Esta es una de las noticias más extraordinarias que se haya oído en el Perú en los últimos años: el 70% de nuestros compatriotas ya pertenece a la clase media. Recuérdelo cuando escuche decir que el crecimiento económico del país solo favorece a los ricos, que las mineras están esquilmándonos a todos los demás y que el modelo “extractivista” no “chorrea” y solo conduce a mayor desigualdad. Las cifras sencillamente dicen lo contrario.
Aquella estimación surge de un estudio que ha hecho el Banco Interamericano del Desarrollo (BID) y que demuestra, precisamente, que la expansión de los últimos tiempos ha tenido un irrefutable sesgo pro clase media. Según Fidel Jaramillo, representante del BID en el país, esta se duplicó entre el 2005 y el 2011. Así, entre el 40% y el 50% de los peruanos hoy pertenece a la clase media consolidada (tienen ingresos mensuales que van de S/.1.500 a S/.3.600), mientras que un 20% está en la llamada clase media emergente (con ingresos mensuales de entre S/.900 y S/.1.500).
“Hay motivos para ser optimistas pero no triunfalistas”, advierte Jaramillo, con razonable cautela. Y aquí viene la segunda parte de la historia, no tan auspiciosa, pero igual de relevante. Debido a que implementamos medianamente bien un primer paquete de reformas liberalizadoras, el Perú se ha beneficiado de uno de los fenómenos más espectaculares de la historia económica mundial: el (re)surgimiento de China. Y si bien hemos aprendido a diversificar nuestros mercados y a preocuparnos un poco más por nuestro propio entorno de negocios, estamos lejísimos de completar aquel segundo paquete de reformas –educación, institucionalidad, innovación, infraestructura– que le dará sostenibilidad a nuestro crecimiento.
Tras la entrevista que tuve con el siempre lúcido Martin Wolf (publicada ayer en Portafolio Económico) salí genuinamente preocupado por el futuro de China. No es descabellado pensar que la expansión del gigante asiático se desacelerará dramáticamente en algún punto de la próxima década. Así que no habrá tiempo para hacer esas reformas a paso de tortuga. Sencillamente, no pueden esperar más.