Con el año nuevo arranca la lucha perenne entre la aspiración y el peso de las circunstancias, lucha que nos ocupa el resto del año. Es el momento cuando levantamos los ojos y cargamos el espíritu. Por eso comparto la reflexión de un amigo que me anima sobremanera.
Luego de graduarse, Carlos de la Torre empezó su carrera como la mayoría de los economistas jóvenes, haciendo trabajos de contabilidad económica en escritorios limeños. Pero muy pronto, algo lo llevó a un camino poco transitado por sus compañeros de estudio. Desde hace 23 años se ha dedicado a trabajar en proyectos de desarrollo rural, en el Cusco, Huancavelica y Ayacucho. Y ahora escribe para compartir su visión de la evolución positiva de la economía rural en las últimas décadas. Dice:
“Soy testigo de ese desarrollo. … He visto que el estado ha apoyado de manera significativa en carreteras, energía eléctrica, postas médicas, escuelas, sistemas de irrigación, he visto además que nuestros hermanos y hermanas del campo, son personas de gran fuerza física, vitalidad y optimismo, trabajan desde muy temprano en la mañana (3:30 o 4am), cuidando su ganado, visitando sus chacras, o viajando a las ferias locales para comprar y vender, o para ganar algún dinero extra haciendo algún oficio temporal en las ciudades. Están involucrados en varios negocios pequeños a la vez. Cuando sus hijos e hijas viajan a ciudades lejanas, no van solos, ni llegan solos, tienen una red de hermanos, primos y tíos, que les dan la mano y los protegen.”
“Los que han nacido y viven en comunidades campesinas, se denominan a sí mismos con la palabra “Runa” (que significa “gente”; no les agrada la palabra “campesino”, se ofenden con la palabra “indígena”). Los jóvenes que trabajan en labores domésticas, los jardineros, obreros, pequeños comerciantes, y muchas personas de múltiples oficios en todas las ciudades del Perú, son Runa. Su corazón es dulce, sus ojos negros brillantes, muchas veces miran con tristeza la debilidad (física y sicológica) de los Misti (así llaman a las personas que no han nacido en las comunidades campesinas.) Los Runa no son tristes ni sufren de melancolía, la danza y el canto son para ellos asuntos de cada día. Así es nuestro querido Perú.”
De la Torre podría ser acusado de romanticismo, pero no es que deje de ver la lógica prosaica de los números, aprendida en la universidad, sino que su experiencia, de largos años de trabajo codo a codo con “hermanos” campesinos, le ha enseñado además la lógica de los valores y del espíritu.
Basadre describió la personalidad del Perú que falta construir como una conjugación de los valores del Perú aborigen y del Perú europeo. Para Vargas Llosa, escribiendo hace dos décadas en el contexto de un Perú todavía fragmentado y violento, la visión de Basadre seguía siendo un “lejano ideal.” Hoy, la conjugación sigue siendo un ideal, pero no tan lejano. Estamos aprendiendo que conjugar no es sólo dar, o incluir, unilateralmente. Conjugar también es recibir, y como sugiere De la Torre, todos tenemos mucho que aprender, uno del otro.