Rolando Arellano, Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica
El Comercio, 31 de octubre de 2016
Un elemento que acompaña nuestros avances sociales es el crecimiento de la autoestima de los peruanos. Ello está ligado al reconocimiento de nuestra cultura esencialmente mestiza, que en estos días cercanos a la fiesta de los muertos muestra su gran fuerza y actualidad.
En efecto, varios de los grandes elementos unificadores del país se generan con el mestizaje interno reciente. Así, cuando en Lima se juntaron los peruanos de todas las regiones, aparecieron la cocina peruana –que mezcla varios insumos y sabores– y la nueva música popular, que bailan ricos y pobres. Y esa mezcla continúa en las nuevas macrorregiones del Perú Norte, Perú Sur, Perú Centro y Perú Oriente, que se forman espontáneamente, generando riqueza cultural y económica descentralizada. Por ello no sorprende que incluso racialmente hoy tres de cada cuatro peruanos se autodefinan, orgullosamente, como mestizos.
Y una evidencia excepcional de que somos un país cada vez más mestizo se da en la víspera del Día de Todos los Santos, donde se juntan cuatro aspectos culturales diferentes: el uso prehispánico de venerar a los muertos, la fiesta cristiana traída por los españoles, la costumbre europea del Halloween y la celebración de la música criolla.
Así, entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre, vivimos un fenómeno fantástico donde muchos peruanos en los cementerios ponemos ofrendas “paganas” junto a cruces cristianas, como la comida que le gustaba al difunto, y acompañamos los padrenuestros con un fondo de huainos o marineras. Eso tanto en las “velaciones” de los pueblos pequeños serranos, como en Villa María del Triunfo en Lima sur.
Y quizá regresando del camposanto, muchos vestimos a nuestros hijos para el Halloween, esa fiesta celta, donde los europeos se disfrazaban para evitar que los reconocieran las almas de los muertos que regresaban. Y si bien eso se da en gran parte de América Latina, en el Perú además festejamos el Día de la Canción Criolla (de ‘creole’, mestizo), decretado en 1944 pero revitalizado por un nacionalismo más reciente. Y así vemos a niños pidiendo dulces disfrazados de ñustas y chalanes, mientras las peñas criollas se adornan con calaveras y telarañas, y se canta a voz en cuello el vals “El pirata”: “Yo no quiero una tumba ni una cruz ni coronas…” (que parece un canto de Halloween y además se adelantó medio siglo a la protesta contra la disposición de la Iglesia Católica sobre la cremación).
Se llama “sincretismo” al esfuerzo de juntar tendencias diferentes para lograr un resultado armónico. Al juntar orientaciones culturales distintas y antes contradictorias, el mestizaje peruano está generando la armonía que nos ayuda a seguir creciendo. Qué horror, dirán algunos esta noche.