En reciente nota, el presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, Federico Arnillas, sostuvo que el actual crecimiento económico no se refleja en la disminución de la pobreza y, por ello, recomienda una “mejor distribución de la riqueza”. Como para que no quede duda de su posición, Arnillas remarcó: “El Perú creció el año pasado seis puntos, pero la pobreza solo se disminuyó en 2%”.
Aunque es saludable que al menos escuchemos mención del tema (¡qué poca cobertura ha tenido!), lamento que quien dirija una organización tan relevante carezca del conocimiento básico sobre conceptos cruciales y, aunque parezca mentira, de matemática básica.
Analicemos, por ello, lo dicho. En primer lugar, está ese escepticismo sobre crecimiento y reducción de pobreza. En el caso peruano, sencillamente no cabe espacio para la incertidumbre: entre el 2001 y el 2012 nuestro PBI por persona ha pasado de US$4.550 a US$11.400 (en paridad de compra), mientras los indicadores de pobreza se han reducido del 54,8% al 25,8% en dicho período. Esta es una de las relaciones crecimiento reducción más importantes en la historia mundial.
Se sabe, además, que la desigualdad se ha reducido del 0,52 en el 2001 al 0,46 en el 2010, situándose hoy como una de las más bajas de América Latina. Es de esperar que esta cifra se haya reducido en los últimos dos años, dado que la pobreza rural se ha contraído en mayor medida que en el ámbito urbano. Entonces, sí se ha reducido la pobreza (notablemente, además) y sí se ha reducido la desigualdad.
En segundo lugar, está la propuesta de incrementar la redistribución, lo que significa en buena cuenta poner el marco económico en cuestión y cambiar el sistema de incentivos vigente. No obstante, ello también se ha estudiado, y por eso sabemos que solo el 25% de la reducción de pobreza estimada se explica por programas de transferencia (políticas redistributivas), mientras el 75% restante por impacto directo del crecimiento económico (una relación 3:1 a favor del crecimiento económico). Otro estudio, más reciente, sostiene que la relación es en verdad 4:1.
Sin embargo, lo más sorprendente de las declaraciones es aquel guarismo sobre crecimiento y pobreza. Lo legítimo, para medir dicha relación, hubiese sido medir el crecimiento de la economía (en términos por persona, además) frente a la reducción en la pobreza respecto al universo de personas en dicha condición, no sobre el total de la población, con lo cual se hubiera encontrado que frente al crecimiento económico de 6% la población en situación de pobreza ha disminuido en 7,20% durante el último año. Esta relación, claramente pro pobre, es la constante que llevamos durante los últimos 12 años.
Si se trata de continuar la lucha contra la pobreza, nada mejor que acentuar el actual proceso de crecimiento económico. Empero, para ello se requiere poner a un costado las ideologías, lo cual –supongo– debe ser difícil. No obstante, quedan aún cerca de 7,5 millones de peruanos viviendo en la indigencia, razón por la cual debemos hacer el intento –por lo menos– de remar juntos este barco.