Llegué a Johannesburgo pocas semanas después que a Mandela lo enviaron a cumplir cadena perpetua en la isla Robbin. Para la mayoría de los dos millones de blancos en Sudáfrica y aun para muchos de los 11 millones de negros, esto era un alivio, una solución. Mandela era un extremista, un comunista, un alborotador.
Yo tenía un departamento de una habitación en Hillbrow, un barrio bohemio y alegre a unas doce cuadras del centro donde el Sunday Times de Johannesburgo tenía sus oficinas y donde encontré trabajo como reportero. Más adelante, me cambié a la también cercana oficina de la Associated Press de Johannesburgo.
Puede leer el artículo completo en el siguiente link
Publicado en Caretas, 12 de diciembre de 2013