Un amigo, ya fallecido, me dijo una vez: “Las cosas se están poniendo bien, de lo mal que se están poniendo”. Este aparente contrasentido tiene una explicación. Cuando se está en una circunstancia que progresivamente se va alterando negativamente, esta evoluciona hasta un límite en que emergen elementos que la revierten, forjándose una circunstancia positiva. Actualmente tenemos ejemplos de ello en Venezuela, Argentina y Brasil, países que están inmersos, en distinto grado, en penosos círculos viciosos económicos y sociales que alimentan la posibilidad de que ocurra, en un futuro cercano, un cambio fundamental hacia un sistema que promovería una corrección radical de sus enormes desaciertos acumulados.
Aunque el Perú viene experimentando una significativa desaceleración de su economía, todavía crece a un ritmo anual apreciable. Pero hay que luchar bastante, tanto para no seguir decayendo como para desmarcarnos de las crisis de nuestros vecinos aludidos que, al ser los más grandes de Sudamérica, están creando una imagen sombría para toda la región, que ahuyenta a los inversionistas internacionales. Todas las campanas han sonado alertándonos del peligro de seguir por caminos equivocados, por lo que hoy tenemos la posibilidad de curarnos sin caer en alguna recesión.
Somos un país subdesarrollado y como tal tenemos múltiples problemas. No queramos remediar todo en el corto plazo, siendo preferible centrar los recursos del país en un factor-objetivo primordial y este debe ser la inversión como locomotora. Los siguientes meses son cruciales para tomar decisiones de Estado que promuevan la inversión tanto pública como privada. La inversión debe ser la base de la recuperación del crecimiento del país, por lo que todas las medidas que se tomen deben tener presente si la favorecen o no. Si benefician la inversión, adelante. Si la perjudican, deben dejarse de lado o aplazarse. Toda inversión debe ser alentada, en principio, pero especialmente las de proyectos de gran envergadura, por su alto impacto en las expectativas de todos los agentes económicos, estén o no vinculados a esos proyectos.
No hay que ilusionarse con que el gobierno, que sostenemos con la tuya y con la mía, vaya modificar su actuar cansino, por ejemplo, haciendo sentir su presencia en Cajamarca y se logre avanzar con el proyecto minero Conga. Humala es Humala y su carácter débil no da para tanto, pero hay muchos otros proyectos en diferentes sectores que sí pueden salir adelante, aún con el Poder Ejecutivo que arrastra los pies ante todos los problemas. Pues bien, si el gobierno no tiene la capacidad para conducir, habrá que empujarlo desde la oposición política, los medios de prensa, los gremios empresariales y cualquier otro ente que tenga potencial para influir, en los dos años que faltan para que acabe este régimen. Quien calle o no haga lo que puede hacer será corresponsable de una crisis que se puede evitar.