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De Hiroshima a Chancay

Alejandro Deustua
23 de mayo de 2023
Para Lampadia

En el marco de una agenda compleja, la reciente reunión del G7 en Hiroshima concentró su atención en las prioridades de la guerra en Ucrania y la respuesta de sus integrantes al desafío chino.

Sin referir el cambio cualitativo que los nuevos armamentos llevarán al escenario bélico, el G7 ha reiterado su apoyo a Ucrania. Y teniendo en cuenta anteriores definiciones estratégicas y la nueva disposición militar del anfitrión, la referencia a China se ha planteado en dos campos.

En el global se ha reiterado la preocupación por las políticas chinas anti-mercado, de “coerción económica” y de discriminación internacional en el trato laboral y empresarial.

Y en el lado geopolítico, el escenario ha sido el regional (no global) del Indo-Pacífico concentrado en el estrecho de Taiwán y en la preocupante situación en los mares del Sur y del Este chinos.

La agenda ha incluido, por cierto, capítulos sobre defensa de principios liberales (humanitarios, democráticos, de integridad territorial, solución de controversias, defensa del régimen multilaterales de comercio) y objetivos generales (recuperación económica, desarrollo sostenible, banca multilateral, cambio climático).

Dos factores exógenos calificaron la orientación de la conferencia.

Primero, la presencia de Zelensky que materializó la prioridad mayor (y que, en apariencia, sorprendió a algunos, como a Lula, quien se negó una entrevista con él).

Y luego, la interesada invitación a selectos miembros del “sur global” (una definición antojadiza de los países en desarrollo) destinada a que éstos cedan posiciones cercanas a la neutralidad. Lo curioso es que el conjunto de sus representantes (salvo en el caso de Brasil) eran miembros del Surestes asiático, ribereños del Indo-Pacífico y miembros, en su mayoría, del G20 (Australia, Brasil, las islas Comoras, las islas Cook, la India, Indonesia, Corea del Sur y Vietnam).

Ese origen indicó que los eventuales socios del “sur global” habían sido invitados con el interés de afrontar el desafío chino de manera tanto o más intensa que la atención a la guerra en Ucrania. Tal interés corresponde a la categoría de rivalidad que presenta China para Estados Unidos (un “competidor sistémico o cuasi-paritario” según ese gobierno o una “amenaza geopolítica mayor” según la CIA), para la Unión Europea (“un rival sistémico”) o para la OTAN (“un desafío sistémico).

Si, esa apreciación es correcta, es razonable interrogarse sobre la ausencia de los países del Pacífico latinoamericano.

Sobre este punto hay tres repuestas posibles.

Primero, salvo México, ningún país latinoamericano ribereño del Pacífico pertenece al G20, agrupación que el G7 reconoce como interlocutor y socializador de políticas.

Segundo, estos países son integrantes de la cuenca del Pacífico (foro APEC, p.e.) pero no del Indo-Pacífico (muy lejos de las alianzas o alineamientos del QUAD o AUKUS, p.e.). Al respecto, nuestras instituciones no han hecho gran cosa por clarificar el punto concentradas como están en las mezquindades colombo-mexicanas de la Alianza del Pacífico que señalan cómo la fragmentación subregional erosiona el interés global de nuestro conjunto ribereño.

Tercero, América Latina ha perdido jerarquía estratégica en el sistema internacional de manera muy intensa y, por tanto, su participación es menos requerida.

Ello implica que la región no sólo no ha reemplazado ni puesto en valor cohesivo la pérdida de hegemonía norteamericana en el área. Tampoco ha logrado establecer un núcleo de poder propio cuyo vacío quiere ser llenado por terceros.

Entre éstos, China destaca ostensiblemente. Pasado el “momento unipolar” norteamericano, hoy la realidad dice que China está construyendo, con perspectiva global, varias zonas de influencia económica instrumentadas por el programa de la Franja y la Ruta. Si el desarrollo del mismo ha cubierto zonas del Asia, África, Medio Oriente y Europa, éste ya incluye a América Latina (el Perú se incorporó en 2019) aprovechando la complementación comercial y financiera sino-latinoamericana, las necesidades de estímulo del crecimiento regional y el menor dinamismo de la actividad económica occidental en el área.

Si China se ha convertido en el primer socio comercial de países como Perú, Brasil y Chile y principalísimo de otros, es claro que, en términos de generación de recursos para la región, la complementariedad comercial es positiva. Pero a costa de la persistencia de un problema estructural: una nueva relación de dependencia derivada de la exportación de materias primas y la importación de manufacturas y tecnologías sofisticadas. A China le interesa una oferta segura de minerales y de alimentos para sustentar su desarrollo industrial y tecnológico y las necesidades básicas de una población que envejece. Bajo esos patrones, el comercio con China ha crecido 17 veces desde el 2001 cuando ésta se incorporó a la OMC (Evans).

La importancia cuantitativa de ese tipo de relación se expresa en el comportamiento de la inversión china en el área que ahora representaría 19% del total (vs 3% en 2016) y que, colocando US$7/10 mil millones en 2022, compitió ese año con inversiones más sofisticadas en la Unión Europea (US$ 8.4 mil millones) y en Estados Unidos (US$4.7 mil millones) (AQ). Ese dividendo regional se deriva también de la fricción europea y norteamericana con China que produce desacoplamiento (FMI) y que el G7 dice hoy no promover.

De otro lado, si esos montos devienen en control de sectores estratégicos, el valor de la inversión cambia. Hablemos de puertos. A diferencia de su gran marina de guerra, China no tiene capacidad suficiente aún para establecer bases militares en el exterior. Pero sí para construir terminales portuarios (eventualmente de doble uso y aprovisionamiento preferencial) que extiendan su influencia global. Aquí el programa de la Franja y la Ruta (que ha crecido 18% interanual en el primer trimestre-EY-) juega un rol principal: en 2022, las empresas estatales chinas ya operaban o eran dueñas de 95 puertos en 53 países (CFR).

En América Latina el proyecto Chancay es uno de los 40 proyectos abordados en la región por empresas estatales como COSCO y Hutchinson Ports Holdings (Evans). Si ese puerto va convertirse en un “hub” en el Pacífico suramericano, ¿es realmente sensato que una de esas empresas sea dueña del 60% del proyecto?

Si la pregunta es también pertinente para los sectores tecnológico, manufacturero o de energías limpias, la conveniencia de que nuestros socios occidentales contribuyan a compensar el avance de la influencia china en la región está a la vista. Pero, como en estos predios, el G7 también puede responder con simple diplomacia declarativa. Lampadia




Henry Kissinger explica cómo evitar la tercera guerra mundial

Una larga y muy importante conversación con Henry Kissinger que recomendamos leer. Casi un testamente, pues cumple 100 años en 8 días.

Estados Unidos y China deben aprender a vivir juntos. tienen menos de diez años

The Economist
17 de mayo de 2023
NUEVA YORK
Traducido y glosado por Lampadia

En Peking han llegado a la conclusión de que Estados Unidos hará cualquier cosa para mantener a raya a China.

En Washington insisten en que China está tramando suplantar a Estados Unidos como la principal potencia mundial.

Para un análisis aleccionador de este creciente antagonismo, y un plan para evitar que provoque una guerra de superpotencias, visité el piso 33 de un edificio Art Deco en el centro de Manhattan, la oficina de Henry Kissinger.

El 27 de mayo, Kissinger cumplirá 100 años. Nadie vivo tiene más experiencia en asuntos internacionales, primero como estudioso de la diplomacia del siglo XIX, luego como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado de Estados Unidos, y durante los últimos 46 años como consultor y emisario a monarcas, presidentes y primeros ministros. Kissinger está preocupado. “Ambos bandos se han convencido a sí mismos de que el otro representa un peligro estratégico”, dice. “Estamos en el camino hacia la confrontación de las grandes potencias”.

A fines de abril, The Economist habló con Kissinger durante más de ocho horas sobre cómo evitar que la contienda entre China y Estados Unidos se convierta en una guerra. En estos días está encorvado y camina con dificultad, pero su mente es aguda como una aguja. Mientras contempla sus próximos dos libros, sobre inteligencia artificial ( ia ) y la naturaleza de las alianzas, sigue más interesado en mirar hacia adelante que en hurgar en el pasado.

Kissinger está alarmado por la competencia cada vez más intensa de China y Estados Unidos por la preeminencia tecnológica y económica. Incluso cuando Rusia cae en la órbita de China y la guerra ensombrece el flanco oriental de Europa, teme que la ia esté a punto de potenciar la rivalidad chino-estadounidense. En todo el mundo, el equilibrio de poder y la base tecnológica de la guerra están cambiando tan rápido y de tantas maneras que los países carecen de un principio establecido sobre el cual puedan establecer el orden. Si no pueden encontrar uno, pueden recurrir a la fuerza. “Estamos en la clásica situación previa a la Primera Guerra Mundial”, dice, “donde ninguna de las partes tiene mucho margen de concesión política y en la que cualquier perturbación del equilibrio puede tener consecuencias catastróficas”.

Estudia la guerra un poco más

Kissinger es vilipendiado por muchos como un belicista por su participación en la guerra de Vietnam, pero él considera que evitar los conflictos entre las grandes potencias es el centro del trabajo de su vida. Después de presenciar la carnicería causada por la Alemania nazi y sufrir el asesinato de 13 parientes cercanos en el Holocausto, se convenció de que la única forma de evitar un conflicto ruinoso es una diplomacia realista, idealmente fortalecida por valores compartidos. “Este es el problema que hay que resolver”, dice. “Y creo que he pasado mi vida tratando de lidiar con eso”. En su opinión, el destino de la humanidad depende de si Estados Unidos y China pueden llevarse bien. Él cree que el rápido progreso de la ia , en particular, les deja solo de cinco a diez años para encontrar una manera.

Kissinger tiene un consejo inicial para los aspirantes a líderes: “Identifiquen dónde se encuentran. Sin piedad. En ese espíritu, el punto de partida para evitar la guerra es analizar la creciente inquietud de China. A pesar de su reputación de ser conciliador con el gobierno de Beijing, reconoce que muchos pensadores chinos creen que Estados Unidos está en una pendiente descendente y que, “por lo tanto, como resultado de una evolución histórica, eventualmente nos suplantarán”.

Él cree que los líderes de China resienten el discurso de los políticos occidentales sobre un orden global basado en reglas, cuando lo que realmente quieren decir son las reglas de Estados Unidos y el orden de Estados Unidos. Los gobernantes de China se sienten insultados por lo que ven como un trato condescendiente ofrecido por Occidente, de otorgar privilegios a China si se comporta (seguramente piensan que los privilegios deberían ser suyos por derecho, como potencia en ascenso). De hecho, algunos en China sospechan que Estados Unidos nunca lo tratará como un igual y que es una tontería imaginar que podría hacerlo.

Sin embargo, Kissinger también advierte contra la mala interpretación de las ambiciones de China. En Washington, “Dicen que China quiere dominar el mundo… La respuesta es que ellos [en China] quieren ser poderosos”, dice. “No se dirigen a la dominación mundial en un sentido hitleriano”, dice. “Así no es como piensan o nunca han pensado en el orden mundial”.

En la Alemania nazi, la guerra era inevitable porque Adolf Hitler la necesitaba, dice Kissinger, pero China es diferente. Ha conocido a muchos líderes chinos, comenzando con Mao Zedong. No dudó de su compromiso ideológico, pero éste siempre ha estado ligado a un agudo sentido de los intereses y capacidades de su país.
Kissinger ve el sistema chino como más confuciano que marxista. Eso enseña a los líderes chinos a alcanzar la máxima fuerza de la que su país es capaz y a buscar ser respetados por sus logros. Los líderes chinos quieren ser reconocidos como los jueces finales del sistema internacional de sus propios intereses. “Si lograran una superioridad que realmente se pueda usar, ¿la llevarían al punto de imponer la cultura china?” él pide. “No sé. Mi instinto es No… [Pero] creo que está en nuestra capacidad evitar que esa situación surja mediante una combinación de diplomacia y fuerza”.

Una respuesta estadounidense natural al desafío de la ambición de China es probarlo, como una forma de identificar cómo mantener el equilibrio entre las dos potencias. Otra es establecer un diálogo permanente entre China y Estados Unidos. China “está tratando de desempeñar un papel global. Tenemos que evaluar en cada punto si las concepciones de un rol estratégico son compatibles”. Si no lo son, entonces surgirá la cuestión de la fuerza. “¿Es posible que China y Estados Unidos coexistan sin la amenaza de una guerra total entre ellos? Pensé y sigo pensando que [es]”. Pero reconoce que el éxito no está garantizado. “Puede fallar”, dice. “Y por lo tanto, tenemos que ser lo suficientemente fuertes militarmente para soportar el fracaso”.

La prueba urgente es cómo se comportan China y Estados Unidos con respecto a Taiwán. Kissinger recuerda cómo, en la primera visita de Richard Nixon a China en 1972, solo Mao tenía autoridad para negociar sobre la isla. “Cada vez que Nixon planteaba un tema concreto, Mao decía: ‘Soy un filósofo. No trato estos temas. Dejen que Zhou [Enlai] y Kissinger hablen de esto’… Pero cuando se trataba de Taiwán, fue muy explícito. Él dijo: ‘Son un montón de contrarrevolucionarios. No los necesitamos ahora. Podemos esperar 100 años. Algún día los pediremos. Pero está muy lejos’”.

Kissinger cree que el entendimiento forjado entre Nixon y Mao fue anulado después de solo 50 de esos 100 años por Donald Trump. Quería inflar su imagen dura exprimiendo concesiones de China sobre el comercio. En política, la administración Biden ha seguido el ejemplo de Trump, pero con una retórica liberal.

Kissinger no habría elegido este camino con respecto a Taiwán, porque una guerra al estilo de Ucrania destruiría la isla y devastaría la economía mundial. La guerra también podría hacer retroceder a China internamente, y el mayor temor de sus líderes sigue siendo la agitación interna.

“No es un asunto sencillo para los Estados Unidos abandonar Taiwán sin socavar su posición en otros lugares”

El miedo a la guerra crea motivos para la esperanza. El problema es que ninguna de las partes tiene mucho espacio para hacer concesiones. Todos los líderes chinos han afirmado la conexión de su país con Taiwán.

La salida de Kissinger de este callejón sin salida se basa en su experiencia en el cargo. Comenzaría bajando la temperatura y luego gradualmente construiría confianza y una relación de trabajo. En lugar de enumerar todas sus quejas, el presidente estadounidense le diría a su homólogo chino: “Señor presidente, los dos mayores peligros para la paz en este momento somos nosotros dos. En el sentido de que tenemos la capacidad de destruir a la humanidad”. China y Estados Unidos, sin anunciar nada formalmente, intentarían practicar la moderación.

Nunca fanático de las burocracias de formulación de políticas, a Kissinger le gustaría ver un pequeño grupo de asesores, con fácil acceso entre sí, trabajando juntos tácitamente. Ninguna de las partes cambiaría fundamentalmente su posición sobre Taiwán, pero Estados Unidos se preocuparía por cómo despliega sus fuerzas y trataría de no alimentar la sospecha de que apoya la independencia de la isla.

El segundo consejo del Sr. Kissinger para los aspirantes a líderes es: “Definir objetivos que puedan reclutar personas. Encuentre medios, medios descriptibles, para lograr estos objetivos”. Taiwán sería solo la primera de varias áreas donde las superpotencias podrían encontrar puntos en común y así fomentar la estabilidad global.

En cuanto a la economía, el peligro es que la agenda comercial sea secuestrada por halcones que no están dispuestos a darle a China ningún espacio para desarrollarse.

Esa actitud de todo o nada es una amenaza para la búsqueda más amplia de distensión. Si Estados Unidos quiere encontrar una manera de vivir con China, no debería apuntar a un cambio de régimen. Kissinger se basa en un tema presente en su pensamiento desde el principio. “En cualquier diplomacia de estabilidad, tiene que haber algún elemento del mundo del siglo XIX”, dice. “Y el mundo del siglo XIX se basaba en la proposición de que la existencia de los estados que lo disputaban no estaba en discusión”.

Algunos estadounidenses creen que una China derrotada se volvería democrática y pacífica. Sin embargo, por mucho que Kissinger prefiera que China sea una democracia, no ve ningún precedente para ese resultado. Lo más probable es que el colapso del régimen comunista llevaría a una guerra civil que se endureció hasta convertirse en un conflicto ideológico y solo aumentó la inestabilidad global. “No nos interesa llevar a China a la disolución”, dice.

En lugar de atrincherarse, Estados Unidos tendrá que reconocer que China tiene intereses. Un buen ejemplo es Ucrania.

El presidente de China, Xi Jinping, contactó recientemente a Volodymyr Zelensky, su homólogo ucraniano, por primera vez desde que Rusia invadió Ucrania en febrero del año pasado. Muchos observadores han desestimado el llamado de Xi como un gesto vacío diseñado para aplacar a los europeos, que se quejan de que China está demasiado cerca de Rusia. Por el contrario, Kissinger lo ve como una declaración de intenciones serias que complicará la diplomacia en torno a la guerra, pero que también puede crear precisamente el tipo de oportunidad para construir la confianza mutua de las superpotencias.

Kissinger comienza su análisis condenando al presidente de Rusia, Vladimir Putin. “Ciertamente fue un error de juicio catastrófico por parte de Putin al final”, dice. Pero Occidente no está exento de culpa. “Pensé que la decisión de… dejar abierta la membresía de Ucrania en la otan fue muy equivocada”. Eso fue desestabilizador, porque colgar la promesa de la protección de la otan sin un plan para llevarla a cabo dejó a Ucrania mal defendida incluso cuando estaba garantizado que enfurecería no solo a Putin, sino también a muchos de sus compatriotas.

La tarea ahora es poner fin a la guerra, sin preparar el escenario para la próxima ronda de conflicto. Kissinger dice que quiere que Rusia entregue la mayor cantidad posible del territorio que conquistó en 2014, pero la realidad es que en cualquier cese al fuego es probable que Rusia mantenga Sebastopol (la ciudad más grande de Crimea y la principal base naval de Rusia en el Mar Negro), como mínimo. Tal acuerdo, en el que Rusia pierde algunas ganancias pero retiene otras, podría dejar tanto a una Rusia como a una Ucrania insatisfechas.

En su opinión, esa es una receta para la confrontación futura. “Lo que los europeos están diciendo ahora es, desde mi punto de vista, tremendamente peligroso”, dice. “Porque los europeos están diciendo: ‘No los queremos en la otan , porque son demasiado arriesgados. Y, por lo tanto, los armaremos muchísimo y les daremos las armas más avanzadas’”. Su conclusión es contundente: “Ahora hemos armado a Ucrania hasta el punto en que será el país mejor armado y con menos recursos estratégicos. Liderazgo experimentado en Europa”.

Para establecer una paz duradera en Europa, Occidente debe dar dos saltos de imaginación. El primero es que Ucrania se una a la otan , como un medio para restringirla y protegerla. El segundo es que Europa diseñe un acercamiento con Rusia, como una forma de crear una frontera oriental estable.

Es comprensible que muchos países occidentales se resistan a uno u otro de esos objetivos. Con China involucrada, como aliada de Rusia y opositora de la otan , la tarea será aún más difícil. China tiene un interés primordial en que Rusia salga intacta de la guerra en Ucrania. Xi no solo tiene una asociación “sin límites” con Putin para honrar, sino que un colapso en Moscú preocuparía a China al crear un vacío de poder en Asia Central que corre el riesgo de ser llenado por una “guerra civil de tipo sirio”.

Tras la llamada de Xi a Zelensky, Kissinger cree que China puede estar posicionándose para mediar entre Rusia y Ucrania. Como uno de los arquitectos de la política que enfrentó a Estados Unidos y China contra la Unión Soviética, duda que China y Rusia puedan trabajar bien juntas. Cierto, comparten una sospecha de los Estados Unidos, pero también cree que tienen una desconfianza instintiva el uno del otro. “Nunca he conocido a un líder ruso que dijera algo bueno sobre China”, dice. “Y nunca he conocido a un líder chino que haya dicho algo bueno sobre Rusia”. No son aliados naturales.

Los chinos han entrado en la diplomacia sobre Ucrania como una expresión de su interés nacional, dice Kissinger. Aunque se niegan a tolerar la destrucción de Rusia, reconocen que Ucrania debería seguir siendo un país independiente y han advertido contra el uso de armas nucleares. Incluso pueden aceptar el deseo de Ucrania de unirse a la otan . “China hace esto, en parte, porque no quiere chocar con Estados Unidos”, dice. “Están creando su propio orden mundial, en la medida de lo posible”.

La segunda área en la que China y Estados Unidos deben hablar es la ia . “Estamos en el comienzo de una capacidad en la que las máquinas podrían imponer una pestilencia global u otras pandemias”, dice, “no solo nuclear sino cualquier campo de destrucción humana”.

Reconoce que incluso los expertos en ia no saben cuáles serán sus poderes (según la evidencia de nuestras discusiones, transcribir un acento alemán grueso y grave todavía está más allá de sus capacidades). Pero Kissinger cree que la ia se convertirá en un factor clave en la seguridad dentro de cinco años. Compara su potencial disruptivo con la invención de la imprenta, que difundió ideas que contribuyeron a causar las devastadoras guerras de los siglos XVI y XVII.

“No hay limitaciones. Cada adversario es 100% vulnerable… [Vivimos] en un mundo de destructividad sin precedentes”

“[Vivimos] en un mundo de destrucción sin precedentes”, advierte Kissinger. A pesar de la doctrina de que un humano debe estar al tanto, se pueden crear armas automáticas e imparables. “Si miras la historia militar, puedes decir que nunca ha sido posible destruir a todos tus oponentes, debido a las limitaciones geográficas y de precisión. [Ahora] no hay limitaciones. Cada adversario es 100% vulnerable”.

la ia no puede ser abolida. Por lo tanto, China y Estados Unidos necesitarán aprovechar su poder militarmente hasta cierto punto, como elemento disuasorio. Pero también pueden limitar la amenaza que plantea, de la misma manera que las conversaciones sobre el control de armas limitaron la amenaza de las armas nucleares. “Creo que tenemos que iniciar intercambios sobre el impacto de la tecnología entre nosotros”, dice. “Tenemos que dar pequeños pasos hacia el control de armas, en el que cada lado presente al otro material controlable sobre capacidades”. De hecho, él cree que las negociaciones en sí mismas podrían ayudar a generar confianza mutua y la confianza que permite a las superpotencias practicar la moderación. El secreto son líderes lo suficientemente fuertes y sabios para entender que la iano debe llevarse al límite. “Y si luego confías completamente en lo que puedes lograr a través del poder, es probable que destruyas el mundo”.

El tercer consejo de Kissinger para los aspirantes a líderes es “vincular todo esto a sus objetivos nacionales, sean cuales sean”. Para Estados Unidos, eso implica aprender a ser más pragmático, centrándose en las cualidades de liderazgo y, sobre todo, renovar la cultura política del país.

El modelo de pensamiento pragmático de Kissinger es India. Recuerda una función en la que un ex alto administrador indio explicó que la política exterior debe basarse en alianzas no permanentes orientadas a los problemas, en lugar de atar a un país en grandes estructuras multilaterales.

Tal enfoque transaccional no será algo natural en Estados Unidos. El tema que recorre la épica historia de las relaciones internacionales de Kissinger, “Diplomacia”, es que Estados Unidos insiste en describir todas sus principales intervenciones en el extranjero como expresiones de su destino manifiesto de rehacer el mundo a su propia imagen como un país libre, democrático y capitalista. sociedad.

El problema para Kissinger es el corolario, que es que los principios morales superan con demasiada frecuencia los intereses, incluso cuando no producirán el cambio deseable. Reconoce que los derechos humanos importan, pero no está de acuerdo con ponerlos en el centro de su política. La diferencia está entre imponerlas o decir que afectará las relaciones, pero la decisión es de ellos.

“Intentamos [imponerlos] en Sudán”, señala. “Mira a Sudán ahora”. De hecho, la insistencia instintiva en hacer lo correcto puede convertirse en una excusa para no pensar en las consecuencias de la política, dice. Las personas que quieren usar el poder para cambiar el mundo, argumenta Kissinger, a menudo son idealistas, aunque los realistas suelen ser vistos como dispuestos a usar la fuerza.

India es un contrapeso esencial al creciente poder de China. Sin embargo, también tiene un historial cada vez peor de intolerancia religiosa, parcialidad judicial y una prensa amordazada. Una implicación, aunque Kissinger no hizo ningún comentario directo, es que, por lo tanto, India será una prueba de si Estados Unidos puede ser pragmático. Japón será otro. Las relaciones serán tensas si, como predice Kissinger, Japón toma medidas para asegurar las armas nucleares dentro de cinco años. Con un ojo en las maniobras diplomáticas que más o menos mantuvieron la paz en el siglo XIX, mira a Gran Bretaña y Francia para ayudar a Estados Unidos a pensar estratégicamente sobre el equilibrio de poder en Asia.

Se buscan rellenos de zapatos grandes

El liderazgo también importará. Kissinger ha sido durante mucho tiempo un creyente en el poder de los individuos.

Franklin D. Roosevelt fue lo suficientemente previsor como para preparar a una América aislacionista para lo que vio como una guerra inevitable contra las potencias del Eje.

Charles de Gaulle le dio a Francia una creencia en el futuro.

John F. Kennedy inspiró a una generación.

Otto von Bismarck diseñó la unificación alemana y gobernó con destreza y moderación, solo para que su país sucumbiera a la fiebre de la guerra después de que él fuera derrocado.

Kissinger reconoce que las noticias las 24 horas y las redes sociales dificultan su estilo de diplomacia. “No creo que un presidente hoy pueda enviar un enviado con los poderes que yo tenía”, dice. Pero argumenta que angustiarse sobre si es posible un camino a seguir sería un error. “Si miras a los líderes a quienes he respetado, no hicieron esa pregunta. Preguntaron: ‘¿Es necesario?’”.

Recuerda el ejemplo de Winston Lord, miembro de su personal en la administración de Nixon. “Cuando intervinimos en Camboya, él quería renunciar. Y le dije: ‘Puedes renunciar y marchar por este lugar con una pancarta. O puede ayudarnos a resolver la guerra de Vietnam. Y decidió quedarse… Lo que necesitamos [es] personas que tomen esa decisión, que vivan en este momento y quieran hacer algo al respecto, además de sentir lástima por sí mismos”.

El liderazgo refleja la cultura política de un país. A Kissinger, como a muchos republicanos, le preocupa que la educación estadounidense se detenga en los momentos más oscuros de Estados Unidos. “Para tener una visión estratégica necesitas fe en tu país”, dice. La percepción compartida del valor de Estados Unidos se ha perdido.

También se queja de que los medios carecen de sentido de la proporción y el juicio. Cuando estaba en el cargo, la prensa era hostil, pero todavía dialogaba con ellos. “Me volvieron loco”, dice. “Pero eso era parte del juego… no fueron injustos”. Hoy, en cambio, dice que los medios no tienen ningún incentivo para ser reflexivos. “Mi tema es la necesidad de equilibrio y moderación. Institucionalizar eso. Ese es el objetivo”.

Sin embargo, lo peor de todo es la política misma. Cuando Kissinger vino a Washington, los políticos de los dos partidos solían cenar juntos. Estaba en términos amistosos con George McGovern, un candidato presidencial demócrata. Para un asesor de seguridad nacional del otro lado, eso sería poco probable hoy, cree. Gerald Ford, quien asumió el cargo después de la renuncia de Nixon, era el tipo de persona cuyos oponentes podían confiar en que actuaría decentemente. Hoy en día, cualquier medio se considera aceptable.

“Creo que Trump y ahora Biden han llevado [la animosidad] al límite”, dice Kissinger. Teme que una situación como Watergate pueda conducir a la violencia y que Estados Unidos carezca de liderazgo. “No creo que Biden pueda proporcionar la inspiración y… espero que los republicanos puedan encontrar a alguien mejor”, dice. “No es un gran momento de la historia”, lamenta, “pero la alternativa es la abdicación total”.

Estados Unidos necesita desesperadamente un pensamiento estratégico a largo plazo, cree. “Ese es nuestro gran desafío que debemos resolver. Si no lo hacemos, las predicciones de fracaso serán ciertas”.

Si el tiempo es corto y falta liderazgo, ¿dónde deja eso las perspectivas de que China y Estados Unidos encuentren una manera de vivir juntos en paz?

“Todos tenemos que admitir que estamos en un mundo nuevo”, dice Kissinger, “porque cualquier cosa que hagamos puede salir mal. Y no hay curso garantizado”. Aun así profesa sentir esperanza. “Mira, mi vida ha sido difícil, pero da lugar al optimismo. Y la dificultad, también es un desafío. No siempre debería ser un obstáculo”.

Destaca que la humanidad ha dado pasos agigantados. Es cierto que ese progreso a menudo ha ocurrido después de un conflicto terrible, después de la Guerra de los Treinta Años, las guerras napoleónicas y la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, pero la rivalidad entre China y Estados Unidos podría ser diferente. La historia sugiere que, cuando dos potencias de este tipo se encuentran, el resultado normal es un conflicto militar. “Pero esta no es una circunstancia normal”, argumenta Kissinger, “debido a la destrucción mutua asegurada y la inteligencia artificial”.

“Creo que es posible que puedas crear un orden mundial sobre la base de reglas a las que podrían unirse Europa, China e India, y eso ya es una buena parte de la humanidad. Entonces, si observa la practicidad de esto, puede terminar bien, o al menos puede terminar sin una catástrofe y podemos progresar”.

Esa es la tarea de los líderes de las superpotencias de hoy. “Immanuel Kant dijo que la paz ocurriría a través de la comprensión humana o algún desastre”, explica Kissinger. “Pensó que se produciría por la razón, pero no podía garantizarlo. Eso es más o menos lo que pienso”.

Por lo tanto, los líderes mundiales tienen una gran responsabilidad. Requieren realismo para hacer frente a los peligros que se avecinan, visión para ver que la solución pasa por lograr un equilibrio entre las fuerzas de sus países y moderación para abstenerse de utilizar al máximo sus poderes ofensivos. “Es un desafío sin precedentes y una gran oportunidad”, dice Kissinger.

El futuro de la humanidad depende de hacerlo bien. Bien entrada la cuarta hora de la conversación del día, y solo unas semanas antes de las celebraciones de su cumpleaños, Kissinger agrega con un guiño característico: “No estaré presente para verlo de ninguna manera”. Lampadia




¿Luchar contra China o buscar la paz?

Después de lo de Hong Kong, ¿es posible confiar en un acuerdo con China?

Por: Yingtai Lung
El Comercio, 19 de Abril del 2023

“El miedo al conflicto con China está minando la tolerancia, el civismo y nuestra confianza en la sociedad democrática que hemos construido con tanto esfuerzo”.

Un amigo en Taipéi, la capital de Taiwán, escribió recientemente un apasionado post en Facebook en el que instaba a los jóvenes taiwaneses a prepararse para la guerra con China. La única manera de responder a las amenazas chinas de apoderarse de la isla era, según él, con la fuerza; cualquier otra cosa era un engaño. A pesar de sus 60 años, prometió tomar las armas si era necesario.

Este se ha convertido en un sentimiento preocupantemente común en Taiwán. Le envié un mensaje privado para decirle que la fuerza debería ser solo una parte de la estrategia de Taiwán, que nuestros políticos y otras figuras públicas deberían mostrar verdadero coraje tendiendo la mano a China para desescalar el conflicto de alguna manera. “No capitules”, me respondió. Ese intercambio, que enfrenta a dos amigos, es emblemático del daño que China ya está infligiendo en Taiwán sin que se haya disparado un solo tiro.

Acusar a alguien de ser un traidor o, por el contrario, de avivar la tensión por ser peligrosamente antichino se ha convertido en la norma. El miedo al conflicto con China está minando la tolerancia, el civismo y nuestra confianza en la sociedad democrática que hemos construido con tanto esfuerzo. Esta división y desconfianza juegan a favor de China.

Durante un almuerzo en el que participaron militares y estrategas, un ex alto cargo de Defensa retirado afirmó que China podría simplemente bloquear Taiwán, que solo dispone de gas natural para ocho días, cortar los cables submarinos de telecomunicaciones o estrangularnos económicamente cortando el comercio. Alrededor del 40% de las exportaciones de Taiwán van hacia China o Hong Kong. China, dijo, podría tomar la isla sin recurrir a la acción militar.

Nada de esto es completamente nuevo para Taiwán. Llevamos más de 70 años viviendo a la sombra de China, lo que nos ha moldeado. Aunque éramos isleños, muchos en mi generación nunca aprendimos a nadar, porque de niños nos daba miedo la playa. Los soldados las patrullaban a menudo, portando fusiles con bayonetas relucientes, y las islas cercanas a la costa china estaban fuertemente minadas. Se nos advertía que los hombres rana comunistas podían nadar hasta la orilla con la cara pintada de camuflaje y cuchillos entre los dientes.

Estamos orgullosos de la vibrante democracia y el éxito económico que hemos construido a pesar de estas condiciones. Hemos demostrado que la democracia puede funcionar en la cultura china. Esta mezcla de ansiedad, orgullo y perseverancia es la esencia del carácter de Taiwán y algo que a menudo pasa por alto un mundo que tiende a vernos como un peón en la rivalidad de China con Estados Unidos. También somos de carne y hueso.

Nuestro carácter quizá se ejemplifique mejor lejos del ruido político de Taipéi, en las zonas rurales agrícolas y las aldeas pesqueras, donde la gente es propensa a reírse, a regalar generosamente sus productos y a invitar espontáneamente a cenar. Incluso aquí las opiniones sobre China difieren, pero hay un denominador común de realismo que, espero por el bien de todos, prevalezca a largo plazo. No es que la gente común crea que resistirse a China es inútil, sino que Taiwán siempre estará dentro de la inmensa atracción gravitatoria de China y que el pragmatismo, incluso un acuerdo con China, podría ser preferible a la guerra.

Taiwán celebrará unas elecciones presidenciales cruciales en enero, y la cuestión de enfrentar a China o buscar una conciliación tendrá importantes implicancias en los próximos meses. Si gana el Kuomintang, la tensión con China podría disminuir; si el Partido Democrático Progresivo conserva el poder, quién sabe.

Uno de mis vecinos dice que, de todos modos, no importará, pues Estados Unidos y China deciden nuestro destino.

–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times




Los objetivos de Lula en China

Eduardo Ponce Vivanco
Ex Vicecanciller y ex Embajador en Brasil
Para Lampadia

La ambiciosa visita de Estado del presidente Lula a China, cuidadosamente calculada para que coincida con la visita del Canciller de Rusia a Brasilia (que se extendió a Cuba, Venezuela y Nicaragua) inauguran una estrategia geopolítica y económica brasileña de alcances que trascienden largamente los ámbitos bilaterales por el impacto regional y global que seguramente tendrá, con especial incidencia en Sudamérica y América Latina en su conjunto.

Con calculada – y casi irónica – prudencia, Lula se tomó el trabajo de visitar la Casa Blanca en los primeros días de su gobierno (quiso dejar constancia fotográfica del intercambio de sonrisas cordiales con Biden) para desplegar después su verdadera estrategia: apostar por la gran China del imperturbable Xi Jinping.

Más allá del intercambio comercial y las inversiones chinas en Brasil, el equipaje de Lula incluía gratas sorpresas para sus anfitriones, especialmente concentradas en la instrumentación de los casi olvidados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) reforzada con un banco propio para ellos y una CEO de confianza total para él: Dilma Rousseff, su sucesora en la presidencia brasileña y afiliada al mismo Partido de los Trabajadores (PT).

En esta panoplia de iniciativas, llamaba la atención una idea destinada a Putin, el agresor de Ucrania: un llamado fervoroso al Presidente Zelenski para que consienta en la usurpación territorial de Crimea en favor de Rusia como muestra de su disposición a cerrar un acuerdo que termine con la guerra; un acuerdo de paz a ser copropiciado por la China de Xi Jing Pin, a quien hizo otra propuesta atractiva: que las transacciones comerciales sino-brasileñas se hagan  con las monedas de ambos países para poner en evidencia que el dólar norteamericano puede ser erradicado como medio de pago en el comercio internacional.

Como si la comunidad internacional ignorara la invasión rusa, y sus ataques y bombardeos a pueblos y ciudades ucranianas, Lula pretendió que la guerra fue generada también por el gobierno de Kiev que, por tanto, sería corresponsable de ponerle fin negociando un acuerdo de paz.

Esa es la visión que inspira las propuestas que expuso ante un Xi Jing Ping probablemente asombrado de la interesada ingenuidad de su colega brasileño, empeñado en comprometerlo a propiciar una cruzada internacional que cambie de raíz los parámetros de una realidad que todos conocemos, por más que nos disguste o nos indigne.

Lula aprovechó su periplo internacional para mencionar UNASUR con el claro propósito de resucitar ese olvidado y deshabitado organismo, sin recordar  que sus últimos Presidentes Pro Témpore (por lo menos en el papel) fueron Bolsonaro y Evo Morales. El Perú debe poner atención a esas travesuras de futuro incierto y peligroso, exigiendo que se respeten las lecciones aprendidas de esa desventurada experiencia regional.

Nuestra relación económica y política con China es pragmática y sólida. Es el primer destino de nuestras exportaciones seguido por los EEUU y la Unión Europea. Sus inversiones en el Perú son crecientes y tan importantes como la minera Las Bambas y el mega puerto que se construye en Chancay, que servirá también a muchos vecinos sudamericanos. La logística y el comercio no deben cruzarse con ideologías lesivas al interés nacional. Lampadia




Por qué la contienda entre China y Estados Unidos está entrando en una fase nueva y más peligrosa

Funcionarios chinos se enfurecen por lo que ven como acoso estadounidense

The Economist
30 de marzo de 2023
Traducido y glosado por Lampadia

Es posible que se esperara que cuando China reabrió y se reanudó el contacto cara a cara entre políticos, diplomáticos y empresarios, las tensiones chino-estadounidenses se aliviarían en una ráfaga de cenas, cumbres y charlas triviales. Pero la atmósfera en Beijing ahora mismo revela que la relación más importante del mundo se ha vuelto más amarga y hostil que nunca.

En los pasillos del gobierno, los funcionarios del Partido Comunista denuncian lo que ven como la intimidación de Estados Unidos. Dicen que tiene la intención de golpear a China hasta la muerte. Los diplomáticos occidentales describen una atmósfera mezclada con intimidación y paranoia. En la Casa de Huéspedes del Estado de Diaoyutai, los ejecutivos multinacionales que asistieron al Foro de Desarrollo de China se preocuparon por lo que significaría una disociación más profunda para sus negocios. Lo único en lo que ambas partes están de acuerdo es que el mejor de los casos son décadas de distanciamiento, y que lo peor, una guerra, es cada vez más probable.

Cada lado está siguiendo su propia lógica inexorable. Estados Unidos ha adoptado una política de contención, aunque se niega a utilizar ese término. 

Ve una China autoritaria que ha pasado del gobierno de un solo partido a un gobierno de un solo hombre. Es probable que el presidente Xi Jinping esté en el poder durante años y sea hostil con Occidente, que cree que está en declive. En casa sigue una política de represión que desafía los valores liberales. Ha incumplido sus promesas de mostrar moderación al proyectar poder hacia el exterior, desde Hong Kong hasta el Himalaya. Su reunión con Vladimir Putin este mes confirmó que su objetivo es construir un orden mundial alternativo que sea más amigable con los autócratas.

Frente a esto, es comprensible que Estados Unidos esté acelerando su contención militar de China en Asia, rejuveneciendo viejas alianzas y creando otras nuevas, como el pacto AUKUS con Australia y Gran Bretaña. En el comercio y la tecnología, Estados Unidos está promulgando un embargo estricto y cada vez mayor sobre los semiconductores y otros bienes. El objetivo es frenar la innovación china para que Occidente pueda mantener su supremacía tecnológica: ¿por qué Estados Unidos debería permitir que sus inventos se utilicen para hacer que un régimen hostil sea más peligroso?

Para los líderes de China, esto equivale a un esquema para paralizarlo. América, a sus ojos, piensa que es excepcional. Nunca aceptará que ningún país pueda ser tan poderoso como él mismo, sin importar si es comunista o democrático. Estados Unidos tolerará a China solo si es sumisa, un “gato gordo, no un tigre”. Las alianzas militares asiáticas de Estados Unidos significan que China siente que está siendo rodeada dentro de su propia esfera natural de influencia. Las líneas rojas acordadas en la década de 1970, cuando los dos países restablecieron relaciones, como las de Taiwán, están siendo pisoteadas por políticos estadounidenses ignorantes e imprudentes. Los gobernantes de China creen que es prudente aumentar el gasto militar.

En el comercio, ven la contención estadounidense como injusta. ¿Por qué un país cuyo pib per cápita es un 83% más bajo que el de Estados Unidos debería verse privado de tecnologías vitales? Funcionarios y empresarios quedaron horrorizados por el espectáculo de TikTok, la subsidiaria de una empresa china, siendo asada en una audiencia del Congreso estadounidense este mes. Aunque algunos liberales chinos sueñan con emigrar, incluso los tecnócratas educados en el mundo occidental ahora condenan lealmente las demostraciones de riqueza, promueven la autosuficiencia y explican por qué la globalización debe estar al servicio de las prioridades políticas de Xi.

Dadas dos visiones del mundo tan arraigadas y contradictorias, es ingenuo pensar que más diplomacia por sí sola puede garantizar la paz.

Una reunión en Bali entre el presidente Joe Biden y Xi en noviembre alivió las tensiones, pero pronto se reafirmó la lógica más profunda de la confrontación.

La crisis de los globos espía (los funcionarios chinos se burlan de Estados Unidos por derribar lo que llaman un “globo travieso” perdido) mostró cómo ambos líderes deben parecer duros en casa.

Estados Unidos quiere que China adopte barandillas para controlar la rivalidad, incluidas líneas directas y protocolos sobre armas nucleares, pero China se ve a sí misma como la parte más débil: ¿por qué atarse a las reglas establecidas por su matón?

Nada sugiere que las hostilidades disminuirán. Las elecciones de Estados Unidos en 2024 mostrarán que atacar a China es un deporte bipartidista.

Frente a tal oponente, Estados Unidos y otras sociedades abiertas deben adherirse a tres principios. 

El primero es limitar el desacoplamiento económico, que según el FMI podría costar entre un manejable 0.2% del PIB mundial y un alarmante 7%. El comercio en sectores no sensibles también ayuda a mantener el contacto rutinario entre miles de empresas, reduciendo así la brecha geopolítica. Los embargos deben reservarse para sectores o áreas sensibles en los que China tiene un control absoluto porque es un proveedor monopólico: estos representan una minoría del comercio chino-estadounidense. Siempre que sea posible, las empresas que se encuentran a ambos lados de la guerra fría, como TikTok, acusada de difundir información errónea china, deben ser protegidas, vendidas o escindidas, no obligadas a cerrar.

El segundo principio es reducir las posibilidades de guerra. Ambas partes están atrapadas en un “dilema de seguridad” en el que es racional reforzar su posición, aunque eso haga que la otra parte se sienta amenazada. Occidente tiene razón al buscar la disuasión militar para hacer frente a una creciente amenaza china: la alternativa es el colapso del orden liderado por Estados Unidos en Asia. Pero buscar el dominio militar en torno a los puntos críticos, en particular Taiwán, podría provocar accidentes o enfrentamientos que se salgan de control. Estados Unidos debería intentar disuadir un ataque chino a Taiwán sin provocarlo. Esto requerirá sabiduría y moderación de una generación de políticos en Washington y Beijing que, a diferencia de los líderes de Estados Unidos y la Unión Soviética en la década de 1950, no tienen experiencia personal de los horrores de una guerra mundial.

El último principio es que Estados Unidos y sus aliados deben resistir la tentación de recurrir a tácticas que los hagan más parecidos a su oponente autocrático. En esta rivalidad, las sociedades liberales y las economías libres tienen grandes ventajas: es más probable que creen innovaciones y riqueza y que gocen de legitimidad dentro y fuera del país. Si Estados Unidos se apega a sus valores de apertura, igualdad de trato para todos y estado de derecho, le resultará más fácil mantener la lealtad de sus aliados.

Estados Unidos debe tener claro que su disputa no es con el pueblo chino, sino con el gobierno de China y la amenaza a la paz y los derechos humanos que representa. La competencia definitoria del siglo XXI no se trata solo de armas y chips, también es una lucha por los valores. Lampadia




El mundo según Xi

Importante lectura que muestra la evolución de China hacia su visión legendaria: “Estar a cargo de todo entre el cielo y la tierra”. Recomendamos su lectura.

Incluso si la diplomacia transaccional de China trae algunas ganancias, contiene peligros reales

The Economist
23 de marzo de 2023

Un hombre menor que Xi Jinping podría haberlo encontrado incómodo. Al reunirse con Vladimir Putin en Moscú esta semana, el líder de China habló de “coexistencia pacífica y cooperación de ganar-ganar”, mientras cenaba con alguien que enfrenta una orden de arresto internacional por crímenes de guerra. Pero a Xi no le preocupan las inconsistencias triviales. Él cree en el declive inexorable del orden mundial liderado por Estados Unidos, con su declarada preocupación por las reglas y los derechos humanos. Su objetivo es convertirlo en un sistema más transaccional de acuerdos entre grandes potencias. No subestime los peligros de esta visión, ni su atractivo en todo el mundo.

En Ucrania, China ha jugado una mano torpe sin piedad y bien. Sus objetivos son sutiles: asegurar que Rusia esté subordinada pero no tan débil como para que el régimen de Putin implosione; para pulir sus propias credenciales como pacificador a los ojos del mundo emergente; y, con la vista puesta en Taiwán, socavar la legitimidad percibida de las sanciones occidentales y el apoyo militar como herramienta de política exterior. Xi ha propuesto cínicamente un “plan de paz” para Ucrania que recompensaría la agresión rusa y que sabe que Ucrania no aceptará. Llama a “respetar la soberanía de todos los países”, pero olvida mencionar que Rusia ocupa más de una sexta parte de su vecino.

Este es solo un ejemplo del nuevo enfoque de política exterior de China, a medida que el país emerge del aislamiento cero-covid para enfrentar un Occidente más unificado. El 10 de marzo, China negoció una distensión entre dos acérrimos rivales, Irán y Arabia Saudita, una primera intervención en el Medio Oriente, que destacó la influencia reducida de Occidente allí 20 años después de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos. El 15 de marzo, Xi dio a conocer la “Iniciativa de Civilización Global”, que argumenta que los países deben “abstenerse de imponer sus propios valores o modelos a los demás y de avivar la confrontación ideológica”.

El enfoque de China no es improvisado, sino sistemático e ideológico. Deng Xiaoping instó a China a “ocultar sus capacidades, esperar su momento”. Pero Xi quiere remodelar el orden mundial posterior a 1945. Los nuevos eslóganes de China buscan tomar prestado y subvertir el lenguaje normativo del siglo XX para que el “multilateralismo” se convierta en el código de un mundo que se deshace de los valores universales y se rige por el equilibrio de los intereses de las grandes potencias. La “Iniciativa de Seguridad Global” se trata de oponerse a los esfuerzos para contener la amenaza militar de China; la “Iniciativa de Desarrollo Global” promueve el modelo de crecimiento económico de China, que trata con estados autocráticos sin imponer condiciones. “Global Civilization” argumenta que la defensa occidental de los derechos humanos universales, en Xinjiang y en otros lugares, es un nuevo tipo de colonialismo.

Esta cosmovisión transaccional tiene más apoyo fuera de Occidente de lo que piensas. A finales de este mes en Beijing, Xi se reunirá con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, un defensor de un mundo multipolar, que quiere que China ayude a negociar la paz en Ucrania. Para muchos, la invasión de Irak en 2003 expuso el doble rasero de Occidente sobre el derecho internacional y los derechos humanos, un punto que los medios estatales de China están insistiendo. Después de los años de Trump, el presidente Joe Biden ha vuelto a comprometerse con el mundo, pero el giro hacia Asia implica la reducción de personal en otros lugares, incluso en Medio Oriente y Afganistán.

Occidente ha mostrado resolución sobre Ucrania, pero muchos países son ambivalentes acerca de la guerra y se preguntan cómo terminará. Al menos 100 países, que representan el 40 % del PIB mundial, no aplican sanciones en su totalidad. Se duda del poder de permanencia estadounidense. Ni Donald Trump ni Ron DeSantis, su rival republicano, ven a Ucrania como un interés estadounidense central. Todo esto crea espacio para nuevos actores, desde Turquía hasta los Emiratos Árabes Unidos y, sobre todo, China. Su mensaje, que la democracia real implica desarrollo económico, pero no depende de la libertad política, atrae en gran medida a las élites de los países no democráticos.

Es importante evaluar qué puede lograr esta multipolaridad mercenaria. Irán y Arabia Saudita han sido feroces enemigos desde la revolución iraní en 1979. China es el mayor mercado de exportación para ambos, por lo que tiene influencia y un incentivo para prevenir la guerra en el Golfo, que también es su mayor fuente de petróleo. El acuerdo que ha ayudado a negociar puede desescalar una guerra de poder en Yemen que ha matado a unas 300,000 personas. O tomemos el cambio climático. El apoyo mercantilista chino a su industria de baterías es un catalizador para una ola de inversión transfronteriza que ayudará a reducir las emisiones de carbono.

Sin embargo, el objetivo real de la política exterior de Xi es hacer que el mundo sea más seguro para el Partido Comunista Chino. Con el tiempo, sus defectos serán difíciles de ocultar. Una red de relaciones bilaterales convenientes crea contradicciones. China ha respaldado a Irán, pero optó por ignorar su escalada nuclear en curso, que amenaza a los otros clientes de China en la región. En Ucrania cualquier paz duradera requiere el consentimiento de los ucranianos. También debería implicar la rendición de cuentas por crímenes de guerra y garantías contra otro ataque. China se opone a los tres: no cree en la democracia, los derechos humanos ni en la restricción de las grandes potencias, ya sea en Ucrania o Taiwán. Los países que enfrentan una amenaza de seguridad directa de China, como India y Japón, se volverán aún más cautelosos (ver la sección de Asia). De hecho, siempre que un país se enfrente a un vecino poderoso y agresivo,

Debido a que China casi siempre respalda a las élites gobernantes, por ineptas o crueles que sean, su enfoque puede eventualmente indignar a la gente común en todo el mundo. Hasta ese momento, las sociedades abiertas enfrentarán una lucha por visiones en competencia. Una tarea es evitar que Ucrania sea empujada a un acuerdo de paz falso y que los países occidentales profundicen sus alianzas defensivas, incluida la OTAN. El objetivo a largo plazo es refutar la acusación de que las reglas globales solo sirven a los intereses occidentales y exponer la pobreza de la cosmovisión que China y Rusia están promoviendo.

La gran intuición de Estados Unidos en 1945 fue que podía hacerse más seguro si se unía a alianzas duraderas y reglas comunes. Esa visión idealista se ha visto empañada por décadas de contacto con la realidad, incluso en Irak. Pero la cumbre de Moscú revela una alternativa peor: una superpotencia que busca influencia sin conquistar afecto, poder sin confianza y una visión global sin derechos humanos universales. Aquellos que creen que esto hará del mundo un lugar mejor deberían pensarlo de nuevo. Lampadia




Xi en Moscú

Alejandro Deustua
22 de marzo de 2023
Para Lampadia

El cambio del balance del poder mundial suele ser más visible que el cambio sistémico. Si aquél brilla hoy en Moscú con menor luz que la esperada durante la visita del presidente chino, éste no es menos relevante bajo las circunstancias.

La “amistad sin límites” sino-rusa acaba de fortalecerse en la vitrina global cuando la perspectiva occidental es unánime en establecer que Rusia no está ganando la guerra en Ucrania y que está aislada, el compromiso norteamericano y europeo de aprovisionamiento bélico a Ucrania se incrementa (no sin reparos) y la imputación de Putin por la Corte Penal Internacional resta a éste legitimidad entre los Estados que forman parte de esa entidad.

En ese marco, el presidente Xi ha mostrado en Moscú que planificar la guerra y el futuro de Europa del Este y de Eurasia sobre la base del aislamiento ruso puede ser un error estratégico. Al fin de cuentas, China no sólo ha confirmado su respaldo a Rusia, sino que lo ha hecho también para lograr cooperación frente a los “actos de hegemonía dañina, dominación y prepotencia” contra China, apresurar la emergencia de un orden multipolar (cuyo proceso está en marcha) e impulsar un multilateralismo más democrático. La visita de Xi a Putin se ha realizado con una visión del mundo de largo plazo y de su propia situación en conflicto con la norteamericana y europea en medio de una guerra.

Aunque de la reunión sino-rusa no ha surgido una alianza en forma (China no desea una alianza manifiestamente antioccidental), el encuentro puede haber marcado el punto de inflexión de una nueva relación “Este-Oeste” (según el argot periodístico) y de la confrontación eslava.

La relación “Este-Oeste” es, en este caso, más bien metafórica porque en el “Este” hay poco alineamiento y mucha fricción. Ello se debe a la resistencia de India, Japón, Corea del Sur y los países del Sudeste Asiático al “avance” chino en términos de consolidación territorial (p.e. Taiwán), a la expansión marítima (los conflictos del mar del sur de la China), a la pretensión hegemónica china y la ampliación de su área de influencia (el programa de la “nueva” ruta de la seda que, en su versión extendida, incluye a países como el Perú).  

A ello se suman coaliciones temerosas de la expansión china. Al AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos) en el Pacífico se agrega el QUAD (India, Japón, Estados Unidos y Australia) en el Indopacífico (ésta última dinamizada hoy por aproximaciones entre Japón e India). De intensificarse la confrontación en esas áreas, los mecanismos de integración y cooperación económica en la cuenca del Pacífico, de los que el Perú forma parte, (APEC, TPP 11) pueden quedar afectados.

En relación al “plan de paz” presentado por China en febrero pasado como marco de solución para el conflicto en Ucrania, éste no ha logrado aceptación en Occidente, aunque el presidente Zelensky sí ha deseado discutirlo con Xi bajo sus propias condiciones.  Al respecto debe decirse que China no presentó ese documento como el esbozo de un acuerdo sino como su posición para el término de la guerra. En cualquier caso, éste parece tener algún silencioso respaldo de un conjunto de países que no intervienen en el enfrentamiento pero que han condenado, en la ONU, la invasión rusa.

Si ese planteamiento lograra activarse con las adiciones que se requieran, el rol de China podría evolucionar desde el de un socio estratégico ruso que no ha condenado la invasión al de un semi-mediador. Dado su status de potencia, ese rol no se limitaría a aproximar a las partes, sino que podría estimular los términos del acuerdo por vías que, dada la asimetría con el socio, podría incluir el apremio a la propia Rusia.

Pero para que ello ocurra no basta romper el silencio con que se trata la materia. Cuatro condiciones esenciales deberían satisfacerse.

Primero, el retiro ruso del territorio conquistado (ello es improbable, aunque las condiciones del “retiro” deberían poder discutirse).

Segundo, el respeto a los intereses de seguridad rusos que implican no limitar con un Estado históricamente vinculado que recibe extraordinario respaldo de la OTAN y de la Unión Europea (muy difícil a la luz de las realidades de Finlandia y los países bálticos que ya limitan con Rusia con esos respaldos).

Tercero, la neutralización de, por lo menos, parte del territorio rusófilo (probable si las potencias occidentales recuerdan que las zonas de influencia y los “buffer” siguen siendo parte de la realidad internacional).

Y cuarto, que los beligerantes (que dinamizarán su agresividad en esta primavera), tengan alguna certeza de que no lograrán sus objetivos sólo por la vía militar o que el logro de algunos de ellos costará menos por la vía de la negociación (ese momentum no existe aún).

Si China encuentra ese momentum, su rol como potencia incrementaría su influencia en Europa. Sin embargo, la rivalidad sistémica impedirá que ello ocurra en tanto Estados Unidos considera, con razón, que la potencia asiática como el adversario principal.

De otro lado, es probable el apoyo implícito de potencias menores a una solución próxima de un conflicto que impacta negativamente la economía global y la seguridad energética y alimentaria de esos países. Pero ese apoyo tendría el costo de la consolidación de la presencia china bajo condiciones que centralizan en esa potencia los mercados de exportaciones primarias y el origen de buena parte de la inversión llevando consigo el impulso a un alineamiento no deseado. Nuestras economías conocen las consecuencias del predominio económico de grandes potencias si éste carece de alternativas que hoy parecen menos dinámicas.

Por lo demás, durante la visita de Xi a Moscú se han consolidado vínculos que permitirán a Rusia completar la reorientación de su comercio exterior (Rusia reemplazará a Arabia Saudita como primer proveedor de petróleo a China y se construirá un nuevo gasoducto confirmatorio de la nueva relación), incrementar la producción industrial en Siberia y mejorar el acceso financiero y el aprovisionamiento militar a cambio de tecnología, seguridad energética y de otras facilidades de infraestructura.

Esta innovación en marcha ya ha alterado la geopolítica de la zona. Y el balance de poder global ha cambiado, no necesariamente para mejor. Lampadia




China advierte a EEUU del riesgo de conflicto

Por: Ministro de RR.EE. de China
Perú21, 9 de Marzo del 2023

Desde Pekín exigen a EE.UU poner freno inmediatamente a su “mala vía” contra ellos.

Pekín (AFP). China acusó este martes a Estados Unidos de atizar las tensiones entre ambas potencias y advirtió del riesgo de un “conflicto” y de una “confrontación”.

Los contenciosos entre Pekín y Washington se multiplicaron estos últimos años sobre cuestiones como Taiwán, la soberanía en el mar de China Meridional, el desequilibrio en la balanza comercial o el trato a la minoría musulmana uigur.

El mes pasado, las relaciones se agriaron nuevamente porque Estados Unidos derribó un globo chino usado presuntamente con fines de espionaje, algo que Pekín niega.

El ministro chino de Relaciones Exteriores, Qin Gang, consideró el martes que “si Estados Unidos continúa emprendiendo la mala vía y no frena, ninguna barandilla podrá impedir el descarrilamiento” de las relaciones. Si eso se produce, “habrá inevitablemente un conflicto y una confrontación”, agregó Qin.

“Esta confrontación es una apuesta temeraria y están en juego los intereses de ambos países e incluso el futuro de la humanidad”, aseguró sobre este deterioro de relaciones bilaterales

“Buscamos la competencia estratégica con China, no buscamos el conflicto, y nada en nuestro planteamiento (…) debería llevar a pensar que queremos el conflicto”, respondió el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby.




China afectará la economía mundial

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

China no es el ‘reino medio’, a cargo de todo entre el cielo y la tierra, como planteaba su milenaria aspiración imperial, pero su tamaño sí importa. Su actual presencia en el mundo es determinante para la suerte de muchos países y actividades económicas.

China “compra una quinta parte del petróleo del mundo, más de la mitad de su cobre refinado, níquel y zinc, y más de las tres quintas partes de su mineral de hierro”.

Durante las últimas décadas, desde la gran transformación económica liderada por Deng Xiaoping, China ha sido una sostenida fuerza propulsora del crecimiento global.

Recientemente, esta fuerza ha amainado producto de la guerra comercial desatada por Trump, el empoderamiento casi imperial de Xi Jinping y su absurda política de Covid-Cero que, por impedir el uso de vacunas occidentales, paralizó al gigante asiático.

El desliz de las vacunas demuestra una gran debilidad de la nueva China con Xi Jinping. Hace evidente que la ideología está ahora encima del desarrollo y el crecimiento económico. Mal ambiente para el resto de la humanidad.

Veamos que dice The Economist:

Cómo la reapertura de China afectará la economía mundial

Una historia de muerte, crecimiento e inflación

The Economist
5 de enero de 2023

Durante la mayor parte de tres años, 1,016 días para ser exactos, China habrá estado cerrada al mundo. La mayoría de los estudiantes extranjeros abandonaron el país al comienzo de la pandemia. Los turistas han dejado de visitar. Los científicos chinos han dejado de asistir a conferencias extranjeras. A los ejecutivos expatriados se les prohibió regresar a sus negocios en China. Así que cuando el país abra sus fronteras el 8 de enero, abandonando los últimos resquicios de su política de “covid cero”, la reanudación del contacto comercial, intelectual y cultural tendrá enormes consecuencias, en su mayoría benignas.

Primero, sin embargo, habrá horror. Dentro de China, el virus está haciendo estragos. Decenas de millones de personas lo contraen todos los días. Los hospitales están saturados. Aunque la política de cero covid salvó muchas vidas cuando se introdujo (a un gran costo para las libertades individuales), el gobierno no se preparó adecuadamente para su relajación al almacenar medicamentos, vacunar a más ancianos y adoptar protocolos sólidos para decidir qué pacientes tratar. donde. Nuestro modelo sugiere que, si el virus se propaga sin control, alrededor de 1.5 millones de chinos morirán en los próximos meses.

No hay mucho que los extraños puedan hacer para ayudar. Por temor a parecer débil, el gobierno chino rechaza incluso las ofertas de vacunas gratuitas y efectivas de Europa. Pero el resto del mundo puede prepararse para los efectos económicos del gran cambio de sentido del Partido Comunista. Estos no serán suaves. La economía de China podría contraerse en el primer trimestre, especialmente si los funcionarios locales cambian de rumbo y sellan las ciudades para mantener bajos los casos. Pero eventualmente la actividad económica se recuperará bruscamente, junto con la demanda china de bienes, servicios y materias primas. El impacto se sentirá en las playas de Tailandia, en empresas como Apple y Tesla, y en los bancos centrales del mundo. La reapertura de China será el mayor evento económico de 2023.

A medida que avance el año y pase lo peor de la ola de covid, muchos de los enfermos volverán al trabajo. Los compradores y viajeros gastarán más libremente. Algunos economistas estiman que el pib en los primeros tres meses de 2024 podría ser una décima más alto que en el problemático primer trimestre de 2023. Un repunte tan fuerte en una economía tan enorme significa que China por sí sola podría impulsar gran parte del crecimiento mundial durante el período.

El partido apuesta por ello. Espera ser juzgado no por la tragedia que su incompetencia está agravando, sino por la recuperación económica que seguirá. En el discurso de fin de año de Xi Jinping, el jefe del partido agradeció a los trabajadores de la pandemia por mantenerse valientemente en sus puestos y, mientras asentía con la cabeza ante los “difíciles desafíos” que se avecinaban, prometió que “la luz de la esperanza está justo frente a nosotros”. Parecía ansioso por mirar más allá de la pandemia, enfatizando las posibilidades de una rápida reactivación económica en 2023 y ofreciendo razones para estar orgullosos de vivir en una China en ascenso bajo el gobierno del partido.

El final del aislamiento autoimpuesto de China será una buena noticia para los lugares que dependían del gasto chino. Los hoteles en Phuket y los centros comerciales en Hong Kong sufrieron cuando los chinos fueron encerrados en sus casas. Ahora, los posibles viajeros acuden en masa a los sitios web de viajes. Las reservas en Trip.com aumentaron un 250 % el 27 de diciembre en comparación con el día anterior. Los economistas están calculando un aumento del pib para Hong Kong de hasta un 8% con el tiempo. Los exportadores de las materias primas que consume China también se beneficiarán. El país compra una quinta parte del petróleo del mundo, más de la mitad de su cobre refinado, níquel y zinc, y más de las tres quintas partes de su mineral de hierro.

Sin embargo, en otros lugares, la recuperación de China tendrá efectos secundarios dolorosos. En gran parte del mundo podría manifestarse no en un mayor crecimiento, sino en una mayor inflación o tasas de interés. Los bancos centrales ya están subiendo las tasas a un ritmo frenético para combatir la inflación. Si la reapertura de China aumenta la presión sobre los precios en un grado incómodo, tendrán que mantener la política monetaria más estricta durante más tiempo. Los países que importan productos básicos, incluida gran parte de Occidente, corren el mayor riesgo de tal interrupción.

Tome el mercado del petróleo. La creciente demanda china debería compensar con creces el vacilante consumo en Europa y Estados Unidos, a medida que sus economías se ralentizan. Según el banco Goldman Sachs, una rápida recuperación en China podría ayudar a impulsar el precio del crudo Brent a $ 100 por barril, un aumento de una cuarta parte en comparación con los precios actuales (aunque aún por debajo de los máximos alcanzados después de que Rusia invadiera Ucrania). El aumento de los costos de la energía será otro obstáculo para controlar la inflación.

Para Europa, la reapertura de China es otra razón para no ser complaciente con el suministro de gas a finales de año. Zero-covid, al suprimir la demanda de gas de China, hizo que a Europa le resultara menos costoso de lo que hubiera sido llenar sus tanques de almacenamiento en 2022. Una fuerte recuperación en China significará una mayor competencia para las importaciones de gas natural licuado. En diciembre, la Agencia Internacional de Energía, un meteorólogo, advirtió sobre un escenario en el que el invierno comienza puntualmente en 2023 y Rusia corta completamente el suministro de gas a Europa. Eso podría resultar en una escasez de hasta el 7% del consumo anual del continente, obligándolo a introducir el racionamiento.

Para la propia China, la normalidad posterior a la pandemia no será un regreso al statu quo anterior. Después de ver al gobierno hacer cumplir el covid cero de manera draconiana y luego descartarlo sin la debida preparación, muchas casas de inversión ahora ven a China como una apuesta más arriesgada. Las empresas extranjeras confían menos en que sus operaciones no se vean interrumpidas. Muchos están dispuestos a pagar costos más altos para fabricar en otros lugares. La inversión entrante en nuevas fábricas parece estar desacelerándose, mientras que la cantidad de empresas que trasladan negocios fuera de China ha aumentado, según algunas versiones.

normal no normal

Mientras los funcionarios chinos luchan por reparar el daño, deberían recordar algo de historia. La gran reapertura anterior de China, después del aislamiento embrutecedor de los años de Mao, condujo a una explosión de prosperidad a medida que bienes, personas, inversiones e ideas cruzaron sus fronteras en ambas direcciones. Tanto China como el mundo se han beneficiado de tales flujos, algo que los políticos de Beijing y Washington rara vez reconocen. Con suerte, la reapertura actual de China finalmente tendrá éxito. Pero algo del estado de ánimo paranoico y xenófobo que avivó el partido durante los años de la pandemia seguramente persistirá. Queda por ver exactamente qué tan abierta será la nueva China. Lampadia




Mi amigo Lao Ji

Jaime Spak
Para Lampadia

La semana pasada falleció en Lima un peruano ilustre, el señor Guillermo Dañino.

En medio de la mediocridad que nos ha invadido con la gente involucrada en el terrible gobierno de Pedro Castillo, no debemos olvidar que existen ciudadanos de gran nivel y que son los que deberían de estar en los principales titulares.

Una de estas ilustres personas de una calidad intelectual y humana excepcionales, nos acaba de dejar a la edad de 93 años.

Hoy le dedico esta columna a mi amigo Lao Ji.

Guillermo era hermano de la congregación de La Salle, fue catedrático universitario, poeta, escritor, filosofo, actor de cine, pero sobre todo un gran sinólogo.

A la edad de 50 años, recibió una invitación de la universidad de Nan Kin en China, para dictar unas conferencias sobre el idioma español.

Su identificación con la cultura china fue inmediata, al punto que permaneció en este país más de 30 años.

En China, fue testigo del cambio que se produjo en el país, pasando de la dirección de Mao en donde toda la población se vestía igual, hasta la apertura de China para convertirse en una potencia mundial.

En China no solo fue catedrático, sino que empezó a editar libros traduciendo la poesía china que tanto le apasionaba.

Llego sin saber una sola palabra del lenguaje y se propuso aprender cada día un símbolo del enorme lenguaje chino, hasta poder hablar correctamente ese idioma.

Una de sus obras cumbres es la enciclopedia de la cultura china, publicada por la corporación de Lenguas extranjeras de aquel país en al año 2013.

Adicionalmente Guillermo participo en no menos de 50 películas filmadas en China, donde interpreto numerosos personajes.

El que más cariño le tenía, era el papel de embajador de USA en China, en una super producción filmada hace muchos años.

En su billetera guardaba la foto con el personaje que caracterizó y con mucho orgullo lo enseñaba a quien lo requería.

Mi esposa que es agente de viajes, y estaba llevando a un numeroso grupo a China, lo convocó hace varios años, para que nos ilustre sobre la cultura china, pues deseaba instruir a los viajeros sobre las costumbres e historia de esta milenaria cultura.

Recuerdo esas charlas amenas y tan profundas que no hacia sino destacar sus notables conocimientos.

Allí nos conocimos y desde allí nació una gran amistad.

En el segundo grupo que mi esposa llevo a China, Guillermo fue nuestro guía.

Fue un viaje, donde durante algunas semanas pudimos convivir con una persona de una calidad humana insuperable.

Muchas veces ceno en casa, o salíamos a comer a la calle para disfrutar de las innumerables anécdotas de su paso por China.

Entre las numerosas obras que ha dejado, está un libro al que título “Y ahora quién soy yo “, en donde se podía ver que había una gran dualidad de cariño sobre su identidad peruana y siendo el jesuita, pudo convivir durante varias décadas en un país donde la religión no era permitida.

Su nombre en chino era Lao Ji, así le gustaba que lo reconozcan, él se consideraba el más chino de todos los peruanos.

Recuerdo una cena que hicimos en la casa para agasajar al embajador de Perú en China, que nos atendió de una manera excepcional cuando estuvimos allí, y nos preguntó si no nos importaba invitar al embajador de China en Perú.

En aquella ocasión compartimos nuestra mesa con estos ilustres invitados que fueron sugeridos por Guillermo.

Al cabo de unas semanas, nos llegó una invitación de la embajada de China, para participar de una comida a la que estábamos invitados mi esposa y yo junto con Guillermo.

Hasta ahora recuerdo el banquete que nos ofrecieron y Guillermo nos dijo muy sutilmente: “cuando te sirvan plato tras plato, mientras dejes tu plato vacío te seguirán sirviendo, algo que aprendimos de las costumbres chinas”.

Guillermo vivía en una casa comunal de la congregación en la avenida Mariátegui de Jesús María y cada vez que acabábamos de comer en casa, personalmente lo llevaba de regreso.

Guillermo cultivo muchas amistades, fue un hombre excepcional y sobre todo como los grandes hombres: humilde.

Mi querido amigo, no podía dejar de escribir unas líneas sobre una persona que merece ser recordada como uno de los peruanos más ilustres.

Zai-jian Lao Ji Lampadia




El poder de una hoja en blanco

Por: Patricia Castro Obando, Doctora en Antropología China
El Comercio, 6 de Diciembre del 2022

“Las manifestaciones apuntaron a recuperar algo que se aprecia más cuando se pierde: la libertad”.

Decía Confucio que “el silencio es el único amigo que jamás te traiciona”. Por entonces, no se había inventado el papel. En la China continental tampoco se conocía el poder de una hoja en blanco que, sin decir nada, lo está diciendo todo. Hasta la semana pasada, cuando los jóvenes de Beijing, Shanghái y otras ciudades chinas denunciaron los excesos de la política ‘Covid Cero Dinámico’ levantando papeles en blanco.

La llamada “revolución A4″ –que remite al tamaño estándar del papel para impresoras– ha conseguido la relajación de algunos controles sanitarios, aunque las autoridades, copiando el mismo formato, permanecieron en silencio sin vincular ambos hechos. La hoja en blanco en contra del ‘Cero Dinámico’ fue censurada en los medios oficiales, pero ha dado mucho de qué hablar dentro y fuera de China.

No es una, sino varias demandas que no caben en un solo papel, la mayoría contra las restricciones y los daños colaterales causados por la severa política sanitaria, algunas otras directamente contra el régimen que ha endurecido su postura con Xi Jinping. Las manifestaciones apuntaron a recuperar algo que se aprecia más cuando se pierde: la libertad.

Al menos 530 millones de personas, casi un 40% de la población, permanecían bajo algún tipo de confinamiento a finales de noviembre por el aumento de casos. Desde que empezó la pandemia, China levantó sus murallas y se aisló para llevar a cabo una estrategia basada en la eliminación del virus dentro de su territorio. Los primeros dos años, la política funcionó en un país encerrado en sí mismo.

Hasta que los linajes de ómicron demostraron ser más veloces que Genghis Khan cuando saltó a caballo la Gran Muralla. El enfoque de puertas cerradas, la vacunación baja o incompleta de ancianos y los recursos médicos insuficientes empujaron a la población, una vez más, a los encierros prolongados, intermitentes, súbitos y muchas veces excesivos, con pruebas masivas como pan de cada día.

En un esfuerzo por adecuar su propia estrategia, el Gobierno Central ya había lanzado una política de 20 puntos para disminuir las restricciones sin abandonar el principio de tolerancia cero. Unas veces porque las medidas no eran claras y otras para evadir la responsabilidad del incremento de contagios. Los funcionarios locales endurecieron los controles hasta que la situación se desbordó.

Los daños colaterales de la política ‘Cero Dinámico’, algunos transformados en tragedias debido a los confinamientos estrictos, han terminado por romper la valla de tolerancia y cooperación de la población, desencadenando protestas. “Vivir así es como vivir conteniendo el aire”, fue uno de los tantos mensajes que naufragaban en las redes sociales chinas.

¿Ha fallado la estrategia sanitaria de China? La política logró la tasa más baja de contagios y mortalidad respecto a la mayoría de los países del mundo hasta el 2021. En mayo, ante los nuevos rebrotes, la Organización Mundial de la Salud advirtió que el enfoque no era sostenible y recomendó transitar a otra estrategia basada en el equilibrio entre las medidas de control y el impacto de estas políticas en la sociedad y la economía.

Desde el 2020, el epidemiólogo Zhang Wenhong está sugiriendo que China eventualmente tendría que coexistir con el virus. También explicó que cualquier estrategia prolongada requiere ser suave y sostenible. Después admitió que China no se estaba preparando para la siguiente etapa. Además, ha insistido en la urgencia de cambiar la percepción sobre la infección entre la población china. “Para controlar el virus, primero debemos eliminar el miedo”, dijo.

Sin importar que Zhang es director del Centro Nacional de Enfermedades Infecciosas y director del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Huashan afiliado a la Universidad de Fudan, en las redes sociales chinas sus detractores lo acusaron de traidor por socavar la estrategia de ‘Covid Cero Dinámico’ en confabulación con fuerzas extranjeras. La discusión se había trasladado del terreno de la ciencia hacia los dominios de la política.

Un estudio de Zhang publicado en junio reveló que menos del 0,1% de 33.816 pacientes de COVID-19 hospitalizados este año durante el brote de Shanghái desarrollaron una enfermedad grave. Todos ellos tenían más de 60 años y presentaban dolencias subyacentes o sistemas inmunológicos debilitados. Tampoco bastó que este reporte fuera publicado por el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades.

Después de las protestas, en Beijing las restricciones se están levantando gradualmente mientras el gobierno municipal ha prometido optimizar las medidas y asegurar su aplicación moderada en la capital blindada de China. Pero la narrativa de “convivir con el virus trae muerte” ha calado tanto en la población que después de pedir libertad han regresado a encerrarse en sus hogares, dejando las calles casi vacías ante la nueva ola de contagios.

El principal problema de la política sanitaria radica en no haber fijado un calendario para la reapertura de China. Con el país cerrado y, por lo tanto, más seguro, las personas de tercera edad no han visto la necesidad de vacunarse. Un programa a largo plazo con inoculación a gran escala, tipos diversificados de inyecciones para los más vulnerables, ampliación de recursos sanitarios y medidas más flexibles habría llenado muchos folios en blanco.




A las empresas multinacionales les resulta difícil dejar ir a China

¿Deberían las empresas desinvertir, desvincularse o duplicarse?

Durante las últimas décadas, China fue el centro de gravedad del crecimiento de las inversiones de empresas multinacionales. Ahora, con el enfrentamiento de EEUU y parte de occidente con China, más la evolución de los fabricantes locales, las empresas occidentales enfrentan el dilema de desinvertir, desacoplarse y duplicar sus operaciones. Algo que está creando costos e incertidumbre.

Ver el informe de The Economist al respecto:

The Economist
24 de noviembre de 2022

Se garantiza que los nuevos trabajos encanecen más rápido que las operaciones de una empresa multinacional en China. Las disputas diplomáticas y los boicots de los consumidores son peligros del trabajo. Una política de cero covid que provoca bloqueos locales intermitentes, como el que comenzó recientemente en la ciudad sureña de Guangzhou, ha interrumpido las cadenas de suministro y ha hecho que el país sea inhóspito para los gerentes extranjeros. Una fuerza laboral conflictiva se suma a los problemas. El 23 de noviembre estalló un motín por los salarios y las condiciones de trabajo en la principal fábrica que fabrica los iPhone de Apple en China. En una encuesta realizada por la Cámara de Comercio Europea en China, el 60% de los miembros informaron que el entorno empresarial se ha vuelto más desafiante.

Una solución para las empresas internacionales es depender menos de China para la fabricación. Algunos han estado diversificando las cadenas de suministro fuera del país. Empresas como Apple y Hasbro, un fabricante de juguetes, han extendido la producción a Vietnam e India, donde los salarios son más bajos y es menos probable que el entorno operativo provoque una migraña. Bangladesh y Malasia se están volviendo más atractivos para los fabricantes de ropa. Pero para muchas multinacionales, China es más que un lugar barato para fabricar cosas, y ahí radica un problema menos tratable.

Los 1.400 millones de habitantes de China, cada vez más prósperos, ahora representan una cuarta parte de las ventas mundiales de ropa, casi un tercio de las joyas y los bolsos, y alrededor de dos quintas partes de los automóviles, además de una parte considerable de los alimentos envasados, productos de belleza, productos farmacéuticos, electrónicos y más (Ver la tabla). Su gigantesca base de fabricación lo convierte en el mercado más grande del mundo para máquinas herramienta y productos químicos, y su industria de la construcción ha sido el mayor comprador de equipos de construcción durante años.

Aunque 2.800 expositores de 145 países se presentaron recientemente para promocionar sus productos en la Exposición Internacional de Importaciones de China en Shanghái, en conjunto, la exposición de los negocios globales a China parece modesta. Para todas las empresas estadounidenses que cotizan en bolsa, China representa solo el 4% de las ventas, según Morgan Stanley, un banco de inversión. Para las empresas japonesas y europeas las cifras son del 6% y 8% respectivamente.

Sin embargo, hay una cohorte de empresas para las que China ha sido mucho más importante. The Economist ha analizado firmas multinacionales de América, Europa y Japón que divulgan ventas en el Reino Medio, utilizando datos de Bloomberg. Los 200 más grandes de estos ganaron $ 700 mil millones allí el año pasado, o el 13% de sus ventas globales, frente a los $ 368 mil millones, o el 9% de las ventas, hace cinco años. De los 700.000 millones de dólares, el 30 % fue generado por empresas de tecnología y hardware, el 26 % por empresas orientadas al consumidor y el 22 % por empresas industriales, con fabricantes de automóviles y empresas de productos básicos también importantes. Unas 13 multinacionales reportan más de $ 10 mil millones de ingresos al año en China, incluidas Apple, BMW, Intel, Siemens, Tesla y Walmart.

Un desafortunado subconjunto de multinacionales que operan en China ya se ha visto atrapado en el fuego cruzado geopolítico. En nuestra lista, 22 empresas se encuentran en el negocio de los semiconductores. Muchos encontrarán que sus ventas se verán afectadas por la prohibición estadounidense de vender chips avanzados y equipos para fabricar chips a China. Cuando en promedio el 30% de los ingresos provienen de China, será un ajuste doloroso.

Con las relaciones entre China y Occidente en terreno inestable, en particular por el tema de Taiwán, incluso las multinacionales que operan fuera de los llamados sectores estratégicos están tramando planes de contingencia para un mundo sin acceso al país. Para muchos, su situación se ve agravada por la creciente competencia de las empresas locales.

Los fabricantes de automóviles premium como BMW y Mercedes-Benz continúan creciendo sólidamente en China, pero las ventas de los de gama media como Volkswagen (VW) y General Motors se están reduciendo a medida que los rivales locales, incluidos Chery y byd, se expanden rápidamente. 

Las ventas de Nike, una marca de ropa deportiva, también se están estancando a medida que Li-Ning y Anta, dos competidores locales, ganan terreno. Las ventas se han estancado de manera similar para AmorePacific, una firma de belleza coreana, a medida que se endurece la competencia de marcas chinas de gama media como Winona. Los fabricantes extranjeros de equipos de construcción, incluidos Caterpillar e Hitachi, han estado perdiendo ventas gracias a una combinación de mayor competencia y una recesión en la construcción. En The Economist análisis de 20 industrias con una importante presencia multinacional, las empresas extranjeras han perdido participación en 14 en los últimos tres años.

Dos fuerzas están en el trabajo. El primero, especialmente importante para los bienes de consumo, es que las marcas extranjeras están perdiendo prestigio. Saber cómo diseñar productos y generar demanda ha brindado una importante ventaja competitiva a las empresas multinacionales de bienes de consumo, señala Wern-Yuen Tan, jefe de la región Asia-Pacífico de PepsiCo, una empresa de alimentos y bebidas. Al observar y aprender, sin mencionar la caza furtiva de talentos, las empresas locales han comenzado a cerrar esa brecha.

El consumidor chino también ha estado cambiando. Muchos ahora prefieren productos que incorporan imágenes culturales chinas distintivas, un fenómeno conocido como guochao (literalmente, “tendencia nacional”). Lo que comenzó con una alineación con temática china de Li-Ning en la Semana de la Moda de Nueva York en 2018 se ha extendido a todo, desde maquillaje hasta sopa.

Las marcas extranjeras han tenido un éxito mixto al incorporar la cultura china en sus productos. La Pepsi con sabor a Osmanthus fue un éxito. Menos popular fue una gama de zapatillas de Nike que mostraba dos caracteres chinos que se traducían individualmente como “volverse rico” y “fortuna”, pero que juntos significaban “engordar”. Nike y otras firmas extranjeras también han hecho mella en sus posiciones al expresar su preocupación por el trato brutal del país a la minoría uigur en Xinjiang.

La segunda razón de los problemas de las multinacionales, particularmente en las industrias pesadas, ha sido una ventaja tecnológica cada vez menor. La estrategia típica de las empresas chinas ha sido primero interrumpir el extremo económico y mercantilizado de un mercado y pasar gradualmente a ofertas más sofisticadas a medida que se acumula la experiencia, señala Weiwen Han, director de China de Bain, una consultora. Eso ayuda a explicar por qué los fabricantes de automóviles como VW están luchando y por qué las empresas extranjeras en industrias que van desde equipos de construcción hasta máquinas herramienta están siendo empujadas hacia el mercado premium.

Esto no debería ser una sorpresa. Cuando las empresas extranjeras buscaron por primera vez acceso a China, a partir de la década de 1980, formar empresas conjuntas con empresas chinas era una condición en industrias como la fabricación de automóviles y la maquinaria. Fue una ganga faustiana, con empresas nacionales absorbiendo gradualmente la experiencia en ingeniería extranjera. El hecho de que China ahora esté relajando los requisitos de las empresas conjuntas muestra que ya no teme la ventaja tecnológica de los forasteros.

El creciente desafío de los locales está poniendo a muchas multinacionales en una situación difícil: mantener la competitividad en China exige una mayor inversión incluso cuando aumentan los riesgos geopolíticos. Por ahora, la mayoría de las multinacionales tienen tiempo libre. De la lista de 200 empresas que examinamos, 144 aún han crecido en China durante los últimos tres años.

Motores y creadores

Con el tiempo, la situación se volverá más desconcertante. China ha carecido de la experiencia para fabricar sus propios aviones comerciales grandes, con Boeing y Airbus controlando la industria. En una exhibición aérea el 8 de noviembre, COMAC, un fabricante local, presentó su tan esperado c 919, un avión de pasajeros de corta distancia, y pronto comenzará las entregas a las aerolíneas chinas. Firmas occidentales como LVMH y Hermès han dominado durante años el extremo más llamativo de la moda en China, pero competidores locales como Shang Xia están cobrando impulso. Tales rivalidades obligarán a las empresas extranjeras a enfrentarse a la incómoda cuestión de su futuro a largo plazo en el país. Tendrán que elegir uno de los tres caminos: desinvertir, desacoplar o duplicar.

La desinversión es una opción para algunos. 

Carrefour, una cadena de supermercados francesa, vendió el 80 % de su negocio en China a Suning.com, un minorista local, en 2019 después de más de dos décadas en el país.

Gap, un minorista de ropa estadounidense, anunció el 8 de noviembre que traspasaría su negocio chino a Baozun, una empresa local de comercio electrónico.

Tirar la toalla mientras el negocio aún vale algo probablemente sea la opción preferida para las empresas que han perdido su ventaja sobre los rivales nacionales y pueden permitirse vivir sin China.

El desacoplamiento es una segunda posibilidad. ¡mmm! Brands, propietaria de KFC y otras franquicias de comida rápida, dividió su negocio en China en 2016 para permitir que la unidad se adaptara más fácilmente a las condiciones locales. Al año siguiente, McDonald’s hizo lo mismo. La estrategia viene con la ventaja adicional de simplificar cualquier proceso de divorcio iniciado por un agrio geopolítico y, por ahora, permite que las empresas locales accedan a las marcas de la empresa matriz y otra propiedad intelectual. Sin embargo, esta ruta solo será viable en los casos en que China pueda operar como una unidad autónoma; está descartado para empresas como Boeing o lvmh que dependen de la fabricación en el extranjero.

En tercer lugar, considere la posibilidad de duplicar. Siemens, un conglomerado industrial alemán, reveló recientemente que está aumentando la inversión y trasladando una parte significativa de la investigación y el desarrollo a China para “vencer a los campeones locales”, según Roland Busch, el jefe de la empresa. El 13 de octubre, VW anunció que invertiría 2400 millones de euros (2500 millones de dólares) para establecer una empresa conjunta de conducción autónoma con Horizon Robotics, una empresa china.

Tales compromisos difíciles de revertir serán más comunes en industrias donde mantener una posición sólida en China es fundamental para la competitividad global. Los fabricantes de automóviles temen que ceder terreno a los campeones locales, muchos de los cuales ya están a la vanguardia de los vehículos eléctricos y el software, les daría una plataforma de lanzamiento para ingresar a otros grandes mercados. Si las relaciones entre China y Occidente siguen siendo cordiales, la duplicación puede dar sus frutos. Si empeoran, las cosas pueden desmoronarse rápidamente para los jugadores geopolíticos de los negocios globales. Lampadia