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“Fuera de control en términos de las fuerzas desplegadas”

“Fuera de control en términos de las fuerzas desplegadas”

En el mundo existe una gran necesidad de gobernanza global, de una convergencia de poderes y apoyo entre países sin polarizaciones ni discriminación de ningún tipo. Solo con un fuerte liderazgo global se podrá llevar a un mundo tan dinámico y multipolar hacia la convergencia la prosperidad y la paz.

Ese es el mensaje que debemos llevarnos de la entrevista a la ex Secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, quien está muy enterada de los temas de Grecia, Putin y el espionaje en el escenario mundial. Su frase: la gente está hablando con sus gobiernos con tecnología del siglo 21; los gobiernos escuchan en la tecnología del siglo 20 y proporcionan respuestas del siglo 19”, puede aplicarse en muchos escenarios, como por ejemplo a las relaciones del sector privado, el gobierno y los políticos en el Perú.

Esto muestra el gran problema de nuestros tiempos: la desconexión entre sociedad y Estado. El problema se arraiga desde las instituciones globales con las que contamos, las cuales fueron creadas para otros tiempos y hoy están desfasadas. Les falta capacidad para ejercer autoridad, hacer cumplir los acuerdos internacionales y tomar las acciones necesarias para solucionar problemas actuales. El creciente poder económico y político de China, el desarrollo de la India, los embates de Putin y la emergencia de ISIS, entre otros, significan una multiplicación de los actores, que, como dice Albright, no necesariamente se conducen por reglas racionales y en los mismos lenguajes. (Ver en Lampadia: WEF: ¿Se detendrá la gobernanza global en un mundo multipolar?)

Además, el mundo tiene que adaptarse a la tecnología. Este es otro tema importante que menciona Albight. No se puede seguir luchando contra los medios sociales, los avances tecnológicos y los avances que brinda la tecnología. Es un mundo que sigue cambiando constantemente y las rígidas y antiguas reglas no se adaptan a él.

Este desfase entre lo económico-social e institucional a nivel global puede, tarde o temprano, terminar destruyendo los avances de la humanidad. Es como en el Perú, el divorcio de la política y la economía hace precario lo avanzado. (Ver en Lampadia: El Mundo carece de una Gobernanza Global para el Siglo XXI).

El creciente suicidio colectivo en que está empeñada la clase política peruana, muestra que no hay límites ni reglas que nos protejan del abismo. No hay ‘arrepentimiento ni propósito de enmienda’. La conducta del oficialismo y la oposición nos demuestra que en nuestro sistema político nadie está dispuesto a arriar banderas en función del bien colectivo. En Lampadia demandamos una vez más: Unidad y Liderazgo).

Ver entrevista de Christiane Amanpour (CNN) a Madeleine Albright, ex Secretaria de Estado de EEUU en Berlín el 25 de junio 2015.

Canal de Lampadia:

Transcrita, traducida y glosada por Lampadia:

Madeleine Albright sobre los grandes temas del día

Soy Christiane Amanpour (CA) en Berlín. Es un momento de desafío sin precedentes para Europa.

En este momento de crisis global sin precedentes, he estado hablando con la ex Secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright (MA), quien está muy enterada de los temas de Grecia, los juegos de Putin y el espionaje en el escenario mundial.

CA: El gobernante de facto de la UE, el líder de la UE, la canciller Merkel, está tratando de lidiar con Grecia. El subsecretario general estadounidense de la OTAN dijo que están muy preocupados, ya que podrían haber malas consecuencias si hay un “Grexit” y no sólo repercusiones económicas. ¿Qué piensas sobre eso? ¿Crees que toda la cuestión de Grecia es preocupante?

MA: Creo que es muy preocupante debido a la ubicación de Grecia, el tema de cómo funciona la Unión Europea, la relación entre la Unión Europea y la OTAN y todas las cosas que están sucediendo en los países vecinos y la zona del Mediterráneo, en el Medio Oriente. (…) desde una perspectiva estadounidense, creo que es muy preocupante.

CA: En 1947 que los estadounidenses se fueron por la borda para mantener a Grecia en Europa y no dejarlo ir a la esfera soviética.

MA: Por supuesto. Es algo por lo cual el presidente Truman trabajó muchísimo. Fue el inicio de una política exterior de asistencia de Estados Unidos, de tratar de encontrar la manera de asegurarse de que no se fuera al comunismo y que se mantuviera como parte de Europa,  reconoció no sólo la importancia de Grecia en sí, sino lo que realmente representaba como símbolo. Y, por eso, creo que es muy preocupante.

CA: El primer ministro Tsipras parece estar comunicándose mucho con el presidente Putin y el está disfrutando este juego como lo ha hecho en los últimos años. ¿Existe la preocupación de que Rusia reciba a Grecia con los brazos abiertos o que Grecia se incline más en esa dirección?

MA: Creo que es muy difícil adivinar cuál es el plan de Putin excepto por una cosa: Creo que lo que quiere hacer es dividir la alianza occidental. Y creo que eso es parte de su juego. Y creo que es lamentable ver que los griegos parecen estar cayendo en el juego. Pero lo principal es: si necesitan dinero, los rusos no tienen dinero. Entonces, ¿de qué se trata esto? ¿Por qué está sucediendo?

Lo que también me pone nerviosa es que… yo se que así son las negociaciones, pero parece muy de “cuerda floja” en un momento en que es tan importante. La OTAN está cumpliendo y la Unión Europea, los ministros de finanzas, todo el mundo está en esto. Pero sí creo que los rusos piensan que pueden obtener una ventaja y espero que los griegos no se las den.

CA: El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha llegado a sugerir que la OTAN podría reforzar su fuerza de disuasión nuclear en la región porque Putin ha estado hablando mucho sobre el fortalecimiento de las armas nucleares y sobre la opción nuclear. ¿Cómo se lee lo que está haciendo? Después de todos estos años, después de la caída del muro y todo el resto… ¿esta idea nuclear entre Rusia y la OTAN?

MA: Bueno, en parte, creo que todo es un intento de Putin para hacer frente a lo que creo que es una crisis de identidad que tienen los rusos. No es fácil haber sido una superpotencia y, de repente, no serlo. Y Putin ha prometido de tantas maneras que él va a regresar a Rusia a su grandeza. Lo que se olvida, o nunca ha conocido, es que el futuro de Rusia está en tener una buena relación con Europa, no por ser sólo una suerte de amenaza. Y pase lo que pase, siempre, cada vez que la ecuación nuclear entra en vigor, es un ejemplo de que las fuerzas convencionales no son lo suficientemente fuertes. Esa ha sido la clase de la historia a lo largo de la Guerra Fría. Creo que es peligroso. Pero yo creo que lo que tenemos que recordar es que lo que la OTAN está haciendo es una práctica de disuasión. La OTAN no comenzó esto. Putin comenzó haciendo algo completamente ilegal desde el final de la Segunda Guerra Mundial, de ir a un país y apoderarse de su territorio. Así que, y solía decir esto generalmente sobre Saddam Hussein, ¿cómo empezó la guerra? Todo comenzó cuando, como él dijo, “cuando el otro chico me golpeó de vuelta”. Así que yo creo que tenemos que tener mucho cuidado, pero hay que recordar que lo que la OTAN está haciendo es la disuasión.

CA: Usted ha dicho recientemente que el mundo está en un gran desorden, que es más inflamable que nunca en su vida o en las últimas décadas. ¿Qué tan grave es?

MA: Ya hablamos un poco acerca de Rusia, claramente, durante la Guerra Fría era peligroso. Los misiles nucleares estaba uno enfrente del otro pero, de una manera extraña, habían ciertas reglas de juego. Escribimos diversos tratados. Había actores racionales que tenían discusiones y debates. Hubo reuniones. Lo que ha pasado ahora es que hay más jugadores (que no son lo que llamamos “los actores no estatales”), que no son parte del sistema. No sabemos exactamente cómo tratar con ellos. Muchas de las instituciones nacionales no funcionan muy bien. Y la estructura internacional, ya sea que estés hablando de la Unión Europea o las Naciones Unidas, estamos un poco sorprendidos y fuera de control en términos de las fuerzas que se han desplegado. Por lo tanto, creo que estamos en una era muy diferente. Tenemos que encontrar la manera de tener la gobernanza nacional e internacional y, he robado esta declaración de alguien pero funciona tan bien, sobre lo que está pasando (teniendo en cuenta lo que está sucediendo en la tecnología) la gente está hablando con sus gobiernos con tecnología del siglo 21; los gobiernos los escuchan en la tecnología del siglo 20 y están proporcionando respuestas del siglo 19. Por lo tanto no hay confianza en las instituciones existentes, ya sea en los gobiernos de los países, en sus personas o en que el sistema internacional pueda llegar a un acuerdo en una verdadera variedad de temas, ya sean sociales, económicos, políticos o ambientales.

CA: El gobierno francés acaba de llamar al embajador americano en París a quejarse en voz muy alta que WikiLeaks informa que el actual presidente francés y sus dos predecesores fueron espiados regularmente por los Estados Unidos, incluyendo sus teléfonos celulares personales. Quiero decir, ¿realmente? ¿Realmente necesita EE.UU. estar haciendo eso? Y, por supuesto, tenemos todo el escándalo de Angela Merkel y que está siendo espiada.

MA: Creo que tengo un problema real con este tema en particular porque, la verdad del asunto es que todo el mundo está espiando a todo el mundo. Y hay una gran cantidad de hipocresía en todo esto. Creo que hay una necesidad de compartir información, especialmente sobre las diversas amenazas que están ahí fuera. Pero me parece extraño que algunos de estos países entre en tal alboroto sobre las cosas que ellos mismos hacen.

CA: ¿Incluso los teléfonos móviles personales de los líderes? Quiero decir, ¿te imaginas que el presidente Obama sea espiado? ¿Fue espiado el presidente Clinton?

MA: No tengo ni idea. Pero creo que la conclusión es que sucede. Creo que la gente hace cosas que desearíamos que no hicieran. Creo que todo el mundo espía a todo el mundo. Y el fondo del asunto es que se está tratando de averiguar a qué nivel sucede y por qué. Una de las partes más difíciles que encuentro en este momento Christiane, es que se basa mucho en lo que la gente dice y hay mucha ambigüedad en todo. La gente comparte una increíble cantidad de información sobre ellos mismos y luego están preocupados cuando la gente sabe algo al respecto. O bien, si algún acontecimiento terrible sucede, como un ataque terrorista, luego dicen: ¿por qué su gobierno no sabe de esto? Por lo tanto, creo que tenemos muy poco clara la privacidad, el secreto, la capacidad, quién hace qué a quién y creo que tenemos que desarrollar algunas reglas nuevas, pero yo creo que hay una gran cantidad de hipocresía.

CA: ¿No descubriste tú que estabas siendo espiada cuando eras secretaria de Estado?

MA: Lo que encontraron fue que una habitación en el séptimo piso del Departamento de Estado, cerca de la oficina de la secretaria de Estado, estaba siendo espiada por los rusos. Había un hombre ruso sentado afuera, y sabía exactamente lo que estaba diciendo.

CA: ¿Sentado afuera dónde?

MA: En algún lugar en el exterior del Departamento de Estado. Lo encontraron. Luego hicimos lo que normalmente haces cuando encuentras algo como eso, una gestión y decirle a Moscú que no debes hacer eso. Pero creo que sabes que tengo mi pin de diplomática. Así que la siguiente vez que me reuní con los rusos, llevaba puesto un gran broche de “insecto” y ellos supieron exactamente lo que estaba diciendo.

CA: ¿Y se detuvo?

MA: Es de suponer.

Hahahahahahaha.

CA: Secretaria Albright, muchas gracias de verdad.

MA: Muchas gracias.

 




Ucrania no puede convertirse en Siria

Ucrania no puede convertirse en Siria

El camino para alcanzar un acuerdo de paz y desbloquear la situación puede resumirse en 14 palabras: Putin debe retirar sus fuerzas, y Kiev recuperar el control de su frontera oriental.

Por Timothy Garton Ash. Catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige en la actualidad el proyecto freespeechdebate.com, e investigador titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford

(El País, 17 de Febrero del 2015)

“¡Nunca más!”, gritaron los europeos tras la Primera Guerra Mundial. Y volvió a suceder. “¡Nunca más!”, gritaron los europeos en 1945; y volvió a ocurrir. “¡Nunca más!”, gritaron los europeos después de Bosnia, en 1995; y ahora ha vuelto a pasar. Espero y dudo, en igual medida, que el acuerdo de alto el fuego de Minsk, logrado gracias a los heroicos esfuerzos de Angela Merkel, permita alcanzar la paz. Pero, aun en el improbable caso de que así sea, vean lo que ya hemos permitido que ocurra.

Otro país europeo desgarrado por la fuerza. Según los cálculos de la ONU, han muerto al menos 5.400 personas, alrededor de 13.000 han resultado heridas y 1,6 millones han tenido que abandonar sus hogares. Rusia se ha anexionado oficialmente Crimea, que formaba parte de un Estado soberano vecino. El acuerdo de alto el fuego de la semana pasada, Minsk 2, establece que Ucrania no recuperará el pleno control de su frontera oriental con Rusia hasta finales de este año, y solo si celebra elecciones en las regiones de Donetsk y Lugansk y les concede un estatus especial constitucional. También dice que el Gobierno de Kiev debe seguir pagando las pensiones, los salarios y los servicios de esas regiones. Imagínense que solo tienen permiso para cerrar la puerta posterior de su casa si ceden el cuarto de estar a una persona que les está apuntando con una pistola a la cabeza, y además deben seguir pagando sus facturas.

Las personas razonables podrán discrepar sobre la mejor forma de defenderse contra una agresión tan descarada, pero, por lo menos, no debemos hacernos ilusiones sobre lo que está sucediendo delante de nuestras narices. Vladímir Putin está retando deliberadamente a la Unión Europea con una manera de hacer política diferente, antigua y peor. La fuerza impone su razón. Lo negro es blanco. La guerra vuelve a mandar, y el derecho se arrastra como puede hasta una zanja, como un refugiado herido.

Todo ello, en un país cuya integridad territorial juraron solemnemente proteger Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña —claro que, ¿a quién le importa lo que diga hoy Gran Bretaña?— de acuerdo con el memorándum de Budapest de 1994, a cambio de que Ucrania, recién independizada, aceptara entregar uno de los mayores arsenales de armas nucleares del mundo. Cito: “La Federación Rusa, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Estados Unidos reafirman su compromiso… de respetar la independencia y la soberanía y las fronteras actuales de Ucrania”. Firmado por Borís Yeltsin, Bill Clinton y John Major. Imaginen la lección que este quebrantamiento de promesa enviará a otras potencias nucleares o que pretenden serlo: hagas lo que hagas, no te creas una palabra de lo que te garanticen y no renuncies a tus armas nucleares.

La ley de la jungla de Moscú contra la jungla de leyes de Bruselas. ¿Quién está ganando? “Rusia”, responde el conocido realista estadounidense John Mearsheimer. ¿Y qué podemos hacer? “Occidente debe intentar que Ucrania sea un Estado neutral que sirva de tapón entre Rusia y la OTAN. Que sea como Austria durante la Guerra Fría. Para ello, Occidente debería abandonar de forma explícita la ampliación de la Unión Europea y la OTAN”. Vale, gracias, profesor realista. ¿Quizá le gustaría encargarse usted de hacerlo? Tenemos el sitio perfecto para que celebre su cumbre de realpolitik: Yalta, donde, en 1945, Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill dieron una ambigua legitimidad a la ocupación soviética del este de Europa. Yalta, en la anexionada Crimea.

¿Qué derecho tenemos a ordenar a unos países independientes y soberanos que sean Estados tapones neutrales? Gary Kaspárov, que conoce Rusia un poco mejor que Mearsheimer, tuiteó recientemente: “Los realistas parecen tan contentos de condenar a millones de ucranios a vivir como prisioneros en un territorio ocupado. En Europa, en pleno siglo XXI”. El otro día hablé con Kaspárov sobre Ucrania. Me dijo que había estado en Kiev para conmemorar el 20º aniversario del memorándum de 1994; su opinión sobre la tragedia es audaz y original, como su forma de jugar al ajedrez. Insiste en que no se trata de un conflicto entre Ucrania y Rusia, sino entre dos Rusias, que equipara, con licencia poética, con el Rus de Kiev y la Horda Dorada.

Aunque las encuestas que muestran la increíble popularidad actual de Putin en Rusia son creíbles, no debemos cometer el error de identificar al político con el país. También Adolf Hitler gozó de enorme popularidad durante un tiempo, igual que Slobodan Milosevic. Los pueblos pueden dejarse llevar por rumbos desastrosos, sobre todo cuando una hábil propaganda sabe explotar los mitos y los agravios nacionales más arraigados. Entonces, unos años después, la gente se despierta y empieza a pagar el precio. Estar en contra de Putin no es estar en contra de Rusia. Es defender el futuro de Rusia a largo plazo y apoyar a los ciudadanos más acosados, que representan la otra Rusia.

Putin está infringiendo precisamente el principio que siempre ha dicho que debía constituir la base de las relaciones internacionales: la soberanía incondicional de los Estados. ¡Pero qué desfachatez —exclamarán—, que unos países que invadieron Irak critiquen a otros por violar la soberanía de un Estado! A lo cual respondo que tienen razón, que la invasión angloamericana de Irak estuvo mal, desde el punto de vista legal, moral y estratégico, pero que eso no es excusa para volver a hacer lo mismo en este caso.

En Siria, dirán quizá otros, tenemos unos campos de exterminio que hacen que Ucrania parezca casi un país pacífico, y la ONU habla nada menos que de 3,8 millones de refugiados. ¿Qué está haciendo Occidente al respecto? ¿Es que las vidas de los árabes valen menos que las de los europeos, las de los musulmanes, menos que las de los cristianos? Cada 15 días me despierto pensando: “¿No debería escribir sobre Siria?”. Pero, aparte de que sé mucho menos sobre Oriente Próximo que sobre Europa, lo que he aprendido de los expertos no indica ninguna forma clara de avanzar. Da la impresión de que hay demasiados grupos sobre el terreno, envueltos en el conflicto, y que cuentan con el respaldo de demasiadas potencias extranjeras (entre ellas Rusia, que apoya a Bachar el Asad).

Aquí, en cambio, a pesar de la complejidad de Ucrania, existe una manera de desbloquear la situación, que se puede resumir en 14 palabras: Putin debe retirar sus fuerzas y Ucrania recuperar el control de su frontera oriental. De modo que, a diferencia de Siria, la clave está en que un actor político cambie de comportamiento. Por supuesto, eso no detendría de la noche a la mañana a los airados separatistas que luchan en nombre de la República Popular de Donetsk. En el este de Ucrania, como en Bosnia y en Siria, la radicalización provocada por la brutalidad de la guerra ha transformado a los vecinos en enemigos. Kiev tendría que demostrar un enorme sentido político y mucha imaginación para reconstruir un Estado verdaderamente federal, en el que los que se identifican como rusos puedan volver a sentirse razonablemente a gusto. Pero el camino para alcanzar cualquier acuerdo de paz comienza con esas 14 palabras.




El harakiri

El harakiri

Por Mario Vargas Llosa

La Tercera de Chile, 08 de febrero de 2015

El harakiri es una noble tradición japonesa en la que militares, políticos, empresarios y a veces escritores (como Yukio Mishima), avergonzados por fracasos o acciones que, creían, los deshonraban, se despanzurraban en una ceremonia sangrienta. En estos tiempos, en que la idea del honor se ha devaluado a mínimos, los caballeros nipones ya no se suicidan. Pero el ritual de la inmolación se mantiene en el mundo y es ahora colectivo: lo practican los países que, presa de un desvarío pasajero o prolongado, deciden empobrecerse, barbarizarse, corromperse, o todas esas cosas a la vez.

América Latina abunda en semejantes ejemplos trágicos. El más notable es el de Argentina, que hace tres cuartos de siglo era un país del primer mundo, próspero, culto, abierto, con un sistema educativo modélico y que, de pronto, presa de la fiebre peronista, decidió retroceder y arruinarse, una larga agonía que, apoyada por sucesivos golpes militares y una heroica perseverancia en el error de sus electores, continúa todavía. Esperemos que algún día los dioses o el azar devuelvan la sensatez y la lucidez a la tierra de Sarmiento y de Borges.

Otro caso emblemático del harakiri político es el de Venezuela. Tenía una democracia imperfecta, cierto, pero real, con prensa libre, elecciones genuinas, partidos políticos diversos, y, mal que mal, el país progresaba. Abundaban la corrupción y el despilfarro, por desgracia, y esto llevó a una mayoría de venezolanos a descreer de la democracia y confiar su suerte a un caudillo mesiánico: el comandante Hugo Chávez. Hasta en ocho oportunidades tuvieron la posibilidad de enmendar su error y no lo hicieron, votando una y otra vez por un régimen que los llevaba al precipicio. Hoy pagan cara su ceguera. La dictadura es una realidad asfixiante, ha clausurado estaciones de televisión, radios y periódicos, llenado las cárceles de disidentes, multiplicado la corrupción a extremos vertiginosos -uno de los principales dirigentes militares del régimen dirige el narcotráfico, la única industria que florece en un país donde la economía se ha desfondado y la pobreza triplicado- y donde las instituciones, desde los jueces hasta el Consejo Nacional Electoral, son sirvientes del poder. Aunque hay una significativa mayoría de venezolanos que quiere volver a la libertad, no será fácil: el gobierno de Maduro ha demostrado que, aunque inepto para todo lo demás, a la hora de fraguar elecciones y de encarcelar, torturar y asesinar opositores no le tiembla la mano.

El harakiri no es una especialidad tercermundista, también la civilizada Europa lo practica, de tanto en tanto. Hitler y Mussolini llegaron al poder por vías legales y buen número de países centroeuropeos se echaron en brazos de Stalin sin mayores remilgos. El caso más reciente parece ser el de Grecia, que, en elecciones libres, acaba de llevar al poder -con el 36% de los votos- a Syriza, un partido demagógico y populista de extrema izquierda que se ha aliado para gobernar con una pequeña organización de derecha ultranacionalista y antieuropea. Syriza prometió a los griegos una revolución y el paraíso. En el catastrófico estado en el que se encuentra el país que fue cuna de la democracia y de la cultura occidental tal vez sea comprensible esta catarsis sombría del electorado griego. Pero, en vez de superar las plagas que los asolan, estas podrían recrudecer ahora si el nuevo gobierno se empeña en poner en práctica lo que ofreció a sus electores.

Aquellas plagas son una deuda pública vertiginosa de 317 mil millones de euros con la Unión Europea y el sistema financiero internacional que rescataron a Grecia de la quiebra y que equivale al 175% del producto interior bruto. Desde el inicio de la crisis el PIB de Grecia ha caído un 25% y la tasa de desempleo ha llegado casi al 26%. Esto significa el colapso de los servicios públicos, una caída atroz de los niveles de vida y un crecimiento canceroso de la pobreza. Si uno escucha a los dirigentes de Syriza y a su inspirado líder -el nuevo Primer ministro Alexis Tsipras- esta situación no se debe a la ineptitud y a la corrupción desenfrenada de los gobiernos griegos a lo largo de varias décadas, que, con irresponsabilidad delirante, llegaron a presentar balances e informes económicos fraguados a la Unión Europea para disimular sus entuertos, sino a las medidas de austeridad impuestas por los organismos internacionales y Europa a Grecia para rescatarla de la indefensión a que las malas políticas la habían conducido.

Syriza proponía acabar con la austeridad y con las privatizaciones, renegociar el pago de la deuda a condición de que hubiera una “quita” (o condonación) importante de ella, y reactivar la economía, el empleo y los servicios con inversiones públicas sostenidas. Un milagro equivalente al de curar a un enfermo terminal haciéndole correr maratones.

De este modo, el pueblo griego recuperaría una “soberanía” que, al parecer, Europa en general, la troika y el gobierno de la señora Merkel en particular, le habrían arrebatado.

Lo mejor que podría pasar es que estas bravatas de la campaña electoral fueran archivadas ahora que Syriza ya tiene responsabilidades de gobierno y, como hizo François Hollande en Francia, reconozca que prometió cosas mentirosas e imposibles y rectifique su programa con espíritu pragmático, lo cual, sin duda, provocará una decepción terrible entre sus ingenuos electores. Si no lo hace, Grecia se enfrenta a la bancarrota, a salir del euro y de la Unión Europea y a hundirse en el subdesarrollo. Hay síntomas contradictorios y no está claro aún si el nuevo gobierno griego dará marcha atrás. Acaba de proponer, en vez de la condonación, una fórmula picaresca y tramposa, consistente en convertir su deuda en dos clases de bonos, unos reales, que se irían pagando a medida que creciera su economía, y otros fantasmas, que se irían renovando a lo largo de la eternidad. Francia e Italia, víctimas también de graves problemas económicos, han manifestado no ver con malos ojos semejante propuesta. Ella no prosperará, sin duda, porque no todos los países europeos han perdido todavía el sentido de la realidad.

En primer lugar, y con mucha razón, varios miembros de la Unión Europea, además de Alemania, han recordado a Grecia que no aceptan “quitas”, ni explícitas ni disimuladas, y que los países deben cumplir sus compromisos. Quienes han sido más severos al respecto han sido Portugal, España e Irlanda, que, después de grandes sacrificios, están saliendo de la crisis luego de cumplir escrupulosamente con sus obligaciones.

Grecia debe a España 26 mil millones de euros. La recuperación española ha costado sangre, sudor y lágrimas. ¿Por qué tendrían los españoles que pagar de sus bolsillos las malas políticas de los gobiernos griegos, además de estar pagando ya por las de los suyos?

Alemania no es la culpable de que buen número de países de la Europa comunitaria tengan su economía hecha una ruina. Alemania ha tenido gobiernos prudentes y competentes, austeros y honrados y, por eso, mientras otros países se desbarataban, ella crecía y se fortalecía. Y no hay que olvidar que Alemania debió absorber y resucitar a un cadáver -la Alemania comunista- a costa, también, de formidables esfuerzos, sin quejarse, ni pedir ayuda a nadie, sólo mediante el empeño y estoicismo de sus ciudadanos. Por otra parte, el gobierno alemán de la señora Merkel es un europeísta decidido y la mejor prueba de ello es la manera generosa y constante en que apoya, con sus recursos y sus iniciativas, la construcción europea. Sólo la proliferación de los estereotipos y mitos ideológicos explica ese fenómeno de transferencia freudiana que lleva a Grecia (no es el único) a culpar al más eficiente país de la Unión Europea de los desastres que provocaron los políticos a los que durante tantos años el pueblo griego envió al gobierno con sus votos y que lo han dejado en la pavorosa condición en que se encuentra.




The Economist Espresso: Sobre Ucrania e India

The Economist Espresso: Sobre Ucrania e India

Publicado en The Economist Espresso el 02 de febrero del 2014. Traducido por Lampadia.

Divide y conquistarás: Merkel, Obama y Putin

Angela Merkel se reunirá hoy en Washington con Barack Obama, en medio de una semana de urgente diplomacia que puede determinar el futuro de Ucrania. Los delegados a la Conferencia de Seguridad de Munich del fin de semana se rieron abiertamente de Sergei Lavrov, Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, mientras que el insistía vehementemente que Rusia no había invadido a su vecino y que el Occidente diseñó el “golpe de Estado” en Kiev el año pasado. El miércoles, Angela Merkel y François Hollande, presidente de Francia, se reunirán a discutir un nuevo plan de paz con Vladimir Putin y Petro Poroshenko, de Ucrania, en Minsk. Hoy, Obama y ella debatirán sobre el posible suministro de armamento al gobierno del Presidente Poroshenko – una idea que Merkel rechaza pero que los políticos estadounidenses de alto nivel apoyan. Los ucranianos temen que la apropiación de tierras del Kremlin sea ratificado por un apresurado acuerdo internacional. Los líderes europeos temen una conflagración más amplia; mientras que algunos estadounidenses creen que se podría llegar a un apaciguamiento. Dado que la división del Oeste es uno de los objetivos estratégicos de Putin, sin duda ve tal desacuerdo como una victoria en sí misma.

La economía de la India: arreglando el velocímetro

India ha sido una luz entre los mercados emergentes; las cifras del PBI publicados hoy darán una idea de cuan brillante. India importa el 80% del petróleo que utiliza y, por lo tanto, se ha visto beneficiada por los precios más bajos. Su gobierno pro-reforma tiene un mandato saludable. Los extranjeros siguen siendo compradores entusiastas de sus activos: el mercado de valores de la India y su moneda han superado a sus pares. El FMI prevé que la economía de la India pronto estará creciendo más rápido que la de China. Sin embargo, nadie está muy seguro de cuán rápido está creciendo ahora. La oficina nacional de estadística ha actualizado recientemente el año de referencia con el cual se calcula el PBI y se actualizó el crecimiento para 2013-14 (de abril a marzo) de 5.1% a 6.9%, un número que se encuentra en desacuerdo con otros indicadores más débiles. Hoy se dio a conocer una estimación para 2014-15: los meteorólogos habían previsto un crecimiento de alrededor del 5.5%, pero las revisiones de los datos del año pasado sugieren que ahora la cifra podría ser aún mayor.




Lo que faltaba: Alemania

Lo que faltaba: Alemania

Por The Economist

(Gestión, 21 de Octubre del 2014)

Durante los últimos años Alemania ha sido una notable excepción a la debilidad económica de Europa. Pero, repentinamente, el “teflón teutón” se halla en problemas: su PBI cayó en el segundo trimestre del año y las noticias recientes pintan un escenario todavía más desalentador. Por ejemplo, la producción industrial y las exportaciones decrecieron en agosto.

El índice ZEW, elaborado por el Centro de Investigación Económica Europea (ZEW, por sus siglas en alemán) y que mide la confianza de los inversionistas, se ha desmoronado a su nivel más bajo en casi dos años. Y pudiera ser que la economía alemana esté en recesión.

Esta debilidad tiene a muchos fuera de Alemania profundamente consternados, pero dentro del país la reacción ha sido una estoica despreocupación. Incluso el Gobierno, que la semana pasada recortó sus proyecciones de crecimiento del PBI para este año de 1.8% a 1.2%, y de 2% a 1.3% para el 2015, se mostró contrario a cualquier cambio en su meta de equilibrar el presupuesto el próximo año.

“Una reducción en el crecimiento no es un cataclismo”, declaró Sigmar Gabriel, ministro de Asuntos Económicos y Energía, agregando que no existen “razones de política económica” para cambiar el rumbo.

Buena política, mala economía

Políticamente, esta posición tiene cierta lógica. La promesa de no incurrir en endeudamiento gubernamental en el 2015 estuvo en el centro de la campaña electoral de Angela Merkel. Mantenerse firme en los compromisos asumidos es bien visto por los electores alemanes, quienes consideran que los déficits son peligrosos, inefectivos y probablemente inmorales.

Sin embargo, económicamente, la lógica es endeble. Es riesgoso obsesionarse por un presupuesto equilibrado a puertas de una recesión, pues el estímulo fiscal, enfocado en la inversión en infraestructura haría que el país esté más seguro en el corto plazo y con la capacidad de crecer más rápido en el largo plazo. Además, no rompería las reglas fiscales del Gobierno.

Los políticos alemanes están convencidos de que el enfriamiento de su economía será modesto y temporal. Pero un vistazo a la economía mundial arroja muchas señales de peligro encendidas. Es que los precios de las acciones, las tasas de inflación y los rendimientos de los bonos están cayendo, el precio del petróleo está en descenso y China está batallando contra un problema de endeudamiento.

Todo esto podría fácilmente ser el presagio de un desplome económico feo y prolongado. De cara con esa posibilidad, un gobierno prudente debería preparar algunas defensas contracíclicas.

Una herramienta es flexibilizar la política monetaria. El Gobierno alemán debe respaldar el esquema de grandes compras de bonos del Banco Central Europeo y no liderar su oposición. Pero la principal herramienta que está a disposición de Merkel es la política fiscal. Si incrementa el gasto público el próximo año, el Gobierno podría amortiguar su economía ante cualquier debilidad externa.

Y enfocar dicho gasto en infraestructura podría impulsar las perspectivas de crecimiento de largo plazo de la economía alemana. Una década de ajustarse los cinturones ha dejado al país hambriento de una necesaria inversión. Es que desde el 2003, la inversión pública no ha crecido al mismo ritmo que la depreciación y, por tanto, no sorprende que los puentes estén resquebrajándose y los jardines de infantes estén superpoblados.

Esta austeridad daña la productividad alemana. Es una economía falsa, especialmente cuando el dinero está tan barato. Los rendimientos de los bonos se encuentran en un nivel bajo histórico de 0.72% y las tasas de interés de largo plazo, en términos reales, son negativas.

Haciendo una estimación conservadora, el gobierno de Merkel podría incrementar el gasto en infraestructura en alrededor de 0.7% del PBI en el 2015 y 0.5% del PBI en el 2016 sin que ello signifique romper las reglas que fijan los límites de endeudamiento público. Esos recursos deberían ser utilizados para acelerar los proyectos federales que están listos para el inicio de obras, que son muchos y van desde la reparación de puentes a la culminación de caminos; así como para ayudar a los estados y municipios que carecen de dinero en efectivo y que representan los dos tercios del gasto gubernamental en infraestructura.

Esta publicación —que piensa que las reglas de endeudamiento público son excesivamente rígidas— preferiría un plan más ambicioso, pero esto podría ser un comienzo. Alemania debe hacerlo ahora.