Patricia Teullet
Perú21, 9 de setiembre de 2016
No solo me abre la puerta del auto, sino que pregunta qué música me gustaría escuchar. No me obliga a una conversación que no quiero tener y respeta que permanezca en silencio. ¡Gracias, Uber!
Hace mucho que tenemos servicios de taxis, pero ninguna compañía había logrado competir efectivamente con la oferta de las calles, no tanto por precio como por oportunidad. Ciertamente, la tecnología ha logrado lo que ni las amenazas de multas ni la pintura amarilla lograron: que pudiéramos tomar un taxi, con seguridad, a un precio razonable, sin esperas en la vía pública ni largas negociaciones más dignas de un tratado internacional que de dos soles de pasaje.
En otros países, los taxistas formales han reaccionado contra Uber: ellos están obligados a cumplir una serie de condiciones que tienen un costo, en algunos casos, muy alto. En el Perú es distinto y es muchas veces el vehículo utilizado en Uber el que tiene que hacer inversiones para adecuarse al estándar.
Uno de los grandes problemas relacionados con los taxis informales es el de seguridad. Este sistema permite no solo un seguimiento de la trayectoria del vehículo, sino la identificación de auto y chofer, antes de que este haya llegado. Si bien hace años que hay empresas de taxis, estas continuaban teniendo los problemas de oferta insuficiente, especialmente en las horas punta.
El gobierno se ha comprometido a llevar el sector formal al 60%. También es consciente de que ninguna de las medidas probadas hasta ahora ha tenido éxito. Hasta el momento, poco se sabe respecto a las medidas que acompañarán la rebaja del IGV y la simplificación de los regímenes de IR para las mypes, donde el problema de la informalidad no está solo en el pago de impuestos, sino en lo laboral, donde la baja productividad impide incluso el pago de un salario mínimo.
¿Podrá el gobierno encontrar su “Uber”?