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Parches y maquillaje

Parches y maquillaje

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

La ratificación de Julio Velarde como presidente del Banco Central de Reserva demoró mucho más de lo necesario por las fuertes pugnas internas en el gobierno, como lo demuestran las críticas de algunos cerronistas a su designación.

Esa es una buena noticia, aunque los directores designados por el Ejecutivo son, por lo menos, rosaditos. Y el efecto ha sido inmediato, el dólar ha bajado, aunque no lo suficiente. Todavía falta la designación de los otros directores por el Congreso y la ratificación.

El otro acontecimiento que ha suscitado esperanzas es la salida del impresentable Guido Bellido de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Sólo en un gobierno como el de Pedro Castillo podía ocurrir que un individuo de esas características ocupara el más importante cargo en el gabinete ministerial.

Pero su reemplazo, aunque también ha suscitado expectativas en algunos, no ofrece ninguna garantía de estabilidad ni moderación. Mirtha Vásquez es una anti minera del grupo del ex cura Marco Arana que ha causado mucho daño al país. Fue una de las que más contribuyó a impedir que saliera adelante el proyecto cuprífero Conga –más de 4,000 millones de dólares de inversión- en 2011, que hoy ya estaría produciendo, generando dólares y empleos, en un contexto de alza de precios de ese mineral.

Vásquez, Arana, el corrupto Gregorio Santos y todas las izquierdas, han hecho todo lo posible por arruinar al país y a los peruanos, hacerlos más pobres. Y luego se han beneficiado políticamente del aumento de la pobreza.

Hay que ser para iluso creer que Vásquez ha cambiado sus ideas extremistas, incluyendo la de instalar una asamblea constituyente, al integrarse a un gobierno comunista.

Lo que existe son disputas entre diversas facciones por los puestos de poder, aunque todos los grupos tienen idénticos propósitos estatistas y autoritarios.

El reemplazo de un cerronista por una aranista solo es un maquillaje que sirve para fomentar ilusiones, mientras ellos siguen avanzando en sus objetivos de controlar a las FF.AA. y la Policía Nacional, liquidar al Congreso y convocar a una constituyente.

Ellos necesitan algún tiempo para alcanzar sus metas. Pero tampoco pueden demorarse demasiado porque cada día que pasa va quedando en evidencia que son incompetentes y corruptos, y eso va mermando su respaldo.

Un ejemplo de la manera chapucera y desastrada como manejan el gobierno, es la revelación que hizo Ciro Gálvez a Milagros Leyva en Willax TV: el no renunció, cuando llegó a Palacio el día de la juramentación del nuevo gabinete un empleado le dijo que ya no era ministro y que se fuera por la puerta trasera.

Ahí posiblemente han cometido un delito, porque al día siguiente se publicó en el diario oficial la resolución aceptando su renuncia firmada por Castillo y Bellido, renuncia que según Gálvez no existía en ese momento. En 2005 hubo un escándalo parecido porque se nombró ministro de RR.EE. a Fernando Olivera y se publicó la resolución firmada –supuestamente- por el PCM Carlos Ferrero. Como Ferrero estaba en desacuerdo con ese nombramiento, se negó a firmar la resolución hasta que Olivera renunció.

Con un desgobierno como el actual, con algunos parches en el pésimo gabinete –que empeora con individuos como el de Carlos Gallardo y Luis Barranzuela-, es evidente que el Perú seguirá deslizándose en el abismo. Lampadia




Es necesario activar la inversión pública y privada

El primer semestre del 2019 no trajo consigo cifras auspiciosas para la economía peruana. Basta con revisar las cifras de crecimiento del primer trimestre (2.34%), las del segundo (1.08%) y las del primer semestre (1.72%). Tomando esto en cuenta, uno se pone a pensar en la última vez que se tuvo un escenario tan poco alentador: el año 2009.

En dicho año, la economía más grande del mundo, Estados Unidos, había caído y su mejor competidora, China, todavía no se volvía la figura hegemónica que es hoy en día. Sin embargo, el Perú no fue afectado en gran medida por tal evento, esto dado que tanto el Ministerio de Economía y Finanzas como el Banco Central iniciaron a tiempo las políticas fiscales contra-cíclicas y las políticas expansivas en cuanto al manejo de la tasa de referencia, respectivamente. Estas tuvieron como enfoque mantener el dinamismo en la economía, bajo el soporte del gasto privado y público.

El escenario que se vive hoy en día es sumamente diferente, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. En este sentido, a continuación, se presentan algunos puntos interesantes de la situación actual:

  • El nivel de ejecución de obras públicas es mínimo, alcanzando solo un 30% a finales de julio. En especial, se puede ver que el bloque de Gobiernos Regionales es el que menos marca en cuanto a porcentaje de ejecución. Esta situación, también, es la principal razón por la cual las políticas contra-cíclicas no pueden ostentar la misma efectividad que tenía en el 2009.
  • En cuanto al nivel de adjudicaciones de APP’s de ProInvesión, también se tiene una caída considerable, en comparación al año pasado. En el 2018, este nivel marcaba US$2739 millones, durante todo el año; sin embargo, durante todo el primer semestre del 2019, tan solo se ha llegado a US$255 millones.
  • El nivel de inversión privada redujo su crecimiento, marcando un 3.1%, en comparación con el 7.3% que se vio en los últimos periodos. Esto a causa del conflicto comercial entre Estados Unidos y China.
  • Específicamente, las amenazas arancelarias de Estados Unidos hacia China no auguran un buen escenario para esta última. De tal manera, se estima que China pueda experimentar su peor desaceleración en los últimos 10 años.
  • También se reportó una contracción del PBI de Alemania en el segundo trimestre del 2019.
  • Estos últimos eventos se han traducido a una caída en algunos indicadores clave. Por ejemplo, durante el primer semestre del 2018, las exportaciones peruanas crecieron un 4.1%; mientras que, en el primer semestre del 2019, estas decrecieron un 1%. Asimismo, los precios de las exportaciones cayeron un 6.2% hacia junio del 2019; en comparación con el aumento del 15.2% en el mismo periodo durante 2018.

Estos factores son los que marcan la diferencia en comparación con el escenario del 2009. Y son estos mismos factores son los que hacen que la economía peruana demande un impulso que la haga más dinámica y asegure la creación del empleo a futuro. En este sentido, un buen primer paso sería concentrarse más en la inversión privada y, en base a ello, generar un impulso a corto plazo. Otra opción es establecer un programa de reformas estructurales que nos permita elevar la tasa de crecimiento del PBI potencial. En este sentido, lo que se debe buscar con más celeridad es una mayor productividad en el mercado laboral peruano, pues esta es la mejor manera de aprovechar los beneficios del crecimiento económico en distintos contextos del país.

Finalmente, es bueno recalcar que el Perú ostenta fundamentals sólidos para su crecimiento; sin embargo, el ruido político y el accidentado diálogo entre las instituciones y la población juegan en contra del crecimiento. Prueba de esto último es lo sucedido en Tía María. No obstante, las futuras inversiones en el Perú deben tener siempre como consigna asegurar un mejor aprovechamiento de los recursos que gana el Perú cuando su economía crece, tanto para las personas que habitamos este país como las empresas que se desarrollan en él. Lampadia




Ecuador al borde del abismo

Jaime de Althaus
Para Lampadia

El correista Lenin Moreno ganó las elecciones en Ecuador pese a la recesión económica que agobia a los ecuatorianos desde agosto del 2015 y a las acusaciones de corrupción gubernamental, quizá por el temor que la propaganda oficialista logró infundir a un supuesto ajuste “neoliberal” que el candidato banquero Guillermo Lasso ejecutaría, poniendo en peligro las redes de distribución clientelista que el gobierno de Correa había organizado eficientemente, y también por una obra en infraestructura y mejora en algunos servicios estatales que fue lo mejor que el boom de los precios del petróleo dejó a Ecuador.

Porque el problema es que, fuera de los avances en infraestructura y servicios sociales, la política económica de la “Revolución Ciudadana” desperdició el explosivo boom del petróleo y terminó engendrando unos desequilibrios que pueden desembocar en una crisis mayor y verdaderamente implosiva si no se realizan un ajuste -que sin duda será doloroso- y un cambio de modelo que permita reactivar la inversión privada.

Quito, capital de Ecuador. Foto: El Ciudadano – EL TELÉGRAFO

La  economía ecuatoriana empezó a desacelerarse dos años después que la peruana, porque el precio del petróleo comenzó a declinar dos años después que los minerales, pero ya el 2015 se estancó (0.2% de crecimiento) y hasta el tercer trimestre del 2016 se había contraído en -2.6%. Y el problema es que Correa basó el crecimiento de la economía, que siempre fue inferior al crecimiento de la peruana, en un incremento enorme del gasto público, dejando al país con un déficit fiscal muy abultado y casi sin capacidad de endeudamiento, y con un dólar apreciado que tampoco ayuda a las exportaciones. La economía ecuatoriana está atrapada.

Ecuador tiene al dólar como moneda. Durante toda la etapa del boom de commodities, el dólar en Ecuador ganó competitividad frente al Sol peruano o al Peso colombiano y chileno en la misma medida en que estas monedas se apreciaron frente al dólar. Pero Ecuador no aprovechó esa circunstancia para penetrar mercados externos. En lugar de abrir francamente su economía y firmar tratados de libre comercio con otros países, optó por cerrarse relativamente para llevar adelante una suerte de industrialización por sustitución de importaciones y diversificación productiva que llamó el “cambio de la matriz productiva”. En lugar de instaurar un esquema económico que aprovechara el tipo de cambio favorable para fomentar la inversión orientada al mercado externo, bajando aranceles y formando TLCs,  no se les ocurrió mejor idea que buscar el desarrollo de industrias para el mercado interno. Por supuesto, eso no funcionó. Y a la hora que cayó el precio del petróleo, no hubo exportaciones no tradicionales que tomaran la posta ni que ayudaran a mantener un mínimo nivel de actividad económica.

Pues, además, en lugar liberalizar la economía para fomentar la inversión privada, la Revolución Ciudadana centró el estímulo a la demanda interna no en la inversión privada sino en el incremento exorbitante del gasto público, que pasó de un 26% del PBI en el 2006 a un 44% del PBI en los años 2013-2014. Lo positivo fue que buena parte de ese incremento fue inversión pública, que pasó del 4.2% del PBI en 2006 a 14.7% en 2014[1], pero no hubo un incremento correspondiente de la inversión privada. Esta más bien redujo su participación en el PBI, bajando del 16% al 12.4% en esos mismos años.[2] Mientras que en Chile, Colombia y Perú, la inversión pública no pasa del 20% de la inversión total, en Ecuador se acerca al 50% (ver el siguiente gráfico elaborado por de la Torre e Hidalgo). Este simple dato revela la profunda diferencia en modelos económicos.[3]

Ese gasto público tan alto se financió con el incremento de los ingresos petroleros del sector público y de los impuestos. Los primeros llegaron a representar el 10.8% del PBI el 2014 (para descender a un 6.3% el 2015), mientras  en 2012, 2013 y 2014 la recaudación tributaria llegó a alcanzar el 14% del PIB, frente a 10% en los primeros años del boom. La diferencia se financiaba de diversas formas pero sobre todo mediante endeudamiento externo, que pasó de un 15% a un 40% del PBI entre 2010 y 2016, sin contar las ventas anticipadas de petróleo a la China por montos superiores a los 10 mil millones de dólares en los últimos años y el crédito del Banco Central Ecuatoriano al gobierno, cuyo monto acumulado alcanzó los 5,300 millones de dólares en marzo del 2017.[4] La consultora Quantum calcula que a febrero de 2017, el total de la deuda bordeaba el 47.7% del PBI.

Fuente: De la Torre e Hidalgo Pallares

La caída del precio del petróleo obligó a reducir el gasto público a un 38.3% del PBI, lo que solo se pudo hacer bajando el gasto en inversión y mantenimiento. Pero el déficit se mantuvo en más del 5% del PBI hasta el 2015, y el del gobierno central, que representa las 2/3 partes del gasto público, subió a 7.8% del PBI el 2016,[5] pese a la reducción del gasto, con el problema de que resulta cada vez más difícil conseguir un financiamiento externo que, además, debe ser repagado a plazos relativamente cortos y tasas muy altas,[6] complicando aún más el tema fiscal. Augusto de la Torre y José Hidalgo[7] calculan que Ecuador va a tener que reducir su gasto estatal 9 puntos porcentuales adicionales, hasta llegar a alrededor del 30% del PBI, si se quiere un Estado financiable en el mediano plazo.

Las perspectivas para el Ecuador, entonces, son muy complicadas. Si ya la economía está con crecimiento negativo, no cabe duda que un ajuste de la magnitud que se necesita ahondará aún más la retracción económica. La manera de contrarrestar esa depresión sería reactivar la inversión privada, pero eso requiere ya no solo un ajuste fiscal, sino un cambio de modelo económico. Uno abierto y libre que permita sustituir la menor inversión pública por un incremento en la inversión privada, orientada a las exportaciones principalmente. Pero la apreciación del dólar limita el potencial reactivador del cambio de modelo, porque le resta competitividad a la economía ecuatoriana tanto por pérdida en los términos de intercambio cuanto por el encarecimiento relativo de los salarios medidos en dólares. Mientras en Chile, Perú y Colombia la caída en el precio de los commodities vino acompañada de una devaluación de sus monedas en relación al dólar, ayudando a las exportaciones, en Ecuador, cuya moneda es el dólar, la caída de precios y la apreciación de su moneda se juntan en un efecto letal.

Por supuesto, la carrera electoral en Ecuador no ha ayudado a esclarecer estos temas y no es muy probable que el vencedor, Lenin Moreno, heredero de la “Revolución Ciudadana”, sea plenamente consciente de los peligros que acechan y menos de la necesidad de realizar el ajuste y el cambio de modelo necesarios. El problema es que cuando ya no sea posible conseguir más financiamiento externo, no haya forma de pagar a los proveedores de Estado y a una parte de los empleados públicos, y se exija entonces al Banco Central más préstamos que sólo podría atender usando para ese fin los depósitos bancarios, como ya viene ocurriendo en alguna medida, pueda todo esto terminar provocando un colapso catastrófico. Ojalá no ocurra. Lampadia

[1] Ver Banco Central de Ecuador
[2] Ver excelente análisis  “La Trampa que Asfixia la Economía Ecuatoriana”, de Augusto de la Torre y José Hidalgo Pallares, CORDES, marzo del 2017
[3] Op. Cit.
[4] Grupo Spurrier, Análisis Semanal, marzo 21, 2017
[5] “La Trampa que Asfixia la Economía Ecuatoriana”, de Augusto de la Torre y José Hidalgo Pallares, CORDES, marzo del 2017
[6] De la Torre e Hidalgo Pallares refieren que “En 2015 se concretaron dos nuevas emisiones, por $750 millones cada una y a 5 años plazo; la primera paga un interés de 10,5% y la segunda uno de 8,5%. En 2016 se colocaron tres emisiones: dos por $1.000 millones cada una, a 6 años plazo, con una tasa de interés de 10,75%; y una por $750 millones a 10 años plazo y una tasa de interés de 9,65%. Finalmente, en enero de 2017 se reabrió la última emisión y se colocaron $1.000 millones adicionales, también con vencimiento en 2026 pero con un interés de 9,125%. En contraste, durante el mismo período, 2014 a 2016, varios países de la región emitieron bonos soberanos en los mercados internacionales en condiciones notablemente más favorables y algunos, como Perú, incluso en moneda propia. Por poner algunos ejemplos de otras emisiones: Colombia en 2014, $2.100 millones al 4% anual y a 10 años plazo; Perú en 2015, $1.250 millones al 4,15% anual a 12 años plazo; Chile en 2016, 1.200 millones de euros, a 10 años plazo y con un cupón de 1,75%”
[7] Op.Cit.. pp. 10-11




Analizando una ‘Imposible’ Trinidad

En este análisis presentamos la sexta y última publicación de The Economist sobre las más importantes teorías económicas explicadas de una manera menos ‘matematizada’ y con énfasis en cómo estas teorías se aplican y afectan nuestra realidad. 

Las cinco anteriores publicaciones de esta serie son:

  1. La asimetría de la información en los mercados actuales:  Cómo una teoría pudo dar forma a los negocios
     
  2. El Momento Minsy: La gran crisis financiera y económica que no se supo evitar
     
  3. El teorema de Stolper-Samuelson y su vinculación con el libre comercio:El teorema que revolucionó la visión de los aranceles y salarios
  4. El gran debate sobre la adecuación de políticas públicas expansivas o contractivas para guiar las fluctuaciones del ciclo económico:Aprendamos de la gran crisis del 2008-2009.

  5. La teoría de juegos (de John Nash), un estudio de las estrategias que se llevan a cabo en juegos complejos: Sobre resultados inesperados de decisiones individuales

Con la traducción y comentarios de estas publicaciones, esperamos haber contribuido a acercar las teorías económicas más sofisticadas a los jóvenes peruanos, especialmente a aquellos que estudian economía y finanzas en nuestros institutos y universidades.

Este último artículo se refiere al trilema de Mundell-Fleming, más conocido en la economía internacional como la “Trinidad imposible”, que pone al descubierto las limitaciones y pies forzados de política económica que enfrentan los países en un mundo de flujos de capitales libres. 

El modelo Mundell-Fleming (desarrollado en la década de 1960 por Robert Mundell y Marcus Fleming), advierte que es imposible que un país pueda compatibilizar una política monetaria independiente con el libre movimiento de capitales y un tipo de cambio fijo. Así, por ejemplo, un país con una cuenta de capitales abierta puede sufrir una intensa presión para depreciar su moneda que llevaría a su banco central a tener que intervenir para garantizar la estabilidad del tipo de cambio. 

En palabras de Paul Krugman, “el punto es que no se puede tener todo: un país debe elegir dos de tres objetivos de política. Puede fijar su tipo de cambio sin debilitar a su banco central, pero sólo mediante el mantenimiento de controles sobre los flujos de capitales, o puede permitir la libre movilidad de capitales manteniendo la autonomía monetaria, pero sólo a expensas de dejar flotar el tipo de cambio (como Gran Bretaña – o Canadá), o puede optar por permitir el libre movimiento de capitales y estabilizar la moneda, pero a costa de abandonar cualquier posibilidad de ajustar las tasas de interés para combatir la inflación o la recesión (como la Argentina de 2002)”.

China ha sido nombrada continuamente como el ejemplo de un país que ha intentado desafiar esta teoría. Hasta el momento, China ha optado por mantener el yuan más o menos ligado al dólar, implementar una política monetaria más laxa y no controlar de forma absoluta la entrada y salida de capitales del país. Esta situación está desembocando, entre otras cosas, en fuertes salidas de capitales y en una considerable erosión de las reservas de divisas del gigante asiático. Si la situación se prolonga sin que las autoridades chinas den un giro a sus políticas, la economía de Pekín colapsará con unas consecuencias incalculables. Ahora, China debe elegir entre dejar que el yuan flote de forma limpia y libre, implementar una política monetaria muy restrictiva o implementar fuertes controles de capitales.

Como afirma The Economist, el trilema es realmente un dilema: elegir entre permanecer abiertos a los flujos de capitales o mantener el control de las condiciones financieras locales. Lampadia

El trilema de Mundell-Fleming
Dos de tres no está mal

Un tipo de cambio fijo, la autonomía monetaria y el libre flujo de capitales son incompatibles, de acuerdo con la última publicación de nuestra serie de grandes ideas económicas

Publicado por The Economist
04 de setiembre de 2016
Traducido y glosado por Lampadia

A Hillel el Mayor, un líder religioso del siglo I, se le pidió que resuma el Torá parado sobre una sola pierna. Aquello que es odioso para ti, no lo hagas a tus compañeros. Ese es todo el Torá. El resto son comentarios; ve y apréndelo”, respondió. Michael Klein, de la Universidad de Tufts, escribió que la base de la macroeconomía internacional (el estudio del comercio, la balanza de pagos, tipos de cambio, etc.) podría ser resumida de una manera similar: “Los gobiernos se enfrentan al trilema de política; el resto son comentarios”.

El trilema de la política económica, también conocido como la trinidad imposible o irreconciliable, dice que un país debe elegir entre la libre movilidad de capitales, el manejo del tipo de cambio y la autonomía monetaria (los tres vértices del triángulo en el diagrama). Sólo dos de los tres objetivos de política son posibles. Un país que quiere fijar su tipo de cambio y tener una política de tipos de interés libre de influencias del  exterior (lado C del triángulo) no puede permitir que los capitales fluyan libremente del exterior. Si el tipo de cambio es fijo, pero el país está abierto a los flujos de capital, no puede tener una política monetaria independiente (lado A). Y, si un país decide tener libre movilidad de capitales y quiere autonomía monetaria, tiene que permitir que su moneda flote (lado B).

Para entender el trilema, imaginemos un país que fija su tipo de cambio frente al dólar estadounidense y también está abierto a los capitales del exterior. Si su banco central fija las tasas de interés por encima de las establecidas por la FED (Reserva Federal de EEUU), los capitales del exterior inundarían al país en busca de una mayor rentabilidad. Estos flujos de dinero aumentarían la demanda por moneda local; rompiendo, eventualmente, la paridad con el dólar. Si las tasas de interés se mantienen por debajo de las de EEUU, los capitales dejarían el país y se devaluaría la moneda.

En las situaciones en que las barreras a los flujos de capital son indeseables o inútiles, el trilema se reduce a una elección: entre un tipo de cambio flexible y el control de la política monetaria; o un tipo de cambio fijo y la servidumbre monetaria. Los países ricos suelen elegir la primera opción, pero los países que adoptaron el euro abrazaron  la segunda. El sacrificio de la autonomía de la política monetaria, que implicó la moneda única, fue evidente incluso antes de su lanzamiento en 1999.

En el período previo, los países aspirantes ligaron sus monedas al marco alemán (DM). Dado que el capital se mueve libremente dentro de Europa, el trilema obligó a los posibles miembros a seguir la política monetaria de Alemania, la potencia regional. El jefe del banco central holandés, Wim Duisenberg (que posteriormente se convirtió en el primer presidente del Banco Central Europeo), se ganó el apodo de “Sr Quince Minutos”, debido a la rapidez con la que copiaba los cambios de las tasas de interés realizados por el Bundesbank (Alemania).

Esta servidumbre monetaria es tolerable para los Países Bajos (Holanda) debido a que su comercio está estrechamente ligado a Alemania y las condiciones de ascenso y caída de los negocios en ambos países están ligadas. Para las economías menos estrechamente alineadas con el ciclo económico alemán, como España y Grecia, el costo de la pérdida de independencia monetaria ha sido mucho mayor: las tasas de interés que fueron demasiado bajas durante el boom y no tuvieron la opción de devaluar para salir de problemas una vez estallada la crisis.

Al igual que muchas grandes ideas económicas, el trilema tiene una herencia complicada. Para una generación de estudiantes de economía, era una consecuencia importante del llamado modelo Mundell-Fleming, que incorpora el impacto de los flujos de capital en un tratamiento más general de las tasas de interés, la política de tipo de cambio, el comercio y la estabilidad.

Este modelo fue nombrado en reconocimiento de los trabajos de investigación publicados en la década de 1960 por Robert Mundell, un brillante joven canadiense, teórico del comercio, y Marcus Fleming, un economista británico del FMI. Construyendo sobre la base de su investigaciones más tempranas, Mundell mostró en un artículo de 1963 que la política monetaria se vuelve inefectiva cuando existen plena movilidad de capitales y un tipo de cambio fijo. El artículo de Fleming tenía un resultado similar.

Si el mundo de la economía se mantuvo estable, era porque los flujos de capitales eran pequeños entonces. Las monedas del mundo rico estaban ligadas al dólar bajo un sistema de tipos de cambio fijos acordado en Bretton Woods, New Hampshire, (EEUU) en 1944. Fue sólo en 1970, cuando se rompió este acuerdo, que el trilema ganó gran relevancia en la política económica.

Tal vez la primera mención del modelo Mundell-Fleming la hizo en 1976, Rudiger Dornbusch, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). El modelo de “overshooting” (sobre-devaluación) de Dornbusch trató de explicar por qué el  novísimo régimen de tipos de cambio flexibles, había demostrado ser tan volátil. Dornbusch fue quien ayudó a popularizar el modelo Mundell-Fleming en sus libros de texto (‘bestsellers’) (escritos con Stanley Fischer, ahora vicepresidente de la FED) y su influencia en estudiantes de doctorado, como Paul Krugman y Maurice Obstfeld. El uso del término “trilema de política”, como se aplica a la macroeconomía internacional, fue acuñado en un artículo publicado en 1997 por Obstfeld, que ahora es el economista jefe del FMI, y Alan Taylor, ahora de la Universidad de California Davis.

Pero para entender completamente la providencia y la significancia del trilema, hay que ir más atrás. En “El Tratado sobre el dinero”, publicado en 1930, John Maynard Keynes señaló una inevitable tensión en un modelo monetario en el que los capitales pueden moverse en búsqueda de mayores retornos:

Entonces, este pues es el dilema de un sistema monetario internacional: preservar las ventajas de la estabilidad de las monedas locales de los distintos miembros del sistema y, al mismo tiempo, preservar una autonomía local adecuada de cada miembro sobre su tasa de interés interna y su volumen de endeudamiento externo.

Esta es la primera destilación del trilema de política económica, incluso si la movilidad de capitales  se toma como dada. Keynes era muy consciente de ello cuando, a principios de 1940, estableció cómo creía él que podría reconstruirse el comercio mundial después de la guerra. Keynes creía que un sistema de tipos de cambio fijos era beneficioso para el comercio. El problema con el patrón oro de la entre-guerra, argumentó, era que no era auto-regulable. Si se producían grandes desequilibrios comerciales, como sucedió al final de los 1920, los países deficitarios se vieron forzados a responder a la resultante salida de oro. Lo hicieron, subiendo las tasas de interés para frenar la demanda de importaciones y reduciendo los salarios para restaurar la competitividad de las exportaciones. Esto llevó solo al desempleo, ya que los salarios no cayeron junto con el oro cuando este escaseó. El sistema podría ajustarse más fácilmente si los países con superávit incrementaran su gasto en importaciones. Pero no estaban obligados a hacerlo.

En su lugar, propuso un esquema alternativo, que se convirtió en la base  negociadora  de Gran Bretaña en Bretton Woods. Un ‘banco internacional de canje’ (ICB), establecería el balance de las transacciones que originaron el aumento de los superávits y déficits comerciales. En este esquema, cada país tendría una línea de sobregiro proporcional a su volumen comercial en el ICB. Esto  permitiría que los países deficitarios tengan un colchón frente a los dolorosos ajustes requeridos por el patrón oro. Además habrían sanciones para los países excesivamente laxos: por ejemplo, los sobregiros conllevarían intereses en una escala creciente. El esquema de Keynes también penalizaba a los países que intentasen acaparar muchos  recursos gravando los excedentesgrandes. Keynes no logró conseguir apoyo para semejante “ajuste de los acreedores”. EEUU se opuso a esta idea por la misma razón que Alemania la resiste en la actualidad: era un país con un gran superávit en su balanza comercial. Pero la propuesta (de Keynes) de un banco internacional de compensaciones con facilidades de sobregiros, estableció la base para la creación del  FMI.

Fleming y Mundell escribieron sus ‘papers’ mientras trabajaban en el FMI en el contexto del orden monetario de la posguerra que Keynes había ayudado a formar. Fleming había estado en contacto con Keynes en la década de 1940, mientras trabajaba en el servicio civil británico. Por su parte, Mundell trajo su inspiración desde casa (Canadá). 

Un entorno de rápida movilidad de capitales era difícil de imaginar para los economistas en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial. Los flujos de capitales externos estaban limitados por las regulaciones y por la cautela de los inversionistas. Canadá era una excepción. Los capitales fluían libremente a través de su frontera con Estados Unidos, en parte debido a que bloquear esa movilidad era poco práctico, y también porque los inversionistas de EEUU no consideraban peligroso invertir en su vecino. Una consecuencia fue que Canadá no pudo ligar su moneda al dólar sin perder el control de su política monetaria. Así que el dólar canadiense pudo flotar desde 1950 hasta 1962.

Un canadiense, como Mundell, estaba mejor posicionado para imaginar las ventajas y desventajas que enfrentarían otros países una vez que los capitales comenzaran a moverse libremente y las monedas no estuvieran fijas. Cuando Mundell ganó el premio Nobel de Economía en 1999, Paul Krugman lo calificó como un “Nobel canadiense”. Algo más que solo una mera broma. Llama la atención cuántos académicos que trabajan en esta área, eran canadienses. Además de Mundell, Ronald McKinnon, Harry Gordon Johnson y Jacob Viner, hicieron grandes contribuciones.

Pero, una de las investigaciones recientes más influyente sobre el trilema fue hecha por una francesa. Hélène Rey, del London Business School, quien, en una serie de papers, argumentó que un país que está abierto a los flujos de capitales y que permite que su moneda flote no necesariamente goza de autonomía monetaria plena.

El análisis de Rey comienza con la observación de que los precios de los activos de riesgo, tales como acciones o bonos de alto rendimiento, tienden a moverse al mismo compás que la disponibilidad de crédito bancario y el peso de los flujos globales de capital. Para Rey, estos co-movimientos, son un reflejo de un “ciclo financiero global” impulsado por los cambios en el apetito de riesgo de los inversionistas. Eso, a su vez,  está fuertemente influenciado por los cambios en la política monetaria de la FED, que debe su poder al volumen del crédito en dólares de las empresas y las familias en todo el mundo. Cuando la FED baja su tipo de interés, hace más barato endeudarse en dólares. Eso hace subir los precios de los activos globales y por lo tanto impulsa el valor de los colaterales (garantías) contra los cuales se aseguran los préstamos. 

Por el contrario, en un reciente estudio, Rey encuentra que una decisión inesperada de la FED de elevar su principal tasa de interés, conduce rápidamente a un aumento de las hipotecas no sólo en EEUU, sino también en Canadá, Gran Bretaña y Nueva Zelanda. En otras palabras, la política monetaria de la FED da forma a las condiciones  crediticias en los países ricos que tienen tanto tipos de cambio flexibles como bancos centrales que establecen sus propias políticas monetarias.

‘Rey’ (rayo) de sol
Una lectura cruda de este resultado es que el trilema de política es realmente un dilema: la opción de elegir entre permanecer abiertos a los capitales externos o mantener el control de las condiciones financieras locales. De hecho, la conclusión de Rey es más sutil: las monedas flexibles no se ajustan a los flujos de capital de una manera que deje inmaculadas las condiciones monetarias internas, como implica el trilema. Así que si un país pretende conservar su autonomía monetaria, se deben emplear herramientas “macro-prudenciales” adicionales, como controles selectivos de capitales o requisitos adicionales de capital a los bancos [o inclusive mayores encajes] para frenar el crecimiento excesivo del crédito. 

Lo que está claro del trabajo de Rey es que el poder de los flujos globales de capitales,  significa que la autonomía de un país con una moneda flexible, es mucho más limitada que lo que implica el trilema. Dicho esto, un tipo de cambio flexible no es tan limitante como un tipo de cambio fijo. En una crisis, todo tiende a que se mantengan las ligaduras, hasta que se rompan. Una política interna de tipos de interés puede ser menos potente ante un ciclo financiero global que inspira a la FED. Pero es mejor que no tenerlo en absoluto, incluso si es una política económica equivalente a estar parado sobre una pierna.

Lampadia




A Ecuador se le viene la noche

A Ecuador se le viene la noche

El mito de Correa y su prolija macroeonomía está a punto de terminar

Comentario de Lampadia:

Ecuador entra a su fase terminal. Los aspectos más graves que afectan a nuestro vecino del norte son: La pérdida total de libertad de exprresión y prensa, la “reeleccionitis” permanente de Correa, el confiscatorio impuesto a la herencia de 75% qu egenerará la fuga de capitales que aún están en Ecuador y, el fin de la dolarización, según lo eplica Vásquez-Ger en su artículo en El País que publicamos a continuación.

Por Ezequiel Vásquez-Ger, director del Centro de Investigación Periodíastica en las Américas.

(El País de España, 15 de Junio de 2015)

 

Cuando Ecuador dolarizó su economía a finales del año 1999, lo hizo utilizando como respaldo un sistema contable transparente. El mismo aseguraba que los depósitos de las entidades financieras en el Banco Central, los depósitos del sector público, las obligaciones del Banco Central, los demás pasivos y el patrimonio del banco se encontrasen respaldados en su totalidad en las llamadas reservas internacionales de libre disponibilidad (RILD). De este modo, el país logró retomar la confianza en el sistema financiero dada la imposibilidad del gobierno de emitir moneda sin respaldo.

Esto fue cambiando a partir de 2008, cuando el gobierno comenzó a bloquear el acceso a la información, quitándole transparencia al sistema. Al mismo tiempo, la aprobación de la ley de seguridad financiera permitió al Banco Central comenzar a utilizar las RILD con el propósito de realizar “inversiones” en el país, a través de la adquisición de títulos del sector público. Es decir, el dinero que debía ser utilizado como respaldo de la dolarización, se comenzó a utilizar para financiar gasto público. La dolarización ya no se encontraba respaldada exclusivamente en RILD, si no también en títulos públicos, los cuales no son líquidos.

Utilizando eufemismos como “inclusión financiera” lo que el gobierno de Ecuador busca son métodos para evitar la dolarización

Esto fue acompañado por un deterioro de la situación fiscal, reflejada en el creciente nivel de déficit y el consiguiente aumento de la deuda. El nivel del gasto público a finales de 2014 se ubica en un 44% del PIB y el déficit en el gasto público se ubica por encima del 5% del PIB (10% si se excluyen los aportes al sistema de seguridad social). Esto se refleja en un nivel total de deuda interna y externa a marzo de 2015 de 31.697 millones de dólares, un incremento del casi 200% desde comienzos del 2010. Si incluimos dentro de la deuda externa los $7mil millones de la venta anticipada de petróleo a China, el número es aún mayor.

Ante esta situación, pocos días atrás el gobierno de Rafael Correa tomó la cuestionada decisión de obligar a los bancos y entidades financieras del país a ofrecer servicios con la nueva moneda electrónica creada por el gobierno. Utilizando como cortina eufemismos como “inclusión financiera y modernización del sistema de pagos”, en realidad lo que el gobierno de Ecuador está buscando son métodos alternativos para salirse de la dolarización.

Ante la falta de reservas líquidas, la merma de ingresos por la caída del precio del petróleo y las restricciones al acceso de financiamiento externo, la obligatoriedad impuesta por el gobierno a los bancos sobre la utilización del dinero electrónico constituye un indicio claro de la falta de recursos y la búsqueda de nuevas formas de cubrir el déficit en el gasto público.

Supongamos, por ejemplo, que la gente decide ir al Banco Central y cambiar sus dólares por dinero electrónico, o que el propio gobierno decide comenzar a pagar sueldos u obligaciones con dinero electrónico en lugar de dólares. El Banco Central podría guardar dichos dólares como respaldo, o bien “invertirlos” en títulos públicos para financiar gasto, como en la práctica lo ha venido haciendo. Si se da este segundo caso, la cantidad de dinero en circulación (dólares más dinero electrónico) sería mayor a su respaldo en el Banco Central. Esto aumentaría el nivel de moneda en circulación, con sus consecuentes efectos inflacionarios. El dinero electrónico perdería paulatinamente su valor, y comenzaría a cotizarse por debajo del dólar. En la práctica, esto significaría una devaluación y el fin de la dolarización, adoptando un sistema bi-monetario.

La situación en Ecuador hace que la creación de la moneda electrónica sea el paralelo a los que los “patacones” fueron en Argentina

La situación aquí descripta posee muchos parecidos a lo ocurrido en Argentina durante los últimos meses de la convertibilidad en 2001. Dado que el déficit fiscal no podía ser financiado con emisión, ya que cada peso en circulación debía estar respaldado por un dólar en el Banco Central, la forma de hacerlo era con endeudamiento externo. La emisión monetaria se realizaba contra cada dólar que ingresaba al país en forma de deuda externa. Esto generó una situación insostenible, y ante la inexistencia de más recursos y la imposibilidad de continuar financiando el déficit con más deuda, las provincias comenzaron a imprimir su propia moneda (la más conocida de ellas fue el “Patacón”). En la práctica, esto significó el fin de la convertibilidad ya que la cantidad de dólares en el Banco Central no era suficiente para cubrir la cantidad de pesos y monedas provinciales en circulación.

En Ecuador la situación es similar. El desproporcionado crecimiento del gasto fue generando desequilibrios macroeconómicos los cuales hasta ahora habían sido financiados con deuda interna y externa. En el caso de la deuda interna, buena parte de la misma fue financiada con fondos del sistema de seguridad social y, en los últimos tiempos, a través del intercambio de RILD por títulos del sector público. Pero ahora el creciente gasto fiscal, la falta de ingresos tras la caída del precio del petróleo, sumado a la falta de falta de financiamiento externo y la falta de inversión extranjera por la poca confianza en el país, hacen que la creación de la moneda electrónica sea el paralelo a los que los “patacones” fueron en Argentina.

El problema de esta situación, es que cuando estos desequilibrios se hacen insostenibles, la crisis no llega de forma paulatina sino de golpe. Cuando la gente se niegue a utilizar el dinero electrónico, y corra a cambiarlo por dólares, la situación podrá tornarse caótica. Existen muchas razones para creer que la crisis está pronta a llegar. El mito de Correa y su prolija macroeconomía está pronto a terminar.

 




El BCRP, la isla de excelencia del aparato público

El BCRP, la isla de excelencia del aparato público

En estos tiempos de angustia por la salud del país, llegó días atrás, una grata noticia para el Perú. La revista internacional The Banker (propiedad del prestigioso Financial Times), galardonó al presidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), Julio Velarde, como el Banquero Central del Año 2015 a nivel global. El reconocimiento le llega a Velarde al cumplir un poco más de ocho años al frente del banco (fue designado presidente el 6 de setiembre del 2006 y ratificado el 17 de julio del 2011), pocos meses después de que injustificadamente se le exigiera reducir su sueldo. Más allá de esta anécdota, The Banker elogia la forma en que este lúcido y ponderado economista condujo la política monetaria del país en medio de las turbulencias financieras globales y el enfriamiento económico del país. Un mérito enorme.

Como señala en su comunicado, “The Banker destaca los esfuerzos y logros del Banco Central de Reserva del Perú, que navegó en un entorno cambiante adoptando las medidas monetarias necesarias con prontitud. Precisó además, que el BCRP intensificó su trabajo para promover el crédito en moneda nacional y mejorar la estabilidad del sistema financiero del país, algo que, a causa de las tasas de crecimiento recientes de Perú y el alto nivel de dolarización del crédito corporativo, es una tarea particularmente difícil”.

“Mantener la inflación baja, en comparación con otros países, y a pesar de la depreciación del sol en los últimos años, fue un desafío (…). Hemos tenido una inflación subyacente muy baja (…) cerca de un 2% desde el 2001, con la inflación general (por debajo de 3%), la más baja en la región a pesar de que el Perú ha sido la economía de más rápido crecimiento (en América Latina) en los últimos años”, señala Velarde en una entrevista concedida a The Banker.

Y es cierto, en los últimos diez años, los de mayor crecimiento del país en más de un siglo, la inflación promedio no superó el 3 por ciento mientras que nuestra tasa de crecimiento acarició un promedio de 7% anual. Este ha sido, sin duda, un mérito del BCRP, el cual, desde su nueva Ley Orgánica de los años 90, se constituyó en el ancla de la economía del país, logrando crear un largo período de estabilidad macroeconómica que los peruanos no conocíamos y sin la cual, no se podría haber logrado los niveles de inversión y crecimiento que hemos gozado.

Nada de esto hubiera sido posible, si es que el BCRP no fuera, probablemente, nuestra isla de excelencia en el Estado peruano. Sucesivos gobiernos han entendido la necesidad de respetar su autonomía constitucional y su Ley Orgánica.

Ambos instrumentos, promulgados en 1993, indican expresamente  que la finalidad del BCRP es preservar la estabilidad monetaria. El Banco Central tiene una meta anual de inflación de 2.0 por ciento, con un rango de tolerancia de un punto porcentual hacia arriba y abajo. Como ha señalado, Richard Webb  La  Ley Orgánica del Banco Central de Reserva del Perú de 1993 le hizo caso a Milton Friedman. No impuso al BCR un piloto automático, pero sí acotó su margen de maniobra. Al referirse a la finalidad del Banco, la ley sólo menciona un objetivo, el de “preservar la estabilidad monetaria”. Punto.

Recordemos que anteriormente, el BCRP era un instrumento político del gobierno de turno. Una caja sin fondo para financiar el populismo y los caprichos de los gobernantes. Antes de su actual regulación, terminamos con reservas internacionales negativas, e inclusive, este “templo” de la economía peruana fue severamente afectado por la corrupción.

Adicionalmente, la ley le asigna las siguientes funciones: regular la moneda y el crédito del sistema financiero, administrar las reservas internacionales a su cargo, emitir billetes y monedas e informar periódicamente al país sobre las finanzas nacionales. Pero, quizá lo más importantes es que la Carta señala  que para que el BCRP pueda cumplir con su finalidad es necesario que sea autónomo.

En países que todavía sufren de condiciones políticas regresivas o que están impregnaos de populismo, como hemos constatado durante los últimos años en varios países vecinos, se plantea instrumentalizar, o simplemente se avasalla a los bancos centrales para ponerlos al servicio de intereses de corto plazo de sus gobiernos, contrariando los intereses de Estado, que por su naturaleza, son necesariamente de largo plazo. Nuestra historia del último medio siglo y nuestra actual debilidad institucional, nos obligan a ser escrupulosos en el tratamiento de nuestro Banco Central, tal como se ha hecho durante los últimos cinco gobiernos. Julio Velarde ha revestido esta función con grandes honores. Lampadia




Caída del precio del petróleo y abuso político agudiza la crisis

Caída del precio del petróleo y abuso político agudiza la crisis

“Tenemos un bloqueo financiero contra Venezuela para impedirnos acceder a financiamiento que necesitamos para superar parte de la merma del ingreso petrolero (…). Las empresas calificadoras de riesgo han puesto el riesgo país como el más alto del mundo. Tenemos más riesgo país que países que están en guerra”, se quejaba el presidente Venezolano, Nicolás Maduro.

Lo que no entiende o esconde Maduro en esas declaraciones es que la responsabilidad de esa situación es enteramente suya y de Hugo Chávez. Utilizando la vieja argucia de culpar de todos sus males a los supuestos “enemigos” del pueblo venezolano, esconde su incompetencia y el despropósito del socialismo.

Venezuela empleó el nacionalismo y la prédica de una supuesta justicia social para instaurar: el autismo económico, el acoso a la inversión nacional y extranjera, la estatización de las empresas, control de precios, el aumento de las trabas burocráticas,  la cooptación política a través de programas sociales y para financiar un descabellado intervencionismo en la región. Además, financió con soltura a regímenes que seguían sus mismos lineamientos (Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Argentina) y a su patrón político, Cuba. Este “sistema” en realidad estaba sustentado en una sola cosa: la exportación de petróleo que durante más de una década tuvo un precio espectacular. (Ver en Lampadia (L): Argentina y Venezuela, populismo económico y corrupción)

Venezuela es hoy, gracias a Chávez, absolutamente dependiente del petróleo: el 96 por ciento de sus exportaciones vienen de esta industria extractiva y casi todo lo que consumen se importa.

Por si fuera poco, han perdido más de un tercio de su producción y otra buena parte la tienen comprometida para servir sus deudas (China) y seguir apoyando a sus patrones cubanos. (Ver en L: El balance de la caída de los precios del petróleo).

Por eso al enterarse que el precio del petróleo descendía hasta bordear los casi 60 dólares, con la mirada y la voz de la derrota, Maduro, advertía que el precio del petróleo podía seguir bajando. “Lo llevamos en 61 dólares hoy (el precio del crudo local) (…) Había subido dos dólares y volvió a bajar a 61, y puede ser que baje un poco más”, reconoció en un acto televisado. La desesperación de Maduro ante esta situación desnuda la farsa del “modelo” económico y social que Hugo Chávez denominara “socialismo del siglo XXI”. El lloriqueo de Maduro pretende exigir que el precio del crudo regrese a por lo menos 100 dólares el barril. Sus intentos por que la OPEP recorte la producción para incentivar un alza fueron infructuosos.

Si bien la caída del precio del petróleo golpeará fuertemente a Venezuela, su  economía ya estaba en crisis antes de esta coyuntura. Muestras de ello eran la acuciante escasez de alimentos y bienes básicos, sus elevadísimas tasas de inflación (una  de las más altas del mundo), su absurdo déficit fiscal (para un país petrolero) y el incremento de su deuda externa.

“La economía de Venezuela se encuentra agonizando”, según The Economist. La inflación interanual en agosto habría sido del 63.4%, aunque el semanario asegura que esta ya alcanza los tres dígitos, el crecimiento del PIB se ha estancado, los bienes básicos escasean, los compromisos de pago de la deuda están a la vuelta de la esquina.

Según el analista venezolano Miguel Ángel Santos “el Banco Central no publica la inflación desde hace ya dos meses. (…) Los alimentos habían subido nada menos que 89% en doce meses. No sabemos aún nada de la balanza de pagos, publicada por última vez en septiembre de 2013. Tampoco del crecimiento, aunque se dice que nuestra actividad económica habría caído en 4%. (…) ha llevado el déficit consolidado del sector público hasta 22% del PIB. Hoy en día un dólar en el mercado paralelo cuesta 25 veces más que el dólar oficial”.

A pesar de la situación económica del país y de la profunda erosión de la imagen de Maduro, The Economist considera difícil que el régimen pierda el poder y mucho menos a manos de la oposición. “La Mesa de la Unidad Democrática es una alianza que se encuentra muy dividida. (…) Muchos de sus simpatizantes se muestran reacios a acudir a las urnas porque no confían en el sistema electoral, porque opinan que está controlado y manipulado por el actual Gobierno [que instaló el voto electrónico]”, concluye el semanario.

Los chavistas parecen cerrar filas y endurecer su posición. Solo así se entiende que haya sido encausada una de las líderes de la oposición, la defenestrada diputa María Corina Machado acusada delirantemente de un intento de asesinato a Maduro. Y que, además, se mantenga en prisión, incomunicado y torturado, a Leopoldo López. (Ver en (L): Idea, Fuerza y Lealtad).

La eventual caída del régimen chavista, afectaría los intereses de Cuba, que sin disparar una bala se hizo del control casi absoluto de Venezuela, la cual ha sido su único sustento en los últimos años, hasta el reciente “regreso” de su antiguo padrino: Rusia.

En paralelo al desastre económico, Venezuela se ha convertido en el país más corrupto del mundo. Chávez y su banda instauraron una dictadura con la que se apoderaron de la caja grande venezolana, PDVSA, y de todas las instituciones del país. Los niveles de corrupción son dantescos y es presumible que los responsables de la catástrofe defiendan  duramente su posición.

Además, Venezuela cuenta con la vergonzosa complicidad de todo Latinoamérica, especialmente de Brasil. No solo no se han cuestionado las prácticas antidemocráticas del chavismo, recientemente se le ha regalado un sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU

Ya es hora que los latinoamericanos respaldemos los esfuerzos del pueblo venezolano que exige democracia y bienestar. Lampadia