LOS PLANES DE PIERO GHEZZI
Con la inclusión en el nuevo Gabinete Ministerial de Piero Ghezzi en la cartera de Producción, se abre la posibilidad de que el Perú adquiera finalmente un ministerio que atienda la amplia gama de temas microeconómicos que requieren la atención del Estado. Tal parece ser la intención del nuevo ministro. La idea tiene mucho sentido, y así sucede en muchos países. En estos, las funciones de modernización, diversificación y búsqueda de mayor productividad para toda la estructura productiva caen bajo el ámbito de un Ministerio de Economía, separado de ministerios denominados de Hacienda o de Finanzas.
Leyendo las 119 páginas del reglamento de organización y funciones del Ministerio de la Producción a su cargo, Ghezzi habrá reparado en que no requiere norma legal alguna para trabajar desde su despacho en todas las tareas propias de un ministerio como el que mencionamos. Desde allí diseñaría políticas para aumentar la productividad solucionando las llamadas fallas de mercado y fallas de Estado, que impiden el desarrollo productivo en muchas áreas de la economía. De igual modo, podría dirigir toda la política gubernamental de innovación y tecnología. También se podría ocupar del aprovechamiento de las ventajas que nos ofrecen la liberalización del comercio internacional y los muchos tratados de libre comercio que el Perú no aprovecha a plenitud. Si orienta su cargo al logro de estos objetivos, este nuevo miembro del Gabinete podría convertir a Produce en un superministerio. Dejaría de ser el humilde ente encargado de conducir solo el importante sector pesquero, además de, como reza su ley constitutiva, “el fomento de la iniciativa empresarial, la competitividad de la microempresa y pequeña empresa, la asociatividad y el cooperativismo” . Se convertiría en el gran órgano a cargo del diseño de una amplia gama de políticas públicas transversales hoy descuidadas en el Perú.
El nuevo ministro ha salido rápidamente a calmar temores acerca de la posible intención de lanzar un “plan de desarrollo industrial” que privilegie tal o cual industria, hablando en cambio de “un plan para la diversificación productiva”. Sin embargo, temo que al aludir al concepto de “diversificación” pareciera estar suscribiendo la tesis de aquellos que caracterizan a nuestra economía como primario-exportadora.
El crecimiento económico de la última década nos muestra que los motores de la economía se encuentran en las actividades no primarias (las que incluyen a la manufactura). Estas han crecido por diez años a una tasa promedio de 7,2%, mientras que las actividades primarias solo crecieron a un ritmo de 3,7% por año. Mirando el lado de la demanda, ha sido la demanda interna (consumo e inversión) la que ha crecido muy por encima de la demanda externa (exportaciones).
El proceso de apertura económica ha generado una diversificación industrial no antes vista. Industria que compite en el mercado doméstico con productos importados y tiene la competitividad que le permite exportar con éxito. En la agricultura, la diversificación hacia productos de alto valor es evidente y su competitividad se refleja en los crecientes volúmenes de exportación.
Es cierto que existen muchas actividades, desde la industria forestal hasta la acuicultura, donde el Perú goza de enormes ventajas y que aun así no se desarrollan. Nos sorprenderá descubrir que ello se debe a la influencia negativa del Estado que afecta en particular a tales actividades.
Son muchas las acciones que podrá desarrollar el nuevo Ministerio de la Producción actuando de manera general sobre toda la economía, antes que mirando a una u otra actividad. Imaginemos la riqueza que se podría generar desarrollando un mercado eficiente para el agua, con derechos racionalmente establecidos. Cuánto más crecería la inversión y el empleo si se lograrían encauzar de manera inteligente los procesos de consulta previa, o si se estableciese una política laboral para los nuevos entrantes al mercado del trabajo que sea similar a la que existe en los otros países de la Alianza del Pacífico.
Por último, imaginemos que el ministerio se aboque de manera sistemática a la tarea de abolir la maraña burocrática, sobrerregulación y sobre fiscalización que hoy inhiben de manera intolerable la inversión y creación de riqueza. Habríamos logrado tener finalmente un verdadero Ministerio de la Producción o, si se quiere llamarlo por su verdadero nombre, un Ministerio de Economía.
Publicado en El Comercio, 25 de marzo de 2014.