Comentado por Lampadia
Algunos partidos en el Congreso súbitamente han descubierto que puede ser una causa popular suspender o eliminar el aporte de los independientes a las AFP. Y probablemente lo es. Algunos independientes entenderán la conveniencia del ahorro forzoso para la jubilación, pero la mayor parte no querrá que le sustraigan una parte vital de su ingreso para ese fin o tendrá otra idea acerca de en qué invertir. La pensión de jubilación, que parecía un derecho, aparece entonces, de pronto, como una imposición.
Este descubrimiento cognitivo quizá sea la puerta de ingreso de los partidos al conocimiento de una realidad que podría devolverles el sentido y la conexión con la sociedad que han perdido: que el 70% de los peruanos subsisten en la informalidad por las mismas razones por las que la mayor parte de los independientes no pueden aportar: porque no están en condiciones o no quieren pagar los distintos aportes y regulaciones que supone una formalidad demasiado cara, complicada y rígida. Lo es para los empresarios-trabajadores (autoempleados) y para las microempresas, pequeñas y medianas empresas, donde rige el pacto a media voz entre el empresario que no puede pagar todos los beneficios-cargas que implica poner al trabajador en planilla, y el trabajador que prefiere el dinero contante y sonante.
Pero con eso lo que logramos es una diferenciación creciente entre los pocos que pueden darse el lujo de pagar la formalidad y acceder así a crédito, capital, mercados externos, y a derechos laborales mínimos, y quienes permanecen en la estrechez de la economía improductiva y carente de protección.
Cuando los partidos descubran que el 70% de los peruanos permanece condenado a trabajos forzados sin límite de horas, sin seguro social y sin vacaciones, y sin perspectivas mayores de aumentar su salario, salvo que tenga la suerte de ser contratado por una empresa formal, pues entonces la suerte de ese 70% empezará a cambiar. Porque la bandera de los partidos que quieran representar a ese sector será la de abolir o reducir esas barreras que impiden el ingreso al fortín irreductible de la formalidad.
Transformar la CTS en un seguro de desempleo y eliminar la redundante indemnización por despido, por ejemplo, permitiría que el mercado laboral sea flexible, libre y a la vez seguro para los trabajadores, que siempre tendrán empleo y en pocos años gozarán de salarios mucho más altos porque un mercado dinámico sin amarras ni camisas de fuerza demanda muchos más trabajadores.
Los partidos se han reducido casi a la nada entre otras razones porque han perdido contacto con la sociedad. Es cierto que es más difícil representar a informales que no están organizados y que precisamente lo que querrían es escapar del Estado y sus obligaciones y por lo tanto no necesitarían a nadie que los represente ante aquello de lo que quieren huir. Pero también es cierto que se trata de una clase popular y media emergente que necesita incorporarse para seguir creciendo, y esa es una demanda más o menos implícita. Quien encuentre el lenguaje para explicitarla y expresarla, habrá ganado.
[Ojalá que los políticos entiendan el artículo de Althaus y actúen en la dirección correcta que es la de informalizar la formalidad. Sin embargo, no estamos de acuerdo con las expresiones de Althaus con las que califica al sector más grande de la población como economía improductiva y condenada a trabajos forzados.
Como ya hemos escrito en Lampadia la informalidad es un tema complejo, que tiene largas raíces históricas, que ha producido grandes aportes en la sociedad y que está limitada en su capacidad de formalizarse, fundamentalmente, porque la formalidad en el Perú es una suerte de “ghetto inverso”, que impide el acceso.
En cuanto a la expresión trabajos forzados por las largas horas de labor de nuestra población emergente, nos parece un poco forzada, pues desde Wall Street hasta Tombuctú, la gente más productiva trabaja muchas horas por voluntad propia.]