Primero, parto de la premisa de que toda la gente es igualmente capaz, la diferencia está en el sistema de incentivos que moldean las oportunidades para progresar. Compartamos un ejemplo muy elocuente: ¿sabe más el ingeniero agrícola que el minifundista serrano? Un ingeniero llega a las alturas de Puno y observa que el campesino Juan Mamani tiene dos lotes de terreno muy pequeños situados uno un kilómetro más arriba que el otro. El ingeniero ve la oportunidad de aconsejar a Juan sobre las ineficiencias del minifundio y le dice: “Juan, por qué tienes dos lotes tan chicos y vas de arriba abajo a trabajar la tierra desperdiciando tiempo y esfuerzo, cuando lo que podrías hacer es vender el lote más alto y comprar el adyacente al tuyo aquí en la parte más baja y cultivar un solo lote grande más eficientemente”. Juan le responde: “Ingeniero, eso no me conviene, pues con estos dos lotes repartidos en diferentes alturas (pisos ecológicos) me puedo defender mejor cuando viene la helada y no perder todos mis cultivos. Si tuviera todos mis cultivos en un solo lote, corro el riesgo de que la helada arrase con todos mis cultivos y me quedaría sin comer”. En realidad, Juan, el campesino sin educación, está aplicando un principio muy sofisticado para defenderse contra el riesgo de la helada; el principio que el decir popular resume en “no poner todos los huevos en la misma canasta”. Es difícil afirmar que los campesinos tienen diferente capacidad que el ingeniero.
Segundo, el Perú ha progresado a pesar de sus autoridades, porque se las salta a la garrocha. Más del 50% de la economía es informal, es una economía de mercado libre no regulada. Arellano muestra que la distribución del ingreso en Perú se asemeja más a un rombo que a una pirámide de ancha base. Hay una mayoría creciente de clase media que se ha formado a partir de la segunda generación de inmigrantes del campo a la ciudad, que han progresado porque poseen el espíritu del progreso, son prácticos y trabajadores. Son informales porque siempre lo han sido: el Estado nunca llegó al campo, y porque es muy costoso ser formal, debido a las trabas burocráticas, altos impuestos y elevados salarios mínimos.
Tercero, ese progreso informal tiene un límite, pues la economía informal tiene poco acceso al crédito, tecnología y no se puede internacionalizar lo que hace que ella sea de baja productividad. Por otro lado, nuestra situación actual no es muy diferente que cuando se dio la Revolución Industrial en el Reino Unido y en EE.UU., donde tampoco se respetaban las reglas y se rompía un sistema feudal arcaico y nacía una nueva clase pujante y moderna.
Cuarto, creo que estamos en los albores de un progreso sostenido. Llevamos ya más de 20 años con un modelo económico liberal que ha dado frutos, pues está generando una clase media amplia y está acortando las brechas sociales. La pobreza ha disminuido sustancialmente a 26% y la extrema pobreza a 6% al 2012. Para lograr el progreso sostenido, necesitamos seguir por este camino y pulir los vicios del sistema, sobre todo, el desgobierno, la corrupción y el narcoterrorismo.
Necesitamos de un gobierno que siga con el modelo económico que los últimos cuatro gobiernos no se han atrevido a cambiar, para que se consolide la clase media y sea ella la que decida las elecciones futuras sin sorpresas, reduciendo la posibilidad de que salga elegido un candidato que desestabilice el sistema.
Publicado en Gestión, 4 de febrero de 2014