y este proceso no está desacelerándose. El costo de la iluminación está colapsando. Un diodo emisor de luz (LED) dará la misma cantidad de luz que una anticuada bombilla incandescente de Edison, con un ahorro en el consumo de electricidad del 93% (y ahora se pueden conseguir versiones regulables y que emitan calor). Un negocio funciona con tres cambios de turno en un día – y por lo tanto utiliza una gran cantidad de luz – me dijo que recientemente ha sido reequipado con productos LED, y la inversión se amortizó en poco más de un año.

Parte de esto es simplemente una respuesta al mercado. El petróleo en los años 60 costaba 3 dólares por barril. Ahora cuesta $ 103. Como era de esperarse, el aumento de los costos de energía ha puesto una prima en las nuevas tecnologías de ahorro de energía y el despliegue de los ya existentes. Algunas políticas del gobierno también han ayudado. Estándares de emisiones de vehículos de California han impulsado la adopción de vehículos eléctricos, la creación de un mercado para el Tesla, y la UE y los EE.UU. han impuesto normas estrictas para los aparatos.

Los negocios están destinados a ser los primeros en adoptar las tecnologías de ahorro de energía, porque los minoristas y las empresas de distribución pueden llegar a gastar una fortuna en energía. Se utilizan para la evaluación de inversiones y retornos, mientras que las familias a menudo se dejan intimidar por el costo inicial más alto, y los hogares más pobres simplemente no pueden afrontar el costo del interruptor de productos de bajo consumo de energía a pesar de que se recupere el gasto rápidamente. Los hogares más pobres simplemente no pueden permitirse el costo por adelantado. Es por eso que es tan crucial para el gobierno fomentar el ahorro de energía en los hogares.

También es por eso que una de las decisiones más miopes de este gobierno fue reducir a la mitad la cantidad de apoyo para el ahorro a través de la subvención ‘Eco’, y otra es la decisión dada este verano de poner fin al sistema de devolución de dinero por el pacto ecológico de ahorro de energía, ya que era demasiado exitoso. El presupuesto de 120 millones de libras asignado hasta la próxima primavera se agotó en seis semanas.

Malas políticas y tesorería cortoplacista, son una vergüenza (sin ser novedad). Pero el panorama es claro, y optimista. El ahorro de energía está funcionando. El crecimiento verde tiene sentido, y está sucediendo. Hay un futuro que preserve las ganancias de la industrialización sin sus pérdidas contaminantes. Nuestros niveles de vida están subiendo, mientras que nuestro consumo de energía no.