Una anécdota que nos muestra todo lo contrario
Allá por los años 68 o 69, un 29 de julio, un grupo de amigos (unos 12), entonces jóvenes y medio hippies, salimos de Mejía hacia el sur de la región en un paseo sin rumbo definido.
Pasado medio día llegamos a la Plaza de Armas de Punta de Bombón medio muertos de hambre. Le pregunté a una señora, por una bodega para comprar galletas y matar el hambre.
“No tenemos ninguna bodega, joven. Pero vengan a conocer nuestra iglesia”. Cosa que por supuesto hicimos, debidamente escoltados por algunos de sus pobladores.
Al salir de la iglesia, nos dimos con una tremenda sorpresa. Los pobladores, habiendo registrado que teníamos hambre y que no había ningún local donde pudiéramos comprar algo, mientras recorríamos su pequeña iglesia, habían instalado una mesa en medio de la plaza. Un mesa engalanada con manjares y bebidas que les habían quedado de las celebraciones del 28 de julio.
Algunos contribuyeron con panes, otros con frutas, el infaltable chanchito, y en fin, delicias que no solo saciaron nuestro hambre, también llenaron nuestro espíritu con el cariño desinteresado de gente de pueblo sano y generoso, como eran los pueblos del Perú.
Esto fue, por supuesto, antes del legado de resentimiento y odio sembrado por la revolución militar, que luego incluyó también la desconfianza generalizada que nos dejó el terrorismo.
Los recuerdos de ese día me han acompañado toda la vida, más de 45 años. Pero esa no fue la última vez que estuve por la zona. La visité ene veces y a pesar de los sufrimientos que nos “regalaron” los peores gobiernos de nuestra historia, la gente de Punta de Bombón, de Cocachacra, de la Curva y del valle de Tambo, siguió siendo siempre muy amable y sana.
Lo que hoy se está haciendo en la zona, no tiene nombre. De alguna manera han sido invadidos por “los que odian”, por “los resentidos”, por “los que tienen agendas políticas que solo pueden ser para beneficio propio, pues si no fuera así, y fueran por ideales (así sean equivocados), jamás actuarían con tanta saña y maldad”.
Esa no es la gente de la costa sur de Arequipa. Los peruanos de buena voluntad, especialmente, todos los arequipeños, tenemos que respaldar a la gente maravillosa de esa costa arequipeña.
¡Viva Punta de Bombón! ¡Viva el valle de Tambo! ¡Viva Cocachacra!
¡Viva la PAZ!