César Peñaranda
Gestión, 12 de setiembre de 2015
Es un común denominador calificar la inversión como uno de los motores claves del crecimiento económico, el otro sería la productividad total de factores. Lamentablemente, durante los últimos tres años, incluido el 2016, la inversión privada, que explica el 21% del PBI, registra tasas negativas de crecimiento, mientras la pública, que explica apenas el 5% del PBI, sigue la misma tendencia, aunque se estima que puede cambiar este año no obstante presentar tasa negativa el primer semestre. En este crítico escenario la pregunta es cómo revertir esta situación. Veamos.
La inversión pública, que en lo esencial se expresa en infraestructura, directamente o conjuntamente con el sector privado vía concesiones, asociaciones público-privadas y obras por impuestos, requiere resolver principalmente la complejidad de los procesos para la toma de decisiones y las regulaciones, trabas y barreras burocráticas (RTBB), que en vez de disminuir se incrementan, a la par con la asesoría y capacitación simultánea que corresponde dar en especial a los gobiernos regionales y locales para concretar las inversiones.
Se necesita además determinar como resultado de esta acción conjunta con el sector privado los recursos fiscales comprometidos y cuándo deberán hacerse efectivos, para conocer oportunamente el espacio fiscal del que se dispone y no crear falsas expectativas.
Respecto de la inversión privada es importante tener presente que, a más de un clima o ambiente favorable a ella, el costo y los retornos que conlleva determinan la decisión de invertir. En la medida en que estas variables no evolucionen en sentido positivo afectarán la marcha de la inversión privada, como se ha presenciado los últimos años en el país. Resalta en ese sentido el retroceso que registra para el Perú el Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, que analiza 140 países, así como el pertinente al del Conference Board, que mide la productividad total de factores para alrededor de 50 países, pues esto impacta directamente en la rentabilidad de los proyectos de inversión, dado que la caída de la productividad-competitividad significa que los costos reales se incrementan. En esa misma dirección, el estudio anual del Banco Mundial, el Doing Business que involucra 189 países, muestra el retroceso en el ambiente de negocios del Perú por las RTBB, que retrasan los proyectos e incrementan los costos de operación y por tanto los retornos esperados. Es importante tener presente que estos referentes los miran y analizan los agentes económicos a nivel mundial cuando buscan dónde invertir.
A la preocupante involución señalada se suman, lamentablemente, los 211 conflictos sociales existentes, de los cuales 121 están activos, los que han detenido y peor aún cancelado en algunos casos inversiones significativas en el sector minero, de hidrocarburos y energía, generando además por vasos comunicantes con el resto de la actividad productiva la paralización de proyectos en otros sectores por los riesgos que implica.
La reducción de la incertidumbre y el incremento de la confianza que ha suscitado el nuevo Gobierno si son bien capitalizados pueden revertir la situación descrita y poner los dos motores (productividad e inversión) que están en reversa a marchar. La prioridad a destrabar inversiones por US$ 18,000 millones, la relevancia que se dará al Consejo Nacional de Competitividad, la preferencia a la mesa horizontal de barreras de Produce y la atención anunciada a los conflictos sociales van en esa dirección.