Juan Infante
Fábrica de Empresarios
Para Lampadia
¿Por qué la ciudad de Lima lleva más de cuatro décadas siendo incapaz de resolver el problema del comercio ambulatorio en sus principales conglomerados empresariales?
1. Ir a vender de manera ambulatoria a Mesa Redonda o cualquier conglomerado comercial es una decisión empresarial: voy ahí donde está la mayor concentración de compradores de la ciudad y me coloco en el espacio más valioso, la calle, a un costo ínfimo: la sisa y las coimas.
El negocio es redondo: mis costos de “alquiler” son bajísimos y el flujo de clientes, altísimo.
2. Es ilegal, sí, pero la capacidad de los municipios (y también la voluntad) de hacer cumplir la ley es baja. No existe de manera permanente una dotación policial y de serenos que pueda garantizar que las pistas y veredas no sean invadidas por ambulantes.
El número de efectivos suele ser pequeño y pequeña también es su resistencia a la tentación del pago por lo bajo. Si 100 ambulantes te dan 20 soles diarios para que no los “molestes” haces 2 mil solcitos al día y 52 mil al mes descansando los domingos, en efectivo y libres de impuestos.
¿Cómo se reparte ese dinero?
¿Hasta dónde escala en la cadena de mando?
¿Es algo de lo que se beneficia el jefe de la policía de la zona, el jefe de los serenos, llega esto más arriba, se queda en el nivel de los efectivos que están en la calle?
¿A cuántos ambulantes se les hace ese cobro?
¿Se les cobra o hacen uso de las pistas de manera gratuita?
Si fuesen mil ambulantes, el negocio ya es de 20 mil al día y 520 mil soles al mes, todo por lo bajo.
3. Como vemos, la tentación es grande y no tiene contrapeso desde la parte afectada.
Los comerciantes que ocupan las galerías de Mesa Redonda, Mercado Central, Barrio Chino o Gamarra no son sujetos relevantes para las autoridades porque, a pesar de ser muchos más, no están organizados y no ejercen presión frente a las autoridades ni contribuyen a la economía personal de quienes tienen que velar por la seguridad y garantizar que se cumplan las normas.
Los comerciantes podrían tener su propia dotación de vigilantes, pero eso significaría que:
A. Tendrían que organizarse
B. Tendrían que dar una cuota diaria.
Así esa cuota fuese de un sol al día, muy pocos comerciantes estarían dispuestos a hacer el aporte de dinero y dar el tiempo para organizarse. Al final todos se excusarán diciendo yo no pongo porque él no pone.
Así que ni me organizo para presionar para que el Estado haga cumplir la ley ni pongo dinero para solucionar el problema con una iniciativa gremial colectiva y privada.
El resultado es que ganan los comerciantes ambulantes y los que se benefician con su presencia, es el cuento de nunca acabar. Cuarenta años y seguimos en este juego de porfiados. Cada año, se levanta el concepto de bomba de tiempo, algunos dirigentes de organizaciones muy débiles, los mismos siempre, declaran a los medios y algo se mueve en las autoridades y por un rato “el problema se soluciona”. Los ambulantes son expulsados, se van a calles aledañas y, luego, poco a poco vuelven a abrir las fisuras.
Las consecuencias son nefastas:
En materia de seguridad si ya sin ambulantes, los conglomerados son peligrosos: calles estrechas, edificios altos, mercadería inflamable, depósitos y tiendas, depósitos sin acondicionamiento apropiado, cables de luz, enchufes y extensiones colocadas sin criterio de seguridad y un largo etcétera; con los ambulantes en las calles el riesgo se agranda, sobre todo en épocas de las principales campañas comerciales.
Por otro lado, el perjuicio económico es gigante para los comerciantes que invierten en alquilar o comprar costosas pequeñas tiendas.
Los ambulantes no solo compiten con los negocios instalados en las galerías, sino que tapan accesos, no solo a las tiendas de primer piso sino, sobre todo, a las puertas de las galerías y, por tanto, a los negocios instalados en todos sus pisos.
Caminar en los conglomerados cansa y estresa, ambulantes, jaladores, carretillas, clientes, todos a ritmo de procesión en campaña; haces lento el tráfico en las calles, generas menores posibilidades de compra.
Los comerciantes perjudicados no se organizan ni en sus propias galerías y tampoco existe una junta de galerías con peso y capacidad de negociación frente a sus municipios y demás instituciones del Estado. Cada uno chapa lo que puede en las condiciones más tontas.
* Con este artículo inicio una serie de colaboraciones para Lampadia sobre este tema.