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La rivalidad de las superpotencias China y EEUU

La rivalidad de las superpotencias China y EEUU

A continuación compartimos un reciente artículo publicado por The Economist en el que se confirma nuestra tesis, recogida de la opinión del renombrado economista Nouriel Roubini (ver Lampadia: Trump hará grande a China), de que el denominado acuerdo de “fase uno” – a firmarse el próximo 15 de enero entre EEUU y China – lejos de sentar los cimientos sólidos de una renovada relación comercial – hoy en día resquebrajada entre ambos países – deja abiertas las puertas a un profundo debate sobre cuán efectivo sería para tal acercamiento, ya que no involucra ni el ámbito tecnológico, ni de seguridad ni el geopolítico en su formulación. Todos aspectos que han sido trastocados a lo largo del presente conflicto comercial, pero que además explican en menor y mayor medida dos décadas de una rivalidad que The Economist la ha denominado como “la rivalidad de la superpotencia”.

Creemos que este análisis es muy rico porque además de hacer un breve recuento de los aspectos históricos que dilucidan el origen de tal disputa geopolítica, incide en las contradicciones de política económica que están acometiendo actualmente tanto el gobierno de Trump como de Xi Jinping para debilitar económicamente a su adversario, y a la vez, consolidarse como primera potencia mundial. Ello explica la presencia mixta de políticas comerciales mercantilistas, tales como los aranceles y la restricción de compras a empresas de ciertos rubros específicos y estratégicos como la tecnología, como de iniciativas de atracción de inversiones globales como el Belt and Road por parte de China y la red global de Puntos Azules de EEUU.

La idea errónea de ambos líderes políticos sobre la cual se percibe a los beneficios del comercio global como un juego de suma cero, en el que si un país está mejor necesariamente se refleja en que otro esté peor en los mercados mundiales, ignora por completo las teorías tradicionales del comercio. Estas explican que la especialización en la producción de diversos bienes y la división del trabajo que se genera en los libres intercambios en los mercados internacionales, implican mayor bienestar para todos los países que participan en él (ver Lampadia: El error téorico de Trump en el conflicto EEUU-China).

Seguiremos muy de cerca el mencionado conflicto comercial-tecnológico en los próximos meses y años de la década del 2020 porque creemos que determinará el cauce futuro de la economía mundial y de la nuestra, al ser ambos países nuestros principales socios comerciales. Lampadia

La superpotencias divididas
No se deje engañar por el acuerdo comercial entre Estados Unidos y China

La mayor ruptura del planeta está en marcha

The Economist
2 de enero, 2020
Traducido y glosado por Lampadia

El 15 de enero, después de tres años de una dura guerra comercial, EEUU y China firmarán un acuerdo de “fase uno” que recorta los aranceles y obliga a China a comprar más a los agricultores estadounidenses. No se deje engañar. Este modesto acuerdo no puede ocultar cómo la relación más importante del mundo está en su coyuntura más peligrosa desde antes de que Richard Nixon y Mao Zedong restablecieran los vínculos hace cinco décadas. La amenaza a Occidente del autoritarismo de alta tecnología de China se ha vuelto demasiado clara. Todo, desde sus pioneras empresas de inteligencia artificial hasta sus gulags en Xinjiang, difundió la alarma en todo el mundo.

Igual de visible es la respuesta incoherente de EEUU, que varía entre exigir que el gobierno chino compre soya de Iowan e insistir en que debe abandonar su modelo económico dirigido por el estado. Las dos partes solían pensar que ambos podían prosperar; hoy cada uno tiene una visión de éxito en la que el otro lote se queda atrás. Un desmantelamiento parcial de sus lazos está en marcha. En la década de 2020, el mundo descubrirá hasta dónde llegará este desacoplamiento, cuánto costará y si, al enfrentar a China, EEUU se verá tentado a comprometer sus propios valores.

Las raíces de la división de la superpotencia se remontan a 20 años. Cuando China se unió a la Organización Mundial del Comercio en 2001, los reformadores en casa y amigos en el extranjero soñaron que liberalizaría su economía y, quizás, también su política, allanando su integración en un orden mundial liderado por EEUU.

Esa visión ha muerto. Occidente se enfrentó a una crisis financiera y se volvió hacia adentro. El comportamiento de China ha mejorado de alguna manera: su superávit comercial gigante se ha reducido al 3% del PBI. Pero tiene una forma de dictadura aún más sombría bajo el presidente Xi Jinping y ha empezado a ver a EEUU con desconfianza y desprecio. Al igual que con todas las grandes potencias emergentes, el deseo de China de ejercer su influencia está creciendo junto con su estatura. Quiere establecer un conjunto de reglas en el comercio global, con influencia sobre los flujos de información, estándares comerciales y finanzas. Ha construido bases en el Mar del Sur de China, se está entrometiendo con la diáspora china de 45 millones de habitantes e intimida a sus críticos en el extranjero.

El presidente Donald Trump respondió con una política de confrontación que ganó el apoyo bipartidista en EEUU. Sin embargo, los halcones de China que invaden las agencias de Washington y las salas de juntas corporativas no comparten consenso sobre si el objetivo de EEUU debería ser la búsqueda mercantilista de un déficit comercial bilateral más bajo, la búsqueda de ganancias impulsada por los accionistas en filiales de propiedad estadounidense en China o una campaña geopolítica para frustrar a China en expansión. Mientras tanto, Xi oscila entre los sombríos llamados a la autosuficiencia nacional un día y los intentos de globalización al siguiente, mientras que la Unión Europea no está segura de si es un aliado estadounidense separado, un socio chino o una superpotencia liberal que está despertando por derecho propio.

El pensamiento confuso trae resultados confusos. Huawei, un gigante tecnológico chino, enfrenta una campaña tan desarticulada de presión estadounidense que sus ventas aumentaron un 18% en 2019 a un récord de US$ 122,000 millones. La UE ha restringido la inversión china incluso cuando Italia se ha unido al esquema del Belt and Road de China. China pasó 2019 prometiendo abrir sus grandes y primitivos mercados de capitales a Wall Street, incluso cuando socava el estado de derecho en Hong Kong, su centro financiero global. El acuerdo comercial de la fase uno se ajusta a este patrón. Mezcla objetivos mercantilistas y capitalistas, deja la mayoría de los aranceles intactos y deja de lado los desacuerdos más profundos para más adelante. El objetivo táctico de Trump es ayudar a la economía en un año electoral; China está feliz de ganar tiempo.

La incoherencia geopolítica no es segura ni estable. Es cierto que todavía no ha infligido un gran costo económico: desde 2017, el comercio bilateral y los flujos de inversión directa entre las superpotencias han disminuido en un 9% y un 60% respectivamente, pero la economía mundial aún creció aproximadamente un 3% en 2019. Algunas empresas, tales como los 4,125 cafés de Starbucks en China, nunca deben verse afectados. Pero la confrontación se está extendiendo constantemente a nuevos ámbitos. Los campus de los EEUU están convulsionados por un susto rojo sobre el espionaje y la intimidación chinos. Las filas se disparan sobre los atletas que se inclinan hacia China, los derechos de atraque naval y la supuesta censura en TikTok, una aplicación china utilizada por adolescentes en todo el mundo. En el fondo está el riesgo de una confrontación entre las superpotencias sobre Taiwán, que celebra elecciones en enero.

Cada lado está planeando una desconexión que limita la influencia cotidiana de la otra superpotencia, reduce su amenaza a largo plazo y mitiga el riesgo de sabotaje económico. Esto implica un conjunto de cálculos excepcionalmente complejo, porque las dos superpotencias están muy entrelazadas. En tecnología, la mayoría de los dispositivos electrónicos en EEUU se ensamblan en China y, recíprocamente, las empresas tecnológicas chinas confían en proveedores extranjeros para más del 55% de sus entradas de alta gama en robótica, el 65% de ellos en la computación en la nube y el 90% de ellos en semiconductores. China tardaría entre 10 y 15 años en volverse autosuficiente en chips de computadora y a EEUU en cambiar de proveedor. Del mismo modo en las altas finanzas, que podrían servir como vehículo para sanciones. El yuan representa solo el 2% de los pagos internacionales y los bancos chinos tienen más de US$ 1 trillón en activos en dólares. Una vez más, trasladar a los socios comerciales al yuan y reducir la exposición al dólar de los bancos llevará al menos una década, probablemente más. Y en lo que respecta a la investigación, China aún entrena a su mejor talento y encuentra sus mejores ideas en las universidades de EEUU del mundo: en este momento hay 370,000 estudiantes de la parte continental en los campus de los EEUU.

Si la rivalidad de la superpotencia estuviera fuera de control, los costos serían enormes. Para construir una cadena de suministro de hardware tecnológico duplicado, se necesitarían aproximadamente 2 trillones de dólares, el 6% del PBI combinado de las superpotencias. El cambio climático, un gran desafío que podría proporcionar un propósito común, sería aún más difícil de enfrentar. También está en juego el sistema de alianzas que es un pilar de la fortaleza de EEUU. Unos 65 países y territorios confían en China como su mayor proveedor de importaciones y, si se les pide que elijan entre las superpotencias, no todos optarán por el Tío Sam, especialmente si continúa aplicando la política actual de EEUU Primero. Lo más valioso de todo son los principios que realmente hicieron grande a EEUU: reglas globales, mercados abiertos, libertad de expresión, respeto a los aliados y debido proceso. En la década de 2000, la gente solía preguntar cuándo podría llegar a ser China como EEUU. En la década de 2020, la pregunta más importante es si una división completa de la superpotencia podría hacer que EEUU se parezca más a China. Lampadia




La regulación del comercio global de alimentos

Gracias al desarrollo de las agro-exportaciones, el Perú es hoy en día un gran productor de alimentos. Nuestro desarrollo se nutrió de una feliz coincidencia de políticas públicas locales promocionales y de un ambiente global propicio al crecimiento del libre comercio.

Efectivamente, detrás de la promulgación de la Constitución del 93, el sector privado pudo volver a invertir en el campo y aprovechar el gran potencial productivo del país, que había invernado por treinta años. Los resultados son conocidos por todos, más de 5,000 millones de dólares de exportaciones de frutas y hortalizas de primera calidad, más la consolidación de productos como el café y el cacao. Hoy llegamos a todos los mercados del mundo con una gran variedad de productos.

Fruit Logistica Berlin 2018

Pero, además, algo determinante de nuestro éxito fue también el espacio de desarrollo global propicio al libre comercio, sin el cual nuestro desarrollo hubiera sido sustancialmente menor. Por ejemplo, en el ecosistema político de comercio, imperante hoy en el mundo, no hubiéramos alcanzado los mismos resultados.

Esto nos lleva a comentar que, actualmente, se está produciendo una reversión de las políticas pro comercio y que el marco regulatorio global, en vez de perfeccionarse, se deteriora.

¿Qué implica esto para el Perú?

Simplemente que, si no nos ocupamos, perderemos espacio de desarrollo productivo y comercial, con todo lo que ello representa.

Por lo tanto, tenemos que entender que debemos desarrollar una presencia promotora del comercio de alimentos en todos los foros mundiales. Pero no una presencia pasiva, sino una presencia activa, de liderazgo. En otras palabras, detrás de nuestras agro-exportaciones, el Perú debiera ser el paladín de la promoción del libre comercio de alimentos.

En vez de que una parte importante del gobierno peruano se avoque a restringir el desarrollo del sector agro-exportador, debiéramos tener un gobierno promotor en el Perú y en todos los foros globales.

Pero esta no es una tarea que el gobierno pueda afrontar solo. Tiene que ser acompañado por el sector privado. Lo ideal sería formar una gran asociación público privada para asentar la presencia de nuestro liderazgo, allá donde podamos mejorar el ambiente comercial para las frutas y hortalizas.

Este desarrollo puede también acompañarse con un esfuerzo de investigación y desarrollo en el que se puede incorporar a nuestras universidades.

Hemos creado una gran industria exportadora de frutas y hortalizas, ha llegado el momento de acompañarla de esfuerzos sistémicos que la fortalezcan, que se expresen en la colaboración entre el Estado y el sector privado, ayudando a cambiar el clima de desconfianza imperante entre las partes, por un gran espacio de prosperidad. Lampadia

La seguridad alimentaria reside en el comercio

Project Syndicate
Nov 19, 2018
Ángel Gurría, José Graziano da Silva

De la granja a la mesa, la comunidad internacional se enfrenta a retos cada vez mayores para erradicar el hambre y la desnutrición. Y, sin embargo, pese a que algunas partes del mundo están evidentemente mejor dotadas que otras en términos de clima, suelo, agua y geografía, hay alimentos en abundancia para todos. Entonces, ¿por qué es la inseguridad alimentaria un problema para tantas personas en tantos países?

Lo que faltan son las condiciones adecuadas para que quienes lo necesitan tengan acceso a alimentos saludables y nutritivos. Los países excedentarios tienen que estar en posición de suministrar a los países deficitarios, y más aún ahora que el cambio climático está socavando las condiciones para la producción de alimentos en muchas partes del mundo.

En otras palabras, para conseguir que todos los hogares tengan acceso a la cantidad, calidad y variedad de alimentos nutritivos necesarios para llevar una vida saludable y satisfactoria es necesario que exista un comercio libre, predecible, no discriminatorio y justo. Lo que, a su vez, solo puede garantizarse a través de las normas mundiales acordadas en la Organización Mundial del Comercio (OMC); unas normas que, hasta el momento, han permitido un aumento del 270 % en el comercio mundial de productos alimentarios y agrícolas desde 1996.

Desde luego, el sistema de comercio mundial no está exento de problemas, y algunos países no siempre respetan las reglas. Además, existen importantes deficiencias en materia de control de las restricciones a las exportaciones (cuyo objetivo sería reducir la incertidumbre en los países que dependen de las importaciones) y de las subvenciones y barreras comerciales que distorsionan el mercado. En 2017, estas últimas supusieron 330 000 millones de dólares estadounidenses en todo el mundo. Es necesario actualizar las normas comerciales para reflejar los cambios que se han producido en los mercados y en las políticas desde que se creó la OMC en 1995, en especial, el aumento de la importancia de las economías emergentes.

Es imperativo que las reformas del comercio agrícola estén sobre la mesa. Estas reformas deben ser parte de una estrategia integrada más amplia que incluya otras políticas e inversiones nacionales (respaldadas, en caso necesario, por ayuda internacional). El objetivo debe ser garantizar que más personas puedan beneficiarse de las nuevas oportunidades que brinda la economía mundial y que aquellos que más lo necesitan cuenten con ayuda disponible.

Para aprovechar los beneficios del comercio de productos alimentarios y agrícolas, la comunidad internacional debe hacer tres cosas.

  • En primer lugar, los gobiernos deben ayudar a los agricultores (en especial, a los agricultores familiares) a ser más eficientes. Esto implica invertir en infraestructuras (también digitales) y educación, aplicar un registro de tierras y derechos de propiedad y apoyar la investigación en los ámbitos de la conservación de recursos escasos, la lucha contra el cambio climático y la mejora de la sostenibilidad y la resiliencia frente a los impactos. Cada uno de estos ingredientes es necesario para posibilitar que los agricultores consigan unos ingresos dignos. Pero podrían no ser suficientes; en muchos casos, los gobiernos también deberán diseñar programas de seguridad alimentaria, como son los sistemas de seguros sociales y las transferencias directas dirigidas a las personas con menos recursos.
  • La segunda tarea de los gobiernos es alejarse de las intervenciones en el sector agrícola que distorsionan los mercados y dañan el medio ambiente. Muchos gobiernos intentan mejorar los ingresos de los agricultores estableciendo unos precios elevados dentro del país y levantando barreras comerciales para impedir las importaciones. En último término, estas medidas aumentan los precios para los consumidores, agravan la presión sobre los recursos, socavan la biodiversidad y contribuyen al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
  • Por último, los gobiernos tienen que anclar estas reformas en normas internacionales, de forma que se genere confianza en que las medidas nacionales se mantendrán. Con independencia de la forma que adopten, estas normas internacionales deben estar redactadas de forma que fomenten y premien las políticas e inversiones nacionales adecuadas en agricultura.

El hecho de que las políticas agrícolas no hayan girado de forma más rápida hacia la dirección que acabamos de describir ha tenido un gran coste, para el propio sector y para la comunidad internacional. Pese a todo, las importantes medidas que los gobiernos han adoptado con vistas a prohibir las subvenciones a la exportación demuestran que todavía es posible avanzar.

De cara al futuro, la máxima prioridad debe ser abordar las cuestiones pendientes de resolver con todos los actores sentados a la mesa, dejando fuera los tabús. Los responsables de formular las políticas deben reconsiderar las ayudas nacionales, teniendo en cuenta las actuales condiciones del mercado y de las políticas. Además, se debe mejorar el acceso a los mercados y convencer a los países de que se comprometan con un régimen más estricto de cumplimiento de las cuestiones relacionadas con la competencia de las exportaciones y con las restricciones a las exportaciones.

Erradicar el hambre, acabar con la inseguridad alimentaria y asegurar la sostenibilidad son prioridades a escala mundial que necesitan una acción colectiva. Debemos fortalecer, y no debilitar, la cooperación internacional. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la OCDE continuarán apoyando los esfuerzos de la OMC para promover el comercio de productos alimentarios y agrícolas. Intensificaremos nuestros esfuerzos para ayudar a los países a adoptar las políticas que necesitan para conseguir un crecimiento inclusivo de la productividad y la seguridad alimentaria para todos.

Angel Gurría, former Secretary of Foreign Affairs (1994-1997) and Secretary of Finance (1998-2000) of Mexico, is Secretary-General of the OECD. He is a member of the Foundation Board of the World Economic Forum.

José Graziano da Silva is Director-General of the United Nations Food and Agriculture Organization.




AdP por el ALCA

AdP por el ALCA

La Alianza del Pacífico debería proponer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA)

Jaime de Althaus
Para Lampadia

La guerra comercial desatada por el presidente norteamericano Donald Trump contra la China, Europa, Canadá y otros países está ya en su tercera ronda de retaliaciones. Lo último ha sido la amenaza de Trump de imponer un arancel de 20% al ingreso de automóviles europeos, luego de que entraran en vigencia aranceles impuestos por la UE a varios productos norteamericanos.

El problema es que una caída en el comercio global, que termine afectando el crecimiento de la China y del propio Estados Unidos, tendrá como consecuencia la reducción del potencial de nuestro país. El tema es preocupante y, el Perú desperdició la Cumbre de las Américas realizada el 13 y 14 de abril en Lima para formular ante la delegación norteamericana un alegato en defensa del libre comercio mundial en aras del interés de todos los pueblos y también de los mismos Estados Unidos, algo que Lampadia reclamó en varios artículos.

“Ojo con el neo imperialismo brasileño y madrina de los países del Alba. Recordemos su complot contra el libre mercado desde la convocatoria de  Estados Unidos en Miami para la primera reunión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en diciembre de 1994 así como la penetración de sus compañías privadas más emblemáticas”. Lampadia, 9 de junio, 2014

Pero todavía estamos a tiempo de hacer un planteamiento interesante en esa línea. Recordemos, en efecto, que el tema central de la Cumbre de Lima fue la corrupción, específicamente la “Gobernabilidad Democrática Frente a la Corrupción”. Concluyó en una declaración que contenía 57 iniciativas que los gobiernos debían poner en marcha para combatir la corrupción. Pero nadie vio la relación entre el crecimiento exponencial de la corrupción en nuestros países, inducida principalmente por el Estado y las empresas brasileras y por el mercantilista “socialismo del siglo XXI”, y el aborto de la propuesta del ex presidente George H. Bush de formar una Área de Libre Comercio en las Américas (ALCA), rechazada precisamente por el Brasil a favor de su proyecto de expansión económica y política en América Latina.

Quien sí lo hizo fue Francisco Tudela en un artículo publicado el 16 de abril en El Comercio. El recuerda que la I Cumbre de las Américas fue convocada entre el 9 y el 11 de diciembre de 1994, en Miami, EEUU, con dos objetivos clarísimos para el futuro: conservar y fortalecer la democracia representativa en el hemisferio occidental y concluir las negociaciones para establecer un área de libre comercio en la integridad de las Américas, para el 2005.

Pero lo que ocurrió fue que en la Cumbre de las Américas llevada a cabo en Mar del Plata el 2005, los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, y de la Argentina, Néstor Kirchner, desviaron deliberadamente la agenda de la cumbre. “Kirchner alegó que el tema del ALCA no estaba en la agenda; Lula… atacó el concepto mismo del ALCA, proponiendo el proteccionismo como una defensa contra el “neoliberalismo”. Tabaré Vázquez, el presidente uruguayo, los secundó. El resto, por ignorancia, frivolidad o complicidad, avaló el secuestro de la cumbre”.

Por supuesto, nunca más volvió a plantearse el tema del fortalecimiento de la democracia representativa ni mucho menos el de la integración económica de toda la región a través de un área de libre comercio de las Américas. Antes bien, señala Tudela, “Los adalides del “socialismo del siglo XXI”, por el contrario, sentaron las bases para la geopolítica del mercantilismo socialista, que generó intencionalmente la peor crisis de corrupción en la historia de América Latina”. Y concluye que, con el conjunto completo de medidas anticorrupción contenidas en el Compromiso de Lima, “estamos combatiendo los efectos de la geopolítica del mercantilismo socialista y no la causa conceptual de la gigantesca crisis de corrupción que vivimos”.

El ALBA frenó el ALCA

La causa es obvia: haber abandonado el proyecto de fortalecer la democracia representativa en el continente y de crear una Área de Libre Comercio de las Américas, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, en favor del proyecto geopolítico brasilero o de lo que Tudela llama la “geopolítica del mercantilismo socialista”. La corrupción era el arma de penetración de la expansión política y económica brasilera.

Lo increíble –agregamos nosotros- es que el presidente Trump coincide póstumamente con la “geopolítica del mercantilismo socialista” no solo al no plantear ni por asomo volver a la idea del ALCA sino, por el contrario, al torpedear el único proyecto que pudo avanzar en esa línea que es el NAFTA, y al levantar barreras proteccionistas para proteger su mercado.

Como sabemos, el proteccionismo es el instrumento del mercantilismo para favorecer con medidas artificiales los ingresos rentistas de los grupos de trabajadores y empresas protegidos. El problema es que esa política termina siendo un boomerang, porque encarece los productos para los consumidores y reduce la competitividad de la economía. El proteccionismo mercantilista siempre termina cavando su propia tumba. Trump, a pesar de tener una balanza de servicios ampliamente favorable, por mejorar la balanza comercial bilateral en el corto plazo con algunos países, está matando el largo plazo. Lampadia ha desarrollado ampliamente este tema.    

Por eso, a fin de contrarrestar de una manera inteligente la suicida estrategia anti-global de Trump, deberían ser nuestros países –ya no Estados Unidos- quienes propongamos retomar la propuesta del ALCA. Podría hacerlo la Alianza del Pacífico, recogiendo los mismos argumentos que desarrolló el presidente Bush –republicano como Trump- para sustentar su propuesta en la I Cumbre de las Américas. El presidente del Perú debería proponerles esta iniciativa a los presidentes de la Alianza del Pacífico.

El comercio no es un juego de suma cero. Ha llevado y lleva al crecimiento mundial como nunca ha ocurrido en la historia. Y es la gran oportunidad para un país como el Perú. Lampadia




China y EEUU están condenados a cooperar

La Casa Blanca anunció que el presidente Donald Trump recibirá en abril al presidente chino Xi Jinping,  para una cumbre de dos días en el complejo Mar-a-Lago de Florida. Esto podría ser un paso en la dirección correcta. Parece ser un intento de llegar a un acuerdo entre las dos naciones y se espera que logren superar los obstáculos que impiden la cooperación entre ambos.

Y es que, ambos países tienen que cooperar, como dice Martin Wolf en el artículo del Financial Times que glosamos líneas abajo: “Sin importar cuan diferentes parezcan los dos países, comparten intereses. El mantener la economía mundial abierta es uno de ellos. Es esencial que Trump esté convencido de que sus opiniones sobre el comercio son equivocadas. Es surrealista que dependamos de un comunista chino para persuadir a un presidente de los Estados Unidos de los méritos del comercio global liberal. Sin embargo, los actuales tiempos desesperados, requieren esas medidas desesperadas”.

Fuente: huffingtonpost

En la reunión de ministros de Finanzas del G20 que finalizó el sábado en Alemania, no pudieron ponerse de acuerdo sobre un compromiso contra el proteccionismo. Mientras tanto, los participantes del Foro de Desarrollo de China sí lo hicieron, y se enfocaron en la mejor manera de corregir los defectos de la globalización, buscando que las ganancias fueran compartidas más equitativamente.

La globalización y la integración económica mundial han sufrido retrocesos por una razón importante: la falta de beneficios compartidos y la polarización entre los que tienen y los que no tienen“, dijo Jin Liqun, presidente del Banco Asiático de Inversión de la Infraestructuras liderado por China. “Niego absolutamente que haya perdedores. Si hay perdedores, realmente no están haciendo algo bien en su política interna. Por favor, arréglenlo.”

Y no fue el único. El presidente ejecutivo de Apple, Tim Cook, expresó: “Creo que es importante que China continúe abriéndose”. Por su lado, el viceprimer ministro de China, Zhang Gaoli dijo: “China está dispuesta a trabajar con otros países para oponerse a las variadas formas del proteccionismo en el comercio y las inversiones. Deberíamos impulsar sin descanso la globalización económica (…) no podemos detener nuestros pasos por dificultades temporales“.

Parece increíble, pero es necesario que el líder chino le dé una lección de economía y libre comercio y los beneficios de la globalización al presidente del país que lideró la política del libre mercado en el mundo. Como afirmó Martin Wolf anteriormente (Ver en Lampadia: ¿El fin de la globalización?): “El impulso hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Esta situación es casi el peor evento económico posible que se puede imaginar y golpearía muy duramente a los países y poblaciones más pobres del mundo”.

Así lo hemos explicado en nuestro artículo: The wind beneath our wings, en el que enfatizamos  que los países emergentes como el Perú, necesitan el libre comercio para su desarrollo.

Desde el Ásia, Kishore Mahbubani ha sido muy claro en plantear la necesidad de la convergencia entre occidente y el Ásia, para consolidar la prosperidad del conjunto de la humanidad. Ver en LampadiaEEUU se encierra y China se postula al libre comercioWEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar? Mahbubani: “No nos equivoquemos con China”.

Las acusaciones de mayor desigualdad que sustentan la ola anti globalización, deben circunscribirse a los países más ricos. Los peruanos no podemos perder la oportunidad de defender el libre comercio y la globalización, y cuidar así el crecimiento económico y la superación de la pobreza en el Perú. Lampadia

China y Estados Unidos: una extraña pareja condenada a cooperar

Puede ser que un líder comunista convenza a Donald Trump de los méritos del libre comercio

Martin Wolf
Financial Times
21 de marzo de 2017
Traducido y glosado por Lampadia

El futuro de nuestro mundo depende en gran medida de las relaciones entre Estados Unidos, un país joven y superpotencia dominante, y China, un antiguo imperio y una superpotencia emergente. La elección de Donald Trump en EEUU, un xenófobo populista, y el ascenso de Xi Jinping, un autócrata centralizador en China, ha hecho que las relaciones entre ambos países sean particularmente desafiantes.

No menos contrastantes, sin embargo, son las perspectivas de estos dos países sobre la economía mundial. Hace 40 años, Mao Zedong gobernó China: su objetivo era la autarquía. Sin embargo, desde 1978, las palabras claves de la política económica de China han sido “reforma y apertura” propuestas por su sucesor, Deng Xiaoping. Mientras tanto, Estados Unidos, progenitor del internacionalismo liberal de la Pos Guerra, está consumido en dudar de sí mismo y, por lo tanto, ha elegido como líder a un hombre que considera que esta política excepcionalmente exitosa es hostil a los intereses de su país.

Una de las ironías de hoy es esta reversión de actitudes hacia la apertura de la economía mundial. Nada ilustra esto mejor que el contraste entre el fuerte apoyo a la globalización ofrecido por el Presidente Xi en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos en enero y la asombrosa afirmación de Trump de que “la protección llevará a una gran prosperidad y fortaleza“. Todavía se desconocen las implicancias del proteccionismo estadounidense. Pero son muy inquietantes. Lo último que necesita la frágil economía global es una guerra comercial entre EEUU y China.

Este año, la participación en el Foro de Desarrollo de China ha traído a casa algunas de las raíces más profundas del desencanto de hoy. Los participantes chinos me dijeron en privado que solían ver a EEUU como el modelo exitoso de capitalismo, democracia y apertura económica. La crisis financiera mundial, la elección de Trump y el proteccionismo estadounidense han devastado su prestigio en los tres aspectos.

Sin embargo, también es evidente que esta extraña pareja está condenada a cooperar si se van a garantizar los bienes públicos globales esenciales -la gestión de los bienes comunes mundiales, la seguridad internacional y la estabilidad de la prosperidad. Ninguno será capaz de entregar lo que quiere sin prestar atención a los intereses y puntos de vista de los demás. Es asombroso que hoy en día el liderazgo chino parece entender esto mejor que el de los EEUU.

Cuando los presidentes Xi y Trump se reúnan el próximo mes en Mar-a-Lago, la “Casa Blanca de invierno”, en la primera reunión entre los dos, es necesario que encuentren una base para cooperar. Los presagios no son buenos. Trump se ha centrado en las políticas comerciales y de divisas de China. Incluso ha coqueteado con desafiar la política de “Una China”.

Si nos limitamos a enfocarnos en la dimensión económica, ¿cómo podría salvarse este diálogo entre personas muy probablemente sordas?

Primero, los dos líderes necesitan convencerse mutuamente de que ninguno alcanzará sus metas si están en conflicto. Esto es evidentemente cierto para una guerra real. Pero también es cierto para una guerra comercial. Qué país perdería más es un ejercicio intelectual obsoleto. Sin duda, ambos perderían, directa e indirectamente.

En segundo lugar, Xi debe transmitirle a Trump que sus puntos de vista sobre las políticas de China están irremediablemente anticuados. China ha gastado mil millones de dólares de sus reservas de divisas para mantener el renminbi en alza desde junio de 2014. Entre 2006 y 2016, las exportaciones de China cayeron del 35% al ​​19% del producto bruto interno. La máquina de exportación que todo lo conquista es una vieja historia.

En tercer lugar, Trump debe decirle a Xi que las políticas industriales de China son un asunto legítimo que preocupa a otros países. China puede argumentar con razón que es un país en desarrollo. Pero también es un coloso económico. Sus políticas de desarrollo parecen a otros países, un mercantilismo depredador. China necesita reconocer que, en un mundo interdependiente, otros tienen un interés razonable en lo que hace. Esto se aplica también a la magnitud de sus superávit en cuenta corriente. Por supuesto, Trump tiene que entender puntos similares. Si no le importan las consecuencias globales de lo que hace, ¿por qué debería importarle a China? 

Cuarto, China puede ayudar a Trump a que consiga lo que quiere. El presidente de Estados Unidos quiere inversiones industriales en nuevas zonas de su país dañadas por la desindustrialización. Esto nunca puede ser revertido. Pero Xi seguramente puede encontrar negocios chinos felices de invertir en EEUU. A Trump le gustan esos anuncios. Xi debería ayudarlo.

Finalmente, Trump quiere un auge de infraestructuras en Estados Unidos. China es, lejos, el mayor exponente mundial de entrega rápida de infraestructuras. Debe ser posible unir las capacidades de China con los objetivos de Trump.

Sin importar cuan diferentes parezcan ambos países, comparten intereses. El mantener la economía mundial abierta es uno de ellos. Es esencial que Trump sea persuadido de que sus opiniones sobre el comercio son equivocadas. Es surrealista que dependamos de un comunista chino para convencer a un presidente de EEUU de los méritos de un comercio global liberal. Sin embargo, los actuales tiempos desesperados, requieren esas medidas desesperadas. Lampadia