Francis Fukuyama. Politólogo estadounidense
Nací el 27 de octubre de 1952 en Chicago. Creo que uno de los grandes desafíos es reformar el sistema educativo. Aún enseñamos como hace 50 años, con profesores acartonados. Todo país, sin importar si goza de una democracia o no, deberá resolver el desafío de la desigualdad educativa, en plena globalización y dados los avances tecnológicos de los últimos años. Debemos transmitir a la inmensa mayoría de la población conocimientos que sean realmente útiles en la vida contemporánea, en la que cada día las máquinas sustituyen a los trabajadores en cada vez más tareas. Ese será todo un desafío para la próxima generación.
Politólogo de renombre mundial, Fukuyama reparte hoy su tiempo entre sus clases en Stanford, al sur de San Francisco, y sus estadías en Washington DC, donde aún colabora con otra universidad, la Johns Hopkins, e integra el directorio del Diálogo Interamericano, el principal centro de estudios sobre América Latina en la capital de Estados Unidos, que le permitió seguir los cambios en la región durante la última década.
— Con 61 años, usted es muy conocido desde que a los 30 publicó “El fin de la historia”. ¿Cuántas veces le han preguntado sobre ese libro?
[Risas] Bastantes. Pero muchos ni siquiera lo entendieron. Da igual, porque más allá de lo que pueda decir gente como el fallecido Hugo Chávez, no creo que haya una forma más elevada de civilización que la democracia liberal en combinación con algún tipo de economía de mercado. Así que lo único que expuse en aquel libro es que la modernización y el progreso en marcha que vivimos parecen llevar hacia la democracia liberal, no hacia el socialismo.
— ¿Cambiaría algo?
Sí. En el 2011 publiqué “Los orígenes del orden político” y en octubre saldrá el segundo volumen, “Orden político y decadencia política”, ambos textos representan mi esfuerzo por actualizar aquella obra. Y sí, creo que algunos aspectos son hoy diferentes. Primero, le insisto en que aun hoy no creo que haya una forma de organización política superior a la democracia liberal, pero sí creo que esta puede variar muchísimo en lo que respecta a su calidad. Y segundo, que un país adopte la forma de una democracia liberal no significa que esta vaya a durar para siempre. Por el contrario, puede desplomarse o declinar.
— ¿Qué cabe esperar para América Latina?
No hay duda de que la región está hoy mucho mejor que 30 años atrás. Creció, la desigualdad se ha reducido y se evidencia un avance como bloque, aunque algunos países han sufrido retrocesos. Venezuela es uno y Argentina también […]Para un politólogo comparativo resulta un laboratorio estupendo.
— ¿Cómo es eso?
Tiene el mayor número de democracias como región, algunas de las cuales funcionan muy bien y otras no y eso resulta interesante.
— En ocasiones hay una obsesión por buscar atajos para alcanzar resultados rápidos, pero que a la larga resultan contraproducentes…
En ocasiones hay una tendencia populista a pensar que se pueden solucionar estas profundas inequidades sociales sin preocuparse por el crecimiento y los recursos indispensables para una economía. Por eso, el populismo impulsa medidas que no son sustentables y llevan al colapso. Sí creo que se han intentado muchos atajos en América Latina. Y creo que uno de los mayores déficits en la región, ahora que es democrática en bloque, pasa por la mala administración burocrática de sus estados. Sé que suena extraño, porque si uno habla de estados fuertes de inmediato la gente lo asocia con el riesgo de una dictadura o violaciones de los derechos humanos, pero nada más lejos de eso. Por el contrario, por estado fuerte aludo a uno capaz de reafirmar el Estado de Derecho, aplicar las leyes, garantizar la seguridad jurídica y proveer los servicios básicos, como educación, salud o infraestructura. Por eso creo que la generación anterior de latinoamericanos peleó por la democracia frente a dictaduras brutales; esta generación debe concentrarse en desarrollar una administración pública de elevada calidad.
— ¿Puede ser más específico?
La clave en muchos países pasa hoy por dejar atrás el clientelismo. Para eso un eje crítico es que la sociedad mantenga la presión sobre sus gobernantes y se movilice para reclamar servicios públicos de calidad. En países como Argentina y pensando en el largo plazo, hoy es más importante tener un buen ministro de Educación que de Economía.
— Usted es crítico sobre Estados Unidos y el declive que percibe en su sistema político…
Ese declive responde a una polarización entre demócratas y republicanos que es la más extrema que he percibido. Se rechazan mutuamente y están metidos en un juego de suma cero. Y creo que los republicanos tienen más culpa, pero la situación también responde a las derivaciones extremas del sistema de balances y contrapesos por el cual resulta fácil para una minoría interesada boicotear los intereses de la mayoría.