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En América Latina estamos perdiendo la fe en la democracia

El panorama político en América Latina es muy preocupante, tanto en lo económico como en lo político, dejando vulnerables las democracias de la región. Un indicador claro del estado y la percepción de los ciudadanos con respecto a su gobierno es el Latinobarómetro. En 2018, la sensación de progreso en el país se ha reducido en 8 % a nivel Latinoamérica y, quizás más grave aún, menos de la mitad de los latinoamericanos apoya la democracia.

De acuerdo a este estudio, para el que se entrevistó a 20,000 latinoamericanos de 18 países, nunca se ha tenido esta percepción de retroceso tan grande en los 23 años que Latinobarómetro ha medido la región y el apoyo a la democracia en América Latina se encuentra en su nivel más bajo desde el año 2001. “Hay que parafrasear a la reina Isabel para describir lo que le ha pasado a América Latina, y decir que 2018 ha sido un annus horribilis para la región”, asegura la chilena Marta Lagos, directora de Latinobarómetro.

Los resultados de este año (cuadro superior) confirman que los latinoamericanos están como nunca antes insatisfechos con la salud de sus democracias, sin embargo no aumenta el apoyo a regímenes autoritarios. Según el informe, “los ciudadanos de la región que han abandonado el apoyo al régimen democrático prefieren ser indiferentes al tipo de régimen, alejándose de la política, la democracia y sus instituciones”.

Cabe recalcar que Perú y Honduras han tenido una variación porcentual tan pequeña (- 2% en ambos casos) que se considera que no hay cambio. Sin embargo, esto no quita que debería ser un motivo de preocupación la tendencia generalizada hacia un ambiente crítico o indiferente con el régimen democrático, que puede ser motivo para que surjan liderazgos autoritarios que, según la evidencia en varios países, luego de llegar al poder por la vía legal, utilizan las propias instituciones de un estado de Derecho para socavar a la democracia. 

Lo positivo es recatar que el 43% de la población todavía confía en una democracia total. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que al 27% de los peruanos les “da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático” y que el 18% considera que “un gobierno autoritario puede ser preferente”. Esta crisis de confianza se puede ver en los niveles de aprobación, donde el Congreso peruano tiene un 82% de desaprobación.

Percepción de situación económica

La buena situación económica es escasa, viene cayendo de manera sistemática desde 2013 donde alcanzó un 25% para disminuir de manera constante y continua a 12%, menos de la mitad, en 2018.

Es importante tomar en cuenta que, según el Latinobarómetro, el Perú se ubica en la séptima posición de esta clasificación con un 11% de personas calificándola de “buena o muy buena”. Por otro lado, Chile es el país que encabeza la lista de los países que más declaran “buena” situación económica con un 26%, le sigue Uruguay con 21%, Bolivia con 18% y Ecuador con 17%.

¿Y qué tan satisfechos estamos con el funcionamiento de la economía en nuestro país? Según el cuadro superior, solo el 9% se considera satisfecho. ¿Por qué? La corrupción y la falta de información sobre el manejo de las agendas hace que se creen mitos y falsedad que terminan perjudican a la democracia a los gobiernos. En su diagnóstico, el informe detecta un bajo estado de ánimo social “alimentado por una creciente discrepancia entre las mayores demandas de los ciudadanos y la falta (real o percibida) de capacidad para resolver los problemas por parte de las élites políticas, cuya reputación se ha visto mermada por escándalos de corrupción en los últimos años”.

Tendencia global

Es lamentable que el racional sobre el debilitamiento de la democracia liberal y la economía de mercado (que viene de EEUU y Europa) se haya generalizado hasta América Latina. Esto ha permitido que se vayan construyendo mitos que son aprovechados por los políticos populistas, que están desestabilizando el mundo de nuestros días, cuando la realidad, como lo demuestran Hans Rosling y Stephen Pinker, entre otros pocos investigadores serios, es todo lo contrario.

La verdad, como hemos explicado anteriormente es que, durante las últimas décadas, en los países emergentes, se ha producido un aumento sustancial del bienestar y la desigualdad se ha reducido dramáticamente. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad, Las dos caras de la desigualdad en el mundo y Contundente reducción de la desigualdad.

Como hemos afirmado en Lampadia, hay una realidad política que tiene que ser enfrentada, con una propuesta de cambio que necesariamente tiene que abarcar:

  • El refrescamiento de la democracia
  • La limpieza del manejo de la cosa pública
  • La participación de los jóvenes en el diseño del mundo de la Cuarta Revolución Industrial.

En esencia, en lugar de cementar apuradamente una nueva realidad política, hay que invitar a las juventudes, empresarios, académicos y políticos a participar en la búsqueda de un camino positivo que nos permita crecer y nos brinde el bienestar general que todos añoramos. Lampadia

La encuesta del latinobarómetro
Los latinoamericanos están desalentados por la democracia

Los votantes de la región están cada vez más insatisfechos con la política en sus países. Eso es preocupante

The Economist
8 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

La democracia en América Latina está en problemas. Ese es el mensaje de la encuesta de opinión de este año en 18 países realizada por Latinobarómetro, un encuestador con sede en Santiago, Chile. La proporción de personas que no están satisfechas con el funcionamiento de la democracia ha aumentado del 51% en 2009 al 71%. La participación de los que están contentos ha bajado del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que comenzó la encuesta hace más de dos décadas (ver cuadro 1 y cuadro 2).

Eso no significa que la mayoría de los latinoamericanos estén listos para deshacerse de la democracia, que se ha convertido en la norma en toda la región desde los años ochenta. Más de la mitad dice que es mejor que cualquier otro sistema, aunque se ha reducido en 13 puntos porcentuales en los últimos ocho años. Demócratas desilusionados se inclinan hacia la indiferencia. La proporción de personas neutrales ha aumentado del 16% en 2010 al 28%, mientras que el apoyo al gobierno autoritario es constante, alrededor del 15%. “A la gente no le gusta la democracia que están experimentando”, dice Marta Lagos, la jefa de Latinobarómetro.

En los dos países más grandes de América Latina, Brasil y México, ese sentimiento ha resultado en la elección de presidentes este año, quienes hasta hace poco habrían sido considerados demasiado radicales para dirigir a sus países. Si la desilusión se profundiza, las elecciones futuras podrían traer presidentes que prueben las normas democráticas de la región.

La mayoría de los latinoamericanos viven en países donde sus votos se cuentan con precisión. Eso no significa que estén contentos, como lo demuestran las 20,000 entrevistas de Latinobarómetro, realizadas desde mediados de junio hasta principios de agosto de este año.

Los votantes tienen muchas razones para quejarse. El crecimiento en el PBI por persona ha disminuido considerablemente desde la crisis financiera mundial de 2009. La economía de Venezuela se ha desplomado y Brasil ha sufrido la peor recesión de 2014 a 2016. La percepción de que los ingresos se distribuyen de manera justa se ha desplomado del 25% en 2013 al 16%. Esa creencia puede estar equivocada. El coeficiente de Gini, una medida de la desigualdad, ha estado cayendo en los países más grandes. Pero, a nivel individual, la percepción de la desigualdad de una persona se encuentra entre los factores más fuertes para predecir su descontento con la democracia.

Las preocupaciones económicas son de las principales de los ciudadanos en la mayoría de los países. Solo en Venezuela, más de la mitad de la gente dice que no tiene suficiente para comer. El promedio regional, sin embargo, es todavía un sorprendente 27%. La delincuencia es la segunda queja principal, liderando la lista de preocupaciones incluso en algunos países relativamente seguros, como Chile y Uruguay. La corrupción es otra gran queja. Dieciocho ex presidentes y vicepresidentes han sido implicados en escándalos de corrupción, incluso en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. La proporción de latinoamericanos que piensan que sus países van en la dirección equivocada excede la proporción de quienes piensan que están progresando en ocho puntos, la brecha negativa más grande desde 1995.

Esto ha golpeado la credibilidad de las instituciones. Solo las fuerzas armadas y la iglesia, instituciones poderosas antes del advenimiento de la democracia de masas, conservan mucho respeto (ver gráfico 3). La mitad de los latinoamericanos cree que todos o casi todos los presidentes y legisladores están involucrados en la corrupción. La proporción de personas que piensan que las élites gobiernan para su propio beneficio ha aumentado constantemente durante la última década; en ninguna parte cae por debajo del 60%. Cada vez más, los votantes se desvinculan de la política. Por tercer año consecutivo, el número que dice que no votará por ningún partido político es mayor que el número que dice que votará por uno.

Los pobres están más alienados que los ricos y la clase media. Las personas que están muy atrás se quedan rezagadas con respecto a las personas prósperas en más de diez puntos porcentuales en su nivel de apoyo a la democracia. Los jóvenes son más escépticos que los viejos, lo que es un mal presagio para el futuro de la democracia. Cerca de 200 millones de latinoamericanos con bajos niveles de educación, alrededor del 30% del total, son los votantes más propensos a arremeter contra políticos y partidos establecidos, y elegir líderes que prometen resolver problemas con una “varita mágica”, escribe Latinobarómetro en una nota analítica que acompaña los resultados. La encuesta, que tiene un margen de error del 3% por país, es publicada exclusivamente por The Economist.

En Brasil, donde la satisfacción con la democracia es la más baja entre los 18 países, la desilusión abrió el camino para que Jair Bolsonaro, un antiguo paracaidista que exalta la dictadura de 1964-85, gane la presidencia el mes pasado. Tenía un fuerte apoyo de brasileños bien educados.

En julio, México eligió a Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda cuyo partido Morena tuvo su primera elección en 2015. No es partidario de la dictadura, propone cambiar la forma en que funciona la democracia al entregar más decisiones a los votantes a través de referendos. A Lagos le preocupa que la democracia en Argentina sea vulnerable. Su economía está entrando en recesión y la proporción de personas que se llaman clase media se redujo en 14 puntos desde 2013 hasta 2018, la mayor caída de este tipo en la región.

En los países cuyos líderes están desmantelando la democracia, los ciudadanos la aprecian más. Aunque solo el 12% de los venezolanos están contentos con la forma en que funciona su “democracia”, el 75% prefiere la democracia a cualquier otro sistema. En Nicaragua, donde el régimen cada vez más dictatorial de Daniel Ortega ha estado reprimiendo las protestas desde abril, la satisfacción con la democracia cayó del 52% el año pasado al 20%, pero más de la mitad de las personas aún apoyan el sistema. Alentadoramente, el buen gobierno también refuerza el apoyo a la democracia. Los prósperos Uruguay, Costa Rica y Chile, donde el estado de derecho está relativamente bien establecido, son los países más satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Lampadia