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Filantropía en el Perú antes de la dictadura militar de Velasco

En Lampadia hemos encontrado que la nueva ola de filantropía, liderada por los billonarios de la economía del conocimiento y la información, con Bill Gates y Melinda, su esposa, marcan un proceso aún más notorio y relevante que los de otras eras, como los de los siglos XIX y XX. La nueva filantropía trasciende las fronteras de los países que albergan la creación de las nuevas fortunas. Más que a una linda facultad de políticas públicas en Harvard, está fundamentalmente dirigida a las poblaciones más pobres, de los países más pobres. Mayormente al África. Pero no solo eso, algunos de ellos, como los propios Gates, en lugar de gozar de su fortuna y pasear el mundo recibiendo halagos después de sesudas presentaciones sobre sus realizaciones, ellos se trasladan a los focos de pobreza, a definir las mejores maneras de impactarla, a convocar colaboradores y aliados locales para la gesta y luego a hacer una cuidadosa supervisión de los proyectos que financian. Además, se dan el trabajo de difundir su trabajo y de invitar a otros billonarios a unirse a su maravilloso cometido.

Por esa razón, en Lampadia, hemos llamado a este proceso:

  • ‘El círculo virtuoso del capitalismo’

Es evidente que para desatar procesos virtuosos como estos, se necesita una sociedad exitosa y la acumulación de capitales que lleven a sus más insignes hombres hacia la filantropía. Esto es algo que en el Perú de hoy no vemos. Seguramente, por los efectos residuales del ‘apagón de 30 años -60/70/80s’, que nos dejó sin inversiones y empleo, y nos empobreció a todos, ciudadanos, empresarios y Estado. Pero antes de la tragedia que nos trajo la dictadura militar estatista, en el Perú hubieron muchos casos de filantropía, como el médico arequipeño, Augusto Pérez Araníbar, Juana Alarco Espinoza de Dammert, o Ignacia Rodulfo Vda. de Canevaro.

Ahora hemos dado con la vida de otro filántropo de origen humilde, nacido en San Pedro de lloc en 1813, Don José Sevilla Escajadillo, que después de grandes éxitos personales, dejó su fortuna para el apoyo a los más pobres.

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Fuente:  trujilloinforma.com

En las elecciones de 1851 fue elegido como congresista por Chiclayo, pero tras su frustración con los “farragosos debates” renunció con la siguiente frase: “Estos hombres [los congresistas] más es lo que hablan, que lo que hacen”.

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La recuperación de la economía peruana desde los años 90, traerá seguramente nuevos ejemplos de filantropía, que no solo impactarían por sus aportes, también crean cultura de creación de riqueza, cerrando ‘el círculo virtuosos del capitalismo’. Los peruanos necesitamos crear riqueza y asociarla a procesos virtuosos, en vez de seguir denostando del éxito económico.

Líneas abajo presentamos la información sobre don José Sevilla, recabada y narrada en su contexto histórico por Alejandro Reyes Flores. Además, publicamos la carta de Sevilla al Coronel José Andrés Rázuri, sobre los hechos verdaderos de la batalla de Junín.

Finanzas y filantropía en el Perú del siglo XIX
El caso de José Sevilla Escajadillo: 1813-1886

Alejandro Reyes Flores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
areyesf@latinmail.com
Glosado por
Lampadia

La generación de peruanos que nació en los albores del siglo XIX tuvo la oportunidad de «hacer dinero» así como algunos cientos de extranjeros que llegaron a nuestras tierras. Dos modalidades practicaron estos hombres para conseguir una fortuna y lograr un nuevo estatus social en el Perú en el siglo XIX: la actitud oportunista y mercantilista, utilizando los mecanismos del Estado, y la otra, la «moderna» acorde con las ideas de trabajo responsable y creativo, ahorro, inversión, reinversión, educación, respeto a las leyes, valorización del tiempo, vida frugal y otras ideas modernas. Don José Sevilla se inscribe en esta generación de peruanos del siglo XIX.

La irrupción del sistema capitalista al transformar las relaciones sociales de producción en el mundo en el siglo XIX, con su piedra angular de convertir la fuerza de trabajo en una mercancía, de abrir mercados incluso por la fuerza, llegó a América y al Perú insertándonos paulatinamente en el mercado mundial. Estos cambios a nivel mundial tuvieron su correspondencia con la expansión de nuestra economía desde mediados del siglo XIX con la exportación de guano, salitre, azúcar y algodón al mercado mundial, esta economía expansiva también permitió que una generación de peruanos, se enriqueciera asumiendo una mentalidad «moderna»: así lo hicieron los Montero, Ramos, Derteano, Elguera, Pardo, y por supuesto, nuestro personaje central de esta investigación, don José Sevilla Escajadillo, que en nuestra opinión, sustentada en documentos, supera a los antes mencionados.

Lo que voy a presentar ahora considero que es algo inédito, pues no ha merecido el interés y la atención de los intelectuales del Perú y el extranjero. Me refiero a don José Sevilla Escajadillo. La emergencia de una generación de peruanos de sectores sociales medios y bajos sin vinculación con la nobleza colonial, que consiguen hacer fortuna en el siglo XIX, José Sevilla lo ratifica en sumo grado. Nos hemos propuesto rescatar del anonimato a don José Sevilla Escajadillo, hombre provinciano, «moderno», cosmopolita, financista y filántropo en el Perú de la segunda mitad siglo XIX.

En San Pedro de Lloc, provincia de Pacasmayo, departamento de la Libertad, nació un 4 de septiembre de 1813 don José Sevilla en un hogar de familia modesta, siendo sus padres don Melchor Sevilla y doña Catalina Escajadillo.

Paralelamente a su posible trabajo en la panadería de su padre, José Sevilla realizó sus primeros y únicos estudios en su pueblo natal de San Pedro de Lloc con un profesor de apellido Cabezas, destacando desde el inicio en matemáticas. El niño-adolescente-joven pudo ver a otras «personas» extranjeras que llegaban al puerto de Pacasmayo, a su pueblo de San Pedro de Lloc, eran los europeos, ingleses, alemanes, italianos y también norteamericanos que arriban al Perú a hacer «la América», es decir, a hacer dinero en el menor tiempo posible. Adoptó tempranamente el estilo de vida europeo y norteamericano.

Durante los años de 1821 a 1825 el Perú vivió un tiempo de desorden generalizado, produciéndose numerosos hechos delictivos bajo la modalidad de robos, asaltos, asesinatos de peruanos y extranjeros en Lima. Paralelamente a las acciones de estos antisociales se registran las acciones de otros hombres que llegaron al Perú a hacer fortuna por otros medios. Ellos buscaron invertir su dinero y promover el comercio. Incluso en las más altas esferas de la representatividad extranjera se ha ubicado a personajes que paralelamente a su labor consular, intervinieron en actividades económicas en beneficio personal. Tenemos que ser claros: América y el Perú interesó a las naciones extranjeras como un mercado para vender sus productos y explotar nuestras riquezas. En este sentido, los primeros representantes diplomáticos fueron en su mayoría, comerciantes o negociantes, confundiendo sus actividades consulares con las económicas e interviniendo en los asuntos internos del Perú.

A principios del siglo XIX, San Pedro de Lloc era un pueblo rodeado por pequeñas y medianas propiedades rurales. Aunque Pacasmayo tuvo poca población durante el siglo XIX, sin embargo, por ser Puerto Mayor tiene que haber registrado un movimiento de personas y mercaderías considerable. Pacasmayo fue uno de los puertos más importantes de la costa norte del Perú ya que por su rada costera se exportaba el tabaco de Chachapoyas, las lonas de Moyobamba, el azúcar de Lambayeque y una amplia canasta de productos agrícolas que dinamizaron la economía de la vasta región de la selva norte.

La información que hemos podido recoger nos permite afirmar que en 1832, el joven José Sevilla, a los 19 años se hizo a la mar en un barco ballenero, probablemente norteamericano.

Su temprana vinculación con el comercio mundial enrolándose como un simple marinero en toda clase de embarcaciones marítimas que recorrían Europa, Estados Unidos, Asia y América Latina, le permitió acumular una amplia gama de conocimientos sobre el manejo de los barcos y las rutas de negocios a una temprana edad.

José Sevilla en 1841, había sido declarado oficialmente apto para conducir un barco, además de poseer una vasta experiencia en los mares del mundo habiendo «visto» las riquezas en los puertos y la importancia que el comercio venía adquiriendo en el mundo.  Además del idioma inglés, don José Sevilla asimiló la cultura del trabajo metódico, la honradez, la frugalidad, el ahorro, la inversión. Por estos años compra un viejo barco llamado «La Mar»,

Concluida la guerra civil, don Ramón Castilla es elegido presidente del Perú (1845-1851), y ya por estos años don José Sevilla había aumentado su capital a 80,000 pesos, en apenas 10 años, su capital se había incrementado en 80 veces. Es en este tiempo histórico que se descubre el oro en territorios de California y se produce una incesante migración de miles de hombres y mujeres de «todo el mundo».

El «boom» del oro de California fue la ocasión para que el capitán José Sevilla y sus dos barcos llenos de víveres y otros productos, marcharan rumbo al circunstancial «Dorado» que había estallado al sur de los Estados Unidos en 1848. Fue una ocasión extraordinaria que le permitió obtener considerables ganancias.

Aunque no estamos en condiciones de afirmar que ya por estos años había tomado la decisión de convertirse en un «ciudadano norteamericano», creemos que estos negocios, impactaron fuertemente en su personalidad y su afecto y apego por la vida, la cultura y las ideas económicas de la nación norteamericana. El comercio de coolíes chinos. Esta actividad fue otro de los rubros practicado intensamente por don José Sevilla.

Con cargo a rectificarnos, soy de la opinión que don José Sevilla,fue el primer peruano que portando un capital originado en el Perú, se lanzaría en estos tiempos a «invertir en el mundo», y como explicaré más adelante, lograría incrementar y multiplicar su fortuna. Desde mediados del siglo XIX don José Sevilla fijó su residencia en Nueva York.

En los años convulsos que se desencadenan a la muerte de Gamarra en Ingavi 1841-1845, don José Sevilla apoyó al comerciante-hacendado y civil don Domingo Elías porque creyó fervientemente que sus ideas conducirían a orientar al Perú al progreso material y social. Sin embargo, el militarismo se mantuvo sólido y fuerte con el general Ramón Castilla que fue elegido presidente entre 1845-1851.

La elección presidencial de 1851 fue ganada por otro militar: José R. Echenique y aunque don José Sevilla fue elegido congresista por Chiclayo decepcionado por los farragosos debates, renunció a su curul entre otras razones, porque «estos hombres (los congresistas) más es lo que hablan, que lo que hacen» Con esta fugaz y trunca experiencia política a la que jamás volvió, don José Sevilla le dio un mayor impulso a sus negocios y sin olvidar al Perú, como se ha escrito, salió a invertir en el mundo.

Don José Sevilla fue un hombre del siglo XIX que emuló a otro gran financista e inversionista, Nathan Rothschild, banquero e iniciador de los empréstitos a los países europeos y que falleció en 1836 a la temprana edad de 59 años, dejando una fortuna avaluada en cinco millones de pesos.

Venía continuamente al Perú, llegando a ser uno de los diez accionistas fundadores del «Banco del Perú» con una acción de cien mil pesos; asimismo, también compró acciones en la Compañía de gas, alumbrado público y agua de la ciudad de Lima, que comenzaba a modernizarse con los ingentes ingresos de la venta del guano y salitre.

En 1864 frente a la amenaza de la escuadra española, el presidente José Pezet lo comisionó junto con don Manuel Pardo a gestionar un empréstito de 50 millones de pesos pero por motivos que permanecen en el misterio, no tuvo éxito.

En los años difíciles previo a la guerra con Chile, don José Sevilla estuvo fuertemente vinculado con la segunda generación de familias que ya habían consolidado su presencia económica y social en el Perú en la segunda mitad del siglo XIX. Don José Sevilla, hizo algunos préstamos a las compañías que tenían dificultades económicas como a Montero hermanos.

En 1873 don José Sevilla es ya «millonario», cosmopolita y moderno, soltero, muy identificado con el Perú y su pueblo natal de San Pedro de Lloc. Sevilla estaba plenamente convencido que la educación es la clave para que una nación alcance su progreso material, social y espiritual; por ello, como se verá más adelante, buena parte de su fortuna la legará a este rubro.

La clave del incremento constante del capital de don José Sevilla fue la inversión que permanentemente realizaba en bonos de entidades financieras, en valores de deuda externa, en acciones de compañías que se formaban tanto en el Perú como en países del mundo.

EL LEGADO TESTAMENTARIO EN OBRAS PÚBLICAS EDUCATIVAS, UNA ARQUITECTURA FILANTRÓPICA

Creo que no he encontrado un subtítulo más sugerente y adecuado para condensar lo que don José Sevilla hizo con su considerable fortuna acumulada durante 55 años de fructífero trabajo en el Perú, en Europa y Estados Unidos.

El 3 de julio de 1886 don José Sevilla, acompañado de los señores Ricardo Ganoza, Pedro Paz Soldán y Unanue, Ricardo Flores y otros, hizo entrega de su testamento cerrado al notario don Gervasio Bustamante.

El contenido de este documento nos permite adentrarnos en conocer su fortuna en dos niveles: la inversión en obras e instituciones públicas y los legados a familiares y amigos. En la primera encontramos expresada su voluntad que los capitales legados y sus intereses sirvieran en la recuperación de un conjunto de instituciones y obras benéficas en y fuera de la ciudad de Lima. En esta dirección el mandato es muy claro: la mayoría de las obras benéficas estarían garantizadas por los intereses generados por los capitales legados; la otra parte de su testamento registra una gama extraordinaria de instituciones y personas a quienes alcanza la filantropía de don José Sevilla; así encontramos la preeminencia que otorga el testante a un conjunto de obras destinadas a la educación de los pobres.

SU LEGADO EN ESTADOS UNIDOS: UN COLEGIO PARA NIÑAS POBRES EN NUEVA YORK

«The Sevilla Home for Children» que sería administrada por una junta de notables filántropos norteamericanos que él designaría. El colegio recibiría de cincuenta a cien niñas «muy pobres» del Perú entre cinco a diez años, estudiando hasta los dieciséis años los niveles de primaria y secundaria en calidad de internas con una sólida base moral y recibiendo una enseñanza práctica en costura, cocina, lavado y tareas propias de las mujeres.

Para su ejecución don José Sevilla tiene plena confianza en la «Honorable Municipalidad de Nueva York». Ordena que esta institución «vigile y cuide del exacto cumplimiento […] de modo que, por ningún motivo, deje de llevarse a cabo» el funcionamiento del colegio para niñas pobres provenientes del Perú.

La otra parte de su fortuna la distribuyó don José Sevilla en dos grandes rubros: un 62% las orientó hacia un conjunto de obras y servicios filantrópicas de interés público, familiar y a personas de su entorno. Y el 38%, estaría destinado en la creación del «Banco Hipotecario Sevilla» cuyas ganancias servirían para el sostenimiento de las obras benéficas que iba a crear.

Ordena que se funde una Escuela especial de Ciencias Naturales, donde se enseñe Botánica, Historia Natural, Geología, Zoología, Química Orgánica e Industrial y Mineralogía en laboratorios, museos y bibliotecas siendo su Rector don Antonio Raimondi.

Otros de sus mandatos testamentarios busca «contribuir a la educación militar del Perú» y para este efecto ordena que cierto número de jóvenes estudiasen en Inglaterra, Alemania, Francia y Rusia esta «noble profesión». La universidad de San Marcos también recibió la suma de 12,000 soles anuales. Otro mandato testamentario fue la creación de una «Academia de Dibujo y Pintura».

Un distintivo de la personalidad de don José Sevilla fue su preocupación e interés hacia las clases desposeídas, aquellos que sufren cotidianamente la pobreza y que viven en el desamparo, él las llama «criaturas indigentes» que se multiplicaron en Lima después de la guerra con Chile. Ordena el establecimiento y financiamiento de cuatro casas de asilo.

El pueblo de San Pedro de Lloc mereció de don José Sevilla la suma de 100,000 soles que sería destinado para la fundación de un «hospital que llevará el nombre de mi Señora Madre (Santa Catalina)» y dos colegios, uno para hombres y otro para mujeres.

Finalmente, encontramos a don José Sevilla asignando una parte importante de su fortuna a su familia que se encontraba por aquel entonces en difícil situación económica por la guerra con Chile así como también a amigos.

El Perú vivía, en los años de 1885 y 1886, un ambiente de crisis económica generalizada y don José Sevilla estaba convencido de que «la situación económica del Perú sólo mejoraría con la introducción de nuevos capitales». En este sentido ordenó que con el 38% de su fortuna restante se fundara el «Banco Hipotecario Sevilla».

«Prohíbo toda injerencia por parte del Gobierno o de las autoridades políticas del Perú, en lo relativo al cumplimiento de las disposiciones de este mi testamento, ordenando que por el hecho de arrogársela, o de pretender ejercerla, se tenga por anulado cuanto concierne a la fundación de colegios, escuelas y demás instituciones que mando establecer en el Perú; disponiendo para dicho caso que pasen tales legados a la Junta de Albaceas Filántropos de Nueva York, para que allí sea cumplida mi voluntad en lo referente a ellas».

Un velo de misterio cubrió el testamento de don José Sevilla y la ingente fortuna que legó. Un anónimo «curioso» de la época se preguntaba qué «se hace con el testamento de Sevilla». Otro periódico de Lima se refiere a don José Sevilla en estos términos «sacó de la nada montones de oro y ese oro, antes que para la opulencia de los suyos, sirve para el bien de la humanidad –y ella sabrá también hacerle justicia– La historia recogerá su nombre y lo escribirá en la página que tiene reservada para los que han sido verdaderamente grandes, siendo útiles a sus semejantes». Lampadia

LA VERDAD SOBRE  LA BATALLA DE JUNÍN

Blasco Bazán Vera

El presente documento que publico a continuación, es una  carta que dirigiera desde Lima el sampedrano José Sevilla Escajadillo a su venerable tío el coronel José Andrés Rázuri solicitándole para que el distinguido militar reafirme lo que le contó personalmente sobre su participación durante la batalla de Junín del 06 de agosto de 1824.

Esta histórica carta también apareció publicada en el diario  “La Opinión Nacional” de Lima a pedido del sampedrano José Sevilla Escajadillo, sobrino de don José Andrés Rázuri, en el mes de Octubre de 1878 y  por ser un documento de vital importancia histórica lo doy a luz para orgullo del Perú y de los moradores de San Pedro de Lloc, tierra de valientes y amantes de la Libertad. Leámoslo:

“Lima 2 de setiembre de 1878

Señor Coronel Don José ANDRÉS Rázuri

Querido tío:

Ahora días tuvo usted la bondad de distinguirme con la relación confidencial del incidente en que fue usted autor principal de la Batalla de Junín. Como esto se ha relatado en general con mucha inexactitud, me permito dirigir a usted la presente para que me diga si es ésta una relación fiel de lo que usted me refirió: “La caballería fue vencida y dispersada, después de una lucha terrible con los realista que contaba con 12,000 hombres o más. Sólo quedaba intacto por no haber tomado parte en la batalla el primer escuadrón de 160 plazas, parte de un regimiento peruano que se organizó en Trujillo, o sea en la Libertad. Este escuadrón mandado por el coronel Suárez fue situada de reserva a retaguardia y a la derecha. El grueso del regimiento peruano que contaba con 600 plazas había entrado en acción desde el principio. Era usted entonces ayudante mayor de ese cuerpo y el coronel Suárez mandó a usted a pedir órdenes al general La Mar, que mandaba la división peruana, sobre lo que debía hacerse con esa fuerza. El general contestó a usted estas palabras: “Diga usted al coronel Suárez que salve ese cuerpo como pueda”. Usted que veía la batalla perdida y animado de los heroicos sentimientos que alentaban a todos los soldados peruanos, juzgó que era preferible la muerte a ser derrotados o hechos prisioneros por los españoles; y al llegar a la vista del coronel  Suárez le dice usted en voz alta: “Mi coronel, el general La Mar ordena que cargue usted de todos modos”. Inmediatamente el coronel Suárez despliega el escuadrón en ala y colocándose todos los Jefes y Oficiales a la cabeza, se lanzaron impetuosamente al combate, resueltos a vencer o  a morir. Era precisamente el momento en que los españoles ebrios de entusiasmo, con una victoria que creían ya asegurada y empeñados en su sangrienta persecución contra la caballería patriota  dispersa en todas direcciones, estaban ellos mismos un tanto desorganizados; y acometidos de improviso por la espalda cesan los españoles de perseguir a los patriotas para hacer frente a este nuevo enemigo que los acuchilla y arrolla con ímpetu irresistible. Vanamente tratan de reorganizarse los escuadrones españoles, mas el pequeño escuadrón no le da tiempo; cárgalos sin tregua ni descanso donde quiera que vea  un grupo enemigo con ánimo de resistir. Mientras tanto los escuadrones patriotas se rehacen, vuelven al combate y, al ponerse el sol, la caballería realista completamente derrotada, huye dejando a la caballería  peruana compuesta casi toda de reclutas, las glorias de la memorable Batalla de Junín.

“Concluida la batalla, el general La Mar llamó a usted y le dijo: “Debería usted ser fusilado; pero a usted se le debe la victoria”.

“A este hecho brillante deben los Húsares de Junín su glorioso nombre. Todos los soldados de este regimiento pertenecían a los departamentos de La Libertad y Piura.

“He dicho a usted que deseo establecer la verdad  en este hecho que debe pasar a la Historia de aquellos tiempos legendarios, porque es altamente honroso para los miembros de su numerosa familia y para el pueblo de San Pedro que lo vio nacer.

“Bueno es que no se olvide de este ejemplo de noble altivez, de exaltado patriotismo  que hizo ganar una batalla perdida preparando así la gran victoria de Ayacucho que nos dio Patria y Libertad.

“Suplicándole se sirva contestarme la confirmación, me repito de usted, afectísimo sobrino y seguro servidor: (Firmado) JOSE SEVILLA.”

CONTESTACIÓN:

“Lima, 16 de setiembre de 1878.

“Querido sobrino:

Todo lo que dice esta carta es cierto; pero no quiero aparecer para el público como autor de semejante hecho.

Tu afectísimo tío: (Firmado) – José Andrés Rázuri.”

CERTIFICADO

“Doy fe: Que el coronel Andrés Rázuri ha firmado en mi presencia la contestación que precede, de su puño y letra. Y a su pedimento  pongo la presente legalización, en Lima. 10 de setiembre de 1878. (Firmado) Manuel Iparraguirre, Escribano Público.

Publicado en Cajamarca, 06 de agosto de 2015